El trabajo con Grupos y con pacientes esquizofrénicos
llevó a Bion a elaborar un ‘modelo de
la mente’ que implica el estudio pormenorizado
de los orígenes del pensamiento y una postura
original sobre el desarrollo primitivo o temprano,
basado en el encuentro bebé / madre, del que
nos ocuparemos aquí. Describe los fracasos
originarios en la construcción de las categorías
mentales básicas que se relacionan con la personalidad
psicótica. Estos fracasos son fruto de la falla
del par continente – contenido y pueden deberse
tanto al ambiente como a factores constitucionales.
Aclaraciones metodológicas
Los modelos y teorías, acerca del desarrollo
primitivo de la mente, elaboradas por Bion surgen
de la aplicación del método psicoanalítico.
Por lo tanto son inferencias, muchas de las cuales
pueden ser puestas a prueba tanto por la exploración
directa de bebés en su medio ambiente como
por investigaciones en otros territorios tales como
los neurocientíficos, genéticos, etológicos,
etc. Pero es importante aclarar que los objetos de
estudio que aísla son propios de la disciplina
y que las correlaciones posibles con otras se harán
respetando los métodos de investigación
de cada una y, por lo tanto, el recorte de su propio
objeto de estudio. Sólo puede estudiarse lo
mental a partir de los efectos que produce en otro
ser humano, al menos desde el punto de vista psicoanalítico.
En el contexto de esta publicación, lo que
probablemente sea más interesante es seleccionar
un aspecto de la obra de Bion que, a mi juicio, permite
tener un instrumento útil para plantearse el
siguiente problema: ¿De
qué modo afecta el bebé a su ambiente?
¿Qué modelo de la mente permite
aproximarse a este problema? ¿Es posible disminuir
la dicotomía, que podría ser parcialmente
productiva desde el punto de vista operacional, pero
muy poco convincente desde el punto de vista de la
comprensión científica, entre natura
y nurtura?
Las psicosis son las situaciones clínicas privilegiadas
para explorar e hipotetizar sobre esta cuestión,
aunque es operante en todos los seres humanos.
Es evidente, para todos aquellos que trabajan en psiquiatría
infantil, que el medio ambiente del niño es
de extrema importancia para su desarrollo emocional.
Incluso los poetas y el conocimiento popular reconocen
desde hace siglos, la importancia de la crianza para
el desarrollo futuro de la personalidad. Sin embargo,
lo que no ha sido tan evidente, para aquellos involucrados
en el cuidado continuo de bebés desde el nacimiento,
es que lo que el neonato ofrece
al medio ambiente es variable y también ampliamente
importante en la determinación del crecimiento
de su personalidad.
Desarrollos en el psicoanálisis
Freud comenzó investigando la determinación
de síntomas neuróticos en pacientes
adultos y su relación con situaciones traumáticas
actuales. No tardó en convencerse de que debía
buscar las raíces de los fenómenos actuales
en la infancia. Esto no fue suficiente y describió
las Series Complementarias. Estas implican que la
manifestación sintomática actual contiene
una dimensión constitucional, un factor traumático
infantil y un factor desencadenante contemporáneo
al síntoma. Su otro gran descubrimiento fue
que no es posible investigar un aparato psíquico
si no es poniéndolo en relación con
otro. El estudio de la relación transferencial
y sus modificaciones a lo largo del tratamiento se
convirtió en el centro de la labor psicoanalítica.
Aunque dejó para sus continuadores la exploración
de los desarrollos primitivos o tempranos, él
captó lo esencial y dio el paso fundamental
en la investigación científica del
niño y el bebé que hay en todos nosotros
cuando diseñó el método
psicoanalítico.
Sabemos que, a partir de su obra, se desarrollaron
múltiples líneas que generaron “escuelas”
y que estas, jerarquizaron y desplegaron aspectos
diferentes de sus descubrimientos. M.Klein y D.Winnicott
suelen ser vistos como representando posturas polares,
o extremas, en el debate natura-nurtura.
M.Klein habló de envidia
primaria como factor constitucional que, si
es muy intensa, perturba la relación del bebé
con el pecho y, por lo tanto, genera dificultades
serias en el desarrollo psíquico. De todos
modos, no dejó de tener en cuenta la importancia
del medio ambiente.
