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El lado oscuro de la
paternidad [1] |
Por
la Lic. Irene Fridman |
Secretaria
de Difusión del Foro de Psicoanálisis
y Género
Co- Directora del Curso Universitario
de Actualización en Psicoanálisis
y Género |
irenefrid@fibertel.com.ar
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En
el trabajo clínico con pacientes varones es
habitual escuchar que, a través del relato
de sus padecimientos, aparece otro relato, una suerte
de melodía de fondo que atraviesa todos los
cuestionamientos y que se basa en la permanente interrogación
acerca de su masculinidad, junto con una constante
comparación con un ideal de masculinidad exitosa
y total.
En los recuerdos que traen a sesión surgen
muchas veces vivencias angustiantes acerca de cómo
han sido “masculinizados” por sus padres;
esto es, constantes apelaciones acerca de haber logrado
o no ser “ suficientemente hombres” y
por ende estos recuerdos se acompañan con la
vivencia de nunca ser demasiado o establemente exitosos
en la tarea de ser varones.
No es ajeno a nosotros observar padres que intentan
masculinizar a sus hijos a través de actitudes
hostiles y violentas, de desafío. La costumbre
patriarcal de “forjar el carácter en
los varones” es uno de los caminos desde donde
se aprende el ejercicio de la dominación. La
mirada de un varón sobre otro varón
desde esta perspectiva adquiere mucha importancia,
ya que desde ese lugar se va a confirmar o no la “supuesta
masculinidad”.
La vivencia de fracaso por no poder estar a la altura
de lo que marca lo social como los rasgos máximos
esperados para lo masculino, solo trae aparejado sumisión,
miedo y un profundo sentimiento de inseguridad, por
no haber estado a la altura de ese “gran varón”
que representa al padre o al mito cultural de la masculinidad.
Así como el análisis de las relaciones
entre los géneros nos ha mostrado que los modos
de construcción y subjetivación social
distintivo por genero están al servicio de
la cristalización de las relaciones de poder,
es de suma importancia empezar a revisar y develar
los efectos que acarrea en la subjetivación
de los varones las relaciones de poder al interior
del mismo género, para entender mejor esta
parte del “malestar masculino”.
En el articulo “La búsqueda del padre.
El dilema de la masculinidad” del libro “Psicoanálisis
y Genero. Debates en el Foro” (Meler, Tajer
2000) formulé la hipótesis de que el
ideal de género en los varones se constituía
a través de una formación que denominé
Otro Completo Imaginario, término que aplicaré
a la depositación en la figura del padre, o
del varón de la cultura, de la imagen de una
masculinidad completa, nunca alcanzable por el hijo.
Una masculinidad sin castración, sin la necesidad
del otro/a; un ideal que se supone lo tiene todo y
detenta el único lugar posible, el lugar del
poder.
La comparación con este ideal llevaría
a los varones "a estar a la defensiva porque
nunca pueden dar por sentadas sus masculinidades"
(Seidler 1995), por no poder alcanzar este ideal que
en realidad es inalcanzable, pero que está
totalmente narcisizado por la cultura en virtud del
deslizamiento semántico entre poder, dominación
y masculinidad.
Cuanto más inalcanzable es esta figura más
problemática es la búsqueda de identificación
por parte del hijo; el mantenimiento de la distancia
sirve como forma de asegurar la cristalización
de la figura ideal y, por otro lado, es una forma
de escapar al compromiso afectivo que llevaría
a perder el posicionamiento del Amo. Todos sabemos
que una práctica de dominio corriente es mantenerse
a una distancia lo suficientemente lejana para asegurarnos
un lugar idealizado y de aparente fuerza, " son
los débiles los que aman".
En la antigua Grecia los términos de ciudadano
y hombre eran equivalentes, y la relación sexual
estaba en íntima vinculación con la
relación social, siendo percibida de la misma
forma que el par superior- inferior y, por lo tanto,
pensada en términos de dominador-dominado,
pasivo- activo, penetración- penetrado. Desde
este lugar, podríamos pensar que la lógica
griega impera hasta nuestros días en la consolidación
de la masculinidad social. La Ley que se introduce
es la ley del único deseo, "el de la dominación",
y los sujetos sociales solo puede alinearse de uno
u otro lado de esta ley, quedando los varones atrapados
en los miedos que trae la transgresión de la
misma y ubicándose del lado de los objetos
de deseo, los penetrados, los dominados, Lo otro (todo
lo que esta asociado con lo femenino).
