Economista, AP, Miembro de la EBP - Escuela Brasileña de Psicoanálisisy de la AMP- Asociación Mundial de Psicoanálisis.Actual Miembro del Consejo Deliberativo del Instituto de Psicoanálisis de Bahia y de la Comisión Científica de la XIX Jornada de la EBP-BA - 2014.Coordinadora Nacional del NIPSAM - Núcleo de Investigación,Psicoanálisisy Salud Mental del IPB en Belém do Pará.
La transexualidad, como cualquier condición sexual asumida por el ser hablante, sutil y enigmática, dependerá de la elección sexual y del registro de la vida erótica en el goce, en el deseo y en el amor. Según Lacan, ser hombre o mujer es una cuestión de posición, asumida por el ser hablante, en la que el sexo no es dado a priori. La estructura, neurosis o psicosis, no está subordinada a la condición sexual.
Transexualidad y Psicosis
Bajo la égida del Psicoanálisis, o más claramente de las concepciones lacanianas de la sexuación, estamos investigando si es posible, aún hoy, asociar de una forma más directa transexualidad y psicosis. El Psicoanálisis nos permite el acceso a estas cuestiones de distinta complejidad por disponer de un instrumento de análisis amplio en lo que se refiere a la subjetividad del ser hablante.
Empezamos por interrogar qué incomoda a un cuerpo y en qué momento se da el acontecimiento traumático del goce; cómo y cuándo ese acontecimiento traumático va a incidir en la diferenciación de los sexos y qué de ese goce traumático se fijó en los sujetos denominados transgéneros, quienes a los dieciocho meses, tres años, cinco años o más, ya pueden dar señales de una extrañeza que perturba su cuerpo y que a posteriori se cristaliza en un rechazo del género como sexo anatómico, antes incluso de haber tenido ninguna noción sobre el surgimiento de este concepto y de saber que éste sirvió y sirve para demostrar que ser hombre o mujer es efecto de cultura. A partir de la edad adulta esa escisión se da de modo categórico.
Toda dialéctica del comportamiento del niño, en la presencia de sus semejantes, va a derivar del modo en que este captó la Imago de la forma humana, entre los seis meses y dos años y medio de edad. Esa captación confiere a la imago del cuerpo propio una función decisiva en la determinación de esa fase narcisística.
Miguel Bassols [1] nos dice que la identificación con el otro, con la imagen especular, tiene el efecto de ocultar lo irreductible de la singularidad de la experiencia de tener un cuerpo antes de llegar a serlo. Pero el Psicoanálisis, al acoger la singularidad del ser hablante, dará lugar a cada uno para constituir o inventar algo frente a lo real; que está allí desde siempre y que no puede ser simbolizado, pero que es agitado por un movimiento.
Según el último Lacan, podemos interrogarnos si la decisión del sujeto con relación a su condición sexual y, más aún, con su no identificación al propio sexo biológico se daría en el tiempo del goce del Uno, de ese Uno condicionado por la lengua más acá de cualquier articulación con el lenguaje.
La Condición de Amor y la Elección de Goce
La condición de amor en un sujeto puede elucidar su elección de goce. En la Lectura del Seminario 5 de Lacan, Miller [2] sugiere desmenuzar, en un análisis, esa condición de amor, ya que la condición de objeto elegido apunta hacia la composición del goce. Así, la lógica de la vida amorosa se vincula a lo real del goce puesto que el amor implica un acontecimiento de cuerpo y las cuestiones de género son inherentes al campo del goce. Es el propio Lacan [3] quien nos dice que, más allá de la identidad de género, es la posición de goce del sujeto lo que va a definir la posición sexuada independientemente de la cuestión normativa.
En la contemporaneidad, la reflexión sobre la diversidad sexual se da dentro de un contexto político-social que tiene su origen en los movimientos libertarios de los años setenta, en la denominada Revolución Sexual. En los años ochenta, surge la Teoría Queer en los Estados Unidos, fuertemente influenciada por la obra de Michel Foucault [4], que interroga el capitalismo en su cara más perversa, el control de la singularidad de los cuerpos. La dimensión Queer se constituye, por tanto, en una estrategia política, la más radical, para hacer frente a la política conservadora y refractaria al reconocimiento y a la inclusión de la diversidad sexual.
