El carácter propio de una investigación es ser
indefinido. Darle un nombre o definirla
es cerrar el círculo: ¿qué resta? |
Jean - Paul Sartre [**] |
Resumen
Los fundamentos en los que se apoyan los principios legos del psicoanálisis, de Freud a Lacan, ofrecen a los analistas desde siempre la posibilidad de defenderlos de la tentativa de represión y de demostrar que el Psicoanálisis no necesita diplomas médicos y/o instituciones oficiales para protegerse, sino analistas analizados. Lacan decía: "Lego es el modo como el analista decide su posición" [1].
Análisis profano
Desde 1926, cuando Freud escribe “La cuestión del análisis profano”, remarca: “el análisis es lego: es una experiencia subjetiva, singular, que implica una ética peculiar” [2]. A partir de esa aserción se empeña en una lucha aguerrida en defensa del Psicoanálisis, asumiendo la posición de que su profesionalización hería los fundamentos de la formación del analista. Pasado algún tiempo, haciendo este mismo camino, Lacan afirma: “aquél que desea autorizarse, autorizarse como analista, necesita la osadía de empezar por su propio análisis. El analista es consecuencia del acto analítico, y el psicoanálisis no se transmite como cualquier otro saber.” [3]
En 1995, Annie Tardits, de la École de Psychanalyse Sigmund Freud, es testimonio en Francia de un nuevo proceso de racionalización en la tentativa de control de las prácticas de tratamiento y de reglamentación de las profesiones. La autora destaca, en ese nuevo proceso, dos posiciones claras adoptadas, por un lado, por los médicos psiquiatras y psicólogos clínicos y, por otro, por los psicoterapeutas.
Los primeros, que trabajaban en el área de salud mental, han delineado estrategias profesionales de protección a la profesión. Sostenían -apoyados en la Asociación Francesa de Psiquiatría y con el aval de la Orden de los Médicos- que las Psicoterapias son tratamientos médico-psicológicos; de este modo, su prescripción y práctica deberían ser reservadas a los médicos especializados en Psiquiatría y a los psicólogos clínicos formados por la universidad. Por su lado, los psicoterapeutas -preocupados con una estrategia de reconocimiento y legitimación de su profesión- reivindicaban colocarse entre los profesionales de salud no-médicos, con la propuesta de que habían obtenido el título de psicoterapeuta a través de un diploma de psicoterapia y también con una habilitación posformación confiada tanto a las Escuelas Prácticas, calificadas de Experienciales, como a la Universidad.
En medio de esa querella, los psicoanalistas se han situado en defensa de los fundamentos del Psicoanálisis para garantizar el deseo del analista, afirmando que cualquier institución nacida del interior de esa área constituiría un espacio éxtimo [4], suplementario a la red de salud pública, un lugar de encuentro con un analista donde lo que se enfatiza es la lógica de la subjetividad y del caso por caso, posibilitando a cada uno “descubrir el efecto del lenguaje sobre él y el uso que podrá hacer de él para orientarse en su existencia” como se reafirmó en la charla de la EBP-MG, en octubre del 2004. Ese mismo año, Eric Laurent, en su Declaración de Principios del Acto Analítico, en el Congreso de la AMP, dijo: “El psicoanalista es aquel que afirma haber obtenido de la experiencia lo que de ella podía esperar”.
Algunos años después, también en Francia, se intentó elaborar un Proyecto de Ley gubernamental que incluyera al Psicoanálisis entre las Psicoterapias Vinculares, extendiendo la misión del organismo público encargado de la acreditación y evaluación de las prácticas de salud a la creación de un Consejo de Profesiones Paramédicas y a la concesión de títulos para los profesionales de salud no médicos. A ese respecto, Eric Laurent, en su discurso de candidatura (2006-2008) manifiesta que, en Europa, la máquina de producir normas tiene una importancia mucho más grande que en cualquier otro lugar del mundo.
Afortunadamente, esa ley no ha sido aprobada, nos tranquiliza Annie Tardits, en caso contrario éste sería el precedente para inspirar el encuadramiento de las prácticas de Psicoterapia y Psicoanálisis, vinculándolas a una ley organizadora de toda la salud mental. La experiencia analítica no puede ser reglamentada, pues es una experiencia subjetiva que lleva a una transformación del sujeto y no a una acumulación de saber técnico y tampoco a un refuerzo en la creencia del Otro que sabe.
Como se puede constatar, tomando solo algunos hechos de la historia del movimiento psicoanalítico, esta es una cuestión de cuño eminentemente político que, más recientemente, reaparece amenazando al Psicoanálisis a partir de una nueva ofensiva reglamentada. Responder a esta cuestión supone la necesidad de proseguir con un debate que se inaugura con Freud y que hoy incluye a pensadores destacados de la intelectualidad francesa, principalmente a aquellos de los grupos ligados al área psíquica, incluidos en la Orientación Lacaniana liderada por Jacques-Alain Miller, que buscan asegurar una posición ética que impida las tentativas de cercenar el ejercicio del Psicoanálisis y les garantice sus fundamentos. Además de Francia, las posiciones de Alemania y de Italia fueron relativamente distintas entre sí en cuanto a la reglamentación de la profesión de psicoterapeuta, pero en ambos países las consecuencias han sido dañinas para los analistas legos, ya que éstos quedaron excluidos del acceso a la formación y al título. En el caso de Alemania, el Psicoanálisis está explícitamente integrado a las Psicoterapias Vinculares, hecho que lo pone en una situación muy crítica: el analista está obligado a elaborar un informe diagnóstico y hacer un pronóstico sobre la duración del tratamiento.