D.Winnicott acumuló evidencia convincente de
cómo los patrones básicos de salud del
crecimiento de la personalidad infantil pueden ser
distorsionados por las fallas familiares e impulsados
por los logros de la familia. Pero él llamó
a la psicosis adulta “una enfermedad por deficiencia
en la infancia”, implicando deliberadamente
que el medio falló en proveer el cuidado necesario
como si se tratara de las deficiencias
vitamínicas. Probablemente pensó
que M. Klein era incapaz de entender la importancia
para un infans de los éxitos y fallas de su
medio ambiente. Este malentendido reforzó una
postura defensiva en él
y en otros contra el reconocimiento de la contribución
del infante al impacto del cuidado que se le ofrece.
Desde mi punto de vista, el desarrollo de Bion del
descubrimiento de M.Klein de la identificación
proyectiva ofrece una vía de progreso en el
malentendido Klein-Winnicott. Pienso que también
hace posible un acercamiento entre los protagonistas
del rígido y vehemente combate natura versus
nurtura.
Bion dedujo y describió cómo los estados
emocionales tempranos, tanto placenteros como dolorosos,
son experimentados en forma
concreta y, como tales, no están disponibles
para el crecimiento mental. Estos estados no pueden
ser pensados, imaginados, soñados, recordados
(como opuesto a ser repetidos), hasta
que hayan sido transformados en experiencias abstractas.
Un infans no puede adquirir esta capacidad para transformar
sus experiencias primitivas de elementos beta a elementos
alfa [2]
como los llamó Bion, excepto por identificación
con un objeto capaz de efectuar esta función
fundamental.
Esta identificación es lograda en el desarrollo
sano vía el uso de la identificación
proyectiva como un mecanismo normal. En esta situación
un infans evacúa su inmanejable, indigerible,
conglomerado de buenas y malas experiencias en el
objeto parcial care-taking.
Este objeto parcial receptivo ofrece una realización
de la expectativa innata del
infans, su preconcepción de que hay un “algo
en algún lugar” en el cual lo
inmanejable puede ser hecho manejable, lo insoportable
soportable, lo impensable pensable.
El objeto parcial primario, el pecho en terminología
kleiniana, actúa por medio de un proceso al
cual Bion llama función α, sobre los
elementos ßproyectados y los vuelve pensables,
almacenables y soñables. Éstos son proyectados
en el bebé e introyectados por él. El
resultado es una identificación con un objeto
parcial capaz de producir la función α.
Bion dió el nombre
“reverie” a la capacidad del objeto
de recibir y responder creativamente a las experiencias
concretas, de caos y confusión proyectadas
por el bebé.
La capacidad de un bebé normal para tolerar
la frustración es muy pequeña. Cuando
un neonato normal experimenta frustración esto
ocurre en un terrible estado de sufrimiento, que él
asume como interminable. Este sentir de la urgencia
con que esta infinita agonía debe ser frenada
de inmediato es proyectada sobre la madre. En
otras palabras, la madre la siente, lo que es distinto
de comprenderla. La
siente. Ella puede a menudo reaccionar rápida
y adecuadamente. Reverie,
o función α
pueden producirse casi instantáneamente.
Esta respuesta, que implica el encuentro de la preconcepción
del bebé (en algún lado habrá
algo que me alivie instantáneamente y del todo)
con realizaciones apropiadas, deberá repetirse
innumerables veces, y en un período prolongado
de tiempo, para que el crecimiento mental normal pueda
apoyarse sobre bases firmes. Esto implica también
la paciencia y la intensa atención por parte
de la Madre. También del analista con su paciente.
Ambos deberán aprender de la experiencia.
Las fallas, la Madre y el
neonato
Lo que puede resultar mal para un infans es una madre
que no posea esa identificación con un pecho
capaz de tolerar y de transformar lo intolerable.
En este caso, ella no podrá responder creativamente,
con reverie, a las proyecciones del bebé y
deberá liberarse ella misma, de vuelta hacia
y en el bebé, de un terror
sin nombre.
Esta respuesta interfiere con
el crecimiento de la capacidad del infante para relacionar
acción con reacción, causa y efecto,
poner juntos uno y uno para hacer dos, o sea, perturba
o impide el crecimiento de una capacidad para pensar,
que es una capacidad para vincular.
Un modo habitual en que la madre intenta ocultar/se
esta falla es por medio de un acercamiento puramente
físico al malestar del lactante. Es fácil
quedar atrapada en este funcionamiento dado que el
bebé necesita alimentarse muy frecuentemente.
Bion afirma que si la reverie no es acompañada
del amor de la Madre por el hijo al mismo tiempo que
por el Padre, esto será comunicado al bebé.
