“El M15M no se limita a cuestionar un gobierno o una política. Cuestiona un sistema, una relación entre sociedad e instituciones, la connivencia entre élites políticas y económicas para usurpar la riqueza social y el poder de decisión, la mercantilización de las relaciones humanas y la atomización social. Esa es su grandeza. Lo quiere todo y por eso logrará algo” [1]. |
¿Cómo describir el 15-M español?
Podemos entender este movimiento como una respuesta ciudadana a las consecuencias de la crisis y de las políticas de gestión de la “austeridad”. Su éxito deriva del rechazo a la creciente precariedad de las condiciones laborales y vitales de la gente, especialmente en los jóvenes, así como al general deterioro de las expectativas.
En la sociedad en la que surge el llamado movimiento de los indignados o del 15-M [2] se están rompiendo unilateralmente, desde arriba, los pactos sociales del llamado Estado de Bienestar. El 15-M identifica la defensa de los servicios públicos esenciales y el derecho a una vida digna como terreno de un enfrentamiento entre los intereses de la mayoría de la ciudadanía y quienes toman las decisiones políticas y económicas. Junto a las condiciones objetivas del malestar social el movimiento expresa un profundo descontento respecto del sistema de representación política. Ambos elementos aparecen claramente en el manifiesto y llamamiento original de Democracia Real Ya, el colectivo que aparece como impulsor y referencia del movimiento en su fase inicial [3]. Por ello, frente a la lógica individualizadora del capitalismo, defiende una doble necesidad: la profundización democrática y poner la economía al servicio de las necesidades reales de las personas.
El 15M enraíza con luchas y esfuerzos preexistentes. Por supuesto, lo nuevo nunca surge del vacío, recompone elementos de lo ya existente y les dota de una significación diferente. Lo nuevo reelabora elementos en conflicto en el imaginario preexistente. Sin embargo, aunque los síntomas de una contestación creciente, a lo largo del año 2011, y la aparición de redes colectivas participan indudablemente en el origen, no son suficientes para explicar el 15-M [4].
El movimiento se expresa mediante el rechazo y la confrontación con lo que entiende como “el sistema”. Pero, también, es tremendamente constructivo, obsesionado por encontrar caminos y crear nuevos sentidos. Eso es lo que hemos visto en la manifestación madrileña del 15 de mayo de 2011, en las acampadas españolas de mayo, en las manifestaciones europeas del 19 de junio, en la gran movilización mundial del 15 de octubre.
Esta experiencia ha surgido en un momento histórico singular. Sin la primavera árabe posiblemente no hubiera habido un 15-M en España. El impacto de la fuerza social de los jóvenes árabes luchando contra las dictaduras y regímenes corruptos de sus países fue determinante para dotar de un sentido poderoso a las acciones que se iban a iniciar el 15 de mayo de 2011. También la rebelión islandesa forma un elemento muy importante en la conformación del movimiento pues a través de las redes sociales se pusieron en común muchas informaciones sistemáticamente ocultadas por los grandes medios de comunicación. Finalmente, las protestas griegas y portuguesas fueron otro referente de la movilización ciudadana en España.
Las plazas
Sin Tahrir no habría existido la experiencia de la ocupación madrileña de la Puerta del Sol. Es cierto. Ocupaciones peculiares porque las plazas (primero, Sol; luego, muchas otras) son tomadas no para cerrarlas sino para abrirlas. “La plaza se toma, pero no para cerrarla militarmente, como la Bastilla, sino para abrirla a todos, para hacer de una plaza privatizada una plaza realmente pública. No existe, pues, un afuera del que defenderse, pues la plaza se teje en el entrar y salir de gentes que llegan a aportar su saber-hacer, su tiempo, sus energías, sus cosas” [5]. El 15-M fue capaz de dotarse de un símbolo, Sol, pero evitó quedarse atrapado en él.
Del mismo modo que la primavera árabe influye en el movimiento español, sin el 15-M no habrían existido, al menos en la forma en que se han desarrollado, los movimientos que han recorrido el mundo a partir de entonces. Occupy Wall Street, Occupy London, los indignados de Israel, el movimiento global del 15 de octubre de 2011, etc.