En el interjuego especular del reconocimiento del
padre hacia su hijo del mismo sexo, al no poder ser
como el ideal que se espera desde los imperativos
culturales, el temor del hijo es quedar convertido
en su negativo. La imagen idealizada del Otro Completo
Imaginario (ese gran varón) se convierte, por
efecto de la lógica fálica, en el Uno.
El pequeño varón,
en su intento de identificación, pasa, entonces,
por dos momentos. Por un lado, momento de identificación:
"Si soy varón, soy como él,
Completo", pero por el carácter totalizador
de este tipo de ideal entrará, también,
en el lado oscuro,
que será el momento del sometimiento al ideal
y, por lo tanto, la abrochadura con el otro rol, el
temido, la traducción de que cualquier suceso
que remita a debilidad o declinamiento será
por lógica transitiva identificado, con lo
que se ha repudiado: Lo otro, Lo femenino.
Si aplicamos la lógica del dominador- dominado
a los aspectos más terroríficos de las
relaciones padre-hijo, podríamos pensar que
en el relato mítico de la muerte del padre
primitivo se condensan algunas situaciones problemáticas
para la construcción de la masculinidad. El
padre se convierte en una figura idealizada de poder
tan distante que propone dos resoluciones, o el sometimiento
o el derrocamiento violento, como forma de participar
de la omnipotencia paterna, y la valoración
masculina pasará permanentemente por quien
se atreva a desafiar a esta figura de máxima
detentación de poder.
Me gustaría ejemplificar todo lo expuesto
previamente comentando dos películas. “Karacter”,
que es del mismo realizador, de origen holandés,
de la brillante película “Las memorias
de Antonia”, Mike Van Dame, cuya línea
argumental narra las vicisitudes de una tortuosa relación
entre un hijo, que busca el reconocimiento del padre,
y este último, que lo desconoce permanentemente.
Asimismo, el film “La celebración”
del director del grupo Dogma 95. Estas películas,
como así también algunos textos literarios
[2],
se inscribirían en una corriente cultural de
cuestionamiento a lo que se podría denominar
el lado oscuro de la paternidad,
corriente que se relaciona con develar los efectos
que acarrean las figuras paternas, en su ejercicio
máximo de poder y dominación, sobre
la subjetividad de sus hijos varones.
Voy a refrescar un poco el relato para poder ir analizándolo.
El personaje principal, el señor Kattedrunfen,
es un muchacho que es hijo bastardo de un poderoso
"oficial de la ley", Drevenhaven, y de su
mucama, una mujer que en el relato cinematográfico
casi no habla. Su origen se debe a una situación
de abuso (primera situación de abuso por efecto
del poder del "oficial de la ley”). Toda
la película es la búsqueda, por parte
de este chico, de un espacio de reconocimiento del
padre así como de salir de la pobreza en que
viven (otra situación de reconocimiento). La
relación con este "padre" es de dominación
y desconocimiento, pues solo admite un vínculo
cuya condición es el sometimiento. En un momento,
este hijo es detenido por la policía, quien
piensa que ha robado pan, y -cuando el oficial de
la policía le pregunta su apellido- el niño
da el apellido del padre, Drevenhaven, como intento
de salvarse de su destino. Por su parte, el padre
concurre a la policía y niega su paternidad,
por lo que el niño es encarcelado.
A partir de aquí se suceden una serie de situaciones
en las cuales el personaje principal busca salir de
la pobreza en que esta sumido y también de
este padre todopoderoso y sádico que solo se
vincula con él en tanto y en cuanto lo somete
económica y psíquicamente.
El protagonista Kattedrunfen decide ser abogado, el
padre representa la ley sin compasión. El señor
Kattedrunfen busca el reconocimiento del padre, a
costa del sometimiento a situaciones abusivas. Sin
embargo, a lo largo del relato van apareciendo otras
figuras masculinas, muy importantes, que lo reconocen
y lo aprecian y que le van otorgando dones: el abogado
del estudio que lo alienta a estudiar y le ayuda económicamente,
el trabajador comunista que se relaciona con él
desde el placer intelectual pero también desde
el cariño. En todo momento se delinea la lucha
entre un padre todopoderoso y sádico que quita
permanentemente "para forjar el Karacter"
a través de la violencia y la dominación
y otros que pueden dar, en los cuales también
predomina la ética del cuidado.
En la escena final el protagonista, habiéndose
recibido de abogado, va a decirle al padre que no
lo quiere ver más, y -en una escena de profunda
violencia física y psicológica- se desarrolla
una pelea en la cual pareciera que el hijo mata al
padre, para develarse al final que, al no lograr que
el hijo lo mate, Drevenhaven se mata a sí mismo.
