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Dos parábolas sobre el poder
Carlos Guzzetti
 
 
 
¿Dónde está Santiago Maldonado?
¿Dónde está Santiago Maldonado?
Imagen obtenida de: http://www.santiagomaldonado.com
�Hab�a una vez��
Por Mar�a Cristina Oleaga
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La narrativa y el sujeto

Los alfabéticos, predigitales, hemos ingresado en la cultura digital postalfabética con un bagaje previo; o sea, con nuestro amor por los libros, las historias de todo tipo, la narrativa. Las fábulas, por ejemplo,  con sus moralejas. Más allá de que infiltraban ideología religiosa en relación con una justicia distributiva que no existe, daban lugar al debate sobre los valores.  Otras historias nos llevaban a territorios fantásticos poblados por seres imaginarios que se convertían en nuestros héroes o enemigos.  Algunas relataban las vidas de niños y niñas como nosotros, los que llorábamos sus desventuras y nos reconfortábamos con los finales felices. Rara vez ese mundo traía ilustraciones, salvo las de las historietas. Las imágenes nos surgían y se perfeccionaban a medida que leíamos, eran nuestras propias producciones.  En fin, un mundo complejo nos acompañó durante la infancia, nos permitió abrir nuevas puertas en la adolescencia y nos mantiene hasta hoy enamorados de la palabra y de las historias.

Hoy la literatura infantil ha tomado un vuelo impresionante. Internarse en ese sector de una librería es muy grato. Las ediciones son preciosas, las ilustraciones cuidadas y muy creativas, los relatos se multiplican. Están los clásicos, desde luego, pero, además, hay toda una cantidad de series y clases de temas que se han incorporado a la oferta. Hay libros según las edades, que tocan temáticas y preocupaciones de cada momento; que acompañan dificultades de las etapas del desarrollo y de las situaciones vitales más diversas; desde el paso de la mamadera al vaso, el control de esfínteres etc., hasta las mudanzas, la entrada al jardín o las situaciones familiares -como duelos o separaciones, por ejemplo- más diversas. Asimismo, están los libros que apelan exclusivamente al placer del relato y a la fantasía. Indudablemente, los progresos de la técnica y de la impresión  han dado un empuje notable al libro infantil. El objeto mismo, en muchos casos, es una obra de arte. Señalo estas cuestiones, incluso estéticas, porque ellas acompañan la evolución del interés de los niños por las imágenes en esta época y brindan un marco inmejorable para que se internen en la lectura.

Cuando se pone tempranamente a los niños en contacto con la narrativa escrita se produce el mismo milagro que conocimos: no se quieren ir de la librería, piden más, revuelven estantes y se entusiasman. Seguramente, los niños que son llevados de paseo a una librería, así como los que tienen la suerte de contactarse con libros en sus casas o escuelas, reciben el don ya para siempre, como nos sucedió a todos los que fuimos niños antes de que otros productos de la tecnología taparan con su oferta -a menudo excluyente- casi todo el horizonte de la diversión infantil. Esa oferta va desde la abundancia de pantallas de todo tipo -con la velocidad, la hipnosis y su riesgo- hasta los juegos virtuales, que también infiltran ideología -de competitividad- y llegan a proponer el desafío de matar transeúntes, niños y más.  Las ofertas dependen de los otros significativos y de la escuela. Si tomamos conciencia de lo que la narrativa representa para el niño, podremos implementarla, incluso a contramano de la tendencia predominante a desvirtuar su valor.

Aún más que la belleza del libro como objeto, me interesa señalar el lugar definitorio que ocupa la narrativa en la construcción de la subjetividad y en el desarrollo del niño. Ya en otro lugar, cuya lectura complementaria a la de este artículo recomiendo, me he referido a este tema [1]. Quisiera hoy citar algo de aquellos desarrollos para poner el énfasis en las formas que el poder mediático utiliza para imponer nuevas narrativas que, muy probablemente, diseñan nuevas subjetividades:

“Para el Psicoanálisis la subjetividad es un producto, una creación, una novedad que surge en el intercambio amoroso/palabrero entre el bebé y el Otro que lo recibe. La narratividad, la textualidad, es el terreno privilegiado de este encuentro. Podemos referirla tanto al lugar que el infans tiene en el deseo de su madre -heredero de la ecuación “niño-falo” [2]-, como al sitio, que ella vehiculiza, otorgado por el Otro social. Es en una historia, es en los dichos y en los no dichos, en las tradiciones orales de un grupo familiar, es en la narrativa que atañe a la pareja que lo gestó, es en toda esa textualidad saturada afectivamente que se llega a inscribir el sujeto a venir. El deseo es el protagonista y el ‘desarreglo’ de los humanos su producto.

