Un debate serio respecto de cualquier tema no puede ser fructífero si no existe vocación por comprenderlo. En la búsqueda de alimentar esta vocación, que según entiendo es lo que las asambleas socio-ambientales vienen haciendo desde hace por lo menos unos diez años, propongo en lo que sigue aportar al debate en dos de las cuestiones que son centrales a la hora de analizar la conflictividad socio-ambiental.
La cuestión ambiental
Cuando un médico cirujano opera exitosamente a un paciente no lleva adelante una acción ecologista, a pesar de que en el acto se encuentran implícitos elementos de conservación de la vida natural. Del mismo modo, los pueblos que se levantan a lo largo de toda la cordillera en contra de la mega-minería no buscan la conservación de la naturaleza sino del hábitat humano, es decir, del pueblo, de la sociedad, de la cultura.
Privilegiar el aspecto conservacionista que presentan estos conflictos implica realizar un recorte de la realidad que suele hablar más de la posición desde la cual se realiza el análisis que de lo que se pretende analizar.
¿Frente a qué se rebelan los pueblos movilizados? ¿Cuál es la amenaza?
La mega-minería amenaza el recurso hídrico, tanto por presentar un alto consumo de agua, como por generar una contaminación significativa de los ríos, con potencial afectación de glaciares y/o área peri-glaciar. Es importante tener en cuenta que en la Argentina la mega-minería pretende instalarse en regiones semi-áridas de escasas precipitaciones, y -al mismo tiempo- que se trata de áreas que han desarrollado y consolidado, a lo largo de una extensa historia que se remonta incluso al periodo pre-hispánico, actividades productivas logradas solo gracias al aprovechamiento del agua proveniente de los cerros. En consecuencia, el agua y los glaciares en estas regiones no son monumentos naturales a conservar sino la condición de existencia del ser humano, de la cultura, de la sociedad.
En el imaginario social de los pueblos en conflicto, la mega-minería se presenta como una amenaza masiva que afecta a la totalidad de la población y que agrupa, en la resistencia, unas mayorías heterogéneas tan amplias como la diversidad comunal lo permita. Los impactos en términos de daño social, violación de derechos humanos y democráticos, así como también las reacciones esperables de parte de las comunidades afectadas deben estimarse teniendo en cuenta esta realidad. Las lecturas que pretenden invisibilizar o minimizar la resistencia contra estos proyectos no son, a esta altura de los acontecimientos, solo errores de interpretación. Sobre todo cuando se plasman en políticas concretas, el error en el cálculo las vuelve peligrosas, tanto para las poblaciones implicadas como para el futuro político de quienes las esgrimen. [1]
La cuestión asamblearia
La resistencia contra la mega-minería en la Argentina condensa un amplio y heterogéneo conglomerado que incluye movimientos sociales, partidos políticos, intelectuales, investigadores, medios de comunicación alternativos, ONGs., etc.; y mantiene en su centro a las llamadas asambleas socio-ambientales.
¿Qué son estas asambleas? ¿Qué las diferencia de otros movimientos?
Si bien la asamblea, como mecanismo horizontal de toma de decisiones, ocupa un lugar centralísimo en la identidad militante, es evidente que no es patrimonio exclusivo de las asambleas socio-ambientales ya que son muchos los movimientos sociales que la utilizan. Por tanto, no podría encontrarse aquí su especificidad sin antes indicar cuales serian las peculiaridades que diferencian a estas asambleas de otras.
Por otro lado, es necesario también alejarse del simplismo que sugiere que se trataría de las asambleas que están por el ambiente, dato que no hace más que indicar lo evidente sin aportar especificidad alguna, sobre todo teniendo en cuenta que existen y han existido movimientos, con militancia relacionada con el ambiente y organización asamblearia, que lejos han estado de generar los impactos sociales y políticos que estas asambleas suelen presentar. Una caracterización que pueda abordar su especificidad deberá justamente poder dar cuenta de al menos algunos de los fenómenos más relevantes que éstas han desplegado:
¿Cómo es que estas asambleas pueden hacer frente con éxito a las embestidas de poderosas transnacionales apoyadas plenamente por el poder estatal en su conjunto?
