“Fragmentos de un discurso erótico”
(Microtextos de Octavio Paz) *
Selección de Héctor Freire
hectorfreire@elpsicoanalítico.com.ar
 
Los cuerpos que se desnudan bajo la mirada del otro y bajo la propia, las caricias que los anudan y desanudan, la red de sensaciones que los encierra y los comunica entre ellos al incomunicarlos del mundo, los cuerpos instantáneos que forman dos cuerpos en su afán por ser un solo cuerpo –todo eso se transformaba en una trama de símbolos y jeroglíficos-. No podían leerlos: inmersos en la realidad pasional de sus cuerpos, sólo percibían fragmentos de la otra pasión que se representaba en el muro……. A la luz insegura del fuego se sucedían y encadenaban los trazos de las sombras. Y del mismo modo que, aunque desconocían el sentido de aquel teatro de signos, no ignoraban su tema pasional y sombrío, sabían que, a pesar de estar hecha de sombras, la enramada que tejían sus cuerpos era impenetrable. (El mono gramático)

Con su penetración habitual, Sade afirma que el filósofo libertino ha de ser imperturbable y que debe aspirar a la insensibilidad de los antiguos estoicos, a la ataraxia. Sus arquetipos eróticos son las piedras, los metales, la lava enfriada. Equivalencias, ecuaciones: dalo y volcán, vulva y cráter. Parecido al terremoto por el ardor y la furia pasionales, el libertino ha de ser duro, empedernido como las rocas y peñascos que cubren el llano después de la erupción. La libertad, el estado filosófico por excelencia, es sinónimo de dureza. (Conjunciones y disyunciones)

Paradoja del erotismo: en el acto amoroso poseemos el cuerpo de la mujer como una totalidad que se fragmenta: simultáneamente, cada fragmento –un ojo, un pedazo de mejilla, un lóbulo, el resplandor de un muslo, la sombra del pelo sobre un hombro, los labios- alude a los otros y, en cierto modo, contiene a la totalidad. Los cuerpos son el teatro donde efectivamente se representa el juego de la correspondencia universal, la relación sin cesar deshecha y renaciente entre la unidad y la pluralidad. (Tamayo: transfiguraciones)

De Sade a la Histoire d´O nuestro erotismo es un himno fúnebre o una pantomima siniestra. En Sade, el placer desemboca en la inestabilidad: a la explosión sexual sucede la inmovilidad de la lava enfriada. El cuerpo se vuelve cuchillo o piedra; la materia, el mundo natural que respira y palpita, se transforma en una abstracción: un silogismo filoso que suprime la vida y acaba por degollarse a sí misma. Extraña condenación: se mata y así revive, para matarse de nuevo. (Conjunciones y disyunciones)

¿Se ha observado que, tanto en la vida como en el arte, la pasión reclama para satisfacerse un máximo de artificio y que no se contenta jamás con la realidad si no la trasmuta antes en símbolo? El erotismo tiende a la ceremonia; el amor es emblemático; la curiosidad se exalta ante los enigmas, simultáneamente juego infantil y rito de tránsito entre los antiguos. Adivinanzas, erotismo, amor: sistema de correspondencias, lenguajes en los que no sólo los objetos, los colores y los sonidos sino los cuerpos y las almas son símbolos. Vivimos en un mundo de signos. (Puertas al campo)

La moralización del erotismo conduce a legalizarlo y a politizarlo. Por una parte, la legitimación se resuelve en integración en la normalidad: la excepción desaparece como excepción, es otra normalidad; por la otra, al politizarlo, se le transforma de pasión en opinión: el sexo se vuelve crítico, redacta manifiestos, pronuncia arengas y desfila por calles y plazas. De uno y otro modo, deja de ser la mitad inferior del cuerpo, la región sagrada y maldita de las pasiones, las convulsiones, las emisiones y los estertores. En Sade el sexo filosofa y sus silogismos son una procesión de lava: la lógica de la erupción y la destrucción. Ahora el sexo se ha vuelto predicador público y su discurso es un llamado a la lucha: hace del placer un deber. Un puritanismo al revés. Concluyo: el erotismo contemporáneo o se degrada en espectáculo comercial o se desnaturaliza en la política. Lo primero banaliza al placer; lo segundo, lo anula. (Lecho y mesa)

La experiencia amorosa nos da de una manera fulgurante la posibilidad de entrever, así sea por un instante, la indisoluble unidad de los contrarios. (El arco y la lira)

El erotismo es comunicación pero sus elementos específicos, aparte de que lo aíslan y lo oponen a las otras formas de intercambio, anulan la noción misma de comunicación. Por ejemplo, decir que el matrimonio es una relación entre signos que designan nombres (rangos y linajes) y valores (prestaciones, hijos, etcétera), es omitir aquello que lo caracteriza: ser una mediación entre renuncia y promiscuidad y, así, crear un ámbito cerrado y legítimo en donde puede desplegarse el juego erótico. Ahora bien, si las mujeres son signos portadores de nombres y bienes, debe agregarse que son signos pasionales. La dialéctica propia del placer -don y posesión, deseo y gasto vital- confiere a esos signos un sentido contradictorio: son la familia, el orden, la continuidad y son asimismo lo único, el extravío, el instante erótico que rompe la continuidad. Los signos eróticos destruyen la significación, la queman y la transfiguran: el sentido regresa al ser. Y del mismo modo, el abrazo carnal al realizar la comunicación, la anula. Como en la poesía y en la música, los signos ya no significan: son. El erotismo trasciende la comunicación. (Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo)


