La
red virtual
Sujetos a la red: en épocas de debilidad del
mundo simbólico – con efectos observables
en la evanescencia de las instituciones, los lazos,
los saberes, los puntos de certeza - , la red
de redes viene a ser un lugar de asimiento.
Sujetos de la red: creación de una nueva subjetividad,
que se conecta, desconecta, navega, surfea, googlea,
se pierde y encuentra en recorridos rizomáticos,
pierde consistencia junto con el mundo, y la vuelve
a encontrar, fragmentaria y fugazmente, elusivamente.
Lugar (¿?) de encuentros y pseudo encuentros;
de realización de la omnipotencia de la psique:
es decir, de un supuesto dominio de la realidad, de
realización de lo ilimitado, de traslado mágico
por países, paisajes, personas, saberes, goce
sexual (¿pseudo goce, pseudo sexual?) garantizado.
Esto sucede como consecuencia de la presencia en
la psique de los sujetos de una significación
imaginaria que altera el lazo entre ellos, entre los
ellos y la realidad, así como el funcionamiento
de la psique misma.
Es oportuno recordar que previamente, durante el
siglo XX, hubo otros inventos alrededor de significaciones
hermanadas con la actual. Así ocurrió
con el teléfono, la radio y la televisión,
que ya generaban cierta virtualidad: se hablaba con
alguien que no estaba allí, o se veía
o escuchaba a sujetos que estaban en otro lugar, y
se sentía como si allí estuvieran. Probablemente
el correo postal, haya sido parte de esta cadena de
virtualidades. Pero ninguna es igual a la otra. Si
bien emergen muchas veces a partir de la anterior,
implican una creación. Algo que no estaba previamente,
está ahora. En el caso que nos ocupa se ha
subrayado la existencia de una denominada realidad
virtual ligada a lo digital, y la construcción
de una red (social, se la adjetiva) en la que se intercambia
(y esto es fundamental) información (bits)
de un modo más abstracto que anteriormente:
la red es virtual, podemos pensar entonces que es
frágil, inasible, o asible de modo fragmentario.
O no.
La realidad es virtual, lo
virtual es la realidad
Porque esto nos acerca a la siguiente paradoja: nada
hay nada más virtual que la realidad.
La realidad es un producto del imaginario creador
colectivo, es decir, que aquello que tomamos por realidad
es socialmente instituido/creado: puede ser la realidad
del mundo incaico, de las sociedades capitalistas,
de la tribu de los watusi... Al mismo tiempo, y como
consecuencia lógica, no
hay nada que tenga más realidad que lo virtual
porque la realidad humana es virtual. Es creación
de sentido, no es algo que esté en la cosa
en sí, no se desprende del mundo físico-químico.
No hay mundo a secas que no sea sin sentido. El sentido
– y para la psique humana nada existe si no
tiene sentido – es creación, está
impregnado, por lo tanto, de virtualidad. No hay realidad
por más “objetiva” que sea, que
no esté impregnada del mundo fantasmático
del sujeto: es más, sin ese mundo sería
casi algo no humano.
Podemos describir físicamente el cuarto de
una casa, pero esa es la dimensión no humana
de la misma, y en la que paradójicamente, coincidirían
todos los sujetos. Sus dimensiones, la superficie,
su volumen. Pero donde difícilmente coincidirían
es en la creación fantasmática a partir
de dicho cuarto. Da seguridad, o intranquilidad, es
silencioso y por eso agradable, o su silencio es ominoso,
en él se podrían vivir amores juveniles
u otoñales…
Una aclaración: no se trata ni de denostar,
ni de idealizar a esta tecnología, a la red,
o a lo virtual. Entendamos que en tecnología
no hay posibilidad de retroceso a una tecnología
anterior.
Sociogénesis de lo
virtual y las redes
Veamos ahora las condiciones sociales de creación
de la realidad virtual y las redes, y también
las características de la psique necesarias
para que esto sea posible; es decir, la sociogénesis
y la psicogénesis
de lo virtual y las redes.
Para comenzar, la red excede a Internet: son los
teléfonos celulares, la comunicación
mediante sms, las diversas tarjetas con chips, la
televisión y la radio, los gps, los ordenadores,
laptops, tablets, etc., red en la que “el individuo
es una terminal conectada”, según sostiene
Daniel Cabrera [1].
También dice que las ideas de desarrollo y
fin de las ideologías consolidaron el tecnologismo,
postulando una nueva utopía: la comunicación.
Así surge la sociedad de la información
que pertenece a una matriz simbólica central
de nuestra sociedad. “Que entrelaza comunicación,
tecnología y futuro, y que tiene un origen
conceptual en la cibernética y en la reorganización
política de la mentalidad mercantil y gerencial”
[2].
Entendamos lo siguiente: esta matriz simbólica
es creada a partir de la significación capitalista
que -al mismo tiempo- la refuerza transmitiéndola
en actos, significaciones y afectos, abriendo múltiples
sentidos que, como veremos, se apoyan en los más
profundos estratos de la psique humana.
