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¿Vejez, senectud, ancianidad?
Por Diego Venturini
Lic. y Prof. en Psicología
Miembro del Colegio de Psicoanalistas
dcventurini@yahoo.com.ar
 
Introducción

Sobre la vejez, más allá del interés científico existente en muchos autores, está claro que parecería haber aún cierto déficit bibliográfico del campo psi acerca de la cuestión, en especial si se lo compara con la cantidad de bibliografía existente respecto de otras áreas del desarrollo como la niñez, la adolescencia y la adultez.
Al consultar bastante material sobre el tema, decidí dejar de lado algunos autores para tomar en cuenta los planteos de aquellos que primeramente podrían servirme como una  guía ordenadora y luego me permitirían expresar algunas opiniones. Por ello, como eje central del trabajo, elegí el texto que tomaba el tema en consideración de manera más abarcativa y generalista: el Tratado de Psicología Evolutiva de Heinz Remplein [4], texto que posee una envidiable cantidad de referencias bibliográficas de muy diversos autores de la mayor parte de las escuelas y teóricos existentes sobre la psicología evolutiva.


Etapas de la vida: algunas clasificaciones y un poquito de historia

Desde la antigüedad se vienen realizando diversos intentos de explicar las etapas de la vida humana con mayor o menor acierto. Por ello, hablar de una etapa determinada de la vida nos lleva a ubicarla en un contexto clasificatorio en el que deben mencionarse las demás etapas. En ese sentido referiré algunas clasificaciones existentes.

Uno de los ordenamientos clásicos más antiguos decía que las edades del hombre son 4: la del nacimiento, la que sentimos, la que los demás nos asignan y la de nuestras arterias. También en la antigüedad, se observa la preocupación por el tema cuando Edipo le responde a la Esfinge sobre su enigma de la siguiente manera: “...te has referido al hombre, que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser viejo, apoya su bastón como tercer pie, cargando el cuello doblado por la vejez…” [6] Por otra parte, en la Antigua Roma los períodos vitales estaban divididos en cinco partes: pueritia (niñez), adolescentia (edad juvenil), juventud (edad adulta temprana), virilitas (edad adulta madura) y senectud (vejez). Ya, en el siglo pasado, M. Moers [4] distingue 6 fases del desarrollo: infancia y edad juvenil (nacimiento hasta los 20/21 años), edad adulta temprana (20/21 años-30/32 años), edad adulta media (30/32 años-42/44 años), edad adulta tardía (42/44 años-56/58 años), presenectud (56/58 años-68/70 años), senectud (68/70 años hasta la muerte). También Eric Erikson se tomó el enorme trabajo de elaborar una Teoría del desarrollo de la personalidad a la que denominó "Teoría psicosocial" describiendo ocho etapas del ciclo vital o estadios psicosociales (crisis o conflictos en el desarrollo de la vida, a las cuales han de enfrentarse las personas): 1.Confianza Básica vs. Desconfianza (desde el nacimiento hasta aproximadamente los 18 meses) 2. Autonomía vs. Vergüenza y Duda (desde los 18 meses hasta los 3 años aproximadamente) 3. Iniciativa vs. Culpa (desde los 3 hasta los 5 años aproximadamente) 4. Laboriosidad vs. Inferioridad (desde los 5 hasta los 13 años aproximadamente). 5. Búsqueda de Identidad vs. Difusión de Identidad (desde los 13 hasta los 21 años aproximadamente) 6. Intimidad frente a aislamiento (desde los 21 hasta los 40 años aproximadamente) 7. Generatividad frente a estancamiento (desde los 40 hasta los 60 años aproximadamente) 8. Integridad frente a desesperación (desde aproximadamente los 60 años hasta la muerte) [1].

