Introducción
Si consideramos que este capitalismo salvaje propicia un imaginario social que niega la castración, que subjetiva consumidores, donde no hay representación de falta o frustración, podemos concluir que todo es posible y se puede tener todo, basta con desearlo. No hay límites. La cultura nos inunda con slogans publicitarios tales como: “El cielo es el límite”, “Just do it” o “Por qué vas a elegir si podés tener todo” lema de una publicidad muy reciente. Esto parece decir: sólo con desearlo puedes hacerlo o puedes tenerlo todo, aludiendo a ese supuesto ilimitado que proclama el capitalismo.
Así, desde el consumo ilimitado, todo se puede comprar: un mejor auto, una mejor computadora, una casa mejor equipada, la lista de aparatos electrónicos no tiene fin, aunque sí tienen fin porque no duran más de cinco años, aunque el mercado va a ofrecer un modelo nuevo, el recambio tampoco tiene fin.
Los avances en tecnología informática posibilitan desafíos cada vez mayores y hacen pensar que todo se puede lograr: desde tablets, mp3, mp4, Ipod, Ipad, hasta celulares de última generación, que se promocionan ahora como de consumo ilimitado, así como algunas conexiones de wi-fi, hasta los avances en la robótica.
Algo similar sucede en otras áreas, como ser las tecnologías en áreas médicas, sea en el ámbito de la fertilización, con el congelamiento de óvulos y otras técnicas similares, y la lista puede ser casi ilimitada.
Haciendo una traspolación al trabajo profesional, podemos poner en interrogación si determinados roles profesionales tienen impregnados aspectos de omnipotencia, donde tampoco hay límites.
Dice Yago Franco [1] que el capitalismo, de inicio, aparece ligado a la hybris, desmesura, promoviendo la tendencia al desarrollo ilimitado, incuestionado, sobre la base de la negación de la mortalidad del ser humano.
Hay profesionales de la salud y del trabajo social que asisten a víctimas de todo tipo, rescatándolas de situaciones límite como ser la violencia y la muerte. Estos profesionales/operadores atienden: víctimas de violencia doméstica, víctimas de catástrofes sociales, víctimas de abuso, jóvenes madres con hijos producto de violaciones, niños y adolescentes con problemas con la ley penal, todos en contacto con lo tanático de la cultura en todas sus versiones.
Asimismo, estos profesionales y sus equipos que trabajan en dichas especialidades, rescatando a mujeres y niños de la violencia y la muerte, así como los que asisten a personas en otras situaciones límite – como incendios, derrumbes y otras catástrofes-, se ven afectados de padecimientos y limitaciones, efecto de la tarea y su implicación con la misma.
Ulloa establece el concepto de “encerrona trágica” [2], y dice que “en la tortura, paradigma de la encerrona trágica, se organiza una situación de dos lugares, sin tercero de apelación. Es toda situación en donde alguien, para vivir, trabajar, recuperar la salud, etc., depende de algo o de alguien que lo maltrata, sin tomar en cuenta su situación de invalidez. La encerrona trágica es el factor etiopatogénico para un abordaje de la psicopatología social (…) La encerrona se estructura en dos lugares: dominado y dominador. No hay tercero mediador a quien apelar, alguien que represente una ley que garantice la prevalencia del trato justo sobre el imperio de la brutalidad del más fuerte. En la encerrona trágica prevalece el “dolor psíquico”, un sufrimiento que se diferencia de la angustia por su infinitización, la desesperanza de que cambie la situación de dos lugares”.
Podemos decir que los profesionales de los ejemplos mencionados la padecen, ya que están dedicados a resolver problemáticas de violencia y quedan capturados por ella. Sumado a esto, la mayoría de las veces, sufren la violencia de las instituciones que los albergan.
Talleres de Burn-out. Acerca del encuadre de trabajo
Partiendo de la modalidad de grupo taller, como modo de abordaje de las problemáticas del stress laboral y prevención del burnout, que ya relaté en trabajos anteriores [3][4], daré algunos ejemplos de lo que surge durante el desarrollo de los mismos.
En un grupo aparecieron quejas sobre el objetivo del espacio. Aclaré que es un trabajo para ellos, intra equipo, íntimo, de prevención y elaboración del burnout. Dado que este equipo trabaja en horario nocturno, dicen que el problema es el horario, que los aísla de todo, de la familia, de las reuniones, de las fiestas, que no ven a sus hijos, que no van a actos de los colegios, que no van a la plaza con sus hijos, que eso los está enfermando.
Algunos aclaran que eligieron el turno y están arrepentidos y otros dicen que lo tomaron como una opción para conseguir el trabajo. Dicen que están silenciados, invisibilizados, ignorados, la psicóloga dice: forcluídos, ya que la coordinación no se comunica con ellos, que nunca se reunió ni visitó a “los de la noche”, que no hay contacto. Dicen que “la noche” es vista como de segunda, devaluada, que tienen menores sueldos, que quisieran lograr “a igual tarea-igual remuneración” como dice la constitución.
Podemos pensar que se resisten y se quejan, que no confían en el encuadre del trabajo de burnout, ni en su encuadre de trabajo profesional: horarios, reconocimiento, remuneración, comunicación, tipo de liderazgo, etc. Indagando qué tipo de consultas tienen a la noche, luego de las quejas iniciales puestas en el horario, refieren la desprotección que tienen en ese turno para resolver los casos. Mencionan que al no haber recursos jurídicos, ya que los tribunales no funcionan dicho horario, las víctimas a veces se quedan toda la noche en la sala de espera, con sus hijos las más de las veces, por temor a volver a su domicilio y ser agredidas o asesinadas por su victimario.
