Autor: Eikoh Hosoe.
Autor: Eikoh Hosoe.
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Caravaggio erótico
(Fragmento de un texto de John Berger) [1]
Selección de Héctor Freire
hectorfreire@elpsicoanalítico.com.ar
 

Lo efímero no es lo opuesto a lo eterno. Lo opuesto a
lo eterno es lo olvidado…..

J.B.






Casi todos los actos de tocar o rozar presentes en la pintura de Caravaggio tienen una carga sexual. Incluso cuando las sustancias que entran en contacto son diferentes (pelaje y piel, harapos y cabellos, metal y sangre), ese pasa a ser un rozamiento deliberado. En su Cupido, una pluma de una de las alas roza la parte superior del muslo del muchacho con la precisión de un amante. El que el muchacho pueda controlar su reacción, el que no se digne inmutarse, forma parte del deliberado carácter evasivo de Caravaggio, de su manera de medio burlarse medio reconocer sus prácticas como seductor. Pienso en Cavafis, el maravilloso poeta griego:

Nos amamos durante un mes.
Después él se marchó, creo que a Smirna
a trabajar allí, y no volvimos a vernos.

Los ojos tristes, si aún vive, se habrán afeado.
Marchito estará aquel bello rostro.

Consérvalos, oh, Memoria, como eran.
Y alguna vez aquel amor,
y aquella noche devuélveme.

Hay una expresión facial peculiar que, pintada, sólo se da en las obras de Caravaggio. Es la expresión del rostro de la Judit de Judit y Holofernes, de la cara del muchacho en el Muchacho mordido por un lagarto, de la de Narciso cuando se mira en el agua, de la de David mientras sostiene en alto, agarrada por la cabellera, la cabeza del gigante Goliat. Es una expresión de cerrada concentración y apertura, de fuerza y vulnerabilidad, de severidad y compasión.
Sin embargo, estas palabras son demasiado éticas. He visto una expresión bastante parecida en algunos animales, antes de aparearse y antes de matar.

Sería absurdo pensar en ello en términos sado-masoquistas. Es algo mucho más profundo que cualquier predilección personal. El hecho de que esta expresión vacile se debe a que tal dicotomía es inherente a la propia experiencia sexual. La sexualidad es el resultado de la destrucción de una unidad original, es el resultado de una separación. Y en este mundo, tal y como están las cosas, la sexualidad asegura, como ninguna otra cosa puede hacerlo, una unión momentánea. Toca el amor y se opone a la crueldad original.

Las caras de Caravaggio están iluminadas por ese conocimiento, profundo como una herida. Son las caras de los caídos: se ofrecen al deseo con una veracidad cuya existencia sólo los caídos conocen.

Perderse en el objeto de deseo. ¿Cómo lo expresaba Caravaggio en los cuerpos que pintaba? Dos muchachos medio desnudos o desnudos. Aunque todavía son jóvenes, sus cuerpos llevan la marca del uso y la experiencia. Unas manos sucias. Un muslo demasiado grueso. Unos pies estropeados. Un torso (en él el pezón como un ojo) que nació y creció, que suda y jadea, que da vueltas en la noche sin sueño: nunca un torso esculpido a partir de un ideal. Al no ser inocentes, sus cuerpos contienen experiencia.

Y esto significa que su sensibilidad puede hacerse palpable; hay todo un universo al otro lado de su piel. La carne del cuerpo deseado no es un destino soñado, sino un punto de partida inmediato. Su misma aparición apunta hacia lo implícito, en el sentido más desusado y carnal de esa palabra. Caravaggio, al pintarlos, soñaba con sus profundidades.

Como era de esperar, en el arte de Caravaggio no aparece la propiedad. Unas cuantas herramientas y recipientes, sillas, una mesa. Y así, todo lo que rodea a las figuras carece de interés. La luz de un cuerpo que brilla en la oscuridad de un interior. Al igual que el mundo exterior a la ventana, el ambiente queda olvidado. El cuerpo deseado revelándose en la oscuridad, una oscuridad que no tiene nada que ver con la hora del día o de la noche, sino con la vida, tal como es en este planeta; el cuerpo deseado, resplandeciente como una aparición, apunta más allá, no como un gesto provocativo, sino con el hecho sincero de su propia sensibilidad, prometiendo el universo que se extiende al otro lado de su piel, invitándote a partir. En el rostro deseado, una expresión que va más allá, mucho más allá, que una invitación; porque es el reconocimiento de uno mismo, de la crueldad del mundo y de su único cobijo, su único don: dormir juntos. Aquí. Ahora.


[1] Del libro Páginas de la herida. Visor Libros. Madrid, 2003. Traducción: Pilar Vázquez.


John Berger (Londres 1926) se formó como pintor en la Central School of Arts. Además de ser un gran escritor –con G. obtuvo en 1972 el prestigioso Premio Broker -, es un importante poeta y uno de los pensadores más influyentes de los últimos cincuenta años. Autor de novelas, ensayos, obras de teatro, películas, poemas, colaboraciones fotográficas y performances, ninguna manifestación artística ha escapado a su talento. Sus ensayos y artículos cambiaron la manera de entender las Bellas Artes, y su compromiso con el campesinado en su trilogía De sus fatigas, compuesta por Puerca tierra, Una vez en Europa y Lila y Flag, son un modelo de narrativa y lucidez. Entre sus libros publicados son de destacar: Hacia la boda, Un pintor de hoy, Aquí nos vemos, Fotocopias, King, Un hombre afortunado, El tamaño de una bolsa, Modos de ver, De A para X (una historia en cartas), y su ya clásico Mirar.

 
 
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