¿Qué Psicoanálisis?
(Sobre el campo Psicoanalítico)
Por Yago Franco
 

¿Es posible dar respuesta a esta pregunta?: ¿qué psicoanálisis? ¿El de Freud? ¿El de Lacan? ¿El de Klein, Winnicott, Bion? ¿O el de Green, Laplanche, Aulagnier, Castoriadis, Pichón Rivière, S. Bleichmar …? Se puede responder si se parte de la siguiente afirmación: no hay un solo psicoanálisis. Psicoanálisis debe ser leído en plural. Un plural que no implique eclecticismo, ni aceptación de las diferencias por las diferencias mismas: aceptación acrítica de estas. Tampoco un plural afirmado en el narcisismo de las pequeñas diferencias entre posiciones teóricas y escuelas. Se debe aceptar que no hay unidad del psicoanálisis: lo que hay es una multiplicidad inconsistente (Cantor) de corpus teóricos y elucidaciones que no pueden reducirse a una sola lógica ni a un solo esquema o legalidad, que tienen distintas lógicas y puntos de mira, que muchas veces confluyen entre sí (si logra sortearse el citado narcisismo de escuelas y sujetos), o que rechazan todo contacto las unas con las otras – a veces por razones epistemológicamente bien fundamentadas - . Existe – por lo tanto - la relación entre teorías y escuelas, que puede ser confluyente o excluyente. Existe el trabajo en las diferencias y de las diferencias, y la posibilidad de producir una elucidación crítica que debe dar cuenta y razón de por qué sí o por qué no tal o cual teorización y posición – sea en forma total o parcial -, y por qué sí o por qué no pueden encontrarse y confluir. Sobre todo: existe la posibilidad de poder explicitar los principios y presupuestos que están presentes en cada psicoanálisis. Incluyendo posicionamientos éticos, políticos y filosóficos. Abriendo la posibilidad a un trabajo que no concluya en la comodidad de decir “esto no es psicoanálisis”, o que encubra que dicha conclusión es previa a la indagación. El “esto no es psicoanálisis” demuestra pereza intelectual, o defensa narcisista, o, también, la impostura narcisista (individual o grupal/institucional) para fundamentar un espacio propio renegando de los otros.

Existen principios orientadores de la elucidación psicoanalítica, que permiten entonces ubicar la posiciones en el campo psicoanalítico. Un programa de trabajo sobre la cuestión de ¿qué psicoanálisis?, debiera incluir recorridos e indagaciones sobre la relación entre el psicoanálisis, la realidad y el principio de realidad. Por ejemplo: ¿qué status tiene la realidad en las elucidaciones teóricas y en la práctica? ¿Cómo se piensa el lazo psique-sociedad? En Freud hay aseveraciones de largo alcance, con consecuencias aún no elucidadas en toda su profundidad. Como por ejemplo cuando en Tótem y tabú propone que hay un origen histórico-social para dos instancias de la psique, como lo son el superyó y los ideales del yo, origen que lo es también del surgimiento del sentimiento inconsciente de culpabilidad y de la institución de la significación paterna. Hay así una creación colectiva de instancias de la psique y de una significación fundamental para su estructuración, heredera del acontecimiento de la muerte del padre de la horda primitiva y ligada a su vez a la institución de un nuevo modo de agrupamiento: la fratría. Esquema que a su vez aparece de modo invertido en Psicología de las masas y análisis del yo, en el que Freud cita una forma regresiva del funcionamiento social, que produce a su vez descomposición en la psique.