Lo nuevo, lo indescifrable
El nacimiento de un movimiento social siempre tiene aspectos indescifrables. Forma parte de unos acontecimientos no previsibles, inesperados, que escapan a los cálculos. Es creación de una nueva mirada sobre la sociedad en la que aparece. Quizás por ello, al escribir al respecto se siente la pérdida de una parte esencial de su sentido, la experiencia personal de miles de personas, su descubrirse en la calle junto a otros, la emergencia de lo nuevo en discursos, en métodos, en gestos. Su efecto más importante, sin duda, actúa en la conciencia de sus participantes, en la percepción de que se trata de una clase de acontecimiento cuya mera existencia cambia la realidad, algo que solo ocurre en las experiencias colectivas más creativas, aquellas que suponen el descubrimiento de poder en la acción común.
El 15-M es el producto de un llamamiento que atrapó las conciencias. “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. Su significado es extraordinariamente poderoso. Rechaza la desposesión de lo público. Exige la posibilidad de participar en las decisiones que nos afectan.
El capitalismo intenta crear una sociedad disgregada, desposeída, precaria. Precisamente frente a la desposesión y a la precariedad, frente a la carencia de los instrumentos colectivos que permiten la seguridad individual resuena ese grito, ese negarse a ser mercancía que resume todo el rechazo al proyecto capitalista, a su estrategia de individualización y a su mercantilización de todo el cuerpo social.
No es posible analizar completamente el sentido del 15-M. Se resiste a ser explicado. Es un espacio heterogéneo, complejo, sin líderes, receloso de las formas políticas conocidas, radical y pragmático, reformista y revolucionario. Por lo tanto, irreductible a un análisis meramente estratégico porque opera en la conciencia colectiva. No tiene una voz sino múltiples voces.
Todos los métodos que surgen del 15-M se basan en la auto-organización. La mayor parte de sus iniciativas se caracterizan por su horizontalidad y el uso de nuevos instrumentos comunicativos que facilitan nuevas formas de interrelación. El movimiento ha sido capaz de utilizar las redes sociales (como Facebook o Twitter) para generar un instrumento que permite la conexión y la reacción social al margen de los medios de información verticales. Existe un impresionante desafío comunicativo que está presente en las redes sociales, en las calles, en la lucha entre los discursos del poder y los mensajes nacientes. Ese desafío se desarrolla gracias a la incorporación de muchas personas a diferentes formas de activismo. Por supuesto, quienes participan en las asambleas, o en las comisiones del movimiento “organizado”, pero, sobre todo, en todos y todas quienes se han convertido en focos de agitación, de crítica al sistema, de difusión de ideas o pensamientos críticos.
Las calles y las plazas permitieron el contacto de las voces y los rostros. Curiosamente, aunque siempre se habla de la importancia esencial de las redes, ello no debe hacernos olvidar la experiencia de miles y miles de personas en contacto físico, abriendo espacios en la ciudad que, por primera vez, aparecían como verdaderos espacios públicos.
El 15-M ya ha producido cambios en la sociedad española. Ha roto la sensación de pasividad ante el deterioro de las condiciones de vida, ha introducido la convicción de que todos somos responsables en lo que pasa, ya sea por nuestras acciones o inacciones. Por ello, instaura un llamamiento a ser autónomos, a no esperar a que dirigentes políticos o sindicales abran espacios a la protesta, a actuar a partir exclusivamente de la voluntad de quienes quieren hacerlo. También ha introducido una nueva visibilidad social sobre algunos problemas que no eran aceptados como tales en las agendas políticas [6]. Ha puesto de manifiesto la ausencia de auténticos instrumentos de participación colectiva y, al hacerlo, ha cuestionado aspectos significativos del mercado de la democracia electoral.
