“Si la humanidad se quedara sin psicoanálisis
(…) no sólo quedaría despojada
de un conjunto de descubrimientos sobre el ser
humano de los siglos XIX y XX sino del campo
de conocimiento y del método más
importante que se ha generado para la apreciación
de las determinaciones de la creación
y producción humanas en el sentido más
amplio del término”
[1]
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A partir de los movimientos teóricos del psicoanálisis
rioplatense en la década del 70 se genera un
impasse en el campo
del psicoanálisis de niños; la existencia
de diversas posiciones teóricas que suponen
paradigmas diferentes respecto al inconsciente y al
sujeto mismo, el ingreso del estructuralismo barriendo
con la noción de historia tensa en especial
el campo de la clínica con niños en
el que se juega de manera central la conceptualización
de inconsciente (estructurado al modo de un lenguaje/
existente real; origen endógeno o exógeno
de la pulsión; etc.) al momento de definir
los modos de intervención. El método
debe adecuarse al objeto y éste debe ser definido
en su especificidad: ¿se trata de un síntoma,
formación de compromiso entre instancias que
nos pone en el terreno del conflicto…o de modos
de estructuración diversos que requieren otras
formas de intervención, ya no la interpretación?
Varios analistas emprenden la tarea de revisar los
principios fundamentales de la técnica y por
lo tanto, de la teoría.
En este trabajo sobre paradigmas destaca de manera
relevante la obra de Silvia Bleichmar [2]
que relanza el psicoanálisis de niños
al ponerlo a prueba en su correlación con la
Metapsicología, tomaré algunos ejes
de su obra, a modo de puntos de partida para quien
quiera adentrarse en su producción, corporizada
en libros, artículos, ponencias y una página
web generosa de su pensamiento.
En uno de sus artículos [3],
Silvia Bleichmar expresa el temor de que el psicoanálisis
implosione a partir de sus contradicciones internas
y propone “abandonar
los elementos obsoletos y realizar un ejercicio de
recomposición de la dosis de verdad interna
que posee”. A esta tarea se aboca desde
una triple perspectiva de la obra freudiana: problemática,
histórica y crítica, a partir de considerar
que “Las contradicciones
no pueden ser eludidas porque es el modo que asume
en lo real el objeto mismo: objeto (el inconsciente)
que se sustrae en la medida en que se lo conoce.”
Hacer trabajar el psicoanálisis es la propuesta
central, desatrapándolo del eclecticismo y
el dogmatismo , en una lectura en problemática
de la obra freudiana.
Trabajo del Psicoanálisis
se llamó la revista que funda en México
y luego ese nombre dará marco al seminario
que dicta desde 1996 hasta el 2007, lugar no sólo
de transmisión sino espacio simbolizante en
el que desarrolla su pensamiento, siempre en el horizonte
del diálogo con otros [4].
La noción de trabajo
es solidaria al método freudiano, desde el
cual la clínica es el lugar de comprobación,
de “falsación popperiana” de la
teoría, no el lugar de producción teórica.
A partir de un trabajo teorético riguroso en
relación a la conceptualización del
inconsciente [5]
considera que “…es
un existente cuya materialidad debe ser separada de
su conocimiento: existió antes de que este
conocimiento fuera posible, y el descubrimiento freudiano
implica su conceptualización, no su invención.”
[6]
Fundación del inconciente
y represión originaria
Retomar la hipótesis freudiana por la cual
la represión funda la diferencia entre el sistema
Inc y el Precc-Cc supone que el inconsciente tiene
tiempos de fundación y esto lleva a poner en
el eje de la investigación emprendida a la
represión primaria, considerada por Freud en
su sesgo de requisito lógico para explicar
la represión secundaria, mecanismo princeps
en la producción de síntomas.
Desde la propuesta de
“…redefinición de la neurosis en
la infancia partiendo de la concepción de un
sujeto en estructuración” [7]
que supone tiempos reales, cercables, de dicha estructuración,
postula la represión
originaria, por cuanto su característica
central es fundar la tópica; antes de su establecimiento
serán otros destinos pulsionales los que se
hacen cargo de la defensa. La represión originaria
tiene dos aspectos, uno es que produce la separación
entre consciente e inconsciente, otro es que sepulta
aquellos representantes de la sexualidad que no tienen
transcripción y forman los elementos nucleares
del inconsciente.
