...si el grano de trigo, caído en tierra, no muere,
quedará solo, pero si muere dará mucho fruto. |
(San Juan, Evangelio 12.24) |
Hijo de un teniente de infantería y de una maestra, Pier Paolo Pasolini nació en Bolonia en 1922, el mismo año de la publicación del Ulises de Joyce, Tierra Yerma de Eliot y Trilce de Vallejo (quizás los textos poéticos más representativos del siglo XX), también el año de la muerte de Proust. Su adolescencia transcurre entre la pasión por el fútbol, los estudios, el amor por su tierra friulana y una incontenible vocación por la poesía. Muy joven, publica sus primeros poemas Poesie a Casarsa (1942) y empieza a relacionarse con los intelectuales de la Italia de los años cuarenta. Tras la guerra, y después de la trágica muerte de su hermano, Pasolini se dedica a la docencia. En el año 1948 ingresa al Partido Comunista Italiano. Un año más tarde, es expulsado por homosexual. A consecuencia de este primer escándalo público, Pasolini pierde su trabajo y, en determinados círculos “intelectuales" se le trata como a un leproso. Sin embargo, y en medio de ese caos personal, Pasolini se hace más fuerte, reacciona y se traslada a Roma, convive con los sectores marginales del subproletariado romano, y sin apartarse de su titánico trabajo artístico-creativo que incluye poesía, cine, teatro, novela y ensayo, inicia una lucha implacable contra la hipocresía de la sociedad italiana: para los católicos era marxista. Para los marxistas era católico, y para ambos era homosexual, al decir de su amigo, el gran escritor Alberto Moravia.
La actitud de Pasolini es realista, sin sermones sobre sociología y política. La mayor parte de su obra, considerada "inmoral", por sus mediocres enemigos, es sencillamente una descripción del bajo fondo lacerante, que se integra con su risa grosera, a la necesidad económica, y al hambre, porque en Pasolini, la única inmoralidad es la pobreza a la que nos condena la "moral" del sistema capitalista. Ante la retórica e hipócrita moral de la sociedad italiana de posguerra, Pasolini opone su creación, su desesperada vitalidad de poeta. La desesperación que hace del artista un condenado a muerte, que ahoga su aullido, y hace que el verdugo grite cada vez más fuerte, y con más furia. La voz de Pasolini, que es lo mismo que decir el tono de supoesía, es una voz pausada, que desgrana las palabras en un italiano nada cantarín, bastante grave. Pier Paolo Pasolini hablaba como si recitara un fallo definitivo, contundente e inamovible.
Su obra es la desgarrante conclusión de un poeta supuestamente caótico, que si bien no puede decir que hafracasado, se considera impotente para continuar la lucha, aunque como Sísifo tratará a pesar de todo de agotar el campo de lo posible. Pasolini: hombre caótico, desesperado por vivir entre los hombres, "ateo-religioso" quearrepentido de juzgar la presencia de Dios en los Cielos emprendió su búsqueda en el mundo terrenal. Y en este sentido fue uno de los pocos creadores de su época que advirtió la esterilidad de una cultura que investiga al hombre sin salvarlo, un intelectual cuya mayor obsesión fue la de desenmascarar los mecanismos de una sociedad concebida sólo al servicio de unos pocos. Por eso es necesario abusar. Saltar siempresobre la brasa como los mártires ridículos sobre la hoguera, escribió en el poema Proyectos de obras futuras, acaso para prevenir a quienes pudieran sentirse desconcertados por sus textos, golpeados por su apasionamiento maduro, o por las ráfagas de viento de su impetuosa y mejor juventud. No hay desesperación, sin un pocode esperanza, escribirá en otro texto.
Puede que el viento haya dejado de soplar - dice Pasolini más adelante- pero no ha renunciado definitivamente.
