La pensadora
e historiadora de la psiquiatría y del psicoanálisis,
Élisabeth Roudinesco, plantea en “¿Por
qué tanto odio?” un meticuloso
debate y una exquisita respuesta intelectual al embate
que Michel Onfray realiza contra Freud en su libro
“El crepúsculo
de un ídolo. La fabulación freudiana”.
La autora intenta desmontar planteos que Onfray realiza
y que ella define como falaces, basados en errores,
con tergiversaciones no inocentes, al servicio de
su ideología antifreudiana. Esta no es una
afirmación gratuita y exagerada; Onfray describe
a un Freud que, entre otras características,
es reaccionario, misógino, homofóbico,
incestuoso, corruptor de menores, admirador de Hitler
y de Mussolini y alguien “amoral” que
ha tenido un hijo con su cuñada en 1923 (¡cuando
ella tenía 58 años!). Roudinesco lo
acusa de tomar mitos sobre Freud como verdades incontrastables
y de crear con ellos una impostura; lo describe como
alguien que “proyecta sobre el objeto odiado
sus propias obsesiones –los judíos, el
sexo perverso, los complots- al punto de hacer de
Freud un doble invertido en sí mismo, y del
psicoanálisis la expresión de una autobiografía
de su fundador transformado en fabulador. Frente a
este alter ego
enviado al infierno, el autor se ve a sí mismo
como un libertador que ha venido a liberar al pueblo
francés de su creencia en un ídolo del
que anuncia su crepúsculo” (pág.
19).
La autora entiende a “El
Crepúsculo…” como un libro-síntoma
de Onfray, en el que las falacias, rumores y obsesiones
tomaron el lugar del pensamiento y la argumentación
metódica; paradójicamente, trabajo específico
de un filósofo.
Pero el principal objetivo de esta publicación
es intentar entender por qué la obra freudiana
continúa despertando semejantes pasiones. En
esta tarea también colaboran “otras voces”:
Guillaume Mazeau, Christian Godin, Franck Lelièvre,
Pierre Delion y Roland Gori.
Desde sus inicios, el psicoanálisis despertó
fuertes oposiciones y resistencias, ya sea por su
teoría sobre la sexualidad, por el descubrimiento
y desarrollos sobre el lugar y funcionamiento del
Inconsciente en el sujeto, por su concepción
sobre las pulsiones de muerte, etc. Roudinesco intenta
dar cuenta de las complejidades del pensamiento freudiano,
poseedor de contradicciones internas, pero generador
también de sus propios recursos metódicos
a fin de sostener una de las teorizaciones más
revolucionarias que produjo la humanidad para explicar
y transformar los fenómenos psíquicos.
Onfray no solo no discute la actitud epistemológica
de Freud, sino que tampoco discute el modelo, lo verdaderamente
revolucionario; modelos metapsicológicos en
revisión permanente, con teorías que
Freud nunca considera completas y que se ofrecen permanentemente
a su falsación en la clínica. Es en
este terreno donde debe dirimirse la batalla: entre
el método, los conceptos explicativos de la
conducta humana, la teorización sobre el funcionamiento
psíquico y la constatación constante
en el campo clínico.
En plena época de las ciencias al servició
de la mercadotecnia, en pos del consumo, Onfray no
discute la eficacia del método freudiano, discute
al productor de este discurso. Y esto es lo que Elisabeth
Roudinesco intenta desenmascarar eficazmente en este
libro.
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