También podríamos destacar que esa lluvia de significantes, signos, símbolos y gestos de amor, se produce de un modo que podríamos calificar como ‘multimediático’ [3]; es decir que comprende todos los sentidos, que pone en juego el cuerpo y el afecto, que involucra la motricidad, y que -más allá de que desde el lado del infans no haya todavía ni sí mismo ni otro- el sujeto surge en el seno de una relación. Pero los canales que permiten el vínculo están, para el Psicoanálisis, al servicio de la narratividad que se teje entre las generaciones; lo que se inscribe, lo que instala la represión, y lo que permite recubrir de sentido al ser.

Esa narrativa, por otro lado, es un texto necesariamente agujereado. En la medida en que hay lenguaje e inscripción, hay representación y hay lo no representable. Hay identificación y su contrapartida, lo que no se deja domesticar, hay el mundo pulsional. El sujeto, así creado, está desfuncionalizado, separado del ámbito natural. Esa textualidad que lo aloja, así agujereada, es posibilitadora porque deja el margen para la ambigüedad, aloja los tropos del lenguaje, la interrogación, la angustia y el síntoma, que vienen a ser respuestas propiamente humanas. Es en esos intersticios, también, donde nacen otras creaciones humanas como son las del arte y la ciencia.”

Estamos, de este modo, resaltando el lugar fundante de la narrativa en la constitución de la subjetividad humana, incluso como función preexistente al nacimiento del niño, ya desde el deseo que lo recibe. Tenemos que destacar el clima en el que se produce esta toma del sujeto por la narratividad. Se trata de tiempos que no admiten la prisa como único marco. La incorporación, las  inscripciones, las retranscripciones necesarias, las resignificaciones, todo supone tiempos en los que la prisa puede ser el instante en que algo se abrocha y florece en una nueva producción, pero no puede ser el tiempo que domine esta construcción, ni para el Otro ni para el sujeto. Sin embargo, es lo que hoy se privilegia, es lo que baña esta relación fundante. El Otro de la cultura imprime este vértigo en todas las relaciones y situaciones humanas. Al compás de la aceleración de las producciones técnicas, se pretende acelerar las humanas. Se lo logra al precio de afectar seriamente a los sujetos que habitan esa prisa permanente. Retomamos aquí fragmentos del artículo mencionado:

“El ‘siempre más’, el ‘ganar mucho y rápido’, los fundamentos del discurso capitalista, son motores de implementación de la tecnología en función de una necesidad mercantil de producir sujetos cada vez menos críticos y más dóciles al consumo. Consideremos, además, que el capitalismo actual se encuentra despojado de los relatos de la modernidad, lo cual deja al sujeto desprotegido frente al sinsentido y ofrecido a las demandas del mercado, las que vendrían -con el slogan de turno- a ocupar aquel lugar. En lugar del “Hacer la América”, por ejemplo, el “Just Do It”; en lugar de la promesa del “Hombre Nuevo” la certeza de que “Coca Cola es vivir de verdad”.”


La velocidad como narrativa única

En esta línea, quiero referirme a un aviso televisivo, insidioso y fulminante, que es un ejemplo claro de lo que vengo diciendo. Se trata también de una narrativa -ya que a menudo vemos propagandas que se apoyan únicamente en las imágenes- que viene a destituir otras narrativas, aquellas que se fundan en tradiciones que llaman a los afectos. Es una serie que vende los servicios de Fibertel. Para ello  apela a -por lo menos- tres situaciones que podrían ser disfrutables por la pareja y/o la familia pero que se deslucen por contraponerlas a la situación supuestamente más valorada por todos: tener más velocidad en los dispositivos. El aviso culmina siempre con el slogan: “Nada le gana a tener más Internet”.