Volviendo a Lacan [5], hay varias maneras de que el sujeto inscriba su goce y su cuerpo en relación al significante fálico. Si el encuentro con este significante fracasa, estamos ante una psicosis. Pero la sexuación no supone sólo la asunción del propio sexo y la aceptación del sexo del Otro. Inventar el propio sexo implica un modo de gozar. La sexuación también es la confrontación con una relación diferente respecto de la castración, con otra posición en el deseo, por la vía de la falta, con otro estilo en el amor y Otro goce diferente del goce del Uno. Para Lacan, el cuerpo es la sede de la encarnación del Uno, del significante S1 que se transforma en cuerpo en la forma de goce. Como se puede verificar, el sentido sexual para Lacan es dado por el significante y no por lo biológico.
Eric Laurent, en otra perspectiva, ubica la aparición traumática del goce a partir del síntoma como presencia del gran Otro en sí, respuesta del sujeto a lo traumático de lo real. Laurent dice: "El sujeto no puede responder a lo real si no es haciendo un síntoma" [6]. Es necesario interrogar al síntoma que incomoda al cuerpo, la reacción de ese cuerpo frente a un goce que Freud denominó como excedente de sexualidad y Lacan goce inasimilable, real, presente en la estructura.
¿Y cómo ubicar al goce que adviene de la posición de rechazo del ser hablante al sexo biológico? ¿Sería una manifestación de psicosis? ¿Se trataría de una "pérdida de cuerpo" como Lacan denominó la experiencia vivida por Joyce de joven?
Incluso en la vertiente del binarismo, ser hombre o mujer es una cuestión de posición asumida por el ser hablante, y es la posición de goce del sujeto lo que va a definir suposición sexuada, su modo de subjetivar el sexo, llevándolo a bascular en esas posiciones de forma inconsciente o incluso haciéndolo evidente. La posición de goce que proviene del encuentro contingente del cuerpo con el lenguaje, y que provoca un acontecimiento de cuerpo, está ubicada para todo ser hablante antes incluso de la conformación de su estructura.
La búsqueda Incesante de Un Cuerpo Otro
Ante un sujeto que dice: "Tengo un cuerpo de hombre pero estoy seguro de que soy mujer; ante eso considero que el haber nacido hombre es un error de la naturaleza que me ocurrió, y -por esta razón- siento la necesidad de hacerme una cirugía para corregir este error", Analícea Calmon [7] ve allí un índice de forclusión, apoyada en el argumento de que no sería preciso tocar lo real del cuerpo para confirmar una dirección sexual.
De acuerdo con nuestra investigación, no todos los transexuales sienten la necesidad de proceder a un cambio de sexo, es decir, de realizar la transgenitalización. La mayoría de los transgéneros que lo hacen tienen el sentido interno bien definido en cuanto a su pertenencia al género masculino o femenino y sienten con mucha intensidad y mayor discordancia la profundidad de la desviación de esa matriz de la norma binaria.
En ese mismo sentido podemos analizar la cuestión de las cirugías estéticas tan abundantes en la actualidad. ¿Qué decir de estos sujetos que dejan que toquen lo real de su cuerpo, que ofrecen su cuerpo a transformaciones infinitas en la búsqueda incesante de un cuerpo otro, por hacer un nuevo cuerpo que ni ellos mismos saben con exactitud cómo lo quieren y si quieren lo que desean? Miller [8], cuando toma posición acerca de la sexualidad femenina, busca en la "Teoría de los Postizos" un nuevo instrumento de análisis para demostrar la desviación que la sociedad norteamericana hace con una materia artificial, la silicona, creada en los Estados Unidos para curar el hipodesarrollo mamario que allá se consideraba una enfermedad. El autor considera que la silicona destinada a este fin tenía un estatuto de objeto-prótesis porque aseguraba una función que el objeto natural debería tener. En el momento en el que empezaron a surgir secuelas de esa cirugía -y se descubrió que representaba un riesgo para la salud- la cirugía estética pasó a liderar el conjunto del uso de la silicona y lo que se produjo en esa industria comenzó a ser considerado objeto postizo. Como objeto-prótesis, la silicona ejercía su función curativa y como objeto postizo su función pasó a ser de imagen, un lujo capaz de amenazar la supervivencia de sujetos que dejan que transformen su cuerpo para obtener una apariencia acorde a las exigencias mediáticas de la contemporaneidad. ¿Cómo clasificar el estatus de esa experiencia? ¿Sería del mismo orden que las transformaciones del sexo por no reconocerse en él? ¿Del mismo que intentar adaptar el cuerpo propio al modo como en él se ve? ¿De eliminar la imagen confusa-e incluso distorsionada- que el sexo biológico provoca en su sentir?
