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Política y psicoanálisis
(segunda parte)
Sobre la dimensión política de los conceptos
Por Germán Ciari
germanciari@elpsicoanalitico.com.ar
 

En la entrega anterior dijimos que “…nominar es un acto que posee dimensión política…” [1]. Pero, ¿qué significa esta afirmación en el marco de la obra castoridiana? En lo que sigue me propongo utilizar el caso Schreber [2] para elucidar en principio la dimensión social/histórica operante, con el objeto de arribar poco a poco a deslindar su dimensión política propiamente dicha.

Decimos que las ideas, los conceptos, los desarrollos tecnológicos o científicos, las modas filosóficas o las ideologías forman parte –instituida- del magma específico que anima una época y una sociedad. En la dinámica que describe Castoriadis, un concepto nuevo no puede ser otra cosa que, en primer término, el resultado de la creación “ex nihilo”. Pero al mismo tiempo esa creación “de la nada” debe fundirse con la urdimbre compleja de SIS (significaciones imaginarias sociales) que ofrece una sociedad dada. La presencia instituyente de esa urdimbre –en el sujeto que inventa- vuelve borrosa una lectura en dos tiempos del proceso instituyente que puede devenir de la invención. Vale decir, no hay creación y articulación al magma. Hay continuidad del magma –que instituye al y es instituido por- el sujeto creador. [3]

Decir que un concepto, una idea o una noción es emergente de ese magma significa afirmar que como tal se encuentra habitado por los debates de su época, la forma en que los poderes instituidos presionan sobre las disciplinas,  las luchas de poder que se desatan en torno al control de la capacidad de significar, los descubrimientos en otras áreas,  las invisibilidades que esos descubrimientos proyectan, los avances y retrocesos  en la capacidad de moralización de tal o cual religión sobre la sociedad, los avances tecnológico/mediáticos que permiten la expansión de sentidos hegemónicos,  la geopolítica de una época, los intereses de los grupos concentrados, la capacidad de resistencia y organización de sectores de la población; por procesos migratorios, ecológicos, bélicos, etc.

Comenzamos por preguntarnos: ¿Qué hay en las maquinarias que desde pequeño sometieron el cuerpo del hijo del Dr. Daniel Gottlieb Moritz Schreber a que no sea social? 

Si bien Freud no tiene en cuenta datos biográficos [4], la participación del “exitoso” pedagogo en la crianza de sus hijos –asociada a la utilización de maquinarias creadas para educar el cuerpo- ha sido reconocida por varios de los autores que retomaron el análisis del caso, como un factor decisivo en relación a la psicosis que sufriera posteriormente Daniel Paul.

“Todos conocimos esos hijos delincuentes o psicóticos que proliferan a las sombra de una personalidad paterna de carácter excepcional, de uno de esos monstruos sociales que se dicen sagrados”. [5]

Las pistas que deja Jaques Lacan serán recogidas por Maud Manonni, quien se preguntará: “¿Por qué el hijo de un padre tan excepcional pudo convertirse en psicótico?” [6]
La autora insistirá sobre este punto al ubicar como el primero de los dos conflictos que constituyen el síntoma, nada menos que la educación recibida.
(La) “…posición homosexual pasiva que Daniel Paul Schreber llego a aceptar, no sin luchar, ¿no es producto de una educación?” [7]
Principios básicos de la pedagogía de DGM Schreber como el que indica que  “el adulto debe adquirir un dominio no solo sobre las tendencias del niño sino también sobre su cuerpo” [8] encontrarían articulación con la prescripción de máquinas ortopédicas que coercionan el cuerpo desde muy temprana edad con el objeto de alcanzar posturas “ideales”, todo lo cual colaboraría en producir en Daniel Paul “distorsiones de la imagen corporal”. [9]

Ahora bien, como lo entendemos, la máquina es expresión material/tecnológica de ideas, nociones, conceptos que la preceden y la animan. Vale preguntarse entonces por la sociedad que acunó una pedagogía inspirada en principios como: “…el niño es malo por naturaleza. Es preciso aislarlo de su naturaleza y someterlo a un adiestramiento moral y físico (alternando abluciones de agua fría y caliente desde los tres meses, alternando terror y seducción)”...”el niño debe aprender precozmente el arte de la renuncia.” [10]