Una de las situaciones menospreciadas en estos avisos es la de un hombre que ha ganado un viaje y llega entusiasmado a su casa para compartir la noticia con la mujer. Una voz en off le dice: “¡Vaya vaya! por primera vez en la vida ganaste algo ¿y fue justo hoy? Mírala, se enteró de que Fibertel cumple 20 años y por eso le da el doble de velocidad gratis ¡y para siempre! ¿Qué tenías que contar campeón?” Se ve a la mujer quien, abrazada a su netbook, se arroja sobre un sillón revoleando piernas, desorbitada de alegría y, luego, al marido -quien había llegado con la sorpresa de un viaje juntos-  detenido, con cara de decepción.

Otro aviso de la serie presenta a un joven que llega a la casa de su novia con el estuche y el anillo. La voz le dice: “¡Ay Romeo! ¡Qué mal timing para el anillo! ¿Cómo le compites a doble velocidad, doble todo?” Aparece la cara emocionada, lacrimosa, de la chica que mira su pantalla. Y la voz, para desilusión del novio, continúa: “¿Qué? ¿La vas a hacer llorar del otro ojo?”

Un tercero raya con la crueldad. Hay un niño que irrumpe contento en el living de la casa, lleva algo en la manita. La voz, cínica, dice: “¡Ay! ¿Se te cayó un dientito? ¡Qué alegría para tus papis!” Se ve a los padres, quienes saltan como desaforados en el living de la casa con la netbook a upa, y al niño que mira la escena desilusionado. La voz lo interpela nuevamente: “¡Opa! ¿Se te adelantó Fibertel? Piensa que tienes el doble de velocidad en una mano y el dientito en la otra. ¿Cuál te pone más contento? ¡Vaya con el ratoncito! “. El niño se retira de la escena cabizbajo y los padres, quienes nunca lo miran siquiera, siguen moviéndose, desorbitados por la velocidad  que les ofrece Fibertel.

El tono de los comentarios es siempre irónico, invalidante y denigratorio para el que trae su “sorpresa”; se apunta a desvirtuar narrativas tradicionales –el viaje, el casamiento, el Ratón Pérez y el dientito- al compararlas con una narrativa dominante: la maravilla de la velocidad. En este sentido, el aviso es paradigmático en cuanto al ensalzar la virtud privilegiada de la época. Como decíamos, hay razones profundas que sostienen este relato demoledor. El sujeto a producir es un consumidor voraz, acrítico, desafectivizado en relación con los vínculos y sensibilizado a favor de su contacto vertiginoso con las pantallas, las que funcionan como plataforma de promoción de objetos y tendencias que se pueden adquirir. La narrativa que apela a los lazos y vínculos tiene mala prensa en el mundo de la eficiencia, el brillo de los objetos electrónicos y la urgencia. Así, la rapidez de la conexión aparece como llave para todo. Implica elevar el valor de la soledad autoerótica frente a la pantalla -dócil gracias a la velocidad- y denigrar el vínculo real con el otro: esposa, novia, hijo.


El BLW: apresurando al bebé

El Baby Led Weaning, BLW, (Destete liderado por el bebé o  -mejor dicho- iniciación de la alimentación complementaria liderada por el bebé) es un método desarrollado por Gill Rapley, visitadora social, y Tracey Murket en el Reino Unido. Su libro base data de 2008 y ha tomado vuelo como una moda ya que -supuestamente- conecta mejor y más rápido a los niños con los alimentos. Consiste en saltear la primera etapa de ingesta de semisólidos que la mamá da con cuchara, para pasar directamente, a partir de los seis meses a comer alimentos semiblandos en trozos, no menores que su puño, que el niño toma por sí mismo: “alimentación libre de papillas”.  Apunta a que no sea el adulto asistente quien lo alimente sino que el niño elija y decida qué, cuánto y cómo comer. El adulto estará allí por si ocurriese algún percance, atragantamiento, ahogo, etc. Según sus promotores, esta eventualidad es improbable pues el bebé –dicen- en esos casos hace arcadas, tose, vomita o escupe. La aspiración –dicen- sólo la provocarían los frutos secos, alimentos que están excluidos. Los pediatras que critican el procedimiento no opinan igual.

