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Psicóloga
Miembro del Colegio de Psicoanalistas
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Psiquismo y heterogeneidad de funcionamientos

Creo que ya es un lugar común entre nosotros, que partimos de una concepción del aparato y del funcionamiento psíquico como no-homogéneo, con aspectos neuróticos, y otros aspectos o fragmentos que no podrían pensarse desde el modelo de la neurosis. Modos de funcionamiento dominantes, que prevalecen en distintos momentos y aluden a una concepción diversificada del aparato, que supone pensar “interferencias” de estructuras o de corrientes psíquicas diferentes, sustentadas por sus respectivas lógicas, coexistentes en el mismo sujeto. Esta cuestión conduce a pensar “la constelación presente en la identidad, hasta ahora subsumida de modo violento en la noción de lo Uno” [1].

Se complejiza de este modo una metapsicología cuyos referentes eran la neurosis de transferencia y la angustia de castración, al quedar fuertemente incluidas problemáticas centradas en la labilidad de las fronteras entre el yo y el objeto (angustia de separación y de intrusión), y estas cuestiones serían las que diseñan una potencialidad determinante de la vulnerabilidad o posibilidad de enfermar, sin dejar de tomar en cuenta otros elementos concurrentes que también entran en tensión (la particular cartografía que el genoma humano asume en cada cual, los factores congénitos, de riesgo, epidemiológicos, disrupciones extremas del mundo circundante, así como calidad de vida, red vincular [2], etc. necesarios pero no suficientes).
En tal sentido importa considerar las multiplicidades que atraviesan y coexisten en un sujeto y que no pueden ser representadas en una nosografía “sedentaria” [3], o abstracta, cuyas certezas quedan interpeladas.
Se va definiendo así la pertinencia de una complejidad de preguntas que se entrecruzan, y desplazan el lugar de los enunciados únicos.
La identidad, entonces (o la subjetividad también producto de la época), “presenta un equilibrio inestable y complejo, con una polivalencia semántica que altera y corrompe los ideales de homogeneidad” (Espósito).
Aparece así la noción de diferencia (Derrida) y dispersión, en el interior del sujeto humano.
Queda superada la lógica formal, organizada alrededor del principio de no-contradicción según el cual dados dos juicios, si uno afirma lo que el otro niega, no pueden ser ambos verdaderos. Disyunción verdadero-falso en detrimento del sentido; de un sentido cuya constitución paradójica cuestiona la asignación de identidades unívocas.
La “estructura” de un paciente podría ser pensada más cercana a “una distribución de puntos relevantes, ningún centro (absoluto)” [4], encrucijada o tal vez rizoma. [5]

Un presupuesto básico de esta presentación, es el que alude a suponer “el fenómeno psicosomático” como potencialidad facilitada en parte por un fragmento preneurótico, coexistente entonces, con formas de funcionamiento neuróticas y en función de determinados desencadenantes que se hacen presentes. En las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis, Freud plantea “un núcleo de neurosis actual existente en el fondo de toda psiconeurosis”, cuestión que incluyo porque abona la hipótesis de la heterogeneidad, aunque entiendo que el criterio del estancamiento de la libido dificulta el camino a una complejización de los interrogantes.
De todos modos, interesa detectar y considerar la presencia parcial o hegemónica de estos aspectos no neuróticos en la constitución del aparato, y esa comprensión se nos ha hecho más clara a partir de las categorías designadas como patologías del desvalimiento o déficit, estructuras limítrofes, pacientes “a predominio de cantidad” y distintos modos de pasajes al acto: crisis psicosomáticas, adicciones, accidentofilias, y sin el propósito de establecer una equiparación que desconozca las especificidades, sino reconociendo y destacando las diferencias, podríamos decir que básicamente en esas categorías predomina la escisión, el desvalimiento (Freud), la aniquilación (Klein), el terror sin nombre (Bion), el vacío, el “como sí” (H.Deutch), la agonía y el derrumbe (Winnicott).

En muchos de estos pacientes ubicados en “los límites de la analizabilidad” [6], se despliegan actuaciones que no pueden ser “contenidas” en una trama simbólica y la “desbordan” con producciones del sujeto que tienen por referencia la opacidad de lo fáctico, “en ese lugar límite entre lo somático y lo psíquico donde maduran los pasajes al acto” [7].
Observamos que el psiquismo puede restringirse considerablemente en su funcionamiento complejo por factores como los que trataré de describir, y que limitan su riqueza, diversidad y posibilidades de transformación.
Aparecen afectados la plasticidad en las relaciones entre lo real, lo imaginario y lo simbólico, el interjuego intra e intersistémico y la construcción de pensamiento y fantasía. Cuestiones que ponen de manifiesto el predominio de la compulsión a la repetición, de evacuaciones de cantidad que eclipsan la función significante, a diferencia de lo que Freud llamaba intrincación como sinónimo de ligazón, o mitigación, aludiendo a las relaciones entre Eros y las pulsiones de destrucción.