Como efecto de estos cambios, la palabra de orden de la nueva Política de Salud es el acento en la evaluación. Esta política incide sobre el tratamiento, las estrategias preventivas, diagnósticas y terapéuticas, haciendo que, en la industrialización de la medicina moderna, la medicina fundamentada en la experiencia ceda lugar a la medicina fundamentada en la prueba, es decir, que la cultura estadística venza a la cultura del caso.
En el propio Instituto de Berlín, dice Annie Tardits, se modela una formación basada en la transmisión de la teoría analítica inspirada en el modelo médico y universitario, separando la noción del análisis didáctico del análisis terapéutico. Durante el curso, el análisis didáctico precede al ciclo de enseñanza y a la supervisión del principiante en la práctica. Los candidatos seleccionados son aquellos juzgados como normales, médicos que deberán, aprender en ese análisis, a reconocer el Inconsciente en sus otras formaciones, además de los síntomas, de los componentes de las pulsiones, del Complejo de Edipo, de la ambivalencia y otros, procedimiento que Freud consideró discretamente en su texto “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”, de 1926, como de una juvenil insuficiencia [5].
Los ejemplos de Alemania y de Italia y, más recientemente, de Bélgica, recrudecieron la preocupación por el peligro de que el Psicoanálisis sea incluido en el grupo de las Psicoterapias; del riesgo que esa inclusión podría traer a la formación de los psicoanalistas, a la propia práctica del Psicoanálisis y, a largo plazo, al propio Psicoanálisis como práctica y teoría. Advertidos acerca de este riesgo, en Francia los psicoanalistas recurrieron a los consejeros de gabinetes ministeriales para afirmar la especificidad del Psicoanálisis, logrando así frenar, al menos por cierto tiempo, esos proyectos gubernamentales.
Por su parte, los psicoanalistas norteamericanos se manifestaban por la inclusión del psicoanálisis en la Medicina, como una especialidad médica, lo que, ya en opinión de Freud, constituía una tentativa de represión del Psicoanálisis. Los acusaba de sacrificar el análisis a consideraciones prácticas de tiempo y dinero, cuestionando la proliferación, principalmente en los Estados Unidos, del análisis profano nocivo.
Para Freud, cualquiera que pasara por el proceso analítico sabría que la transmisión de los elementos esenciales de la doctrina analítica no se daría por el camino de la enseñanza teórica, ni siquiera por lo sistematizado en los cursos administrados por los institutos o por el sistema universitario, porque éstos no son capaces de dar con la justeza de la Teoría, convicción que solo se adquiere en la experiencia del propio análisis. “El saber médico y el modo universitario de transmisión de saber son radicalmente insuficientes, inadaptados para formar el saber necesario al futuro analista. Solamente el análisis personal posibilita la justeza de ese saber” [6]; y los analistas húngaros, cuando se les solicita asumir una posición en el Congreso de Innsbruck, en 1927, señalaron que la ciencia analítica no debe ser protegida por diplomas médicos, sino por analistas analizados.
La formación necesaria para la conducción de un análisis exige del analista la responsabilidad en el manejo de la transferencia o, más exactamente, en el manejo analítico de la neurosis de transferencia -que se adquiere en la propia experiencia de análisis- y en la dificultad de librarse de ella. También la experiencia de análisis es lo que enseña la técnica delicada de la interpretación y el modo de lidiar con las resistencias. Freud afirma: “Aquel que adquirió ese saber no es más un lego en el campo del psicoanálisis”, cualquiera que sea su formación anterior [7].
Ese saber, que incluye el no saber y que apunta hacia lo real, no se aprende en los libros, ni tampoco en la enseñanza universitaria ni siquiera en una supervisión concebida en una perspectiva técnica: adviene de la experiencia del inconsciente relacionado a una dimensión particular y no puede ser sometido a la validación y a la observación porque no es un saber acumulativo, no puede pasar de una experiencia a otra como en las ciencias.
En 1963, en “Acto”, Lacan relanza la cuestión de la transmisión que traiga la marca del análisis lego “como una relación del sujeto con el saber, lo que no comporta la denegación sistemática de lo real de la experiencia psicoanalítica.” [8] La Escuela de Psicoanálisis es, para Lacan, un lugar de producción e invención donde no se repite un saber que solo puede trabajar como medio de goce, sino que se inventa un saber propiciado por la causa del deseo.