Rapley se ha hecho muy famosa con su método, el cual es replicado por algunos pediatras -quienes han hecho su negocio a través de la difusión en la web- y criticado por otros muchos según diferentes criterios. En la época de la obsolescencia programada y lo descartable, siempre son bienvenidas las novedades que difunde la web, sobre todo cuando implican facilidades para una crianza menos trabajosa. Básicamente, este método no tiene ni casuística suficiente como para evaluar sus efectos a largo plazo, ni bases científicas que lo amparen. Dada su difusión, podemos utilizarlo para reflexionar sobre el tema de la aceleración que venimos planteando. La incorporación, concepto más abarcativo que la ingesta, se apoya en la función alimenticia y, como todas las funciones que se asientan en lo corporal, trasciende ese límite para formar, por ejemplo, de base al mecanismo constitutivo de la identificación psíquica,  al Yo mismo como residuo amoroso de la misma y a ésta como modelo en la constitución subjetiva, dando lugar a la pulsión oral.  Rapley carece de todo conocimiento acerca del surgimiento del sujeto y se limita a considerar al bebé como un animalito que debe incorporar alimentos y que -como si lo guiase el instinto- sabe cómo hacerlo [4].

No entra en su consideración que la impronta de la incorporación oral es el molde sobre el que se aceptará o rechazará en el nivel psíquico, por ejemplo, antecedente necesario del “sí” y el “no”. En este sentido, hacer agradable su primer contacto con semisólidos -y luego con sólidos- incluye la evitación -en lo posible- de situaciones agresivas como las arcadas, los vómitos y, desde luego, el riesgo mortal de la aspiración. Raley no sabe que el bebé es un mamífero desarreglado que necesita que sea el adulto quien le dé, amorosamente, el alimento, así como que le impida, en lo posible, las situaciones displacenteras mientras come. Los médicos de la Organización Mundial de la Salud lo tienen muy claro y así lo difunden, a pesar de no ser psicoanalistas, cuando hablan del dar de comer como algo activo y responsable de parte del adulto [5]. Asimismo, lo difunde la Sociedad Argentina de Pediatría y detalla la evolución de las destrezas del niño a partir de la deglución y la succión cuando explica cómo acompañar esta maduración con los alimentos adecuados para cada etapa hasta la inclusión de los que requieren de la masticación [6]. Ambas instituciones reivindican la lentitud en este proceso, la paciencia y la tranquilidad para acoplar las ofertas maternas con las posibilidades madurativas del niño. En este tiempo sin prisa la madre podrá detectar la demanda del niño, alentarlo y descubrir los signos de su saciedad. No quiero detenerme en aspectos médicos que están implicados. Sólo mencionaré que, al no incluir papillas, este método deja irresponsablemente de lado la ingesta del hierro, necesario para el desarrollo del cerebro, el que va en carnes de todo tipo que se trituran para su imprescindible incorporación temprana.

Una narrativa, una tradición en relación con la introducción de la cuchara, es reemplazada por otra, la del niño ya ahí, como sabiendo sin el Otro lo que mejor le conviene. Los tiempos se aceleran. En el molde que resulta ser la incorporación oral lo que se escupe es el modelo de lo que se rechaza y no se reintegra, pero el bebé sometido a BLW escupe la comida, porque no sabe aún tragar y porque puede aún tener el reflejo de extrusión, así como el trozo que lo atora; la aplasta con sus manos, la reincorpora, juega con ella, la tira y la recoge indiscriminadamente. La ignorancia acerca del profundo significado de estos movimientos que el adulto ayuda a volver rítmicos y ordenados en relación con el placer y el displacer -para que lo que se ingiera sea desprendido de lo que se expulsa y lo que es para comer se diferencie inicialmente de lo que es para jugar- hace que se reivindique tanto al supuesto mamífero primitivo en el bebé como al sujeto ya allí en él, el que sabe y puede elegir lo que le hace mejor [7]. La clasificación primera, la que divide al mundo para el infans, pierde allí su chance inicial en la que el Otro esencialmente juega la partida, provee condiciones para asegurar el contacto entre incorporación y placer, así como entre expulsión y displacer. La constitución es intersubjetiva y, como vimos, la prisa no es lo que le conviene.

Vemos niños expuestos al BLW que, simultáneamente, son colocados frente a pantallas que los hipnotizan, mientras los adultos pueden ocuparse de las suyas. Es un escena común hoy, que replica la puesta en primer plano de la prisa y del privilegio de lo autoerótico por sobre el lazo con el otro. Las pantallas/niñeras son auxiliares que ocupan el lugar que antes tenía la narrativa, el cuento que podía acompañar una comida o los juegos más antiguos de la cuchara como avioncito, etc. Nos hemos ocupado de aclarar, en otras oportunidades, que desaconsejamos absolutamente la exposición de los niños a las pantallas antes de los tres años como mínimo. Señalamos, en El Psicoanalítico 16: “¡¡¡Sé ilimitado!!!”, que la vertiginosidad en la que se suceden las imágenes no permite la necesaria elaboración psíquica y que la única descarga posible de esos estímulos es la motriz, lo cual se expresa en la explosión de casos de hiperactividad infantil [8]. Demás está decir que la coincidencia del BLW con la exposición a las pantallas es la peor combinación que ofrece la época para el surgimiento de la subjetividad.


