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Edward Hopper, Morning sun, 1953.
Edward Hopper, Morning sun, 1953.
Imagen obtenida de: https://www.wikiart.org/en/edward-hopper/morning-sun
Del final a la deriva
Por Bibiana Degli Esposti
Miembra de Apres Coup Sociedad Psicoanalitica
www.aprescoupsp.com.ar
bdegliesposti@gmail.com
 

El título permite el embarque por varias puertas: por cada término o   por  el total de la frase y, en cualquier caso, no será unívoco el arribo al puerto de la significación.  Podría  tomar el del  como genitivo y trabajar un semestre. Podría ilusionar que al final de un análisis, si es que se arriva, la deriva impulsiva se habrá acallado, pero eso suena más definitivo que un fin de análisis, aceptando que mientras dure, la deriva pulsional es y será fuerza constante. Pero no es del fin de análisis ni de la deriva pulsional de lo que quiero escribir.

Entonces elijo. Si del es desde,  el título me permite plantear que vamos a saber al final cómo y tal vez  por qué, aconteció una derivación.  Aunque me derive yo misma a partir de lecturas o por el renombre de un nombre. Entre las cosas que vengo estudiando sobre la derivación en psicoanálisis, entre lo poquísimo que hay, leí en un blog [1] que sólo al final del  análisis se puede saber con qué analista me hubiese querido  analizar, aunque ya no importe… Lo que me viene decir a mí, es que cada vez que alguien se encamina a iniciar un análisis, quiere un puerto, anhela dejar de padecer la deriva pulsional que lo lleva como bola sin manija de amor en amor, de puerta en puerta a buscar un todo que, una y otra vez, viene resultando en nada. Y bien se encamina si como analistas pudimos renunciar al todo, y trabajar con un  no todo que, lejos de ser menos, es la posibilidad de abarcar algo del deseo a producir. Y si puestos ahí, recibimos a quien nos fue derivado,  aceptamos destituirnos como miniyoes para jugar el juego de un nuevo sujeto supuesto al saber y, por un camino nunca recto, llegar a caer de ahí para no reintegrar nuestro producto como matronas o patronos siempre listos a engullir. Eso es lo más parecido a un final feliz.

No todo cabe. En ese camino no impedimos la repetición sino que la volvemos operativa, lugar privilegiado para poder interpretar: sin repetición, nada para hacer, ni entrada, ni salida. Pero si bien es constatable que no hay mucho
escrito sobre la derivación, todos y todas tenemos ejemplos y dolores de cabeza repetitivos, digamos. Un tema que nos implica todos los días de nuestro accionar y sin embargo, lo poco escrito señala, casi huele a un no querer mostrarnos ni denunciar la política de las instituciones psicoanalíticas, los atolladeros de las transferencias cruzadas.

No es raro que a veces salgamos odiando. ¡Y  pensar que estaba tan contento cuando le dieron la tarjeta del analista ahora violentamente abandonado! Otras veces toca empujar un poco para que  el otro no insista en quedarse donde ya no quiere estar porque ya no se puede analizar. Con Freud ya supimos o debimos saber que cuando la liberación no acontece naturalmente, cuando no me dejan ir y/o no quiero saber nada con destetarme a los cuarenta años, me voy roto o rompiendo, al fin, una manera de arribar o un aterriza como puedas y desde allí, ojalá, tomar otro objeto amoroso, otra posición deseante.


Una derivación a tiempo…

Es un viaje, el análisis, para el que no hay vuelo directo. Me quedo en la escala del riesgo al derivar y/o de aceptar una derivación partiendo de que si me ofrezco a la transferencia, no puedo negarme ni aceptar porque sí. Y obviamente, no  es atinado enviar, derivar, a ciegas, digo sin pensar en el derivado, so pena de tirar al tacho la repetida singularización del uno a uno… Pero lo obvio es muchas veces obviado en los cruces transferenciales. Los trucos de lo imaginario pueden fabricar un yo tan engrandecido como efímero. Algo efímero que  puede y de hecho lo hace, iniciarse cada vez en una captura narcisista, porque y aunque sea de transferencia, cosa brava es el amor. No parece conveniente derivar a alguien a un/una colega de la que esté enamorada. Viendo desde nuestro lado de la barrera, inútil decir pero cómo le / me pasó eso porque eso, eso justamente,  pasa. El desafío es mantener la agilidad para recuperar el menos satisfaciente aunque más cumplidor sillón de un analista.

Puede ser largo o corto el trayecto desde la derivación al final, pero en el camino, el habilitado para abrir con la llave de la interpretación, el analista, debe caer, perder su poder interpretativo y eso será, aunque no lo parezca, lo que lo muestre competente. Para poder abrir desde adentro, el analista en el interín habrá pasado a ser un significante en el inconsciente en juego. Competencia y también habrá habido incompetencia, pero si supo y quiso volver a su lugar, no hay daño, sino surco en lo real, verdadera guía del trabajo analítico. El viento que nuestra veleta mueve no es un Ideal sino lo real, menos seductor pero más eficaz.