Según la Organización Mundial de Salud (OMS), el conflicto de identidad de género hoy llega a alcanzar la cifra del 5% de la población adulta del planeta. La condición transgénero no es solo una manifestación de la sexualidad en el sentido de la genitalidad del ser humano. La identificación del niño no se da con el sexo en el sentido del órgano genital, sino con el género masculino-femenino. En el niño, el goce es difuso, multiforme, lo que llevó a Freud [9] a decir que el niño es un "perverso-polimorfo". No hay una definición clara en cuanto a la sexualidad y cuando esto sucede en la adolescencia se da de modo conflictivo. Por este motivo, los transgéneros proponen dejar a los niños libres para que puedan identificarse con los personajes que más se acerquen a sus propias subjetividades. Suecia por ejemplo viene empeñándose en una lucha por la deconstrucción de la noción de género. En las escuelas infantiles ya se había instituido el uso del pronombre "HEN" que es de género neutro y actualmente pasó a formar parte de la Enciclopedia Nacional del País. Se puede escribir y o hablar con una persona sin referirse al género.
Lacan [10] sostenía que el cuerpo era un terreno abierto a la imprevisibilidad y no limitado a la heteronormatividad. Cuando un sujeto del sexo biológico masculino afirma que es una mujer, aun contra las evidencias de su cuerpo, su gran batalla es hacerse reconocer por el gran Otro. Se trata, por lo tanto, de hacer un cuerpo de tal forma que su imagen corporal corresponda a ese ser con el cual se identifica y se siente.
El psiquiatra Alexandre Saadeh [11] que atiende desde hace más de veinte años al público que desea enfrentar el cambio de sexo -es decir someterse a la cirugía de la transgenitalización- dice sobre esto: "El bisturí además de ser un camino que apunta hacia la armonía entre la forma en que los transexuales se perciben y la manera como son vistos, da la satisfacción personal, el deseo de ser aquello como uno se siente y se quiere". Aunque en el Psicoanálisis no se vislumbre ninguna posibilidad de armonía, la búsqueda de la realización del deseo es una llamada inherente al ser hablante para atender a una falta que le es estructural.
En cuanto al cambio de sexo, la propia Letícia Lanz [12] es bastante explícita cuando dice: "El género no se define por lo que el sujeto lleva entre las piernas, sino por lo que siente."
Desigualdad Sexual: El caso de Letícia
Como hemos dicho antes, se ha realizado una amplia investigación en el campo de la transexualidad y, entre los innumerables casos encontrados entre las más variadas edades, hemos elegido uno, complejo y bien interesante, que concierne a una psicoanalista transgénero quien se asume a los 50 años de edad, después de un infarto. Casada desde hace 27 años, es madre de tres hijos: una mujer y dos varones.
En una entrevista al Globo [13], Letícia aborda cuestiones de diferentes condiciones sexuales [14] y afirma que su lucha no es y nunca será por identidad de género sino por los derechos de los ciudadanos. Sobre su trayectoria nos dice que desde los tres años de edad comprendió que era diferente del resto del rebaño, pero que ha tardado 50 años para reunir los medios para expresarse con dignidad, sin miedo, sin culpa y con el orgullo de ser la persona que es.
Todavía pequeñita, sus padres querían que jugara con los camiones, con la pelota, pero su deseo era uno solo: jugar con las muñecas. Su abuela materna fue la única en demostrar, de modo claro, que percibía su diferencia. En la primera infancia, en el intento de realizar su deseo, le regaló una linda muñeca, hecho que le costó un enfrentamiento muy serio con sus padres. De ese modo, su padre ejerció sobre ella una dictadura moral con tal pregnancia que se hizo mucho más difícil llegar donde llegó.
Pero Letícia afirma que en ningún momento de su vida su padre la agredió físicamente o siquiera con palabras. Por el contrario, le hablaba gentilmente para enseñarle lo difícil que sería la situación y el sufrimiento que iba a enfrentar.