Los medios sueñan consumidores acríticos

Los avisos publicitarios, su empuje a la compra, como los que analizábamos antes, sólo son uno de los modos en que el Otro epocal forma  las subjetividades contemporáneas. Nos detendremos ahora en los así llamados formadores de opinión. El Psicoanalítico se ha ocupado en detalle del tema medios [9]. Me interesa focalizar en el efecto que éstos tienen hoy tanto en relación a un caso crucial como es la desaparición forzada de Santiago Maldonado como al intento de reformar la educación. En ambos casos, hasta ahora y afortunadamente, han fracasado en su intento de hacernos tragar basura sin masticar.

El tratamiento mediático de cualquier hecho que acapare la atención general es, dentro de la operatoria general del mercado, la inundación constante de las pantallas con todo tipo de informaciones, videos, entrevistas y reportajes por móviles callejeros, hasta que, en parte, la saturación hace decrecer el rating que el tema levantaba. Este medidor del interés público es el que regula la presencia del tema o decreta su entierro. Lo vemos, sobre todo, con las noticias policiales, con los femicidios, secuestros y demás delitos así como con ataques terroristas, desastres naturales, etc. Mientras el interés del público sigue en pie, las notas se multiplican con la reiteración abusiva de imágenes y dichos, incluso cuando no se puede incorporar al caso ninguna novedad.  Sin embargo, hay otras noticias que merecen un total ocultamiento, el ninguneo. Se trata a menudo de avances importantes para el crecimiento de movimientos autónomos, de movidas que no se dejan domesticar por el partidismo ni significar en falsas oposiciones como la de la falsa “grieta”; son malos ejemplos para los consumidores, represiones que deben ser silenciadas, acontecimientos considerados dañinos para las buenas conciencias.

La desaparición forzada de un ciudadano en democracia ha contado, en este caso, con el acompañamiento interesado de un sector enorme de la sociedad. El tema, por lo tanto, se sostiene en casi todos los medios de difusión. No ha sucedido lo mismo con otras desapariciones en democracia o con víctimas para quienes no hubo justicia, más allá de que el Estado haya sido, con sus agentes de (in)seguridad el responsable del hecho o del gatillo fácil que mató a miles o del ocultamiento o la desidia que impidió la detección y el castigo de los culpables. Que se sostenga el tema, que los medios lo sigan de cerca, es entonces importante para aguijonear al poder y depende de que el público, nosotros todos los afectados, lo sigamos de cerca, el aliento en la nuca, pues no menos merece este crimen.

Respecto de Santiago Maldonado hemos visto, sin embargo, que la mayoría de los medios tradicionales, en su seguidismo acrítico del poder, han colaborado con el Estado en el encubrimiento del caso a pesar de difundirlo. Han sido serviles en la construcción de una narrativa que apuntó a convertir en victimarios a las víctimas.  Así, han sido voceros de todas las mentiras; han alimentado pistas falsas; colaborado en difundir el descrédito de la víctima y de su familia; abonado a la construcción de un enemigo terrorista (La RAM, Resistencia Ancestral Mapuche) con el cual identificar a Santiago, para quebrar así la empatía con él. En fin, es interminable la lista de canalladas que han desparramado en consonancia con las declaraciones de un gobierno que, incluso acorralado por la evidencia, se ha mostrado incapaz de tener otro rol que el de represor. Sabemos, además, que en el caso de la desaparición forzada se invierte la carga de la prueba y que es el Estado el que debe demostrar su inocencia. En esta situación aberrante fue la familia y los compañeros y amigos de Santiago, con el aval de la prensa alternativa y de los organismos de DDHH, los que tuvieron que despejar las dudas que sobre ellos arrojó la operación represora/mediática/encubridora