La discusión sobre las clasificaciones de los períodos de la vida es un tema aún vigente que se vio agudizado en el pasado siglo XX al surgir un especial interés en lograr el "correcto" ordenamiento de las últimas etapas de la vida (adultez, vejez) en comparación con el tácito acuerdo que surge en los diversos autores y escuelas teóricas sobre las primeras (infancia, pubertad, adolescencia y juventud). No debemos dejar de pensar que tales discusiones acerca de la “correcta” clasificación de las edades vitales se basan, entre otras cosas, en el aumento de la edad de vida promedio del ser humano sobre todo a mediados del pasado siglo XX. De acuerdo con diversas fuentes [6], se puede informar que hacia 1789 el promedio de vida era de 36 años, en 1850 era de 39 años, en 1900 era de 48 años, en 1950 era de 60 años y en la actualidad la media mundial es de 67,2 años, con países en los que esa expectativa vital es superior a los 80 años (USA, Japón, la eurozona, Australia y Nueva Zelanda) y países centroafricanos en los que aún no se superan los 40 años de vida promedio (a pesar de los avances globales en salud).


Problema-vejez

Dado lo expuesto cabe entonces preguntarse (entre tantas otras cuestiones) si la vejez es sólo un problema de tipo clasificatorio en relación a las demás etapas vitales. Luego cabe preguntarse si es un problema mundial o global y a posteriori si es un problema de los países líderes del mundo, para los cuales las estadísticas y el interés clasificatorio parecen tener más que ver con cuestiones de tipo económico-social y de previsión de gastos en salud y posibilidades de continuidad o no de las personas con más años en el mercado productivo-laboral.

Un estudio publicado en la Revista Scripta Nova [2] menciona lo que sucede en tal sentido en España y concluye lo siguiente: “Como se ha visto para el caso español, la evolución de la esperanza de vida de una población depende de lo que ocurre en los restantes países…se advierte que sus trayectorias responden a un proceso de convergencia hacia las longevidades propias de las regiones líderes…debido a que los avances en la medicina, en la salud, en la alimentación y en las condiciones de vida son cada vez más homogéneos a nivel planetario. Si se ignora esta relación y se consideran únicamente los datos de la población objeto de estudio como si estuviese aislada del resto, se tiende a subestimar la capacidad de mejora de su esperanza de vida…Los valores así obtenidos para el caso español (85,38 años para los hombres y 91,97 para las mujeres en 2050) superan ampliamente a los propuestos por el INE (81 y 87 años, respectivamente) o por Eurostat (83,1 y 89,2 en su escenario más favorable). Esto es debido a que, probablemente, las proyecciones de estos organismos estén subestimando de forma sistemática las posibilidades de crecimiento de la esperanza de vida, de manera especial a largo plazo, donde la longevidad media según sus previsiones apenas aumenta, algo que no encuentra justificación ni en la dinámica pasada de las series ni en la capacidad de adopción de costumbres más sanas o de mejora de la medicina que aún parece existir. La continua corrección al alza de las cifras de esperanza de vida que estos organismos utilizan en sus proyecciones refuerza esta intuición. En consecuencia, para evitar que una posible subestimación del aumento de la longevidad media impida la correcta previsión de los acontecimientos futuros y la búsqueda de soluciones óptimas, se propone la elaboración de escenarios alternativos que tengan en cuenta las esperanzas de vida generadas por los modelos logísticos expuestos en este trabajo. [3] Leyendo conclusiones como éstas vemos sin dudas que comenzarán a surgir cada vez mayor cantidad de bibliografías respecto del tema como resultado de un interés de matriz económico-social en el que el sostén de la vida en la vejez se transforma en un oneroso gasto para los países desarrollados debido a la longevidad de la población y la supuesta escasa productividad que esa franja etárea realiza en aportes al sistema.

En suma, la vejez parece ser mucho más que un problema clasificatorio relativo a la psicología evolutiva o del desarrollo.


Crisis vitales

Volviendo a otras cuestiones más profundas acerca de las etapas de la vida, Remplein plantea que en ellas siempre se dan crisis y dice lo siguiente: “el paso de una edad a otra no es un proceso guiado endógenamente y que se realiza con arreglo a una necesidad interior, sino un producto personal: el yo tiene que abandonar costumbres favoritas de su vida y adaptarse a nuevas exigencias; esto requiere renuncia y esfuerzo. Especialmente difícil es renunciar a los placeres del amor sexual, por lo cual el envejecimiento se presenta con mucha frecuencia acompañado de una crisis que desemboca no raras veces en la neurosis [4]. Cuando Freud planteaba que el análisis un paciente no debería superar los 50 años del mismo ¿pensaría en esto?