Cuando Alice Miller explora la corriente pedagógica en la que se enmarca la obra de D. G. M. Schreber -corriente que la autora llama “pedagogía negra”- enumera una serie de enunciados -llamados por ella “ideas falsas”- que ocuparían la base de sentido de la disciplina: “Que el sentimiento del deber debe engendrar amor… que se puede acabar con el odio mediante prohibiciones…que la obediencia robustece…que una escasa autoestima conduce al altruismo…que la gratitud fingida es mejor que la ingratitud honesta…que la intensidad de los sentimientos es perjudicial”. [11]
Sería un error entender que estas “ideas falsas” son el producto de la imaginación de los pedagogos de la época. Si no andamos muy errados, las que Miller enumera no son más que contantes y sonantes Significaciones Imaginarias Sociales.
O como intuye Mannoni: “Por una parte, ese terrorismo pedagógico participaba de la situación paranoica de la época; en cierto modo el Dr. Schreber no hizo mas que sistematizar lo que ya estaba en el aire.[12]


¿Qué es “el aire”?

“Evitar una segunda revolución francesa, o la catástrofe todavía peor de una revolución europea general según el modelo de la francesa, era el objetivo supremo de todas las potencias que habían tardado mas de veinte años en derrotar a la primera…” [13]

D. G. M. Schreber, autor de títulos como “Aguzamiento planificado sistemáticamente de los órganos sensoriales” o “Sobre la educación de la Nación y su desarrollo actual mediante la elevación de la profesión docente y la vinculación en el hogar y la escuela” fue un destacada figura de esta nueva pedagogía que va a ir consolidándose en la Europa convulsionada por lo que el historiador Eric Hobsbawm llama “Doble revolución” -la industrial y la francesa- desde fines del siglo XVIII.
Para cuando D. G. M. Schreber llega a director del Leipzig Heilanstalt en el año 1844  comenzaba  un proceso de expansión del capitalismo industrial -más allá de Inglaterra- sin precedentes. [14]

Si nos situamos en los territorios que hoy corresponden a Alemania vemos además que las tensiones entre clases tomaban una contundencia inusitada: “La composición de las diferentes clases del pueblo que constituyen la base de toda organización política era en Alemania más complicada que en cualquier otro país. Mientras que en Inglaterra y en Francia el feudalismo había sido totalmente destruido o, al menos, reducido, como en Inglaterra, a unos pocos vestigios insignificantes, por la poderosa y rica clase media, concentrada en grandes ciudades, sobre todo en la capital, la nobleza feudal de Alemania conservaba gran parte de sus viejos privilegios. “ [15]

La incipiente burguesía había hecho suficiente experiencia como para saber que si no se avanzaba con las reformas necesarias para su expansión, incluida la creación de un Estado moderno, nunca podría competir con la floreciente industria inglesa, y entonces se condenaría al exilio o la permanente bancarrota.  Pero la nobleza no perdía su poder y tenia en los poderosos “Junkers” grandes bastiones que traccionaban el pasado.
A pesar de la tendencias encontradas ambas clases acordaban-al principio de modo tácito y luego cada vez más explicito- en una cuestión central: había que contener la marea política libertaria que llegaba desde Francia y expulsar del territorio a quienes la promovieran. [16]

A pesar de los esfuerzos de los opositores, el avance del proletariado se hacia cada vez mas incuestionable. De hecho, el mismo año del nombramiento de D.G. M. Schreber: “En 1844 estalló la insurrección de los tejedores de Silesia, seguida de la de los estampadores textiles de Praga. Estas insurrecciones, que fueron reprimidas con saña y no iban contra el gobierno, sino contra los patronos, produjeron honda impresión y dieron nuevo estímulo a la propaganda socialista y comunista entre los obreros”. [17]

En Francia 4 años después (1848):

“La revolución de febrero se dio a conocer como una revolución de la clase obrera contra las clases medias; proclamó la caída del gobierno de la clase media y la emancipación de los obreros. Ahora, la burguesía prusiana había tenido poco antes suficientes agitaciones de la clase obrera en su propio país. Pasado el primer susto que le dio la insurrección de Silesia, intentó incluso encauzar estas agitaciones en su provecho; pero siempre había tenido un horror espantoso al socialismo y al comunismo revolucionarios: por eso, cuando vio al frente del Gobierno de París a hombres que ella tenía por los más peligrosos enemigos de la propiedad privada, del orden, la religión, la familia y los otros sagrarios de la moderna burguesía, sintió al punto enfriarse considerablemente su propio ardor revolucionario.” [18]


