“...qué somos, qué es cada
uno de nosotros sino una combinatoria de experiencias,
de informaciones de lecturas, de imaginaciones?
Cada vida es una enciclopedia, una biblioteca,
un muestrario de estilos donde todo se puede mezclar
continuamente y reordenar de todas las formas
posibles.”
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ITALO CALVINO |
Nació en un barrio de La Habana, Cuba, en l923,
su madre era botánica y su padre agrónomo,
por lo que tal vez, su hijo, Ítalo Calvino, ya
de regreso a Italia, iniciara estudios de agronomía
que abandonaría rápidamente. Durante la
segunda guerra mundial participó en la Resistencia
y, una vez acabada ésta, continuó su actividad
política en el Partido Comunista, del que más
tarde se iría alejando.
Sus primeros cuentos, en los que narraba de modo neorrealista
historias de quienes fueron "partigiani",
como él, se publicaron en l945 por Cesare Pavese
y Elio Vittorini en las revistas que ellos mismos dirigían.
Sin embargo, la marca objetivista de posguerra que aparece
en casi todos estos textos, terminó construyendo
un marco de contención a las posibilidades de
autorrealización del escritor. Hecho que significó
esencialmente la pérdida de las posibilidades
individuales, con respecto a una mayor libertad creativa.
Desde otra perspectiva, Ítalo Calvino comenzó
a ensayar su crítica al asedio objetivista de
posguerra, combinando distintos discursos narrativos:
la fantasía alegórica en El
barón rampante y
Las dos mitades del Vizconde, una suerte de ciencia-ficción
en Las cosmicómicas,
Tiempo cero y Las
ciudades invisibles, donde el "profano"
de Calvino toma una frase del discurso de la ciencia
(por ejemplo "la distancia de la luna") y
juega a insuflarle vida. Libros que son un verdadero
"Mito de los orígenes", donde a diferencia
de la ciencia-ficción tradicional, que trata
sobre el futuro, estos textos focalizan el supuesto
y remoto pasado del origen del universo.
El protagonista de Las cosmicómicas,
cuyo nombre exótico (carente de vocales) es Qfwfq,
tiene la edad del universo. No hay acontecimiento de
un millón o de un billón de años
atrás al que no haya asistido. Galaxias y dinosaurios,
sistemas solares y eras geológicas aparecen,
basta una alusión para que Qfwfq, que no es un
personaje, sino una voz, un ojo amigo de lo humano,
un punto de vista se ponga a contar. Hay también,
en estos libros, una potencia poética que carece
de solemnidad, y cuyo objetivo es transformar la afirmación
científica en hipótesis literaria. Cambio
en el registro de la narración que se vuelve
deliberadamente ingenuo con un efecto de humor suplementario.
En Las ciudades invisibles,
Calvino combina las noticias del mundo que el Gran Kan
recibe de los relatos del visionario Marco Polo. Estas
ciudades de nombres femeninos son el eco anticipado
de otro relato, donde sus ciudades son como el recuerdo
indescriptible de otras ciudades desconocidas. Sin embargo
éstas nos recuerdan los sueños de Las
Mil y una Noches, aunque poco a poco el repertorio
cambia y el lector se encuentra en medio de una megalópolis
contemporánea o utópica.
Si los personajes y los argumentos de los relatos reunidos
en Nuestros antepasados
muestran el talento de Calvino para la creación
fantástica, y si sus primeros textos constituyen
piezas maestras de la literatura neorrealista, el distanciamiento
irónico, la cultura humanística, la imaginación
poética y la exploración audaz de nuevas
técnicas capaces de subvertir la ortodoxia del
relato, culminó en Palomar,
última novela aparecida antes de su fallecimiento.