Esto último, tiene muchas implicancias. Es
el modo en que podemos pensar que la triangularidad
aparece de entrada, como condición necesaria
para el desarrollo de la capacidad para pensar.
Ya hemos dicho que Bion postula la existencia de una
Preconcepción Pecho, es decir la expectativa
innata de que algo habrá afuera que satisfará
la necesidad en forma inmediata y completa. Para que
la preconcepción conduzca al desarrollo deberá
encontrarse con su realización, es decir, que
la experiencia ocurra realmente. Pero va más
lejos, afirma, y yo creo que es una hipótesis
de gran valor, que existe una preconcepción
edípica innata. Por supuesto implica una estructura
que ha de adquirir contenido de acuerdo a las experiencias
posnatales, pero implica que en la disposición
humana no sólo hay una expectativa de que ‘algo
afuera me va a satisfacer’ sino también
un ‘conocimiento’ de que los otros se
satisfacen entre sí independientemente de uno
mismo.
Volvamos entonces a la reverie. La respuesta de la
Madre al sufrimiento extremo del neonato, que ella
experimenta ‘realmente’ en sí misma,
y es capaz de contener, implicará -de su parte-
el conocimiento conciente, y sobre todo inconciente,
de que un bebé es algo diferente de un hombre
(el Padre nombrado más arriba). En otras palabras,
implicará que la Madre no es psicótica.
La madre psicótica podrá entonces proveer
alivio físico de diverso tipo, pero no podrá
generar las condiciones de desarrollo de la capacidad
para pensar (debe tenerse presente que pensar implica
a las experiencias emocionales).
Volvamos a nuestra pregunta inicial: ¿Cómo
puede el bebé afectar a su medio ambiente?
El modelo de la mente del que nos ocupamos ofrece
una alternativa para incluir la posibilidad de que
un ambiente razonablemente sano resulte incapaz de
generar las condiciones para el crecimiento mental.
Si la intolerancia a la frustración [3]
es muy elevada en el bebé, éste será
incapaz de identificarse con el objeto parcial que
ha efectuado la función α.
Sus caóticos estados emocionales (elementos
ß), evacuados para que sean recibidos por el
objeto, no pueden volver a ser incorporados por él
para promover la capacidad de abstracción y
por lo tanto el crecimiento mental. Utilizando el
modelo digestivo para el funcionamiento mental, diríamos
que hay un trastorno de la absorción. El único
camino es una nueva evacuación que irá
haciendo imposible la digestión por parte de
la función α
materna y haciendo proliferar la Parte Psicótica
de la Personalidad.
Trastornos del Pensamiento
La psiquiatría clínica ha descripto,
hace ya mucho tiempo, a la concretización del
pensamiento como un signo patognomónico de
los cuadros de tipo esquizofrénico. Freud los
estudió en relación a la desinvestidura
de la Representación-cosa. El aporte fundamental
de W. Bion, que nos interesa destacar aquí
y que proviene de la experiencia en la práctica
psicoanalítica, es que la capacidad para pensar
se adquiere en la relación entre dos mentes
en diferente estado de desarrollo. La capacidad para
pensar implica la capacidad para vincular.
Hemos descrito muy suscintamente el pattern básico
de dicha interacción, cuando es normal: 1)
Identificación Proyectiva del estado emocional
insoportable, experimentado en forma concreta (contenido).
2) El estado emocional es experimentado por la madre
(o por su sustituto que opera como continente) y procesado
por ella. Esto implica que es puesto en relación,
o vinculado, con las ideas que ella tiene acerca del
bebé y de sí misma. 3) Es devuelto al
bebé en forma ‘digerida’. Esto
implica que el bebé recibe tanto el contenido
procesado como la capacidad para procesar (Función
α).
Este proceso genera, entonces, el desarrollo de la
capacidad para ‘pensar las experiencias emocionales’,
que es la fuente de la salud mental. Es el origen
de la capacidad para la abstracción y el reconocimiento/
diferenciación de nuevas experiencias emocionales.
Las fallas en este proceso pueden darse, entonces,
en cualquiera de los componentes de la pareja bebé
– madre, del modo antes descrito (madre psicótica
o intolerancia extrema a la frustración en
el bebé). El resultado será entonces
la incapacidad para la conciencia, tanto de la realidad
interna como de la externa, y la imposibilidad para
modificar la frustración en relación
con la realidad, siendo necesario evadirla. Esto inhibe
el crecimiento mental.
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