Una pedagogía para el “nuevo orden”

D.G.M. Schreber es ungido como autoridad en una sociedad en manos de grupos dominantes que busca construir el nuevo orden, pero esta vez habiendo aprendido la lección francesa es decir, entendiendo que los perseguidores de “la situación paranoica de la época” (de la que hablaba Manonni) eran los socialistas y comunistas revolucionarios.
Es seleccionado para ser director de hospital -antes profesor universitario- en la oriental ciudad de Leipzig,  cercana tanto a Praga como a Silesia –en donde estallaran sendas revoluciones para el periodo histórico que trabajamos- y en un contexto en que la Ciencia será la encargada de brindar las herramientas que ya no podía proveer la fe y en que en particular el modelo medico será llamado a dar respuestas. [19] [20]

La compatibilidad entre su trabajo y los intereses de las clases dominantes en pugna no puede reducirse al “culto a la autoridad”, tan exacerbado en su obra como conveniente a los intereses de aquellos que pretendieran construir y luego estabilizar el nuevo orden: el Dr. Schreber se encontraba preocupado por contrarrestar los males del avance de la ciudad sobre el campo. El culto a la vida natural [21], los ejercicios para recuperar la postura corporal, y sobre todo el fomento del los ejercicios físicos, buscaban devolver la tonicidad muscular extraviada a causa de los cambios históricos. Pero también buscaban con ello aplacar las “pasiones” que se suponían contenidas por la falta de motilidad que imponía la vida citadina. Será este “dominio de  las pasiones” lo que lo ocupara en su lucha civilizatoria por: “…formar un muro protector contra el insalubre predominio del lado emocional…” [22]

¿No resulta evidente a esta altura que sus ladrillos solo venían a fortificar el muro levantado (pero nunca asegurado) por las clases dominantes entre Alemania y el “apasionado” Paris? [23]
En todo caso, el tiempo que le precede demostrará que el dominio de las pasiones y el culto a la autoridad serán primero ejes articuladores entre facciones y luego bases contundentes para la construcción de las incipientes Naciones (en breve también de los nacionalismos) y sus Estados modernos,  a la vez que verdaderas barreras de contención para las aspiraciones del “populacho revolucionario”.


Por último: ¿Qué infla al padre real?

Retomando el “caso Schreber” recordemos que cuando Maud Manonni busca ubicar factores que serían constitutivos del primer conflicto, aquel que sentaría las bases para que en el momento en que emergiera “un padre en lo real”  se desatara el delirio mas famoso de la historia del psicoanálisis, destacará centralmente “la inflación del padre real”, el borramiento de la mujer en el hogar y el saber científico exigiendo sumisión total. Son estos factores los que van a configurar la posición homosexual pasiva que el autor refiere como resultado de una verdadera educación.

Siguiendo esta pista podemos dimensionar el modo en que cada uno de los factores señalados se encuentran sobredeterminados social, histórica y políticamente. Acaso: ¿La mujer hubiera cedido y consolidado con su corrimiento la inflación del padre real en una época distinta? ¿Cuánto del poder del padre en el hogar depende del que le otorgan “las autoridades” en el Leipzig de 1844? ¿Y cuánto dependen las designaciones a cargos importantes que las autoridades realizan de la coyuntura social y política?

La obra castoridiana posee el mérito de dejarnos vislumbrar algo que las herramientas científicas y técnicas que utilizamos cotidianamente buscan acotar, vale decir: el magma operando en su estado original. A partir de allí podemos reformular lo que antes planteaba Manonni para observar que la “situación de época” no es para nada “paranoica”, en tanto lo que se despliega es una lucha (política) por el control del escurridizo magma de significaciones imaginarias sociales (SIS) entre grupos dominantes en pugna que producen sus saberes, tecnologías, universidades, hospitales, fronteras, guerras, etc.; y que acuerdan en el rechazo al nuevo grupo -de los revolucionarios- que amenazan muy seriamente con dejarlos sin nada.
 
