Escenario
social Tomaré algunos aspectos sociales
y psicológicos que subyacen en los diferentes
tipos de adicciones, que las agrupa, según mi
criterio, dentro de las llamadas “patologías
del desvalimiento o del vacío”, originadas
por un déficit en la estructuración del
psiquismo del sujeto.
En primer lugar mencionaré algunos aspectos del
macrocontexto que tienen una incidencia importante.
Gilles Lipovetsky considera que: "Hay una mutación
sociológica global, que gira en torno a un gran
organizador: el consumo, que absorbe a los individuos
en la carrera por el nivel de vida, en una nueva etapa
"cool" y no "hot" de las sociedades
capitalistas". [1]
María Cristina Rojas y Susana Sternbach en su
análisis de la posmodernidad, dicen:
“El mundo esta crecientemente centrado en la informática,
regido por los medios de comunicación de masas
y basado en la lógica del consumo”. [2]
Agregan luego: “Entonces, el consumismo es la
adicción socialmente promovida y el consumo la
modalidad de la satisfacción, dándose
la interacción entre cultura y subjetividad,
en donde nuestra época ejerce un control social
que es seducción y tapón del deseo”.
[3]
Esta cultura del consumo favorece la dependencia de
aspectos protésicos para el sostén identitario
[4],
que en realidad empobrecen al mismo: objetos, tecnología,
sustancias, juego compulsivo, diversas adicciones que
dan un supuesto sentido basado en el predomino del “tener”
y no del “ser”, imperante en nuestra cultura.
Desde esta conformación subjetiva se apunta a
llenar “la falta” con un valor puntual que
puede ser: la estética, el hedonismo a ultranza,
el poder a cualquier precio, las respuestas místicas
y mágicas, las diferentes búsquedas que
intentan ser “el todo” y la respuesta para
todo.
Escenario familiar
En la mesa familiar reina la tecnología, el celular,
el i-pod o algún otro elemento electrónico,
son compañeros infaltables y la tendencia es
a la fragmentación, a que haya no una fuerza
de tipo centrípeta sino centrífuga, donde
debido a la oferta del afuera hay un abandono temprano
del ámbito privado y un pasaje precoz al ámbito
social [5].
Así como veíamos el temor al vacío,
está el terror al tiempo libre y al ocio, por
lo tanto hay que estar con la agenda
completa de actividades, tanto en la semana como
los fines de semana, las cuales funcionan como un consumo
más.
Este contexto nos muestra familias sentadas frente al
televisor pero no reunidas porque el encuentro y la
comunicación se hacen difíciles, tanto
más si los integrantes de la misma tienen ocupado
todo el día, a cualquier edad, ya que desde pequeños
asisten a múltiples cursos y grupos: inglés,
computación, danza, yoga, clown, etc.
A este escenario de consumo se suma la cultura de la
imagen y se configura una familia "fachada"
donde lo que se muestra y lo
que se tiene son reemplazo de lo que se
es.
Escenario psíquico
En la patología del desvalimiento y del vacío,
de inicio temprano, hay una falla en la relación
con la madre como objeto primario de sostén,
a esto suelen sumarse sucesos de índole traumática.
Dice Luis Hornstein : “El papel decisivo del ambiente
precoz aparece como constante en las patologías
del desvalimiento. Si el narcisismo ocupa el primer
plano de la escena, lo hace menos como amor que como
dolor de sí mismo. El vacío del yo es
más consistente que sus logros. En su ausencia,
los objetos no pudieron construir los objetos transicionales,
que son y no son el pecho. Su lugar, que debió
ser ocupado por el lenguaje, la simbolización,
la creatividad, se verá invadido por las somatizaciones,
las actuaciones o por la depresión vacía.
Predominó en los objetos primordiales la indiferencia
o el displacer hacia el bebé. Las fallas de recursos
del yo remiten a fallas del objeto”. [6]
En cuanto a la vivencia temprana de situaciones traumáticas
que dificultan el desarrollo normal del psiquismo, pueden
ser pérdidas de uno o ambos progenitores, situaciones
de violencia, vivencia de hechos catastróficos,
etc.
Todo esto provoca un déficit en la estructuración
de las instancias, dando como resultado una conformación
defectuosa de la subjetividad, falta de constancia objetal,
decatectización de los objetos y fallas en la
capacidad de relacionarse afectivamente con los otros.
Estos aspectos deficitarios en la constitución
del narcisismo primario [7]
se manifiestan en dificultad en la conexión con
la realidad, idealizaciones y predominio de lo imposible,
conjuntamente con difusión de la identidad y
dificultad en la integración de un objeto de
amor.
Trauma y falla del objeto
A partir del hecho traumático, entendido como
una situación imposible de ser representada por
el psiquismo temprano que produce un vacío representacional,
se genera una angustia automática que inunda
el yo y se traslada a síntomas corporales o actuaciones.
La secuencia en que esto se produce, podríamos
sintetizarla de esta manera: trauma, vacío representacional
y supresión afectiva, angustia automática
y actos síntomas.
A modo de ejemplo, una joven que trata de recuperarse
de su dependencia de sustancias, trae como recuerdo
de los primeros años de su vida, lo siguiente:
"Mamá estaba siempre drogada o borracha,
me acuerdo de una vez, yo tendría unos cinco
años y le escondía la droga y se la tiraba
por el inodoro para que ella no se drogase más".