Durante los 50 años de su vida, en la piel de Geraldo, Letícia hizo un enorme esfuerzo para que nadie percibiera su diferencia, pero aun así, con tanta represión y -más aún- con la autorrepresión, sus conflictos de género no desaparecieron, pues una persona transgénero "dentro del armario” sufre tanto o más que una persona que se asume. En su caso, ha sido peor porque siempre ha sido heterosexual, siempre ha deseado a las mujeres y, por esta razón, también ha sufrido rechazo en el medio transexual.
Para ella, uno de los fundamentos de la sociedad "heteronormativa" es la vinculación del sexo biológico al género y a la orientación sexual, pero nadie nace mujer, sino aprende a serlo, como nos dice Simone de Beauvoir [15], intelectual francesa, feminista, quien escribió el libro "El Segundo Sexo". Y Letícia añade que la persona nace como un organismo biológico sexuado, que si tiene pene es hombre, si tiene vagina es mujer, y que -a partir de ahí- la trayectoria de vida del parlêtre (hablenteser) será definida por rígidos códigos de conducta sociopolíticos y culturales. Este rótulo de identidad representa una camisa de fuerza, un freno al deseo y a la creatividad de los seres hablantes. El pene o la vagina no pueden representar el destino inexorable del ser humano. Esto no es natural, viene de una norma de conducta que ha sido arbitrariamente impuesta por la sociedad heteronormativa. Incluso aquellos que se identifican con su sexo biológico, los denominados cisexuales[*] , pasan por momentos difíciles y confusos en la asunción de su sexualidad porque las normas no siempre logran hacer que los cuerpos por su inscripción forzada se inserten en usos modelizados, nos dice Laurent.
La transexualidad consiste en la no identificación con el sexo de nacimiento. Es el rechazo a ese sexo. Pero en el momento en que el sujeto se asume, es decir, pasa a aceptar el sexo con el cual se identifica, el problema pasa a ser del otro y ya no suyo. Hoy, a Letícia le encanta presentarse socialmente como mujer. Es la personalidad que más dice respecto de la persona que ella siente ser. Una trayectoria única, solitaria y especial. Asumirse como mujer trans y seguir siendo el marido de su mujer ha sido una de las deconstrucciones más difíciles que ha enfrentado.
Letícia considera la identidad de género como una construcción sociocultural muerta, lista y acabada a la cual la persona debe ajustarse en función de su órgano genital. Cuando se es patriarcal, machista, heteronormativo, prejuicioso, conservador, no hay dialectización posible. Son visiones estrechas y retrógradas de la realidad, de una sociedad de los que hacen las reglas, de una cultura que no acepta la anfibología y la diferencia.
En 1974 Lacan [16] nos dice que ningún paciente de los que pasaron por su diván es semejante a otro, que ninguno tiene las mismas fobias, las mismas angustias, el mismo modo de contar, el mismo miedo de no comprender. ¿Por qué entonces los seres hablantes deberían tener el mismo posicionamiento en su modo de subjetivar el sexo?
Hoy el ser hablante está asumiendo cada vez más una posición en la dirección del actuar en lugar del hablar y así se establece una relación interhumana en la que la violencia y la falta de respecto se imponen más y más en el trato de las diferencias. En esta misma dirección, se puede aseverar que la irrupción de la violencia que no alcanza expresarse por la vía de la palabra dificulta la emergencia de la subjetividad en el ser hablante.
Cuando Lacan [17] propone la Fórmula de la Sexuación desplaza las identificaciones sexuales hacia la opción sexuada, creando el concepto de sexuación, que es un modo de subjetivar el sexo frente al significante fálico y a la propia posición del sujeto de aceptación o rechazo de ese significante.
Como hemos dicho inicialmente, la transexualidad, como cualquier condición sexual asumida por el ser hablante, sutil y enigmática, dependerá de la elección sexual y del registro de la vida erótica en el goce, en el deseo y en el amor. Las estructuras clínicas, neurosis o psicosis, están puestas allí para todos. Hoy, las ciencias sociales, con el concepto de género, y el Psicoanálisis, con el de sexuación, echaron por tierra la cuestión de lo biológico como signo de identidad sexual, mostrando que ser hombres o mujeres es una cuestión de posición asumida por el ser hablante, en la que el sexo no está dado a prioriy la estructura, neurosis o psicosis, no está subordinada a su condición sexual.
[*] Cisexual: persona cuyo sexo anatómico coincide con su género. Es la identidad de género más común, la considerada “normal” y “única” por el sistema cisnormativo. (Nota del E.)
|