Esto lleva a su vez a la indagación de otro de los principios orientadores de la elucidación aquí propuesta: ¿qué lugar ocupa la creación en las distintas escuelas psicoanalíticas? ¿Se trata exclusivamente de la tríada de la repetición, el recuerdo y la elaboración, o debe considerarse que la misma debe ser ampliada incluyendo a la creación? Si hay creación colectiva de instancias de la psique, se puede pensar en la creación en la psique de nuevos elementos. Acaso la introducción de la creación nos lleve a su vez a conclusiones referidas a la cura psicoanalítica, tanto como a la consideración de cambios en la psique a lo largo de la historia y en distintas sociedades. Y si puede haber cambios en la psique: ¿hay cambios en el padecimiento? ¿En qué consisten? Además, podría pensarse que si hay una creación e institución colectiva de instancias de la psique, también lo puede haber también de modelos identificatorios, destinos para las pulsiones, ideales, modos de la sexuación … Pero si esto es así, nuevamente la pregunta: ¿qué lugar tiene la creación en cada escuela – si es que lo tiene - ?, y, precisando más aún la cuestión: ¿qué lugar otorgarle a la imaginación en tanto creadora? Debiera hacerse un trabajo de elucidación, en este punto, sobre si debe considerarse la primacía de lo imaginario, en tanto lugar de emergencia de lo simbólico, siendo lo imaginario aquello que ante el abismo de lo real produce el surgimiento de figuras psíquicas (como lo sostiene Freud al hablar de exigencia de figurabilidad como mecanismo básico de la psique) y sociales – el citado ejemplo propuesto en Tótem y tabú. Figuras que procuran darle un sentido tanto a la psique como a la sociedad, figuras tomadas en un orden simbólico (también creación del imaginario). Podría sostenerse en este punto – dando lugar a otro principio orientador - si tal sentido no es defensivo, si no es más que una máscara imaginaria al servicio, justamente, de ocultar el sin sentido. O si se trata de que no hay más que eso: ante el sin sentido de lo real, la función imaginante de crear puentes sobre dicho abismo.

De la mano de estas interrogaciones podremos hallar otras: ¿qué posiciones tienen las distintas escuelas frente a la (s) realidad (es) de nuestra sociedad? ¿La de un psicoanálisis crítico como el propuesto y ejercitado por Freud respecto de las instituciones de su sociedad: la familia, la religión, el ejército, la sexualidad, etc. pero también el modus y el tempo capitalista, y la tecnología, tal como lo expone en La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna?

Otro elemento central para la consideración de qué psicoanálisis es el que está en juego, es qué lugar atribuirle al otro en la tópica psíquica. Si para Freud el otro siempre está integrado a la psique, no habiendo separación entre actos psíquicos individuales y sociales, y entendiendo que el lazo con el otro puede ser objetal o narcisista, será oportuno ver en cada posicionamiento psicoanalítico qué status se le da al otro. ¿Alcanza con considerar la posibilidad de que sea modelo, ayudante, objeto o rival, o debe extenderse a otros modos? Por ejemplo, José Bleger consideraba que el otro con el que se encuentra el cachorro humano es lugar de depositación de un núcleo indiscriminado que contiene a la pulsión de muerte, y que las instituciones de la sociedad, y los diversos lazos sociales que establezca el sujeto, serán lugares de depositación de la misma – en una aseveración cercana a lo propuesto por Freud en El malestar en la cultura. Cada crisis social deja liberada pulsión de muerte, de acuerdo a este esquema, seguido entre otros por A. Green. Pulsión de muerte que, introyectada por la psique, produce efectos clínicos diversos. ¿Esto cómo es considerado por las diversas escuelas? ¿Es considerado?

Otras interrogaciones referidas a principios fundamentales para analizar posicionamientos teóricos y que tienen – a no dudarlo – consecuencias en la práctica clínica: ¿qué lugar y función otorgarle a los psicofármacos? Cuándo su utilización está al servicio de una cura como la psicoanalítica, que tiene entre sus miras fundamentales la desalienación y la autonomía, y cuándo está al servicio de mantener una subjetividad instituida por los diversos poderes (y al servicio de no cuestionarlos).

O también: qué relación consideran las distintas escuelas que debe mantener el psicoanálisis con el arte, los modos de la cultura, y otras disciplinas. Sobre esto último: por ejemplo, un autor como Franco Berardi (que no es psicoanalista) sostiene, siguiendo a Mc Luhan (que tampoco lo era), que esta es una sociedad post alfabética: se ha pasado al paradigma digital, lo que afecta negativamente el lugar del lenguaje, y por ende el pensamiento y la reflexión. Tanto C. Castoriadis (que además de psicoanalista fue filósofo, economista, y militante político) como P. Virilio (arquitecto) sostienen que el capitalismo en su fase actual hace que el sujeto pase de la reflexión al reflejo. Hay destrucción de lo simbólico: avance de la insignificancia, destrucción del sentido socialmente instituido, destrucción de significaciones. En este punto, con Freud puede decirse que la traducción de un estrato a otro de la psique (de representaciones-cosa a representaciones-palabra) se ve impedida, o por lo menos dificultada. Las palabras, degradadas de su función significante, se transforman en signos que desencadenan reflejos (al modo pavloviano), liberando así pulsión, perdiendo en parte o totalmente su función sublimatoria.