Si vamos del final a la derivación, en el comienzo estará la transferencia, claro, pero no podemos obviar que el derivador juega un rol determinante, lo quiera o no. Mirando la bibliografía escasa pero la que hay, en un prólogo que escribiera Germán García a un libro colectivo sobre el tema [2], se me ocurre decir y un poco al hilo,  que a  ese analista al que se le pide “recomendación”, “indicación”, “consejo”, en fin, algo que guíe la deriva del que quiere analizarse, le toca en un flash ocupar el lugar del sujeto supuesto al saber, puesto que a él se le demanda que sepa qué hacer, y caer rápidamente, muy rápidamente a riesgo de que la derivación no prospere porque la transferencia ya lo impida y el derivador quede en el engorroso lugar de no tomar un analizante y tomarlo a la vez, y pase a hablarse un cocoliche infumable con destino improbable. No es tarea fácil aceptar jugar el rol del que no soy y estar de antemano destinado a caer, como para tener que hacerlo en un pase rápido y eficaz. Más bien, señala el autor, lo fácil que es quedar en la política barata, la que se juega en las instituciones, sean de pocos o de muchos integrantes. Te doy para que me des, no te doy para que no tengas, me lo como todo y si puedo, ni lo largo. De lo anal a lo anal, caca.

En el blog citado, el bloguista decía que Breuer había sido la gallina de los huevos de oro para Freud porque todo o toda analizante que estableciese transferencia, el primero lo derivaba al segundo. Así la transferencia está también desde el inicio de este recorrido de derivaciones. Bajo la bella misión de “evitar” la transferencia, Breuer se desembarazaba pero, si la transferencia está desde el principio y es ese flujo el que derivo, ¿cómo la cuestión va a estar en evitar?

Surgió conversando que podía mirar cómo derivaba Freud y fui encaminada a Hermano Animal [3], ese libro que es de historia y no de psicoanálisis, recordemos esta salvedad,  en el que se cuenta principalmente cómo había derivado Freud a Tausk y cómo no fue lo que se dice un regalo sencillo el que le hizo a Helene Deutch. El derivado se ofendió, ella se sintió halagada de más. Un final trágico, en una época trágica de Europa, vale decir, de la humanidad porque lo que pase en Europa en fin, toca a todo el mundo mundial. Esa sí es deriva sin final.

Ser seguidor de Freud implicaba, cuenta el libro, ser un candidato a recibir derivaciones. Hasta ahí nada que no se haya seguido repitiendo. Lo diferente sin duda, es que Freud no tomaba a sus seguidores en análisis y entonces, ¿dónde los mandaba? A buscarse la vida nomás. El análisis del analista fue propuesto por primera vez por Nunberg en el Congreso de Budapest de 1918. Pedía que todos los analistas futuros se sometieran a un análisis personal. La propuesta fue rechazada debido a que Rank y Tausk, casualmente,  se opusieron enérgicamente. No fue aprobada hasta 1926 en el Congreso de Bad Homburg. Suele repetirse que Freud no se psicoanalizó. Parece que no fue sólo Freud. Freud no teniendo a quien derivar y no queriendo tomarlos optó, parece ser, por dejar la deriva en eso, en un embrollo pulsional con varios estragos.

Bueno, ni todo es caca ni sólo estragos. Aun estamos acá. Pero estamos acá y para nosotros que ya sabemos cómo es la cosa, digo: quedarnos sin puertas donde derivar nos lleva a la deriva de un sálvese quien pueda. Si no hay en mi entorno un analista a quien le pueda derivar, podemos buscar entre otros, para eso es necesario, muy necesario dejar de decir que sólo nosotros podemos. Es necesario tener pares, no sólo candidatos a que les transmita mi saber supuesto único. Me vuelvo a decir que es bueno estar en una propuesta de formación y transmisión para que esta tarea que a todas luces me apasiona, me permita avanzar con cuidado y sin miedos demás. Me lo digo y lo comparto. Concluyo por ahora diciendo que más que criticar y sorprendernos una y otra vez de lo que hay que ver, reconozcamos que la cosa no puede ser simple y que es inevitable, desde el vamos porque, si bien Breuer debía estar tanto o más agradecido que Freud en el caminito iniciado, es evidente que no quedaba exento por eso de la transferencia, toda vez que no es cosa que se saca de encima ni de abajo. Es el medio artificial y natural en el que nacemos y morimos como analistas y sobre todo, nadamos. Una derivación bien hecha, bien pensada, impedirá que lo hecho retorne del futuro como maldición.


 
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Notas y Bobliografía
 

[1] Psicoanálisis y Literatura. Blog de Aurelio Gracia (Cataluña)
[2] La derivación en Psicoanálisis. (Malfe, Argento, Chamorro, Santillan. Prólogo Germán García. (Cohen Editores)
[3] Hermano Animal. Paul Roatzen. (Acme Argentina. Editorial)

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