Sus tesis principales acerca del inconsciente son
[8]:
- Realismo del inconsciente y signos de percepción.
La alucinación primitiva reinviste la huella
de una vivencia, la cual implica una articulación
de signos de percepción (productores de simbolización
al crear una materialidad nueva). “…esta
realidad psíquica es efecto de un objeto exterior,
que proviene de un tipo de realidad que es del orden
de la sexualidad humana, pero que en su implantación
pierde toda referencia a este exterior (…) Tomando
la huella como residuo de esa experiencia, es investida
en la alucinación primitiva y constituye el
embrión de toda simbolización posible
(…) pero no es simbólica de nada, porque
no remite más que a sí misma”.
[9]
- Heterogeneidad representacional, en un sistema de
transcripciones. “…
el aparato psíquico no se limita a dos modos
básicos de representaciones (representación-cosa
y representación-palabra), sino que coexisten
fundamentalmente en el inconsciente distintos modos
de simbolización que implican, siguiendo a
Freud por supuesto, desde representaciones-palabra
reprimidas hasta representaciones que se sostienen
al modo de lo arcaico, vale decir, que no pueden tener
transcripción lenguajera o que no pueden alcanzar
significación”. [10]
- Represión originaria como operatoria fundante
de la tópica, con tiempos lógicos, desfallecimientos,
dificultades en su instalación respecto a una
o varias corrientes pulsionales, desmantelamientos
por traumatismos severos,…etc.
- Pensamiento sin sujeto , el pensamiento antecede
al sujeto “…la
realidad psíquica es del orden de un pensamiento
sin sujeto (…) Esto quiere decir que en los
orígenes del aparato psíquico esta realidad
es del orden de lo presubjetivo, y después
de la constitución del inconsciente, del orden
de lo parasubjetivo.(…) “…estas
representaciones, siendo el efecto de inscripciones
que se producen en el tiempo, no son históricas
porque no están atravesadas por la categoría
del tiempo”. La representación
es el átomo de la vida psíquica.
-Origen exógeno de la pulsión, por decaláge
de lo biológico: subversión de lo autoconservativo.
Esta conceptualización del inconsciente como
no existente desde los orígenes, conteniendo
inscripciones que pueden transcribirse (o no encontrar
modos de retranscripción) y no son simbólicas
aún cuando están en el origen de la
simbolización, estructura abierta a lo real,
remite a otros conceptos como: traumatismo, paradigma
indiciario, historia significante, intervenciones
simbolizantes, simbolizaciones de transición…
O sea, tiene profundas consecuencias en el modo de
pensar la clínica y, por lo tanto, los modos
de decidir las intervenciones del analista. [11]
La consideración metapsicológica de
lo originario y esta pesquisa y conceptualización
de los tiempos fundacionales del sujeto psíquico
vertebrará toda su obra. Para el psicoanalista,
la infancia “Es
el tiempo de instauración de la sexualidad
humana y de la constitución de los grandes
movimientos que organizan sus destinos en el interior
de un aparato psíquico destinado al aprés-coup,
abierto a nuevas resignificaciones y en vías
de transformación hacia nuevos niveles de complejización
posibles.”
El diagnóstico se relaciona entonces con :
“Cercar los momentos
de la represión originaria, pero también
sus avatares, sus insuficiencias , sus desigualdades
o sus fracasos, es entonces jalonar los tiempos constitutivos
del inconsciente y de sus contenidos fantasmáticos,
jalonamiento que en el niño es de importancia
decisiva para la práctica (a diferencia de
lo que ocurre en la cura del adulto ) porque en la
elección del dispositivo terapéutico
es determinante saber si uno se sitúa antes
o después de la constitución del inconsciente
“ [12]
y la intervención analítica en tiempos
de constitución psíquica, y/o en momentos
de desestructuración, se transforma en intervención
simbolizante, posibilitadora de producir algo nuevo.