De esta batalla por el sentido no se encuentran aislados los síntomas, e incluso más allá de ellos podemos ver que el papel de ese magma de SIS en la psicosis que sufriera Daniel Paul Schreber no puede reducirse a un jardín de donde recogiera su apariencia la floración delirante.


 
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Notas
 
[1] En Chairo Luciana, Ciari, Germán, “Política y psicoanálisis, comienzos de un proyecto”.
[2] Me refiero al caso analizado por Freud en  Freud, Sigmund, Obras Completas, vol XII, Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2005.
[3] Y como condición sine qua non hay  intervención del carácter  repetitivo del magma. Una intervención que altera la monotonía de lo que “es” y en tanto que altera la vuelve histórica.
[4] El único dato al que recurrió Freud que no se encuentra explicitado en el texto original de D.P Schreber “Memorias de un enfermo nervioso” es la edad que tenía este cuando cae enfermo. Ver cometario de James Strachey en  idem (2), (pag 6).
[5] Lacan, Jaques, Seminario 3, Las Psicosis, Acerca de los significantes primordiales y de la falta de uno, ediciones Paidos, Buenos Aires, 2007, (pag 291)
[6] Manonni, Maud, La educación imposible, Siglo XXI editores, México, 1979, (pag 22)
[7] Idem 6 (pag 24)
[8]Idem 6 (pag 27)
[9] Idem 6 (pag 27)
[10] Idem 6 (pag 26)
[11] Miller, Alice, Por tu propio bien, Raíces de la violencia en la educación del niño, Tusquets editores, Barcelona, 1985.
[12] Idem 6 (pag 26)
[13] Hobsbawm, Eric,  “La era de la revolución 1789-1848”, Critica, Buenos Aires, 2007,  (p116)
[14] De hecho se vive una época de extraordinarias transformaciones. Sucintamente indiquemos que la población se duplica en Inglaterra entre 1800-1850, y casi se duplica en Prusia entre 1800 y 1846; que “También producía más trabajo, sobre todo más trabajo joven, y más consumidores. El mundo de nuestro periodo era mucho mas joven que el de otras épocas…” 
En pocas palabras: “…a partir de 1830…los cambios económicos y sociales se aceleran visible y rápidamente…”. idem 13 (pag 175)
[15] Engels, Frederic, Revolución y contrarrevolución en Alemania, Alemania en vísperas de la revolución, en https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/rca/1.htm
[16] El propio Marx, que para 1948 ya había escrito entre otras obras “Tesis sobre Feuerbach” (1845), “La ideología alemana” (1846), y “El manifiesto del partido comunista” (1848),  debió vivir en el exilio prácticamente durante toda su vida. Tanto Marx como Engels fueron colaboradores del "Der Volksstaat”, órgano central del Partido Socialdemócrata Obrero de Alemania, que se publicó en Leipzig -la ciudad en la vivía la familia Schreber-  entre 1869 y 1876.
[17] idem 15
[18] idem 15
[19] “La institución escolar y la institución médica a partir de 1880 intentarán realizar una misión civilizatoria: desde este punto de vista, DGM Schreber casi es un precursor.” Idem 6 (pag 26)
[20] Para dimensionar el “tono” que asumirán las respuestas científicas a la demanda de un nuevo orden simplemente menciono que en Leipzig se fundará poco tiempo después el primer laboratorio de psicología de la historia (Wundt, tenía 30 años cuando D.G.M. Schreber era una figura destacada) y que es la misma ciudad en la que Daniel Paul Schreber será internado y atendido por una figura como el Dr Fleshing.
[21] El movimiento schreberiano se extendió incluso mas allá del periodo fascista. En 1958 tenia 2 millones de miembros solo en Alemania
[22] El texto continúa: “…contra esa sensiblería blandengue, enfermedad de nuestra época, que debe ser reconocida como el motivo mas habitual de las cada vez mas frecuentes depresivos, enfermedades mentales y suicidios.” En Stchazman, Morton, El asesinato del alma, la persecución del niño en la familia autoritaria, ediciones siglo XXI, España, 1979.
[23] El período parisino de 1848-1871 resultará especialmente convulsionado.  De hecho corresponde a la “Comuna de Paris” señalada por el propio Marx como el primer gobierno proletario de la historia.
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