La construcción de conceptos en Psicoanálisis se sostiene en un trabajo condicionado por una práctica que incluye una experiencia singular, caso por caso, en la que se aborda la sexualidad en el campo de la transferencia marcada por el lenguaje que implica lo imposible. Así se delimita el espacio privado de la cura que confronta con la universalización, pues la economía de goce no se adapta a la exigencia capitalista de creciente acumulación.
En 1964, enuncia: “el analista solo se autoriza por sí mismo, y la Escuela garantiza que el analista depende de su formación” [9]. Este principio de que el analista se autorice por sí mismo es el del Acto Analítico. En 1967, en la Proposición de 9 de octubre sobre el psicoanalista de la Escuela, reafirma los principios legos del psicoanálisis cuando apunta que “en la base de la Escuela se es admitido por un proyecto de trabajo sin distinción de proveniencia o cualificación, lo que quiere decir que un analista practicante solo es registrado en ella, al principio, en las mismas condiciones en las que se inscriben el médico, el etnólogo, y tutti cuanti. Lego es el modo que tiene el analista de decidir su posición.” [10]
La cuestión de la formación del analista y, naturalmente, la del análisis profano, es también un problema que los psicoanalistas están enfrentando en Brasil. Recientemente, un grupo de religiosos [11] ha elaborado un Proyecto de Ley con el nombre de Psicoanálisis, para que sea aprobado en el ámbito nacional, de reglamentación y de formación del analista y del ejercicio de su práctica, incluyendo la distribución de títulos. Definen el acto médico desde la perspectiva de la Medicina, y quieren incluir en ese Proyecto de Ley a una serie de profesionales para quienes ya han consolidado sus prácticas y han definido sus estatutos como integrantes del área médica, regulados y fiscalizados por ella.
Ninguna de esas proposiciones emerge del Psicoanálisis, pues éste desarrolla su trabajo regido por la ética de su discurso, tanto en la intensión del análisis de cada sujeto que lo demanda, como en la extensión de los efectos de su discurso en el campo social. El Psicoanálisis es la única institución que admite desarrollar una práctica capaz de fundar y ampliar su teoría, lo que significa trabajar con un saber no sabido, agalma de la causa freudiana.
La ley que reglamenta el Psicoanálisis es la de la estructura del Inconsciente a la que se someten analizante y analista en la tarea de desatar el nudo del síntoma y restituir su verdad.
Esta cuestión espinosa que una y otra vez reaparece fuera del ámbito del Psicoanálisis -y frente a la cual Freud nunca cedió durante toda su vida de psicoanalista- exige que los analistas, hoy, en sus diferentes concepciones teóricas, mantengan abierto el diálogo, advertidos de que son responsabilidades suyas los avatares y el destino del Psicoanálisis.
En su época, Freud ya se daba cuenta de que los analistas no estaban convencidos de eso y, aún hoy, podemos constatar la indiferencia de muchos de ellos frente a varias iniciativas retomadas en Francia, en Brasil y en otros lugares por parlamentarios, religiosos y otros que buscan, a través de proyectos gubernamentales, sostener junto a los poderes públicos y a la sociedad civil, la necesidad de reglamentación del Psicoanálisis.
La absorción de las reglas existentes oficialmente, sin ninguna advertencia que acentúe las especificidades del Psicoanálisis, va a confrontar la formación del analista, con el riesgo de admitir a priori, entre los propios jóvenes candidatos, que los psicoanalistas con formación en la Escuela tienen una actuación menor o incluso ilegal, afectándoles la confianza en su propia Escuela.
Es necesario recordar que la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), persigue la definición y la relevancia de la Escuela, con penetración y amplitud social decisiva en la política de inserción del Psicoanálisis en la ciudad, siempre que se observe el mantenimiento de los Principios del Psicoanálisis, idea reforzada por Éric Laurent en su Discurso de Candidatura 2006-2008, cuando afirmaba que para eso sería necesario asegurar, frente a las instituciones oficiales, la efectuación de la práctica del Psicoanálisis y/o su explicitación teórica, para dar base a la revalidación de sus principios básicos.
Actualmente, la Escuela Brasileña de Psicoanálisis continúa en su firme propósito de alertar a los psicoanalistas y defender al Psicoanálisis de esas nuevas leyes que se están proponiendo. En el XX Encuentro Brasileño del Campo Freudiano, que se celebró entre los días 21 y 23 de noviembre de 2014, en Belo Horizonte, Minas Gerais, se instituyó una Plenaria con la participación de cinco analistas de la Asociación Mundial de Psicoanálisis y de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis, con la participación de un diputado federal invitado, y se desarrolló un amplio debate sobre temas de la más alta significación para el mantenimiento de los Principios y Fundamentos del Psicoanálisis.
(*) La primera versión de este trabajo se desarrolló en 2006 sin objetivo de publicación. Lego, en portugués, aplica a calificar una disciplina y sería el equivalente de la traducción, en castellano, de análisis profano. La autora prefirió dejar el término lego en portugués. (Nota del E.)
(**) En el Prefacio a la “Crítica da razão dialética”, 1960
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