La idea de neogénesis
es solidaria a un aparato abierto a lo real y sometido
al traumatismo [13],
y al concepto de metábola
(J.Laplanche), dando cuenta de que entre aquello
que ingresa y la producción psíquica
hay un proceso de descualificación y cualificación
que hace que cada producción sea singular,
no homotécica a lo ingresado al psiquismo.
El otro humano y los orígenes
del psiquismo
El encuentro entre el “cachorro humano”
y el adulto es radicalmente asimétrico, por
cuanto el bebé cuenta sólo con montantes
biológicos adaptativos y el adulto es un sujeto
con inconsciente, que opera sobre la cría desde
la intersección de dos sistemas presentes en
los modos de ejercicio de la función materna:
- uno que opera bajo los modos del proceso primario,
en el que se despliega la sexualidad infantil reprimida
originariamente, desde el cual inscribe una excitación
que desconoce (pulsación primaria). Esta excitación
devendrá fuente pulsional, efraccionando el
cuerpo biológico por líneas libidinales.
- y otro sistema regido por el narcisismo, constelaciones
representacionales organizadas al modo del proceso
secundario, tanto preconscientes como reprimidas secundariamente.
La madre parasita sexual y representacionalmente a
la cría, generando la subversión de
lo autoconservativo e inscribiendo, en el proceso
de los cuidados, excitaciones inevacuables que son
exigencias de trabajo psíquico y condición
necesaria para la complejización del aparato
psíquico (necesaria pero no suficiente). La
sexualidad humana no nace en continuidad con lo biológico
sino en decaláge de lo traumático de
la excitación imposible de evacuar, la pulsión.
Desde los sistemas narcisistas, la madre propicia
las ligazones de la excitación, posibilitando
investimientos colaterales, sosteniendo una propuesta
identificatoria que posibilitará la unificación
narcisista; el narcisismo trasvasante
inviste al niño amorosamente ofreciendo
un proyecto que sostendrá la posibilidad materna
de rehusamiento, en un segundo tiempo, del ejercicio
autoerótico que ella misma ha instaurado.
La conjunción de ambos aspectos de la función
materna, equilibrando sus efectos, permite que la
excitación de las zonas erógenas precipite
en el cuerpo erógeno, fantasmatizado y regulado
por el principio del placer, constituyendo un primer
tiempo de la sexualidad: el autoerotismo. Cuando esto
falla, la excitación no ligada desorganiza
al modo de un más allá…, excitaciones
que no logran regularse, ritmarse, propiciando trastornos
funcionales.
A partir de estos desarrollos, se plantean tiempos
de fundación de lo inconsciente, de constitución
del aparato psíquico. Resulta clarificador
diferenciar dos ejes: constitución del aparato
psíquico /producción de subjetividad;
o sea diferenciar las condiciones de producción
psíquica, referidas a los orígenes
de la representación humana, sus formas de
transcripción y la necesariedad de encontrar
destinos en la tópica; de las condiciones de
producción de subjetividad,
las cuales se relacionan con los enunciados sociales,
con lo que hace a la producción epocal del
yo.
En forma muy sintética y dejando en suspenso
las diferenciaciones que podemos hacer dentro de cada
uno de ellos, podemos caracterizar los tiempos de
constitución psíquica de esta forma:
- Un primer tiempo de la vida caracterizado por montantes
biológicos, atravesado por la necesidad.
- Un primer tiempo de la sexualidad, en el que la
parasitación libidinal de la madre trastoca
lo biológico, lo subvierte y da origen a la
representación humana, introduce un plus traumático
que exige complejización psíquica. Implantación
de la pulsión, se constituye el autoerotismo.
- Un segundo tiempo de la vida psíquica y primer
tiempo del sujeto ; caracterizado por la operancia
de la represión originaria y la instauración
del yo-representación narcisista ”nuevo
acto psíquico” que sepulta la sexualidad
autoerótica y da las bases a las identificaciones.
