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Dorothea Lange (de su obra La gran Depresión)
Dorothea Lange (de su obra La gran Depresión)
Imagen obtenida de: http://www.taringa.net/posts/arte/8767347/Fotografia-
Dorothea-Lange-El-reflejo-de-una-epoca-Edit.html
La ausencia del libro (*)
(Fragmentos del libro de Maurice Blanchot)
 
Selección Héctor J. Freire
hectorfreire@elpsicoanalitico.com.ar
 

Tratemos de interrogarnos, vale decir plantearnos como pregunta aquello que no puede llegar hasta el cuestionamiento.

1-“Este juego insensato de escribir”. Mediante estas palabras, simples, Mallarmé abre la escritura a la escritura. Palabras muy simples, pero también palabras que exigirán mucho tiempo –diversas experiencias, el trabajo del mundo, innumerables malentendidos, obras perdidas y dispersas, el movimiento del saber, el giro, finalmente, de una crisis infinita- para que se comience a comprender la decisión que se prepara a partir de este fin de la escritura que anuncia su advenimiento.

2- Leemos, en apariencia, porque el escrito está allí, ordenándose bajo nuestra mirada. Sólo en apariencia. Peo quién escribió por primera vez, grabando bajo los antiguos cielos la piedra y la madera, lejos de responder a la exigencia de una visión que reclamase un punto de referencia y le diese un sentido, cambió todas las relaciones entre ver y visible. Lo que dejaba detrás no era algo más agregándose a las cosas; tampoco era algo menos – una substracción de materia, un hueco en relación a un relieve-. ¿Qué era entonces? Un vacío de universo: nada visible, nada invisible. Supongo que en esta ausencia no ausente el primer lector zozobró, pero sin saberlo, y no hubo segundo lector, porque la lectura, entendida a partir de entonces como visión de una presencia inmediatamente visible, vale decir inteligible, fue afirmada precisamente para hacer imposible esta desaparición en la ausencia de libro.

3- La cultura está ligada al libro. El libro, como depósito y receptáculo del saber, se identifica con el saber. El libro no es sólo el libro de las bibliotecas, ese laberinto donde se enrollan en volúmenes todas las combinaciones de las formas, de las palabras y las letras. El libro es el Libro. Para leer, para escribir, siempre ya escrito, siempre ya transitado por la lectura, el libro constituye la condición para toda posibilidad de lectura y escritura.

4- La ausencia de libro anula toda continuidad de presencia, escapa a la interrogación que contiene el libro. No es la interioridad del libro ni su Sentido siempre eludido. Siempre está fuera de él y sin embargo contenida en él, es menos su exterior que la referencia a un afuera que no le concierne.

5- Escribir se relaciona con la ausencia de obra, pero se inviste en la Obra bajo la forma de libro. La locura de escribir –el juego insensato- es la relación de escritura, relación que no se establece entre la escritura y la producción del libro, sino, mediante la producción del libro, entre escribir y la ausencia de obra. Escribir es producir la ausencia de obra (la desconstrucción de la obra). Puede también decirse que escribir es la ausencia de obra tal como ella se produce a través de la obra y atravesándola. Escribir como desconstrucción de la obra (en el sentido activo de esta palabra) es el juego insensato, el azar entre razón y sinrazón.

6- tratemos de comprender mejor la relación del libro con la ausencia de libro.
a) El libro desempeña un papel dialéctico. En cierta medida existe para que se realice no sólo la dialéctica del discurso sino el discurso como dialéctica. El libro es el trabajo del lenguaje sobre sí mismo: como si fuese necesario el libro para que el lenguaje adquiera conciencia del lenguaje, se capte y acabe mediante su inacabamiento.
b) No obstante, el libro que se ha convertido en obra es simultáneamente más libro que los otros y está ya fuera del libro, fuera de su categoría y fuera de su dialéctica. Más libro: un libro de ciencia casi no existe como libro, volumen desarrollado; la obra, al contrario exige una singularidad: única, irremplazable, es casi una persona.

7- Escribir no tiene su fin en el libro o en la obra. Al escribir la obra estamos en la atracción de la ausencia de obra. Al faltar necesariamente  la obra no estamos, por lo mismo, por ese defecto, bajo la necesidad de la ausencia de obra.

8- El libro, astucia por medio de la cual la energía de escribir que se apoya sobre el discurso y se deja llevar por su inmensa continuidad para separarse de él, en el límite, es también la astucia del discurso que restituye a la cultura esta mutación que la amenaza, y la obra a la ausencia de libro. O aún, trabajo mediante el cual la escritura, al modificar los datos de la cultura, de la “experiencia”, del saber, es decir del discurso procura otro producto que constituirá una nueva modalidad del discurso en su conjunto y se integrará a él pretendiendo, al mismo tiempo, desintegrarlo.
Ausencia de libro: lector, querrías ser autor, sin embargo sólo eres el lector plural de la Obra.

9- El libro (la civilización del libro) afirma: hay una memoria que trasmite, hay un sistema de relaciones que ordena; el tiempo se anuda en el libro, donde, aún el vacío, pertenece a una estructura… ¿Qué es aquello que invita a escribir cuando el tiempo del libro, determinado por la relación comienzo-fin y el espacio del libro, determinado por el despliegue a partir de un centro, dejan de imponerse? La atracción de la (pura) exterioridad.

10- Mediante el libro la inquietud de escribir –la energía- busca descansar en la complacencia de la obra (ergon), pero desde el comienzo la ausencia de obra siempre la llama a responder, al regreso del afuera, allí donde lo que se afirma no encuentra su medida en una relación de unidad.

La ausencia de libro: la deteriorización anterior del libro, su juego de disidencia en relación al espacio donde se escribe; el morir previo del libro. Escribir, la relación con lo otro de todo libro, con aquello que en el libro sería exigencia escrituraria fuera del discurso, fuera del lenguaje. Escribir con el límite del libro, fuera del libro.

¿Por qué, entonces, firmamos los libros? Por modestia, para decir: estos no son aún sino libros, indiferentes a la firma.
La “ausencia del libro”; quien lo escribe provoca algo así como advenir que nunca adviene de la escritura, no constituye un concepto, así como tampoco la palabra “afuera” o la palabra “fragmento” o la palabra “neutro”, pero ayuda a conceptualizar la palabra “libro”.


[*] La ausencia del libro, Maurice Blanchot. Ediciones Caldén, Bs. As. 1973. L´absence du livreapareció en la revista L´Ephémère, Nº 10, París, y fue traducido por Alberto Drazul.

 
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