“Los cuerpos son todos algo deformes,
Un cuerpo perfectamente formado es un
; cuerpo molesto, indiscreto en el
mundo de los cuerpos, inaceptable.
Es un diseño, no es un cuerpo.”
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Jean Luc Nancy |
Los cuerpos de nuestra cultura intentan calmar su angustia atrapados en el consumo, teniendo algo: juguetes, personas, dinero, objetos, bienes, belleza, talento, prestigio. Los tiempos se han acortado, en la actualidad es difícil hablar de procesos, ante esto nos encontramos con una gran variedad de rápidas soluciones ofrecidas por la medicina para intervenir los cuerpos.
Así se espera habitar un mundo sin angustia, mundo de plena felicidad, no se sabe qué hacer con la angustia y el mundo capitalista ofrece un sinnúmero de ofertas y otro tanto de descuentos para tratar los disgustos.
El tiempo ocioso ya no es un espacio recreativo y de reflexión, es generador de incertidumbre, vacío e insatisfacción. Inmersos en esta cultura, los sujetos femeninos buscan la plenitud de la forma física donde las cirugías estéticas son una importante oferta que el mercado les ofrece. La posibilidad de una cirugía que cambie esa parte del cuerpo que tanto molesta, que no deja vivir y que muchas veces angustia.
Para nuestra sociedad, la belleza, en particular cuando se trata de la femenina, es una virtud cardinal; impone criterios de seducción y, ante esto, la grasa corporal representa una pesadilla. Época donde la mirada juega un papel fundamental en la vida cotidiana.
El cuerpo femenino es ofrecido como objeto posible de manipular, esos cuerpos que circulan en el consultorio, cuerpos gordos, cuerpos delgados, cuerpos con excesos, cuerpos con hambre, cuerpos detenidos, cuerpos transformados, cuerpos tatuados, cuerpos cortajeados, cuerpos estériles. Cuerpos marcados, con mucha historia, historias que muchas veces no pueden ser elaboradas y pasan al cuerpo, dejando marcas.
¿Cómo pensar hoy la “insatisfacción circulante”, la mirada reprobatoria que cae sobre estos cuerpos y que los obliga a más y más manipulaciones sobre ellos? Asistimos a la inmovilización progresiva del cuerpo, es frecuente escuchar lo que cuesta poner el cuerpo en movimiento, hacerlo sentir algo distinto que se vivencie desde la piel, la musculatura, la proximidad, la prensión, mucho de esto es sustituido por los avances tecnológicos, época de grandes distancias corporales con los otros, época del superhombre hiperactivo mentalmente.
El trabajo con pacientes y sus trastornos alimentarios me lleva inevitablemente a pensar en la constitución y alteraciones de la imagen corporal. ¿Qué ocurre en el psiquismo después de un importante descenso de peso? ¿Cómo pensamos y trabajamos las modificaciones psíquicas que implican las intervenciones quirúrgicas que restan kilos? ¿Cómo poner a trabajar el psiquismo si la angustia parece poder ser borrada con una cirugía? ¿Pueden estos retoques volverse adictivos? Son algunas de las múltiples preguntas que surgen al escuchar estas pacientes.
Pienso el esquema corporal como un concepto límite entre la psique y la biología; si algo se modifica a nivel corporal va a implicar al psiquismo sí o sí y viceversa. Al adelgazar o engordar la identidad se ve amenazada, la unidad imaginaria se altera, esta identidad que tiene apoyatura en lo corporal. Los pacientes por lo general consultan, no por su conducta alimentaria, sino por el aspecto de su cuerpo, por el malestar que les causa. Pacientes con grandes dificultades de simbolización que se ponen y se sacan kilos durante muchos años de su vida. ¿Menos trabajoso intervenir el cuerpo que interrogar la subjetividad?
“El cuerpo aparece como un fetiche, desapareciendo como cuerpo, presentificándose como soma ofrecido a cualquier restauración”.
Claudia llega a la consulta después de una intervención quirúrgica; se realizó una manga gástrica, cirugía de mínima invasión, consiste en darle al estómago la forma de un tubo y al mismo tiempo disminuir su tamaño, dejando al estómago mucho más pequeño. Ha bajado alrededor de 50 kg, actualmente es una mujer muy delgada. El motivo de consulta es la tristeza que siente porque nada ha cambiado en su vida amorosa, pensaba que con estos cambios su esposo se enamoraría más, sería más cariñoso. Al poco tiempo decide operarse nuevamente lo que “le sobra”, planea esta cirugía rápidamente, me muestra su cuerpo, se para, levanta su remera y baja su pantalón para que yo vea lo que le sobra, me explica lo que le van a hacer.
Vuelve después de la intervención diciendo que no se ve como quiere, se pregunta “¿qué quiero? ¿por qué no hay nada que me guste?”. Me muestra su cuerpo ya intervenido, diciendo que parece “vieja”. Dice que necesita nuevos proyectos, tal vez mudarse o comprar un auto. ¿Parece vieja? ¿qué le sobra? ¿es necesario ser una modelo para enamorar al hombre? ¿por dónde pasa su femineidad?. Habrá que poner a interrogar los pareceres de esta mujer que va reconstruyendo su cuerpo como si todo fuera posible.
Patricia ha pensado en operarse para quitarse “el pantalón de montar”, esto la aqueja desde sus doce años, cuando comienza su desarrollo. Su madre la miró un día, y le dijo: “creo que te estás empezando a deformar”. En su adolescencia logra bajar muchos kilos sin que nadie se preocupe, tomaba laxantes. Llora mucho recordando todo esto, dice sentirse deprimida. Cuenta que su padre siempre la vio hermosa y recuerda cómo su madre los alejó siempre de él. ¿Qué espejo le ofreció esta madre en la adolescencia e infancia?, momento de conmoción pulsional, sexual, donde es necesario el auxilio del Otro para formar una imagen amable que le permita acceder a la femineidad. Patricia no se opera, continúa pensando, haciendo historia.
Ambos ejemplos hablan de un recorrido diferente, historias diferentes, desenlaces diferentes. Vericuetos de la constitución femenina, vericuetos de cuerpos en la actualidad.
Ampliar el dispositivo de trabajo con estos pacientes, pacientes con un déficit en su constitución subjetiva, estimular la simbolización, la fantasía, poniendo cierto límite a la impulsividad y a la solución rápida. Me parece sumamente importante trabajar alrededor del cuerpo, de la mirada, ofrecer una mirada no crítica sino reparadora, donde se ponga en palabras aquello que ha quedado atascado.
Los dispositivos grupales de tratamiento, pueden ser complementarios al tratamiento individual, ya que éstos ponen en juego la mirada sobre el cuerpo, las técnicas corporales, donde trabajar en conjunto cuerpo en movimiento, la presencia del otro, la emoción que genera. Utilizar fotografías recopiladas por los pacientes donde puedan “mirarse” y ser mirados nuevamente dentro del dispositivo terapéutico, mirada que ofrecemos como retorno de una nueva e histórica vivencia de sí mismo.
Ofrecer un espacio donde se despliegue la idea de Ser sujeto de un cuerpo, no objeto de un ideal, ya que todos somos bellos sólo que necesitamos aprender a verlo.
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