La otra lucha que emprendió Pasolini fue proyectada desde la lengua misma, en 1942 publicó sus poemas en dialecto friulano. La elección de esa "lengua marginal" que se oponía al idioma oficial, que es lo mismo que decir al poder central: el italiano de Roma. Marginalidad contra centralismo. Pasolini, a través del lenguaje quería ponerse en contacto con la identidad más antigua de su tierra. A la opresión del centralismo romano oponía las dulces palabras aprendidas de su madre en Casarsa. El mismo Pasolini definió su programa poético como una voluntad que tendía al arcaísmo heredístico: en lingüística, los vocablos heredísticos son aquellos que tienen una tradición ininterrumpida y se contraponen a los de formación docta. La distinción es utilizada para aquella parte del léxico italiano que ha sido "heredada o adaptada" del léxico latino. El friulano hablado en Casarsa es una variedad periférica, dulcemente impregnada del veneciano que se habla en la orilla derecha del Tagliamento. No se habla en la familia Pasolini, donde el italiano es obligado. Habla friulano todo el mundo de alrededor, aun auténticamente campesino. Pasolini, que lo ha escuchado desde niño, cuando empieza a escribirlo, es consciente de estar llevando a cabo una especie de místico acto de amor, conquistando aquella lengua incontaminada y absoluta que era el mito soñado en sus lecturas delos poetas herméticos. Porque lo que llaman "un dialecto" es la irrupción orgánica y visceral, no controlada ni regimentada aún por el poder, de una comunidad marginal sumergida junto con su lengua. La primera poesía escrita directamente en friulano está inspirada en la palabra rosada (escarcha), una poesía experimental y desaparecida de las recopilaciones. La palabra rosada, pronunciada en una mañana de verano de 194l no era más que una minucia expresiva de su vivacidad oral. Aquella palabra, utilizada durante siglos en el Friuli, nunca había sido escrita. Había sido siempre, y solamente, un sonido. Una de estas primeras poesías es una verdadera loa a la frescura de los canalillos y al sonido de su lengua. Se titula Acque di Casarsa donde leemos:
Fuente de agua de mi pueblo.
Ningún agua es tan fresca como en mi pueblo.
Fuente de rústico amor. |
Pasolini elabora así sus poesías italianas según el programa del arcaísmo heredístico, con epígrafes de acentuado valor testimonial. Estos versos hablan de los personajes humildes de Casarsa, colocando al poeta en un grandioso plano confesional, y al humilde mundo que le rodea en una perspectiva mítica con intensos escorzos de vivencias reales, como una nostalgia del tiempo presente. Al decir del crítico Antonio Aliberti, el dolor que va ha experimentar Pasolini ante la nueva acomodación histórica de Italia, es un dolor secreto y orgulloso pero al mismo tiempo desmesurado. En cambio el del poeta Umberto Saba es un universo cotidiano. Y el de Dino Campana corrosivo y hermético, colorido e impetuoso. El de Pasolini humilde y llano, lleno de referencias a la caótica situación social y política.
En este sentido, Pasolini prolongará la fisura que se abre con Cesare Pavese en la Italia de posguerra. La visión de una Italia dolorida, caótica, vibrante y ansiosa de futuro, a la que le duele todavía un pasado desbastador. Desde esta perspectiva, la poesía de Pasolini es consecuencia de la de Pavese. En Pasolini la rebeldía y el clamor parten de abajo, del pueblo elemental y tosco, el de los valles y el de los suburbios de una Italia intemporal. Siendo toda su obra poética y la prolongación de la misma en su cine, el teatro y la novela un intento vital y desesperado por unir las dos utopías que enmarcan el devenir histórico y a la vez el intento por detenerlo. El abismo abierto entre CUERPO E HISTORIA. Entre el exceso de los sentidos, el desborde sexual ligado al tiempo sagrado, a la fiesta primitiva y caótica (dionísiaca) que instituye el rito, la pasión, el placer estético encadenado al abrazo erótico. Y la utopía histórica y revolucionaria, que el marxismo debiera inscribir en el tiempo profano del progreso hacia el ideal revolucionario. La obra de Pasolini, una de las más importantes de la poesía italiana de la segunda mitad del siglo XX, también arrastra el conflicto de tratar de conciliar tradición y vanguardia. El equilibrio apolíneo y formal de los clásicos griegos y latinos que el mismo Pasolini traducía, y el caos dionisíaco, brutal, primitivo y paradojalmente actual. El resultado: un cine, una poesía, y una creación de la rabia. Caótica, en cuanto pertenece a un corazón antiguo, preexistente al pensamiento mismo.
De todos modos, al decir de Alberto Moravia: el descubrimiento sociológico y erótico de los barrios bajos de Roma hace transitar a Pasolini de la “poesía privada” de los versos en dialecto friulano, a la” poesía culta” de “Las Cenizas de Gramsci” y “La religión de mi tiempo”; y lo reveló a sí mismo como narrador en sus novelas “Muchachos de la calle” y “Una vida violenta”, y como director de cine en “Accatone” y “Mamma Roma”. Paso adelante extraordinario, digno de su vital y prepotente vocación.