Palomar: hombre adusto, introvertido, protagonista cuyo
nombre evoca al famoso observatorio astronómico,
emprende su camino en busca de la sabiduría mediante
la prolongada observación de realidades. La exploración
de la naturaleza, los espacios siderales, en definitiva
la exploración de su propia geografía
interior. Palomar relato y meditación sobre los
temas fundamentales: la relación entre el mundo
y el yo, la muerte, el tiempo y la condición
humana. Pero el núcleo más avanzado de
la obra de Calvino, libros narrativos como Tiempo
Cero, Si una noche de invierno un viajero, El castillo
de los destinos cruzados, o la ya memorable Seis
propuestas para el próximo milenio (ensayos
que constituyen una verdadera "axiología
literaria") ha sido inspirado en lo esencial por
J.L.Borges. Así lo expresa el crítico
Roberto Paoli, en su artículo "Borges e
I. Calvino": “El modelo de la multiplicidad
laberíntica dentro de una visión de gran
lucidez intelectual ha permitido a Calvino conjugar
la lección de Borges con la de Valéry
y la del "Oulipo" (*),
y al mismo tiempo, con los métodos semiológicos.
Entre los autores italianos influenciados por Borges
(Eco, Sciascia, Tabucchi) Calvino descuella por haber
producido los resultados más logrados y originales".
Las primeras apreciaciones de Borges, pueden leerse
en el volumen Punto y aparte.
Ensayos sobre literatura y sociedad, en especial
en el ensayo titulado: "Cibernética y fantasmas”,
cuyo subtítulo, "Apuntes sobre la narrativa
como proceso combinatorio", es revelador acerca
de la postura madurada por Calvino en relación
con el símbolo del laberinto borgeano.
El cuento de Borges El jardín
de senderos que se bifurcan es repetidamente
citado por Calvino, quien habla de una "red creciente
y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y
paralelos" (¿Internet?). Este influjo de
Borges es llevado al máximo, en las dos más
atrevidas novelas de Calvino: la hipernovela Si una
noche de invierno un viajero, y El
castillo de los destinos cruzados. Este último
texto ha nacido bajo el signo de la multiplicidad borgeana,
y muestra la trama de los posibles narrativos. La idea
es utilizar las cartas del Tarot (El Visconti, para
El Castillo de los destinos
cruzados. Y el de Marsella -más popular-,
para La Taberna de los destinos
cruzados) como una máquina narrativa combinatoria.
El juego de Calvino consiste en una suerte de crucigrama
hecho no de letras sino de las figuras de una baraja,
de manera que toda secuencia puede leerse en sentido
vertical y horizontal, como escenas sucesivas y simultáneas
de un relato pictográfico. Lo interesante consiste
en otorgar a la baraja un valor "jeroglífico".
Los naipes en efecto, son signos polivalentes, y cada
historia varía según el camino que se
tome en cada bifurcación: cada carta varía
de significado según el orden que se siga. La
sintaxis modifica la semántica. Toda historia
se cruza con las demás y el juego combinatorio
da vida a infinitas y diversas narraciones. Es como
si Calvino se preguntara a través de estos textos:
¿hay método en el azar? El
Castillo de los destinos cruzados, nació
en pleno auge de la semiótica. Sus narraciones
son reflexiones sobre la relación entre lectura
y escritura, y demuestran que Calvino acompañó
con su creación el trabajo de investigación
de Barthes, Todorov y Greimas. De ahí que Calvino
insista en la multiplicidad de las direcciones del sentido,
la idea sugerida de El jardín
de senderos que se bifurcan, es decir que de
todo instante sale un haz infinito de líneas
divergentes.
En cuanto a Si una noche
de invierno un viajero es en realidad una proposición
irrepetible, un juego con el lector que es a la vez
experimento y resultado, búsqueda y hallazgo,
aventura y final de la aventura. Diez historias distintas,
cada una con su estilo propio, sus diferentes protagonistas
y su autor son desarrolladas hasta el punto culminante
de su intriga y luego se imbrican quedando en suspenso.
El enigma hacia el que apuntan no es otro que el del
perfecto lector: ¿el lector modelo de Borges,
o el lector in fábula de Eco?