Se trata de un movimiento apartidista que no quiere ni puede ser reapropiado por las organizaciones tradicionales de la izquierda. Más bien, el movimiento está actuando como un catalizador de procesos que pueden acabar transformando a esas organizaciones pues introduce un hacer social que cuestiona sus procedimientos, su forma de construirse, su forma de comunicarse, su forma de relacionarse con la sociedad.
Todo ese hacer, esa forma de hacer, es contradictorio con el deseo de quienes desean estabilizar el movimiento. La estabilización, en el peor de los casos la conversión del 15-M en una o varias organizaciones, en un programa, es el fin del movimiento como movimiento. Podría suponer una herencia valiosa, pero sería otra cosa. El principal enemigo de un movimiento nuevo es la pulsión de muerte por estabilización, de reconversión a lo ya conocido. Es precisamente en muchos militantes políticos de la izquierda radical donde se muestra más patente un deseo de cierre, de retorno a un discurso cerrado que no cuestione las preguntas y cómo deben hacerse.
Dentro de esos métodos destacan los mecanismos asamblearios orientados a la inclusividad, a buscar formas consensuales de trabajo, a evitar las votaciones que separan. Las decisiones no deben ser el producto de la aparición de una mayoría sino de la formación colectiva de una opinión. El movimiento ha rechazado la división, la creación de fronteras interiores, definir mayorías y minorías en su seno. Así, se ha generado una dinámica de respeto, a la opinión discrepante, ajeno a las culturas militantes. “Respeto es el nombre de la micro-política del movimiento” [7].
Es un movimiento que transpira e impregna a lo que lo rodea. Mientras esté vivo cambiará al resto de la sociedad y podrá seguir creando nuevos discursos y lógicas de acción colectiva. El mayor signo de su retroceso será la pérdida de esa capacidad impregnante y transpirante.
El futuro está por hacer: pragmatismo y radicalidad
En el 15-M late un cuestionamiento de los procedimientos de delegación política que impiden la participación efectiva de la gente en las decisiones que les afectan. “No nos representan” refleja la esencia del movimiento.
El 15-M no es reformista ni revolucionario. O es ambas cosas a la vez. Tiene una perspectiva al mismo tiempo radical (cree cuestionar aspectos esenciales del sistema político, económico y social) y pragmático (quiere conseguir cosas y conseguirlas ya). Impulsa procesos prácticos de participación directa mientras debate cómo debería cambiar el sistema electoral. No es estratégico ni táctico. Asume que es defensivo. “No somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros”. Lo importante está por llegar. “Vamos despacio porque vamos lejos”.
¿Es por ello un movimiento contradictorio? Así lo ven todos los que se identifican con los discursos cerrados de las organizaciones jerárquicas.
Yo no comparto esa valoración. El significado profundo del 15-M es una brecha en lo que estaba cerrado, en la clausura. Es indisoluble de la idea de reiniciar, aspira a lo instituyente, su existencia plantea una lucha de poder. Una brecha en los procesos de comunicación autorreferencial.
Esa brecha es subversiva porque intenta desequilibrar los discursos y los procesos de comunicación de las élites dirigentes. Pero también es subversiva en otro sentido, en el de cuestionar las respuestas predefinidas y autosuficientes de la “izquierda” existente.
Preguntas de hoy. ¿A dónde va el movimiento? ¿Cuál es su capacidad de desarrollarse y reinventarse? ¿Cuál será la forma en que se manifestará esa potencia social? Preguntas sin respuesta hasta mañana.
Lo más importante es el rechazo del juicio de valor de que no hay alternativa al estado actual de las cosas. A partir de ahí es posible caminar. El futuro no está escrito. Será el resultado de las acciones humanas. Se ha puesto en marcha una coalición de ciudadanos que exigen definir colectivamente ese futuro sin dejarse engañar por la acción de agentes supuestamente ciegos, los mercados, que en realidad representan a una oligarquía social y política.
El 15-M debe entenderse como un llamamiento a la reapropiación colectiva de lo común frente a los procesos de desposesión. Un llamamiento a la participación en las decisiones colectivas. Un llamamiento a construir un futuro diferente del que desean las élites dominantes. |