Sade, Mishima, Gide, Genet, Pasolini, no son del mismo tiempo, no comparten los mismos gustos estéticos, ni una determinada ideología, tampoco el contexto histórico que les tocó vivir y, sin embargo, un curioso parentesco los vincula íntimamente. En esto importa menos sus gustos personales, que una inclinación semejante hacia los extremos, y la misma rebeldía ante ese principio supremo de la razón que es la ley de no contradicción. Sus creaciones, lo mismo que sus vidas, obedecen no obstante a una coacción implacable. Pero tienen el arte de hacer de la necesidad una virtud, del caos un cosmos y, para triunfar sobre la desdicha, una facultad que es su cuestión de estilo. Su modo de ser específico.
A propósito, Pasolini acordaría con la reflexión que hace Cornelius Castoriadis, en concebir al arte como una Ventana al Caos: …el ser del arte es a la vez Caos y Cosmos. Para los seres humanos este caos es ocultado, en general, por la institución social y por la vida cotidiana. Un primer abordaje de la cuestión del gran arte implicaría decir entonces que es el develamiento del caos por medio de un “dar forma”, y al mismo tiempo la creación de un cosmos a través de dar forma. Develamiento del caos porque el gran arte desgarra las evidencias cotidianas, el “tener cohesión” de estas evidencias, y el curso normal de la vida…..Y este dar forma (al caos, el agregado es mío) es la creación de un cosmos.
No podemos saber hasta dónde hubiera llegado Pasolini con su desesperada vitalidad creativa, de no haber muerto asesinado esa mañana del domingo 2 de noviembre de 1975 en la playa de Ostia. Un crimen predecible para muchos. Pasolini “el caótico”, “el inmoral “, había dado su opinión sobre el estado actual de la "buena y moral” sociedad italiana de la época. Los mafiosos enquistados en el poder habían dado ya hacía mucho tiempo su veredicto. Unos ragazzi di vita, que él mismo había retratado en sus libros y películas, cumplieron con la ejecución brutal dictada por el poder de turno. Lo cierto es que su grito hasta hoy no pudo ser silenciado. Si hoy no lo escuchamos, seguiremos estando en peligro. Porque la muerte no reside en la imposibilidad de comunicar, sino en la de no ser ya comprendido.
A modo de recordatorio
BELLA Y TRISTE *
“...estas que ahora nacen son las glicinas muertas”
Pier Paolo Pasolini
Bajo el sol itálico la irreductible glicina de Pasolin
es una plenitud dorada demasiado femenina
para ser una simple flor: un letargo de siesta encumbra
con calma su tiempo frágil exento de presentimientos,
neto fruto fugaz lanzado por la luz .
Cuervos cuerpos anodinos: picos invadiendo
curvados soles hasta agotar sus días de horizonte rojo.
Su apremiante cuerpo desnudo es el espejismo del recuerdo
que se disipa en un frágil pacto cuerpo contra cuerpo.
Bajo la cegadora luz del mediodía la glicina de Pasolini
quedó sorprendentemente blanca, parece una ciudad de hielo
en las nubes, una luminosa lámina de agua clara dividida en franjas,
tan nítidas bajo el cielo blanco que lastransformó en campo de hielo
cortado por acequias. La luz, la desolación, los pájaros,
la magia boreal del color. Todo parece boreal en su tragedia de silencio.
Y aquí entre las glicinas de Pasolini la realidadsatisface la imaginación:
resplandecen, diríase como un dolmen marino en una niebla de incendio.
Un resorte pronto a saltar en cada pliegue de su inefable anatomía
al antojo de las lluvias embalsamadas en su memoria.
Ahora las moscas se detienen frente a su espejo de sombras,
inmóvil el sol conduce al pájaro sobre ese mar de flores:
es un pequeño bote, también una soberbia roca de seda,
mientras el aire se derrite liberando su vestido transparente.
Todo es feroz e impecable, mientras siga el sol el fervor adorable
de las glicinas de Pasolini, abriéndose suaves y lentamente en una danza
de sangre y latidos, ardientes sus pezones se erigen como cuerpos
torpes y magníficos, y lanzan una sombra para desplazar
los espacios libres donde se ocultaban. -¿Cómo harán eso?-,
y dejan una estela de plata como pequeño gesto a la noche.
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HÉCTOR J. FREIRE |
* A partir del poema Las glicinas
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