Es definido como arte urbano todo tipo de expresión artística, generalmente de origen clandestino, que tiene como escenario la calle. Hablamos de técnicas y producciones como los graffitis [1], las pintadas, los murales, plantillas o stencils, los carteles, etc. Todas ellas están presentes -en mayor o menor medida- en nuestras urbes actuales y constituyen expresiones culturales que vehiculizan opinión, en su gran mayoría de contenido socio-político.
Este arte callejero condensa la búsqueda de expresión y de un ámbito público donde transmitir su mensaje -generalmente crítico de algún orden social establecido que busca subvertir-, criticando a la sociedad con ironía, invitando a la lucha social o, más modestamente, a la reflexión.
Lo privado, lo público y la inequidad
Poco a poco, nuestras ciudades se fueron convirtiendo en espacios donde lo público tiende a reducirse y lo que es cerrado, privado ha ganado espacio y hasta suele ser visto como una forma de distinción.
Rejas y muros son elementos esenciales de las ciudades actuales. Y lo son por varias razones: de seguridad, estéticas, de status e incluso de segregación. Este amurallamiento reproduce la inequidad y la jerarquía no sólo entre elite y grupos marginados, sino también hacia el interior de los diferentes grupos sociales.
En la confrontación de muros, rejas y espacios fortificados versus graffitis y pintadas, se hacen notorios los signos de desigualdad y la tensión social.
Pero el lenguaje con el que se lleva a cabo esta confrontación no es el lenguaje político convencional. Son grafías, escrituras diversas, dibujos que expresan un mensaje que es, principalmente, efecto residual de la tensión social imperante en un momento y contexto político-social determinado.
Podría decirse que uno de los objetivos de este tipo de expresión artística es romper el equilibrio, el sosiego que una situación social y política ha establecido. Es decir busca desasosegar, instalar una incómoda intranquilidad, expresando un descontento. Las paredes, públicas o privadas, limpias, ordenadas, transmiten una calma y aceptación de lo socialmente establecido que el graffiti rompe, a la manera de un grito; un grito ante la marginación y la opresión.
Graffitis y pintadas: de trasgresiones y resistencias
Las pintadas y los graffitis en los muros representan espacios de comunicación y cuestionamiento a la exclusión. La ciudad –la privada y la pública- es tomada como un espacio de intervención, como un lienzo donde pintar y/o escribir, en un acto de resistencia y trasgresión, y reinscribiendo así lo público en la ciudad privatizada y acallada.
Los graffitis pueden cubrir muros, vallas, vagones de trenes u otros medios de transporte, puentes, túneles, persianas de negocios, etc. Y aun en aquellos casos donde las pintadas y/o graffitis no parecen encarnar un mensaje explícito de protesta, la sola acción de realizar esta intervención es un cuestionamiento, una trasgresión a lo establecido: ignorando límites, invadiendo espacios, resignificándolos y apropiándose de ellos.
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En momentos sociales álgidos, de crisis, de fuerte descontento o conmoción, las pintadas y los graffitis inundan la ciudad, impidiendo de ese modo que los ciudadanos desvíen la mirada. Como es de suponer, muchos interpretan estas apropiaciones como actos vandálicos, salvajes y prueba del deterioro de un espacio público rechazado por quiénes los producen.
Tanto en nuestro país como en otros tantos, con fuertes movimientos y crisis sociales, debacles económicas, etc, hablar de graffitis, pintadas, stencils y todo otro tipo de escritura o dibujo en los muros, es hablar de una herramienta contestataria. Muchas veces, tiene el peso de un mecanismo de legitimación política de reclamos sociales y se revela, así, como una expresión en representación de lo social. El graffiti es así un elemento fundamental para la resistencia política de la calle al poder establecido y una herramienta de los grupos oprimidos para hacerse oír, para hacerse presente.
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Aunque tanto el graffiti coma la pintada tienen raíces similares, constituyen diferentes tipos de intervención en el espacio público de la ciudad. Las pintadas están asociadas con la fealdad y la desfiguración, no con el arte y la belleza. Para sus autores, en cambio, su intervención señala el carácter de una esfera pública a la cual tienen pocas formas alternativas de pertenecer. Al mismo tiempo, representa un gran desafío sostener esta intervención en el tiempo. Una inscripción aislada no dura mucho: lo que perdura es su presencia colectiva, anónima y su producción repetitiva.
Stencil: Foto de María Cipriano
Así como sucede con otras expresiones artísticas, el espectador nunca podrá ver al graffiti como un conjunto de palabras, letras o dibujos, como un análisis de los elementos del lenguaje y visuales. Es un arte que no solo se limita a expresar lo que todos vemos y que es obvio, sino que su localización, momento de realización, influencia social, acontecimientos políticos y culturales, que coinciden en un momento en el tiempo y en un lugar, constituyen el complejo y rico entramado que definen lo que la pieza artística transmitirá al espectador. |