En relación con la influencia del entorno en la duración de las etapas de la vida, Remplein menciona que en las diferencias interindividuales que radican en la disposición, en el grado de vitalidad personal, en el medio ambiente, en las condiciones económicas del individuo, en las realidades que ofrece el destino, como la salud, la enfermedad, las pérdidas graves, la amenaza de la existencia por las guerras, las revoluciones, etc., se encuentran hombres que envejecen pronto y otros que envejecen tarde y menciona como posible consulta en ese sentido los trabajos de Charlotte Bühler. Según otras fuentes [5], C. Bühler en su libro “El curso de la vida humana como problema psicológico”, estudió aproximadamente más de 200 personalidades de América y Europa que tuvieron alguna labor destacada en el arte o la ciencia entre los siglos XIX y XX. Usando una metodología empírica de tipo biográfico y de carácter retrospectivo, recurriendo a material escrito, como biografías, cartas, archivos, diarios, etc. realizó un intento de establecer la dependencia de la biografía de la persona respecto de sus cambios biológicos. Paradójicamente y en contra de sus expectativas originales terminó concluyendo que tal “relación”(entre procesos biológicos y psicológicos vinculados a la biografía) sólo se comprobaba parcial y relativamente en las biografías estudiadas sin que existiese sincronía entre las curvas de edad y las curvas de evolución o desarrollo psicológico y existencial u otro conjunto de factores personales ligados a las tendencias básicas del individuo que, aunque presentes en todas las etapas de la vida, tienen diferente dominancia en alguna de las etapas y marcan su estilo vital individual. Por ello, para explicar tal paradoja terminó apelando a factores supraindividuales, como la existencia de valores o roles sociales que serían los que guían la vida del individuo en sus diferentes edades y a los cuales cada individuo se acomoda de formas vivenciales distintas. Concluyó así que la curva biológica y biográfica de la vivencia y la curva biológico-biográfica del trabajo, se desarrollan sobre distintos planos y los movimientos ascendentes y descendentes transcurren asincrónicamente sobre éstos planos, planteando por ejemplo que, un hombre se puede sentir subjetivamente aún en las alturas, aunque objetivamente ya no se encuentre en el pleno rendimiento de sus facultades y aunque haya perdido su fuerza vital.


Crisis vitales, proceso del envejecimiento y ¿pérdidas?

Dado lo antes expresado ¿qué sucede entonces con el rendimiento en la edad madura y la vejez en relación con los otros períodos de la vida?

Según la mayoría de los autores, las pérdidas parecen ser el eje central de la vejez, pérdidas de: la rapidez de reacción, la fuerza corporal, la habilidad para conducir, la coordinación motora, la rapidez para resolver en el menor tiempo los tests de inteligencia, etc. Como contrapartida a ese consenso, “los viejos” suelen quedar mejor parados en la solución de problemas que presuponen experiencia crítica y discernimiento y por esa razón las evaluaciones cuantitativas suelen no hacer justicia a los cambios cualitativos del rendimiento. “Puesto que la medida y tempo de los procesos de envejecimiento están sometidos a grandes diferencias interindividuales, las personas ancianas ofrecen en cada caso procesos muy distintos. En general, no hay ningún anciano sin limitaciones corporales (menor fuerza y movilidad, así como menor capacidad de sus sentidos), ni sin disminución de sus funciones y rendimientos psíquicos (por ejemplo, de la percepción y de la facultad de acomodación espiritual), pero en casos particulares se encuentran, por una parte, ancianos de un asombroso vigor físico y espiritual, que, como hemos dicho, son capaces de obras tardías geniales, y por otra parte, hombres en los que la ruina física y espiritual ha progresado ya tanto, que se encuentran achacosos, torpes e incluso dementes” [4]. Según varios autores, algunos de los procesos psíquicos más frecuentes en el envejecimiento son: la disminución de la atención y la memoria, la pérdida del sentido de la autocrítica, el entorpecimiento de la comprensión y la disminución del discernimiento, entre otros. De cómo se elaboren éstas esperables variables dependerá la actitud del anciano frente a la vida y la muerte. La cercanía de ésta última, las ausencias paulatinas y progresivas de pares, amistades y familiares cercanos irán condicionando la aparición de conductas bien diferentes frente a la vida que se tiene y cómo se lleva adelante la misma y también irá condicionando al sujeto frente a la posibilidad cada vez más cercana de la muerte. En este sentido, la aparición de sentimientos de desvalimiento e incapacidad podrán derivar, en algunos casos, en el surgimiento de afecciones que varían entre el malhumor, la tristeza, la amargura, la depresión, la melancolía, la obsesión y en especial la rigidez del pensamiento que llevan al sujeto a alejarse paulatinamente del entorno social más cercano. Pero claro está que también existen otras variables que introducen otras posibilidades de pensar las pérdidas y/o las posibles pérdidas. Un grupo cada vez mayor en número de personas ancianas elaboran proyectos vitales sostenidos en una subjetividad constructiva que deriva en la realización de actividades familiares, laborales y comunitarias en los que prevalecen sin dudas sentimientos de alegría, plenitud, libertad y conexión con la cultura.  