El yo se sostiene en un conjunto de enunciados que
posibilitan cierta estabilidad del sujeto y están
regidos por modalidades lógicas propias del
proceso secundario. Silvia Bleichmar diferencia el
preconsciente-conciente como modo de operancia de
la lógica y el yo como lugar de investimientos
narcisistas y sede del sujeto. A partir de estos desarrollos
se abren otros muy fecundos acerca de inteligencia
y simbolización [14].
El entramado representacional que constituye al yo
incluye la identidad de género.
- Un tercer tiempo de la vida psíquica, constituido
por la fundación de las instancias ideales
y la conciencia moral.
Sólo una vez constituida la tópica podemos
considerar posible el síntoma
en cuanto formación de compromiso ante el conflicto
entre instancias, en tiempos previos o en sus desfallecimientos
estamos ante la presencia de trastornos,
que requieren intervenciones simbolizantes
que posibiliten que las representaciones encuentren
su lugar en la tópica.
“El psiquismo infantil
se estructura en un movimiento complejo de excitaciones
y ligazones provenientes del semejante y destinados
a una metabolización que desemboca en posibilidades
productivas y resimbolizantes. Los procesos secundarios
no se instalan automáticamente, sino como efecto
de movimientos identificatorios y ligadores que tienen
su origen en las representaciones amoroso-narcisistas
capaces de paliar la violencia implicada en la sexualización
primaria”. [15]
Tomar en consideración las características
del inconsciente, sus tiempos de fundación,
el modelo del traumatismo... la lleva a varias líneas
de trabajo:
- Reformulación metapsicológica de la
psicopatología, en un movimiento reordenador
que se constituye en el tema de su último seminario
y reconoce antecedentes en toda su producción
teorética.
- Propuestas esclarecedoras acerca de la constitución
de la sexualidad masculina. [16]
- El Complejo de Edipo desatrapado de lo familiológico
y centrado en el rehusamiento del cuerpo del hijo
como lugar de goce como tema a ser trabajado.
- Paradigmas que sustentan el trabajo clínico:
lo indiciario, el método abductivo.
Psicoanálisis y sociedad
“¿qué
tiene hoy para ofrecer el psicoanálisis?, ¿qué
puede aportar al sufrimiento humano del siglo XXI?
Vale decir, ¿hasta qué punto nuestro
pensamiento, nuestras teorías, nuestras maneras
de encarar el sufrimiento, nos permite enfrentar los
problemas que aborda la subjetividad del siglo XXI?”
[17]
Responde a esto constituyéndose en activo actor
social, considerando al psicoanálisis una potente
herramienta transformadora tanto para pensar la subjetividad
como para ofrecer modos metabolizadores de los traumatismos
que permitan simbolizaciones y disminuyan el sufrimiento.
Fiel a esto, cada situación que atraviesa genera
intervenciones sustentadas en el análisis de
las mismas desde el marco conceptual que sostiene,
en un verdadero psicoanálisis extramuros; proponiendo
analizadores: Traumatismo y simbolización,
Sujeto disciplinado/ Sujeto ético; Límites
o construcción de legalidades, riesgo país
/dolor país…con una mirada que siempre
va más allá de de lo manifiesto y encuentra
una posibilidad superadora. [18]
Además de su participación en Programas
de UNICEF en relación a víctimas infantiles
del terremoto de México, en 1985 [19],
y de Asistencia al Afectado, en el atentado a la AMIA
(Asociación Mutual Israelita Argentina) en
Buenos Aires en 1994, y múltiples intervenciones
en distintos planos de la organización ciudadana,
a partir del 2001 su intervención pública
es mayor, preocupada por el desmantelamiento subjetivo
generado por los modos socio-económicos imperantes.
Sostiene una extensa producción “en diálogo”
: libros, seminarios, notas periodísticas,
reportajes…son espacios de trabajo, nunca de
mera exposición En todos los órdenes
de la vida encontramos una propuesta de transformación
del acontecimiento en experiencia, de procesos metabolizadores
que permitan el no arrasamiento de la subjetividad,
la no alienación del pensamiento. Silvia Bleichmar
sostuvo este accionar tanto en su obra, su clínica
como en su vida y, podemos decir, en su modo de encarar
una muerte prematura.
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