La incorporación vertiginosa y acrítica de las mentiras que difunden los medios tiene efectos adormecedores sobre muchas conciencias. La angustia se alivia y se retoma el equilibrio perdido por el impacto de la noticia. “Los extranjeros terroristas mapuches chilenos deben ser frenados por cualquier medio pues la patria está en juego”. En este caso, ha sido difícil lograr la instalación de esta narrativa. Enumeremos algunos puntos llamativos que la prensa alternativa ha sacado a la luz: construcción de un enemigo terrorista, la RAM; militarización de la Patagonia con participación ¿casual? de tropas extranjeras que vinieron a realizar operaciones de rutina; negativa a tratar la ley 26.160 que habilitaría la postergación de los desalojos de los pueblos originarios de sus tierras; connivencia manifiesta -y refrendada por decretos que los favorecen- con los capitalistas extranjeros como Benetton y Lewis quienes ocupan ilegalmente enormes extensiones de terreno, con lagos y parques incluidos;  asociación con los mismos en negocios varios; episodios represivos anteriores al que ocasionara la desaparición de Santiago Maldonado y que fuera ordenado por el mismo juez que ahora lo ¿investiga?; rechazos manifiestos hacia la familia, sus peritos y abogados; relación cercana de la fiscal y el juez. Estos datos y muchos otros en la misma dirección, recogidos ordenadamente por la prensa alternativa, son imposibles de rastrear así en los medios tradicionales pues dan cuenta de una operación capitalista típica de despojo en pos de la acumulación a cualquier precio.

Por otro lado, el tema de la desaparición forzada tiene un eco entre nosotros -que remonta a la dictadura y sus crímenes- que no podrá borrarse nunca más. Así, a pesar de las operaciones de los servicios para hacer fracasar las manifestaciones de la gente en la calle, multitudes levantaron su voz para pedir “¡Aparición con vida y castigo a los culpables!” en todo el país e incluso en muchísimas ciudades del mundo. El modelado mediático de las subjetividades, el pretender desestimar la protesta al considerarla parte de un tironeo electoral, no ha logrado que ésta pierda todo su peso. La prensa alternativa tiene mucho más por dar en esta dirección y no es casual que, tras la multitudinaria marcha del 1 de septiembre, hayan sido arrestados tantos fotógrafos y periodistas de esos medios [10]. Nuevamente, diremos que apostamos a la efectividad de relatos que ordenen la proliferación de los datos y promuevan la búsqueda de verdades.

Otra situación actual es tratada de modo muy diferente por los medios de desinformación masivos. Se trata de la toma de 28 colegios secundarios -hasta hoy 15/09/17- en CABA por sus estudiantes. Esta noticia apenas aparece en algunos medios y de forma muy acotada. No es la saturación, en este caso, sino  el ninguneo el modo en que se intenta tramitarla. Asimismo, en este caso y a diferencia de lo que se promueve acerca de los bebés sabihondos, los adolescentes que protestan son denigrados por los medios al nivel de seres sin posibilidad alguna de saber qué quieren o cómo lo quieren. El conflicto se origina en la decisión inconsulta de una reforma educativa que padece de serios inconvenientes para los estudiantes pues va en el sentido de producir trabajadores mecanizados, con baja aptitud para el pensamiento crítico. Afortunadamente, los adolescentes han reaccionado inmediatamente y se resisten a su aplicación inconsulta, con el apoyo de muchos padres y profesores. No todo está perdido. Es cierto que, al hablar de los recursos subjetivos de los adolescentes habría que resaltar las profundas diferencias de clase que los marcan,  la exclusión deshumanizante a la que es sometida una porción enorme de esta población. Son los zombies desechados por la sociedad capitalista mercantil, los que están por fuera de la narrativa en la que habitan los que toman los colegios y quieren participar en las decisiones que les atañen. Son los que sí pueden ser albergados, en esta sociedad, por la narrativa narco, por ejemplo, ya que ésta sí les promete algún futuro, algún lugar en el mundo. Cuando el ¿periodista? Jorge Lanata dice que los adolescentes “ni a gatas hablan y escriben en español” opera una maniobra nefasta. Toma lo que es válido, desgraciadamente,  para esos chicos excluidos y lo generaliza, para poder denigrar a los demás. Avanza aún más cuando declara que “ningún militante de centro estudiantil está dispuesto a laburar” [11].  Es un discurso que bien podría haber sido desplegado por los desaparecedores de La Noche de los Lápices. A pesar de toda esta narrativa destructiva, los chicos que han recogido el guante de aquellos que pelearon por el boleto estudiantil y por más, siguen hoy la huella de otros relatos, solidarios y productivos.