Remplein menciona que la curva fisiológica del envejecimiento y la curva espiritual de la maduración no siempre coinciden y da como ejemplo las obras artísticas y los desarrollos científicos de diversas personalidades cuya obra se destaca en la segunda mitad de la vida e incluso en la vejez. “Goethe escribió la segunda parte del Fausto a edad avanzada y la terminó a los 82 años. Theodor Fontane escribió a los 59 años su primera novela Antes de la tempestad, a los 69 su primera obra maestra Errores y Extravios, a los 78 Effie Briest y a los 79 Stechlin, su producción más lograda. Cervantes concluyó a los 68 años Don Quijote. Tiziano creo a los 98 años La batalla de Lepanto y a los 99 La coronación de espinas y La pietà, muriendo ese año por la peste y no por decrepitud. Miguel Angel trabajó en El juicio final entre los 59 y los 65 años y en la iglesia de San Pedro hasta su muerte a los 89 años. Verdi compuso a los 74 Otelo, a los 80 Falstaff. Meyerbeer tenía 72 cuando escribó La africana, Haendel 72 cuando escribió El triunfo del tiempo. Leopoldo von Ranke comenzó a los 80 el manuscrito de su Historia Mundial que terminó a los 91 años, poco antes de morir. Lamarck concluyó su Historia Natural cuando tenía más de 80 años” [4]

Por ende, cabe preguntarse en qué casos las crisis vitales que se dan en la vejez se asocian exclusivamente a la noción de pérdidas.


Vejez-ancianidad-imagen ¿la verdadera pérdida?

Desde hace algunos años, la imagen de la persona “vieja” ha ido siendo descartada paulatinamente de los planteos del sistema cultural occidental basando ésta ausencia en una feroz e indiscriminada relación entre las posibilidades de consumo de dicho grupo etáreo en comparación con el de las posibilidades de consumo del de las personas pertenecientes a otras etapas vitales (desde los recién nacidos hasta la adultez avanzada). La imagen del viejo suele aparecer degradada y ausente con premeditación por un sistema cultural basado en ciertos consensos consumistas que tienden a sobrevalorar la imagen de la juventud y con ello a sobrevalorar premeditadamente a esos potenciales grupos de clientes. Si bien los ancianos, en general, suelen ser jubilados y sufren las lógicas consecuencias de los procesos del envejecimiento y los riesgos que eso conlleva, las afirmaciones categóricas y tendenciosas de algunos medios de comunicación dejan poco margen para que algunas personas se puedan pensar desde el lugar de sus posibilidades en comparación con sus deficiencias, discapacidades y minusvalías.