Es este el único momento en que el padre reconoce
a su hijo y decide donarle todo su poderío
económico. Pero ha habido un costo altísimo
en esta búsqueda de reconocimiento del hijo
por el padre, el hijo ha perdido la posibilidad de
amar y ha quedado solo.
En la película “La celebración”
(un festejo familiar en la cual el patriarca cumple
60 años y reúne a toda la familia) el
protagonista revela, en medio de la fiesta, las situaciones
de abuso sexual que ha sufrido a manos de su padre
junto con su hermana, la que se ha suicidado poco
tiempo antes de "La celebración".
El hijo se anima rebelarse contra este patriarca poderoso
a raíz del suicidio de su hermana gemela y
de lo que podríamos llamar "la muerte
en vida" que padece. En el film, él es
sostenido en esta revelación por otros varones
(el cocinero Jefe); se repite, en este sentido, la
misma imagen de la película “Karacter”,
la aparición de otras figuras masculinas más
benignas.
Otra vez vemos, en el relato fílmico, la secuencia
dominación, abuso, cosificación del
otro; esta vez en la circulación entre varones
pero, por sobre todo, una búsqueda de reconocimiento
del hijo por el padre.
Realmente, si bien ambas películas tienen
muchísimas líneas de análisis,
me gustaría centrarme en las que se refieren
a la lucha con el padre todopoderoso que somete y
los costos que acarrea la misma en la constitución
de la masculinidad.
Lo que ambas películas ponen al descubierto
es que La Ley del padre, en tanto y en cuanto todavía
cumpla con la lógica griega de la dominación,
traerá para las mujeres cierto tipo de costo
y, para los varones, otro que no por menos mencionado
es menor; costo que está ligado a la búsqueda
constante de relaciones de dominio, como forma de
asegurar el sentimiento de virilidad. Incluso así,
será perseguido permanentemente por el temor
de quedar en la posición del otro dominado
y degradado.
Kattedrunfen busca al padre para derrotarlo, pero
en esta búsqueda se aliena de la vida. La búsqueda
de la derrota permanente del otro para asegurar una
posición de dominio termina con la más
absoluta de las soledades, la de no tener a un otro
que lo reconozca, Drevehaven (el padre) padece la
más absoluta de las soledades y debe matarse
a sí mismo, indiferente y cansado de la vida.
El hijo busca permanentemente al padre y no desea
matarlo, desea conservarlo, para poder tener pro-genitor.
Tanto las figuras paternas de “Karacter”
como las de “La celebración” nos
enfrentan con los padres omnipotentes representantes
máximos de la Ley del padre, La ley sin compasión,
sin amor. Esto significaría el placer de la
dominación hasta la destrucción del
otro. O hasta que el otro, identificado con aquel
que domina, lo destruya.
Ambos padres solo dejan lugar a los protagonistas
a través de una muerte -real en la película
“Karacter” y metafórica en “La
celebración”- y ambos protagonistas encuentran
la salida ante estos padres terroríficos de
la dominancia a través de otras figuras masculinas
(esto me parece importante) donde impera el amor al
otro, la ética del cuidado y en los cuales
el efecto de donación no se vive como despojamiento.
Tener en cuenta estos aspectos en la escucha clínica
nos permitirá empezar a deconstruir los aspectos
“más terroríficos” de las
relaciones entre los padres y sus hijos varones y
entender los efectos patógenos que acarrean
las relaciones de dominación al interior del
mismo género. Nos permitirá el beneficio
del locutor (Foucault 1995) ya que tomar la palabra
sobre este tema, forzar la red de la información
institucional, nombrar el blanco, es ya una primera
inversión de poder, es ya un primer paso para
otras luchas sobre el poder. Aspecto que les permitirá
a nuestros varones en conflicto, encontrar una mayor
libertad para reorganizar sus masculinidades en forma
menos rígida y persecutoria, pudiendo vivir
sin tanto temor, los momentos de declinamiento que
la lucha por el poder permanente, les exige.
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Notas |
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[1]
Versión abreviada del trabajo incluído
en el libro “El malestar en la diversidad”,
Ana Maria Daskal, comp. Chile, Isis Internacional,
2000
[2] En el libro Psicoanálisis
y Género. Debates en el Foro, tomé
para su análisis el relato de Paul Auster
“La invención de la soledad”
en la cual un hijo, el autor, reelabora su vinculo
con su padre quien acaba de morir, a través
de su propia paternidad, y de sus dificultades
para la creación. |
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