Estas significaciones están presentes y son
transmitidas por “un conjunto heterogéneo
de aparatos, instituciones y discursos que constituyen
el núcleo del imaginario tecnocomunicacional”
[3].
Bien señala Cabrera que las tecnologías
de la información y la comunicación,
forman a su vez un conjunto con las tecnologías
de los nuevos materiales, la biotecnología
y la genética.
Medios masivos de comunicación y red
Para Daniel Cabrera “en los productos de las
estrategias de promoción (de todos estos instituidos,
Y.F.) se pueden encontrar las “respuestas”
de las empresas a los miedos y las esperanzas sociales
auscultados previamente
por técnicas especiales. Las estrategias
de promoción responden desde el imaginario
empresarial al imaginario percibido de la sociedad.
Esta comunicación
asimétrica constituye un importante
espacio de registro de lo imaginario social por lo
que se dice y lo que se calla, lo que se muestra y
lo que se esconde…” (…) “en
los discursos de los medios de comunicación
y el marketing se encuentran las representaciones
que estructuran, explícita e implícitamente,
las creencias en torno de las ‘nuevas tecnologías’.
De manera que los medios son vistos como productores
de la realidad social y, por lo tanto, como fuente
de legitimación e identidad” [4].
Así – quiero resaltar
- las corporaciones de los medios de información
pasan a ocupar un lugar-amo: la realidad es lo que
ellas dicen como nunca lo fue antes en la historia
de la humanidad; se han transformado en una institución
fundamental de transmisión de las significaciones
que serán incorporadas por el psiquismo humano.
El capitalismo necesita tanto del progreso como del
desarrollo, a los que adhiere. Y estos han quedado
cada vez más ligados a la producción
y desarrollo de las denominadas nuevas tecnologías,
que tienen en lo comunicacional su expresión
más radical. Y hay un afecto que ellas segregan
y a la vez alimentan: el optimismo, el optimismo ligado
a la promesa de felicidad, de completud, que realiza
el Otro con su oferta de más y mejor tecnología,
más, mejor y más rápida y efectiva
“comunicación”. Pertenecer
a la red es un nuevo modo de estar en el mundo. Casi
es sinónimo de ello. Esta red, que sostiene
tanto como que aprisiona, viene a ocupar el lugar
de vacío de sentido producido por la aceleración
de la temporalidad y la tecnología en la que
se apoya: genera el problema y la solución
al mismo tiempo. Tal vez la idea misma de red
sea lo que interese en toda esta cuestión.
Y se trate de considerar a la Red como a una nueva
significación imaginaria social.
Psicogénesis- La realidad virtual y la psique
Las significaciones imaginarias sociales participan
de la socialización de la psique, una socialización
que se da a lo largo de toda la vida, orientan con
un sentido que por lo tanto formatea la vida psíquica:
si el sentido que en el origen el infans
recibe de la madre es un sentido obligado -que debe
incorporarse bajo amenaza de sinsentido y muerte psíquica-
otros sentidos a lo largo de la vida van tomando su
relevo. Y si bien la incorporación del mismo
debe atravesar la transformación a la que lo
somete la imaginación radical de la psique,
de sujeto a sujeto se forma una red de sentido común
que transciende las variaciones y les permite habitar
en el mismo espacio simbólico.
En el caso en cuestión, tanto lo tecnológico
como significación como la temporalidad instituida
afectan de modo insidioso a la psique y producen consecuencias
que fueron descritas en otros textos (como en El
gran accidente: la destrucción del afecto).
Por ese motivo, apenas reiteraré los puntos
que me parecen más relevantes: se produce un
daño en la psique por la aceleración
de la temporalidad y el pasaje de lo analógico
a lo digital que está asociado a esto, y que
lo profundiza. La velocidad ataca la capacidad simbólica,
la capacidad de procesamiento preconsciente, el anudamiento
de representaciones y afectos y -en el límite-
puede llevar a la imposibilidad tanto de representar
como de crear el afecto, es decir, los que conocemos
como representantes psíquicos de la pulsión.
Así, la función fundamental de la psique,
la de crear – figurar representaciones y afectos
para así darle un destino a la pulsión,
se ve afectada. Es lo mismo que decir que la función
de la imaginación radical de la psique (que
es la psique misma) se ve dificultada. Esto tiene
consecuencias clínicas y afecta a la vez el
lazo entre los sujetos y la vida social en general.
Realidad virtual y vida psíquica
Ahora bien: si esto es tan pernicioso para la vida
psíquica, ¿cómo es que puede
hallar tanto lugar en ella? Esto
ocurre debido a que esta tecnología y la temporalidad
asociada a la misma se apoyan y resuenan con el modo
de ser del inconsciente, su rechazo de todo límite,
su omnipotencia, la velocidad del desplazamiento,
el rechazo de la castración y de la mortalidad.