Pero más aún: a la necesaria elucidación teórica referida a la diferenciación entre significante y representación (otro principio orientador de la indagación aquí propuesta), debemos agregar que esta última además va de la mano del afecto. Si hay destrucción de sentido social (en el que se apoya necesariamente la producción simbólica individual), por aceleración de la temporalidad (Virilio) y por el imperio de lo tecnológico/digital (Berardi), cuestiones ambas producto a su vez del imperio de la significación del capitalismo (que tiene en su núcleo a lo ilimitado, el siempre más, el deseo de lo nuevo por lo nuevo, y un pretendido dominio racional de todo lo existente): ¿lo habrá también del afecto? Las consecuencias de todo esto pueden ser más que inquietantes: una subjetividad que está enraizada en el reflejo de lo existente, en plena aceleración, sin capacidad elaborativa-traductiva … ¿Esto es considerado así por todas las escuelas en psicoanálisis? ¿Es siquiera considerado? Esta pregunta es fundamental: en Freud nos encontramos con una clara relación entre la represión de la sexualidad en la sociedad de su época, y la histeria como resultado de la represión intrapsíquica y sus retornos sintomáticos, anudados a un Edipo ... ¿también de época?, y un dispositivo clínico en clara relación con todo ello.

Una indagación acerca de las figuras que hoy presenta la clínica se hace indispensable: inhibición, síntoma y angustia … pero ¿no deben considerarse el trastorno (S. Bleichmar), el pasaje al acto, las compulsiones, la afánisis, etc. como formaciones en las que la pulsión de muerte muestra su presencia? Esto implicaría una reconsideración del dispositivo psicoanalítico. Pero, ¿dispositivo o dispositivos? ¿qué lugar/función tiene el analista cuando nos alejamos de la clínica establecida por Freud?

Finalmente, no podemos dejar por fuera de estas interrogaciones a la referida a cuál es la formación/transmisión que hoy debiera realizarse para devenir psicoanalista. O – siguiendo la idea de lo magmático del campo psicoanalítico - cuáles son las diversas formas y caminos. Cuáles son las disciplinas (incluyendo las artísticas) con las que tejer - de modo colectivo y también individual - la trama de conocimientos y experiencias que permitan dicho devenir. Lo que debiera incluir una reflexión sobre los modos de ser de las instituciones, y los tipos de subjetividad que en estas se producen. Que seguramente admitirán diversas formas individuales y grupales-institucionales.
 
 

Es a partir de estas interrogaciones que hemos decidido hacer El Psicoanalítico, para lo que nos hemos reunido en un grupo (Consejo de Redacción), heterogéneo en procedencias y edades y experiencias. Para lo que además convocaremos a aquellos que pensamos que puedan profundizar en dichas interrogaciones. Intentando ser fieles a nuestra finalidad incluiremos no solamente material escrito, sino también visual y sonoro. Y además, esta elucidación y publicación, ha sido pensada a sabiendas de que debemos trabajar en los entrecuzamientos de disciplinas y dominios diversos, que los mismos tienen la conformación de los Magmas (tienen estratos, que a su vez se conectan entre sí, y poseen conflictos e incoherencias), y que los entrecruzamientos de estos Magmas hacen a un Magma que los incluye y de los cuales pueden emerger nuevos, en un recorrido que es el de los Laberintos, o sea, que no es lineal, es complejo, tiene aparentes callejones sin salida que en algún inesperado giro y movimiento nos conducen a otras galerías. Un recorrido entre Magmas, Laberintos y sus entrecruzamientos al que los invitamos.

Yago Franco

 
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