Sienten que su trabajo es como la noche, solitario, oscuro, poco visible. Lo notable es que en otros equipos, de horarios de mañana y tarde, las quejas son similares. Podemos decir que no es la noche el problema o no solamente la noche.
¿Qué es lo ilimitado en estos casos? Podemos interrogarnos: ¿la expectativa social- institucional de solucionar todo? ¿la demanda inagotable de las víctimas? ¿o la exigencia de los propios profesionales erigidos como salvadores, negando la muerte?.
Clima grupal
En otro grupo siento algo tenso el clima, me manejo cauto, no suelto, con pies de plomo. Me pregunto si es porque está su coordinadora presente que no suele venir a los talleres, o si es por mi presencia. Considero que conforman un buen grupo, son capaces y comprometidos con la tarea, mantienen una sólida interacción, me pregunto por qué esta tensión; por momentos el clima es hostil.
A la coordinadora se la ve muy tensa, ya al convocar a la gente aparecen burlas, ironías: ¿viene Leonel Messi a trabajar con nosotros?
Podemos pensar en fantasías de un “goleador todopoderoso” que los salve como se espera de Messi en los partidos del seleccionado. Fantasía omnipotente puesta en la coordinación, proyección de la fantasía de ellos como dioses que salvan a las consultantes de la muerte.
No obstante la tensión es muy grande. Soy interpelado con preguntas sobre el motivo de mi participación en este espacio y acerca de qué información le llegará a las autoridades institucionales, como preguntándose con quién hago alianza, si con ellos o con la institución. Habiendo aclarado, como otras veces, que en este espacio de trabajo también rige el secreto profesional, les señalo que hay bronca y angustia, lo que se hace evidente porque algunas hablan y tienen los ojos vidriosos, como a punto de llorar. Ante estas ansiedades persecutorias, claramente relacionadas con lo institucional, me pregunto qué otra lectura me puede aclarar este momento de anudamiento.
Varias veces me señalan que no es conmigo la bronca, pero al volver a aclarar que no soy el mediador entre ellos y la coordinación general, dicen que para qué vine, que se estaban entusiasmando y “el bote se cayó de nuevo”, que no hay transferencia. Les digo que esta bronca es totalmente transferencial y prácticamente vuelven a los reclamos del inicio. Llegado el horario, doy por finalizado el trabajo, retirándome con mis propios límites y la frustración concomitante, porque o soy el salvador y les soluciono todo, ilimitadamente, o no les doy nada.
El cuerpo es el límite
En el trabajo de apuntalamiento de las victimas y fortalecimiento de su yo y autoestima, los terapeutas/operadores/cuidadores, corren el riesgo de ser ellos mismos arrasados en su subjetividad por la constante exposición como testigos de los vínculos violentos y de las situaciones de violencia.
El terapeuta, en su implicación, es parte de esta escena en que está presente la violencia y a la vez procura abrir una brecha en la misma para poder ayudar a las consultantes a recuperar su capacidad de pensamiento y a modificar su posicionamiento subjetivo.
El registro contratransferencial de los profesionales es de cansancio, agobio, desilusión, falta de esperanza y horizonte, similar a lo que sienten las víctimas.
En estos casos, el límite que no ponen en el compromiso con su tarea, debido a la exigencia y presión institucional y sus propias voces superyoicas, lo pone el cuerpo dando señales que pueden resultar en enfermedades físicas y psíquicas, que pueden requerir licencias médicas prolongadas.
Esto los haría caer en lo que Ulloa llama la “encerrona trágica”, sin tercero de apelación, ante lo cual, el trabajo de prevención y elaboración del stress laboral apunta a posibilitar una salida de dicha encerrona.
Es llamativo que en todos los abordajes, los operadores de diferentes profesiones y especializaciones, hacen referencias al cuerpo: “Tenemos un constante agotamiento, tensiones, dolores de cabeza, de hombros”.
Es frecuente que en estos espacios, algunas operadoras hablen y se les quiebre la voz, como a punto de llorar.
Volviendo a pensar en la lógica del “todo se puede”, que conlleva este capitalismo actual, si el profesional tiene impregnado en su rol un aspecto de omnipotencia, que lo hace pensar que lo puede todo, el cuerpo es su límite.
La muerte es el límite
En los equipos aparece frecuentemente la dificultad con los límites debido a las múltiples tareas, ya que la tarea no tiene límites. Ejemplo: En una residencia donde las operadoras provienen de diferentes especialidades, psicólogas, trabajadoras sociales, médicas, abogadas, conjuntamente con administrativas y facilitadoras, conviven en horarios rotativos con víctimas de violencia que requieren de ese refugio para alejarse de sus victimarios.
Las profesionales hacen de niñeras de los niños, de madres de las mujeres, de psicólogas, etc. más allá de su profesión específica. Dicen: “Tenemos múltiples roles y como no tenemos recursos para la gente, y no hay una caja chica para pañales o convenio para una noche de hotel, lo resolvemos como podemos”. “Les damos de tomar agua, café y lo pagamos nosotras”.
Podemos pensar en la falta de límites de afuera y de adentro. La tarea no tiene límites, genera múltiples transferencias y múltiples roles y con respecto al adentro, afecta su vida diaria y su subjetividad. Es frecuente que sean llamadas a cualquier hora, sueñen con situaciones del trabajo, tengan grupos de mails o Whatsapp que, además de conectarlas con el equipo y generar red, les implica estar conectadas permanentemente con temas laborales. Llevan el trabajo a su casa.
Ante esta omnipotencia o lo supuestamente ilimitado, hay un primer límite o un último límite, la muerte concreta de una consultante y/o su familia, impacto de Tánatos que muestra la falta, la castración, que genera una impotencia inmensa en la profesional o el equipo que la atendió.
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