El amor no realiza al yo mismo: abre una posibilidad al yo para que cambie y se convierta. En el amor no se cumple el yo sino la persona; el deseo de ser otro. El deseo del ser. (Cuadrivio)


DOS CUERPOS

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos olas
y la noche es océano.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces dos piedras
y la noche desierto.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces raíces
en la noche enlazadas.

Dos cuerpos frente a frente
son a veces navajas
y la noche relámpago.

Dos cuerpos frente a frente
son dos astros que caen
en un cielo vacío.

                         (Libertad bajo palabra)

El erotismo se despliega en la sociedad, en la historia; es inseparable de ellas como todos los demás actos y obras de los hombres. Dentro de la historia (contra ella, por ella, en ella) el erotismo es una manifestación autónoma e irreductible. Nace, vive, muere y renace en la historia; se funde pero no se confunde con ella. En perpetua osmosis con la sexualidad animal y el mundo histórico pero también en perpetua contradicción frente a los dos. El erotismo tiene su historia o, más exactamente, él es también historia. Por eso la historia general no lo explica, como no lo explica la sexualidad animal. (El más allá erótico)

La llama pasional vuelve a encenderse en el siglo XIX y los que la encienden son los poetas románticos, que creían en el amor único y en la sublimidad de las pasiones. La oleada romántica nos lleva a Joyce y los surrealistas. Un proceso en dirección inversa al de Sade y el siglo XVIII: del diamante al rayo, de la ataraxia a la pasión, de la filosofía en el boudoir a la poesía al aire libre. Y ahora, de nuevo, nos amenaza otra era glacial: a la guerra fría sucede el libertinaje en frío. Síntoma de la baja de tensión erótica: la degradación de las formas. Pues el principio de placer, que es explosión y subversión, también y por encima de todo es rito, representación, fiesta o ceremonia. Sacrificio y cortesía: Eros es imaginario y cíclico, lo contrario del “happening”, que sólo sucede una vez. (Conjunciones y disyunciones)


Lo opuesto a la insensibilidad que nos propone el erotismo es la contemplación activa. El libertino acaba en la indiferencia o apatía porque principió por sentir indiferencia ante sus semejantes. (Cuadrivio)

……………………………………………
amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro;
……………………………………………

                         (Piedra de sol)

Si el amar es deseo, ninguna ley que no sea la del deseo puede sujetarlo. Para Cernuda el amor es ruptura con el orden social y unión con el mundo natural. Y es ruptura no sólo porque todo amor es diferente al de la mayoría sino porque todo amor quebranta las leyes humanas. El homosexualismo no es excepcional; la verdadera excepción es el amor……Hay que decirlo una y otra vez: el amor, todo amor, es inmoral. Imaginemos una sociedad distinta a la nuestra y a todas las que ha conocido la historia, una sociedad en la que reinase la más absoluta libertad erótica, el mundo infernal de Sade o el paradisíaco que nos proponen los sexólogos modernos: ahí el amor sería un escándalo mayor que entre nosotros. Pasión natural, revelación del ser en la persona amada, puente entre este mundo y el otro, contemplación de la vida o la muerte: el amor nos abre las puertas de un estado que escapa a las leyes de la razón común y de la moral corriente. (Cuadrivio)

La distancia engendra la imaginación erótica. El erotismo es imaginario: es un disparo de la imaginación frente al mundo exterior. El disparado es el hombre mismo, al alcance de su imagen, al alcance de sí. Creación, invención: nada más real que este cuerpo que imagino; nada menos real que este cuerpo que toco y se desmorona en un montón de sal o se desvanece en una columna de humo. Con ese humo mi deseo inventará otro cuerpo. El erotismo es la experiencia de la vida plena puesto que se nos aparece como un todo palpable y en el que penetramos también como una totalidad; al mismo tiempo, es la vida vacía, que se mira a sí misma, que se representa. Imita, y se inventa; inventa, y se imita. Experiencia total y que jamás se realiza del todo porque su esencia consiste en ser siempre un más allá.....No sabemos a ciencia cierta lo que es, excepto que es algo más. Más que la historia, más que el sexo, más que la vida, más que la muerte. (El más allá erótico).

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Olfato gusto vista oído tacto
El sentido anegado en lo sentido
Los cuerpos abolidos en el cuerpo
Memorias desmemorias de haber sido
Antes después ahora nunca siempre


                           (Lauda)





[*] Paz, Octavio, Teatro de signos. Ed. Fundamentos. Madrid 1974
 
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