¿Cómo es que su discurso fluye tan dinámicamente y hace lazo en sociedades tan diversas?
¿Qué tienen estas asambleas de particular que les ha permitido mantenerse por entero impermeables a los intentos de cooptación de los partidos políticos?
Si tenemos en cuenta las asambleas socio-ambientales más relevantes de nuestro país, hay que decir que -como agrupamiento- no son el resultado de solidaridades de tipo ecologistas, ideológicas, o políticas sino el producto social que condensa la reacción frente a una amenaza masiva respecto de una comunidad. La afectación masiva que produce esta singular amenaza tiene como correlato, del lado de la resistencia, una inusitada legitimidad social ya que la que resulta amenazada es la sociedad en su conjunto. Ello configura una característica importante de las asambleas: La respuesta que encuentra aquí la pregunta por el quiénes somos, que todo grupo debe contestar para constituirse como tal, es sumamente amplia: somos vecinos. Los límites para la participación no tienen en principio raíz ideológica o sectorial, no se trata de los que piensan cercanos a tal autor o de los que trabajan en un área específica. Las solidaridades que mancomunan al grupo son territoriales, la asamblea es siempre asamblea de un territorio.
Atendiendo al análisis que nos proponemos, hay que señalar que esta masividad de origen es intervenida por un particular modo de ser asambleario, al menos desde los siguientes tres aspectos:
Las asambleas están físicamente abiertas, es decir que las personas entran y salen de ellas pudiendo participar y opinar.
Lo/as asambleístas son concientes de esa legitimidad social y promueven un fluido intercambio entre asamblea y sociedad.
La asamblea, como mecanismo de toma de decisiones, logra contener la heterogeneidad de base sin neutralizarla y, al mismo, tiempo posibilita la construcción de líneas de acción.
Como consecuencia de ello, la peculiaridad que presentan estas asambleas radica en la relación que se establece entre movimiento y sociedad: sobre el sustrato común que crea la masividad de la amenaza y -en tanto se produce una circulación dinámica y efectiva de significaciones, procesos identitarios y personas- se consolida una legitimidad respecto del conjunto de la sociedad que es, a la vez,, intervenida y potenciada por una operatoria de democracia directa.
De este modo, es posible comprender su fuerza para enfrentar al conglomerado Multinacionales-Estados, ya que intervienen las necesidades consensuales de este último. Por otra parte, su discurso es empujado por la masividad de una amenaza que no respeta los límites del territorio, por la vecindad de base que oficia de sustrato común y, naturalmente, por el poder expansivo de la experiencia histórica de lucha.
La impermeabilidad que muestran las asambleas respecto de los partidos políticos en general no radica en prejuicios o sectarismos sino en un análisis acertado: estas relaciones obturarían las porosidades dialógicas con la sociedad en su conjunto y, en definitiva, amenazarían su legitimidad.
De todo ello se deducen al menos tres cuestiones importantes:
El futuro del proceso asambleario en curso no necesariamente se mantendrá ligado a la resistencia contra la Mega-minería. Afirmar esto implicaría privilegiar los aspectos más visibles y actuales del proceso por sobre las potencialidades implícitas en las condiciones estructurales que el imaginario social ha generado. La expansión del proceso no depende de la expansión de la mega-minería sino de la capacidad de los sectores de poder para continuar invisibilizando el aspecto masivo que presentan algunas de las amenazas sociales vigentes. [2]
En segundo lugar, el campo de batalla privilegiado en este conflicto tiene que ver con las porosidades del cerco que mantiene el dialogo abierto de la asamblea con su territorio. La obturación de este dialogo vuelve inocua a la asamblea y, por el contrario, el sostenimiento de la apertura le garantiza su vitalidad y su potencia.
Por último, un movimiento con estas características difícilmente deje indemne a un enemigo, especialmente si este pertenece a las filas de la política partidaria.
Lo que marca la experiencia histórica es que las asambleas logran desequilibrar la relación consensual que construye el espacio partidario, sobre todo en tiempo de elecciones, y que la suerte de este último depende más de la ausencia de alternativas en lo que respecta al conflicto en todo el abanico electoral, que de las medidas que pueda tomar. |