Podemos pensar que esta niña que contiene con
su accionar y su cuerpo las pulsiones destructivas de
su madre, queda fusionada con el objeto-madre y cumple
los roles de cuidado que hubiera necesitado y que su
madre no pudo realizar para ella.
Estas situaciones vividas generan un monto de angustia
tal, que no pueden ser simbolizadas, por lo cual la
descarga del cuantum de afecto se da sin un yo apto
para cualificar y metabolizar ese afecto, constituyendo
así el trauma.
Vacío representacional
Al fallar el objeto como sustento del psiquismo se
genera un vacío representacional, no hay un objeto
internalizado, ni una representación del mismo
en el psiquismo, sino que existe en función de
su presencia real, quedando confusos los límites
entre ambos.
El proceso de cualificar esa energía pura que
es el afecto y que proviene de lo somático se
realiza mediante un proceso que requiere de un aparato
psíquico preparado para realizarlo, si esto no
se produce, la descarga inunda al yo y puede tomar forma
de una actuación o una somatización.
En el caso de personalidades adictivas, estas características
se dan ampliamente, ya que el cuerpo invadido por la
substancia tóxica o por la adrenalina del juego
compulsivo, está altamente comprometido, sin
un yo que pueda procesar el cuantum de afecto proveniente
de lo pulsional, por lo tanto las actuaciones impulsivas
se dan permanentemente.
Actos síntomas
Las mentiras reiteradas son las actuaciones más
frecuentes en estos casos, como el hecho de robar dinero
a la propia familia para drogarse o para mantener su
vínculo con el juego y aparecer al día
siguiente del hecho como si “no hubiera pasado
nada”, teniendo "coartadas" y explicaciones
para todo.
Ejemplo: Un hombre de 45 años, adicto a juego,
que se acerca a un grupo especializado para tratarse
por ese tema, dice: “no puedo dejar un teléfono
porque mi familia no sabe que juego y menos que voy
a empezar este grupo”.
La construcción de un “como si” permanente
es otra actuación y autoengaño, ya que
en muchos de los casos el modo de funcionamiento es
mimético y especular, siendo como supone que
“el otro espera que sea”.
Otras actuaciones son las recaídas en la droga
o en el juego como intento de dar contenido al vacío,
luego de las cuales suele haber malestar, culpa y autorreproche.
Asimismo son frecuentes las autoagresiones luego de
alguna situación que produzca frustración.
Como ejemplo un paciente que vino a sesión lastimado
y golpeado, comentó que había dado puñetazos
contra la pared y se había tajeado con un cuchillo,
luego de una discusión con sus padres.
Escenario vincular
El modo relacional que se observa en este tipo de estructuras
tiene las siguientes características: déficit
en la integración de un objeto de amor, idealizaciones
y denigraciones, falta de constancia objetal y decatectización
de los objetos, en síntesis, fallas en la capacidad
de relacionarse afectivamente con los otros
Esto se observa en todos sus vínculos, con los
padres, suelen tener fuertes oscilaciones del amor al
odio, lo mismo se observa en la transferencia con el
terapeuta, puede haber momentos de idealización
y luego pasar a la denigración.
El pasaje abrupto del amor al odio puede ser motivado
por hechos casi insignificantes para otra persona.
Esta labilidad vincular se observa en el hecho de que
tienen relaciones que en un momento parecen ser centrales
para su vida y de un día para el otro ya no importan.
Ejemplo: "Hable con Verónica de nuevo, y
ayer la vi un rato, pero hoy ya no me interesa más",
refiriéndose a una chica con la que hablaba por
teléfono seguido, sin verse personalmente, a
tal punto que en la familia dudaban que ella existiese.
Suele haber un pasaje del amor al odio con las figuras
significativas, bajísima tolerancia a la frustración
y exigen a los otros el que los acepten incondicionalmente,
tal vez por lo que no tuvieron en su primera etapa;
si esto no se da, pueden autocastigarse, dando lugar
a su super-yo sádico e iniciando una escalada
de actuaciones que les produce daño.
Conclusiones
Dada esta estructuración deficitaria de la subjetividad,
el sujeto “es” en función de la imagen
que le brinda el otro de sí, estando maníaco
y en coincidencia con el ideal cuando percibe aprobación
de los otros, pasando a sentirse “lo peor”
ante una crítica o un rechazo de alguien significativo.
El pobre soporte identitario y el hecho de que impere
la cultura del mostrar, favorecen que estas personas,
sientan que deben inventarse un curriculum vitae: “tengo
que decir que estudio tal cosa, que trabajo en tal lugar,
porque todos estudian o trabajan”, a esto se suma
que todos le confirman que "es lo que se supone
que no se debe ser", un adicto en recuperación,
o un jugador compulsivo en tratamiento, por todo esto
debe mentir, ocultar quién es.
Estas son algunas de las maneras posibles para pensar
las problemáticas del contexto y de los vínculos
en las denominadas patologías del desvalimiento
y del vacío, conectando aspectos teóricos
con la clínica.
Estos casos requieren del terapeuta una actitud permanente
de sostén y apuntalamiento, combinado con la
posibilidad, a veces escasa, de abrir caminos para un
trabajo de simbolización y elaboración
apuntando a la integración representación
- afecto en el psiquismo del paciente.
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