 Veamos sólo algunas de las características de la reforma y su relación con el modelado de subjetividades así aplanadas:   no ofrece fundamento pedagógico ni bibliográfico consistente ni se presenta bajo la firma de pedagogos acreditados; entre primero y cuarto año reduce en un 70% el tiempo presencial con el profesor; en su lugar, habrá  contacto virtual mediado por facilitadores que cuyos títulos no serían otorgados por la universidad; en quinto año la mitad del tiempo será empleada en actividades de tutoría y de pasantías en empresas fuera de los establecimientos educativos como mano de obra gratuita o muy barata; las materias que se perderán en esa innovación corresponderán a ciencias tanto como a humanidades, que se considera no preparan a los chicos para el trabajo; no han anunciado cuál será el material didáctico ni los contenidos a impartir; las propuestas de trabajo privilegian los videojuegos en los cuales cada nivel superado supone aprendizaje; esto tiene como consecuencia la aniquilación de pensamiento crítico y la deformación de las subjetividades más inquietas.


El ¿poder? de la transferencia y la subjetividad adicta

La prisa arrolladora de las imágenes en las pantallas, la velocidad que lleva a saltear etapas sin respetar la maduración del bebé, la saturación mediante el bombardeo de noticias falsas o de comentarios maliciosos al servicio de un poder de turno, el diseño de planes ¿educativos? para formatear subjetividades -a tono con las necesidades del mercado y el consumo- son pilares en la construcción de sujetos que, hemos visto, no siempre terminan ajustándose a esos intentos. Los daños, sin embargo, son importantes. La modalidad adictiva tiñe toda clase de consumos, los que se vuelven siempre insatisfactorios y, por ello,  llaman a un más constante.  Ese más engarza bien con el Superyó como mandato de goce y deja al sujeto siempre en falta frente a la propuesta de tener para ser.

Así como se pueden consumir objetos múltiples -la oferta es inabarcable- también se adoptan modalidades adictivas respecto de actividades, intereses, grupos de riesgo e incluso vínculos personales. Todo esto sin olvidar que el consumo de sustancias y de alcohol también es un gran negocio -el narco negocio-, con participación interesada del poder y de fuerzas de in-seguridad, que progresa en estas condiciones de época. Para este nicho mercantil, los excluidos de todo tener son imprescindibles, así como lo son los que habitan otro polo social, los desalojados de narrativas tradicionales, los que habitan la cultura de lo cool y del autoerotismo electrónico. 

¿Por qué, dado este marco, sería muy diferente el acercamiento a los psicoanalistas, los que también hacemos una oferta: un modo de aliviar al sujeto de su sufrimiento? En consulta recibimos a menudo voraces consumidores, desafectados en general de la narrativa, más proclives al despliegue en la acción, impacientes por  incorporar y expulsar a toda prisa, ávidos de un alivio que no les llega con rapidez. No se trata, desde luego, de una crítica sino de caracterizar ciertos rasgos emblemáticos -como si eso fuese posible- que desafían lo que la expectativa y la tradición analítica indican como preferible: una asimetría inicial que se arma –como mínimo- a partir de la consideración del que sufre acerca de la ayuda que el otro puede darle. Pero no se presenta así con frecuencia.  Muchos han hecho un shopping frenético, pasando del gurú al analista o a varios analistas. Han evaluado orientaciones a través de Google, deslumbrándose con ofertas que reivindican la eficiencia y la rapidez, como las de las neurociencias y sus hijas dilectas, las Terapias Cognitivo Conductales; han dado sus datos para la confección de una carta natal y han apostado al Tarot, la medicación que toma la vecina o las flores de Bach, así como a la meditación y el yoga, la Bioenergética o el Mindfulness; todo se sucede, incluso con sus serios riesgos, mientras el sujeto idealiza y desestima, rápidamente, lo que obtiene.

El acercamiento del sujeto al analista, entonces, será igual: puede comernos en trozos, atragantarse y escupirnos con rapidez. El punto crucial está, de entrada, de nuestro lado. Si logramos o no con nuestra intervención instalar el poder de la transferencia. Raro poder que está ahí para no ser usado más que en acompañar al sujeto mientras éste despeja las falsas ilusiones en las que está entrampado, en sostener con él una búsqueda, en prestarle el marco para que encuentre alguna narrativa que lo ampare,  en el avance de la cura.