Este modo de ser del inconsciente halla una profunda
asociación con todos los elementos mencionados
para la tecnología, como podrá apreciarse
a simple vista.
Pero esto, al mismo tiempo, nos podría llevar
a diferenciar finamente los mecanismos del proceso
primario, la condensación y el desplazamiento.
Probablemente haya sido el desplazamiento el primer
modo de circulación de afectos y de encadenamiento
representacional en el inconsciente. Y esto porque
es el principio del placer el que reina en el mismo.
La condensación ya implica un nivel de postergación
de la descarga, de aplazamiento de la misma, por lo
tanto, del placer.
Así se produce, por ejemplo, en los estadios
originarios de la vida psíquica, con lo que
conocemos como experiencia
de satisfacción, que implica un circuito
representacional que, con el tiempo, dará lugar
a los basamentos del yo. A nivel del preconsciente/consciente,
o sea, a nivel de las representaciones-palabra, encontramos
como derivados de la condensación y el desplazamiento,
a la metáfora y la metonimia.
La asociación libre solicitada en el análisis
es una convocatoria a lo metonímico -que implica
finalmente ruptura de figuras instituidas en la psique
a nivel del sentido- y obliga a la emergencia de otros
sentidos cuando se hace presente la metáfora.
Vemos que son dos mecanismos absolutamente solidarios.
Pero la metonimia pura, llevaría a una deriva
incesante generadora de desestructuración permanente
y creciente.
Por lo visto hasta aquí, este modo de ser
de la significación, presente en la actualidad,
reclama la presencia de este modo de ser del inconsciente
y -a nivel del yo de los sujetos- llama a una deriva
metonímica ilimitada. Esto puede ser tanto
fuente de apertura, como de cierre porque –
como señalé previamente – el desplazamiento
metonímico implica emergencia de figuras en
el psiquismo así como cuestionamiento de lo
instituido en el mismo. Pero, librada a sí
misma, la metonimia hace que la psique se mantenga
en la superficie, que el sujeto se desplace de representación
en representación y -sin la actividad metafórica-
conduce o bien a una deriva superficial o, en el límite,
a una profunda desestructuración de la psique,
ya que la imaginación radical vería
su accionar o impedido o exacerbado, provocando así
dicha desestructuración. Se podría pensar
en una suerte de contienda entre la condensación
(que frena la circulación) y el desplazamiento
(que favorece la libre circulación).
Entonces, este modo de ser de la psique, incentivado
por la cultura actual, es potencial fuente de creación,
al abrir nuevos circuitos. Para
esto sería necesario dar el salto que va de
la información, al saber. La información,
en estas condiciones, puede conducir peligrosamente
a la certeza, en el sentido otorgado a la misma por
Piera Aulagnier [5].
La certeza se diferencia del saber; se trata de dos
posiciones diferentes para el sujeto: el saber, que
reconoce la precariedad del sentido, es la marca de
la castración a nivel del pensamiento, tomado
entonces como una interrogación ilimitada (Castoriadis).
Mientras que la certeza aparece encarnada en la creencia
religiosa, el mito, la ideología, el delirio
y puede llegar a estar presente, también, en
la relación establecida por Yo con el pensamiento:
es la ilusión de haber encontrado un sentido
perfecto, incuestionable, total, final. Esto sería
posible al cercenarse – a causa de la velocidad-
la capacidad de reflexión, indispensable para
el ejercicio del pensamiento y el saber, y ligada
a la producción de la metáfora.
“La idea de que entender y saber signifique
penetrar a fondo en lo que estudiamos, hasta alcanzar
su esencia, es una hermosa idea que está muriendo:
la sustituye la instintiva convicción de que
la esencia de las cosas no es un punto, sino una trayectoria,
de que no está escondida en el fondo, sino
dispersa en la superficie, de que no reside en las
cosas, sino que se disuelve por fuera de ellas, es
decir, por todas partes… En el mundo de la red
a este gesto le han dado el nombre de surfing…
Superficie en vez de profundidad, viajes en vez de
inmersiones, juego en vez de sufrimiento” [6].
Finalmente, una breve reflexión sobre el lazo
virtual entre los sujetos, producido en los intercambios
en la red: la clínica señala que puede
ser eficaz en algunos casos -sobre todo donde hay
inhibiciones, retracciones, fobias- al producirse
una suerte de espacio transicional posible de ser
transitado por esos sujetos. Pero en otros casos no
pasa de ser un simulacro, un como-sí que se
agota en sí mismo. Lazos que cuestionan muchas
veces la idea de intimidad –ese núcleo
central del yo, y no sólo del yo-, pero que
también pueden generar otro tipo de intimidad,
tal vez la única posible para algunos sujetos.
Por ahora, entonces, las conclusiones debieran quedar
prudentemente postergadas, mientras inventariamos
efectos tanto positivos como negativos de la realidad
virtual y de las redes.
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