Ítalo Calvino dejó sin escribir el sexto
y último texto de una serie de conferencias para
la Universidad de Harvard, Cambridge, en Massachusetts.
Las cinco anteriores, redactadas en l985, poco antes
de morir (1985), son reflexiones sobre los valores cualidades
o especificidades de la literatura que deberían
conservarse en el próximo milenio. Calvino dejó
este libro sin título en italiano. Tuvo que pensar
primero el título inglés, Six
Memos for the Next Millennium (Seis Propuestas para
el Próximo Milenio), y éste fue
el definitivo y su obra póstuma. Citada, comentada
y analizada por innumerables pensadores y escritores
de todo el mundo, especialmente en el año 2000,
con la llegada del nuevo milenio. “Casualmente”,
la última conferencia del genial proyecto iba
a tratar de la Consistencia,
como continuación de las otras cinco tituladas
y publicadas en este orden: Levedad,
Rapidez, Exactitud, Visibilidad y Multiplicidad.
Propiedades que según el autor italiano corresponden
a homónimos valores de la literatura, la ciencia
y el arte. Sabemos que uno de los textos claves en que
Calvino iba a basarse, para armar su sexta e inconclusa
propuesta (Consistencia),
era el magnífico relato de Herman Melville, Bartleby,
el escribiente. La nada del narrador apresado
en su propio relato, la
nada consistente del ausente, e inmortal, Bartleby.
Nuestra nada humana y absoluta, y literariamente recreada
y consistente. Tal vez la más nítida consistencia
de Calvino sea no haber escrito La
consistencia. Habérnosla delicadamente
impuesto a través de Bartleby que "preferiría
no hacerlo", de su lamentable muerte y de
su propia, siempre inaugural y póstuma, obra
literaria.
Entonces, ¿Por qué
leer a Ítalo Calvino? Quizás la
respuesta más pertinente a la pregunta que da
título a este artículo, se encuentre en
algunas de las definiciones que el mismo Calvino formuló
a propósito de lo que justificaría la
lectura de los clásicos, en su ya “clásico”
libro Por qué leer
los clásicos:
Los clásicos son
esos libros de los cuales se suele oír decir:
"Estoy releyendo. Y nunca estoy leyendo".
Un clásico es un
libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.
Es clásico lo que
persiste como ruido de fondo incluso allí donde
la actualidad más incompatible se impone.
Los clásicos son
los libros en los que nos buscamos y siempre nos reconocemos.
Un clásico es una
obra que suscita un incesante polvillo de discursos
críticos, pero que la obra se sacude continuamente
de encima.
"...Y si alguien objeta que no vale la pena tanto
esfuerzo, conviene citar a Cioran:
Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates aprendía
un aria para flauta.
- "¿Para qué
te va a servir?", le preguntaron
- "Para saberla antes de morir".
(*) Acrónimo de
OUVROIR de LITTÉRATURE
POTENTIELLE, que se traduce
como “Taller de Literatura Potencial”. Grupo
constituido principalmente por escritores y matemáticos,
que busca crear obras usando técnicas de escritura
limitada. Fue fundado en París en Noviembre de
1960 por Raymond Queneau y Francois Lelionnais. El
OULIPO a través de la unión de
las matemáticas y la literatura, rescata conceptos
como: restricción (es decir, imponer una limitación
formal que obliga a desarrollar salidas creativas alternativas),
semántica, fonética, combinatoria, algoritmo,
fractal… Se importarán de las matemáticas
para aplicarse sobre el material propio de la literatura:
las palabras. Y en este proceso irán encontrando
las posibilidades de la lengua y las potencialidades
de la literatura. El OULIPO no
establece una normativa artística, sólo
ofrece un procedimiento de creación. Entre
muchos, miembros del OULIPO fueron: Marcel Duchamp,
Georges Perec, Jacques Roubaud, Raymond Queneau e
Ítalo Calvino.
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