 
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Notas
 
[1] Oleaga, María Cristina, El Psicoanalítico 6: “Sujetos a la red ¿Realidad virtual?”, “Cuentos que cuentan”
[2] Aunque sea evidente, aclaro que “falo”, tal como lo tomo de Freud, es un valor que simboliza la falta y que no es sinónimo de “pene”, así como “castración” tampoco remite a ninguna operación sobre ese miembro sino a lo que afecta a los humanos a partir de su desprendimiento del mundo de la naturaleza.
[3] En la Introducción al Proyecto de Psicología, (Tomo I pág 335, Amorrortu, 1987), James Strachey comenta que la descripción de lo psíquico en términos fisiológicos guarda semejanza con enfoques modernos como el que considera que el funcionamiento del sistema nervioso humano puede considerarse similar o incluso idéntico al de una computadora. Así, da ejemplos referidos a la memoria, el sistema de barreras contacto, la realimentación para corregir errores, etc. El error, señala, es ubicarlo por ello en el conductismo. Freud desechó todo el marco de referencia neurológico.
[4] Como ejemplo, vayan estas declaraciones de una madre española, adepta al BLW, en redes sociales:
“Hola, se joden, el niño seguirá en el sucio suelo hasta que aprenda a caminar. Después correrá descalzo siempre que pueda. No le daremos comida triturada por hábito suponiendo así que a la vez que las peras y las lentejas nacieron las batidoras y las papillas Nutribén. Estará sucio diariamente los próximos cinco años. No dará besos por obligación, no aprenderá a leer por obligación, no se sentará en ningún lugar por obligación, no se pondrá "esa ropita" por obligación, jugará. Por encima de todo, jugará.
Se respetarán sus ritmos; el sueño, el hambre, las ganas de gritar, la necesidad vital de dormir junto a su mamá. Vivirá en un entorno adultocéntrico que al menos en casa se intentará adaptar a su altura. Elegirá. Desde el principio, elegirá. Y cuando llegue el momento de suponer que todo lo suyo es suyo, nadie le exigirá compartir, jamás. Será acompañado en todo, comprendido en todo. Nunca forzado. Nunca violentado en ese afán adulto de hacerle encajar en un mundo adulto...”
[5] World Health Organization, Complementary feeding.
[6] Sociedad Argentina de Pediatría, Guía de Alimentación para Niños Sanos de 0 a 2 años.
[7] Oleaga, María Cristina, El Psicoanalítico Número 20: “¿Moral sexual psicoanalítica?”, ¿Peluches o Niñ@s? Una disyunción engañosa; Franco, Yago, Oleaga, María Cristina, El Psicoanalítico, Sección Último Momento: “Apego, Colecho e Incesto: hacia la mamiferidad”.
[8] “¿Qué podemos suponer, entonces, que sucede con los niños expuestos tempranamente a la estimulación de las pantallas y a las imágenes sucesivas y vertiginosas que allí se generan? Reduplicamos la experiencia mortificante sin dar posibilidad al sujeto incipiente de responder con la tramitación del aparato psíquico, la de las representaciones. La velocidad tiene una gran incidencia en este tema ya que no permite una distancia con el estímulo, el cual es incorporado por el niño de un modo masivo, sin que lo pueda analizar, en el sentido de descomponer para considerar.  El efecto hipnótico del medio visual mismo -tema que hemos tratado previamente-  completa la escena y deja al sujeto infantil sin recursos.”
(…)
“Así, un cada vez más llamativo número de niños tiene como recurso privilegiado, como única respuesta posible, la tramitación por la motricidad, el cuerpo agitado como vía. Son  niños afectados por una impulsividad difícil de contener, que raya en la violencia; niños que se aburren con facilidad y –por lo tanto- necesitan un zapping permanente de estímulos; que encuentran más difícil que lo esperable para la edad el sostener su atención; que fallan en la intersubjetividad con pares y recurren por ello a la agresión física del otro; que en la escuela son aislados y etiquetados; que terminan medicados por una Ciencia que, en su casamiento con los dictados del Mercado, tuvo mucho que ver en los efectos que acusan.”
[9] El Psicoanalítio Número 4: “En los medios están los fines”.
[10] Zibechi, Raúl, “La única alternativa al extractivismo es crear algo nuevo”.
[11] Lanata, Jorge, Las tomas de colegios, un símbolo del "Reino del revés".
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