Dos tiempos, dos historias, más de cincuenta años de diferencia y el mismo tema rondando, la violencia social. Ambas suceden en Reykjavik, Islandia.
En la historia de los años cuarenta a cincuenta, aparece un clima opresivo y asfixiante de violencia doméstica, afecta a una mujer, cosificada por su victimario, afectando también a sus tres hijos, de diferentes modos.
En la historia actual, el detective que investiga esa vieja historia, que se actualiza cuando unos obreros encontraron huesos humanos al hacer una excavación, tiene una situación personal de destrucción y riesgo de muerte en su hija, de 20 años, internada, en estado de coma a raíz de una sobredosis.
De la presencia de Tanatos, muerte, destrucción, en cada uno de los casos, ¿qué será lo que puede rescatarse? ¿Qué quedará? ¿Quién sobrevivirá?, como decía Jacob Levy Moreno, creador del Psicodrama.
Preguntas que surgen casi como un desesperado y angustioso grito que quiere convocar una salida vital, una esperanza, un rescate.
¿Dónde hay un resquicio? ¿Dónde puede entrar Eros, un poco de sol, una cuña en el circuito mortífero? O tal vez en ciertas historias no haya resquicio alguno.
En el caso de la protagonista de la historia anterior, a cuya vida y sentimientos el autor nos permite ingresar como quien ve por una rendija el pasado, podemos pensar que su rescate está en haber podido amar a una pareja que tuvo y a sus hijos, haciendo lo imposible por salvarlos y generar en ellos una chispa de amor y cuidado fraterno en medio de tanta locura y padecimiento.
En la historia actual, el padre detective no puede hablar con su hija para rescatarla y traerla o, al menos intentar traerla, de ese limbo de desconexión cercano a la muerte que es el estado de coma.
Finalmente, logra poner palabra donde había vacío y así generar un vínculo.
Esa palabra puesta en juego es su deseo vital para con su hija.
Toda esta dramática, bellamente relatada, con ingredientes de novela policial, hace de este libro un texto apasionante e imprescindible.
Para terminar esta crónica podríamos agregar un fragmento del cuento “La muerte del estratega” de Alvaro Mutis: “el recuerdo de Ana la Cretense le fue llenando de sentido toda la historia de su vida sobre la tierra… y el recuerdo de cada palabra suya, se alzaron para decirle al Estratega que su vida no había sido en vano, que nada podemos pedir, a no ser la secreta armonía que nos une pasajeramente con ese gran misterio de los otros seres y nos permite andar acompañados una parte del camino”.
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