Henning Mankell, autor de la saga de Kurt Wallander -el inspector de policía sueco quien más que policía es un filósofo y un crítico ácido de la sociedad sueca actual-, incursiona en esta ocasión en una novela cuyo protagonista es un poeta sueco en una suerte de crisis existencial.
Lo que más llama la atención al lector que ha leído anteriormente otros libros de Mankell, sean de Wallander como protagonista o no, es el contraste y la constante pendulación entre la banalidad y la vida vacía del escritor protagonista de la novela y la hondura de los conflictos sociales, culturales y políticos en los que se va adentrando.
El autor, que divide su vida entre Suecia y Mozambique donde dirige el teatro nacional Avenida de Maputo -de ahí su conocimiento y constante referencia en diferentes libros a los conflictos de África y de los africanos en su deambular por el mundo, comienza el relato con las vivencias en un campamento de refugiados de una chica que no tiene nombre ni identidad, ya que no quiere ser repatriada a Nigeria, su país de origen. País del cual huye por la situación de miseria y muerte imperante, y quien al preguntársele su nombre dice lo primero que tiene frente a ella: una bolsita de té, tea bag en inglés.
Entre los contenidos que desarrolla el libro, podemos encontrar ciertas connotaciones biográficas ya que el protagonista es un poeta que transita entre dos mundos: el de su cómoda vida en Estocolmo - a pesar de cierta sensación de vacío y sin sentido - y el de las jóvenes refugiadas que conoce en Gotemburgo que trastocan su modo de vida y visión del mundo.
Incluye también cierta crítica al mundo editorial y al predominio de los valores del consumo en el mismo, donde podemos percibir la ironía del autor -escritor de novelas policiales-, que cuando al protagonista su editor le dice que escriba
una novela policial ya que escribiendo poesía vende poco, se niega y enfurece.
Retomando la mirada crítica sobre la lógica de inclusión-exclusión imperante en nuestra cultura, una inmigrante africana, invisibilizada en su derrotero de marginación y soledad, -algo que puede ocurrir en Suecia o en cualquier otro país del llamado mundo “civilizado” -, dice en el libro: ”…vivimos en una época en la que nadie puede estar seguro del nombre de otra persona, nadie sabe ya de donde viene ni adonde va. Sólo cuando se llega a algún sitio del que no hay que huir se puede decir el nombre verdadero…” referencia clara al estar huyendo constantemente por no tener un nombre, elemento identitario básico para sentirse sujeto y parte de la trama social.
La mirada sobre la vida de estas mujeres migrantes, que sobreviven pasando miles de penurias, caminando días y noches enteras, atravesando ríos y mares de polizones en botes o barcos para finalmente caer en un campamento de refugiados, es en sí misma una lucha cruel y desigual entre Eros y Thánatos, siendo esto lo más conmovedor del libro.
Esta realidad que nos muestra sacude las supuestas seguridades del mundo capitalista y así como movilizó y cambió la perspectiva de vida del protagonista, -según el relato-, tal vez impacte a más de un lector, como presumo debe haberle sucedido, en algún momento, al mismo Mankell.
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