Siguiendo estas líneas de pensamiento cabe preguntarse algunas cosas:
¿Cuánto influye entonces, en algunas personas ancianas, el lugar asignado por el sistema socio-cultural imperante, en el que actualmente existe una sobrevaloración de la imagen por sobre la palabra? ¿Con qué frecuencia y calidad aparecen las imágenes de ancianos comparativamente con las de personas de otras edades? Si aparecen: ¿La palabra y la imagen del "viejo" son valoradas o denostadas? Y digo más: si aparecen ¿en qué sentido lo hacen? ¿Cómo se muestra el lugar que ocupan en nuestra sociedad las decisiones, pensamientos y sentimientos de un "viejo"? ¿La construcción de la integridad yoica basada en las identificaciones provistas por la cultura en la que vivimos son sólo determinantes en las etapas tempranas del desarrollo? ¿Qué posibilidades identificatorias está ofreciendo nuestra cultura a la construcción del yo de los “viejos”? o ¿Sólo se piensa en la paulatina destrucción del yo de los “viejos”? Hemos planteado que diversos autores dejan en claro que los procesos biológicos del envejecimiento no necesariamente tienen correlación con las posibilidades de producción de una persona vitalmente conectada. Me pregunto ¿cuánto hay de sobredimensionamiento en las limitaciones de la vejez? Tal vez, ¿una medida proporcional al sobredimensionamiento de las posibilidades de realización de la juventud y la adultez joven?    

En general, la construcción de una imagen diferente de la vejez depende de un entramado complejo y diverso de actores que formamos parte de la cultura, pero en particular y de manera especial depende de la valoración actual que le dan los jóvenes y los adultos a la vejez y la ruptura que ellos puedan hacer de las concepciones degradantes y discriminatorias de esa etapa vital. Sostener algunas de las perspectivas obtusas y cerradas que prevalecen actualmente sobre la vejez, tal vez a algunos jóvenes y adultos les parezca  irrelevante pero, no les permite pensar que dada la aceleración en la que vivimos [3] en unos 50 años cuando la vida promedio mundial sea cercana a los 90 años, les tocará vivir o padecer esa etapa ¿qué futuro estamos generando?


Una breve sugerencia

El aporte de innumerables avances médicos (estudios preventivos sobre enfermedades, cánceres curables, tratamientos preventivos para los diversos problemas cardíacos, vacunas preventivas para problemas respiratorios, pastillas que mejoran y prolongan notablemente la vida sexual, etc.) deberían permitir una llegada a la vejez tal como se lo planteaba en Roma para la edad del Jubileo. Se esperan muy próximamente avances científicos en células madres, genoma humano y funcionamiento cerebral ¿quiénes serán los que tengan acceso a esos avances? Hay dos interesantes películas de ciencia ficción que recomiendo ver en ese sentido: Gattaca, de Andrew Niccol (1997) y En el tiempo (In Time) de Andrew Niccol (2011). En dichas películas la imagen de las personas jóvenes en un futuro (no tan lejano) sigue siendo socialmente sobrevalorada en extremo, mientras paulatinamente el director critica los “órdenes” sociales preestablecidos en nuestro actual sistema de creencias advirtiéndonos sobre un futuro posible, de seguir las cosas del modo en que van encaminadas social y culturalmente hasta ahora.


A modo de síntesis

Abordar un tema tan amplio desde una perspectiva tan general es dificultoso y arduo, tal vez por eso debemos plantear nuestro granito de arena realizando algunos aportes para que, en ese futuro no tan lejano, la vejez no llegue a asociarse tan unívocamente con las pérdidas y “los viejos” con sus limitaciones, se acerquen a las posibilidades de producir para sí y para la cultura una vida plena como ya lo hicieron en otras épocas “ancianos” como Verdi, Tiziano o Miguel Ángel.


 
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Notas y Bibliografía
 

[1] Erikson, E. (2000). El ciclo vital completado, Barcelona: Paidós.
[2] Franco Yago, Sobre la destrucción del afecto, en Más allá del malestar en la cultura, Editorial Biblos, pags 119-124 (2011)
[3] Scripta Nova.Revista electrónica de  geografía y ciencias sociales. Universidad de Barcelona. Vol. XII, núm. 260, 1 de marzo de 2008  La Longevidad globalizada: un análisis de la esperanza de vida en España. (1900-2050) 
[4] Remplein Heinz, Tratado de Psicología Evolutiva, Editorial Labor 1980, 1era edición 1954, pág. 660, 661,664 
[5] Rodríguez Domínguez, Sandalio; La vejez: historia y actualidad, pag 39 Editorial de la Universidad de Salamanca
[6] Wikipedia.http://es.wikipedia.org/wiki/Esperanza_de_vida http://es.wikipedia.org/wiki/Esfinge_(mitolog%C3%ADa)

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