Fallas tempranas en el objeto

Me refiero a pacientes en los que el objeto primario constitutivo y estructurante [8] ha fallado como barrera de protección y modulación frente a estímulos y excitaciones generando una pertinaz “vivencia de desatisfacción” [9]. Esta vivencia recurrente, y sus efectos posteriores, han sido retomados por Green en El trabajo de lo negativo. Por el contrario, el logro de la vivencia de satisfacción implica que un cuerpo “enteramente ordenado por lo biológico” se inscribirá en el registro placer/displacer, cuestión que requiere del orden simbólico.
La presencia intrusiva del objeto o, por el contrario, su inaccesibilidad han afectado la constitución de la ausencia como categoría que inaugura las matrices del pensamiento, quedando así dificultado el atravesamiento de otras problemáticas tempranas como el fort/da y la experiencia del “extraño”, y también interferidas las posibilidades futuras del jugar, duelar y soñar. Importa el logro de la categoría ausencia, que se sitúa a mitad de camino entre presencia y pérdida, destacándose los aportes de Winnicott en relación a la capacidad de estar solo, aún en presencia de la madre.
Para que se constituyan ciertos logros y sus matices afectivos, se requiere de la captación de la empatía o la ternura de quienes se hayan hecho cargo del cuidado del niño.

Pueden conjeturarse dificultades en la regulación temporal de los estímulos tempranos, lo que incide en el posterior establecimiento del campo representacional. En sus estudios sobre autismo [10] Tustin refiere el problema de la falta de encuentros rítmicos con la madre, y plantea la conveniencia de pesquisar un componente de esta naturaleza en los pacientes neuróticos. Si esa armonía inicial no se crea, el apego adhesivo, los estados de apatía, sopor y abulia aparecen en momentos posteriores del desarrollo y se conjugan con la falta de cualificación afectiva [11].

En La interpretación de los sueños, La represión y Lo inconsciente, Freud plantea una teoría tópica en la que alude a diferentes estratos mnémicos, sobrevenidos en períodos sucesivos del desarrollo psíquico, regidos por lógicas cada vez más sofisticadas, a las cuales es necesario retraducir los contenidos representacionales. Entre nosotros, David Maldavsky [12] siguiendo a Freud, refiere que en las patologías del déficit y el desvalimiento los procesos iniciales de retraducción solo han podido tomar en cuenta las urgencias ligadas a lo autoconservativo y, por lo tanto, ciertas retraducciones no tienen lugar. El sistema sensorial se rige, entonces, por sus criterios más elementales, de modo tal que cualquier canal perceptual capta básicamente frecuencias, concepto que también usa Lacan en referencia a lo psicosomático. Habría una simplificación, una complejización no alcanzada, degradación del potencial posible de los canales perceptuales.
Esta temporalidad arcaica, hecha de ritmos biológicos, escansiones, rupturas y discontinuidades se transforma merced a la respuesta metaforizante del objeto. Cuando esta primera dotación de sentido falta, el proceso simbólico en ciernes puede quedar dificultado, favoreciéndose la instalación de la repetición como relevo del recuerdo.
Lo que se repite o reproduce, de carácter dificultosamente elaborable, interfiere con el futuro y con la posibilidad de representar; “presentaciones” sin pasado ni porvenir, repetición en lugar de rememoración [13].

Queda instalada, entonces, cierta facilitación en el aparato, que la presencia persistente de condiciones traumáticas potenciará, a un estado de toxicidad de la pulsión por su insuficiente tramitación a través de engramas representacionales y fantasmáticos dejando al sujeto en un estado de inermidad. Por otro lado, podría incrementarse la fuerza de la pulsión de muerte en cuanto a “aniquilar el sí-mismo que percibe y experimenta, así como todo lo que es percibido”(H. Segal). Green también refiere que la respuesta a lo desbordante del trauma promueve expulsión no solo de partes de representaciones sino (desorganización) de funciones psíquicas. De modo que “una vía de deshacerse de lo doloroso es desinvestir lo representacional y destruir los procesos de ligadura. Los atentados al entramado representacional obstaculizan la represión y favorecen la escisión” [14]. Se establece una dinámica propia de la energía libre y el principio de inercia, que dará lugar a lo que designamos como trastorno.

En ese contexto, la actividad perceptiva carece de modulaciones sutiles, está disociada de la actividad imaginaria, no promueve inscripciones representacionales, fallando su integración a procesamientos simbólicos en los que la metáfora está implicada; este concepto, metáfora, abre a la dimensión simbólica presente en lo imaginario, término éste que tiene en Sami Alí, un uso muy diferente al que le da Lacan: “el campo perceptivo, desmesuradamente simplificado, excluye toda irrupción de lo imaginario. Hay una disyunción entre la actividad perceptiva y la actividad imaginaria; disyunción, (es decir) algo más violento que una oposición”. [15]
En tanto que, en condiciones más benévolas, es decir cuando ha estado presente el soporte de la investidura materna, la percepción irá acompañada de una interrogación de modelos interiores tan activa como la búsqueda en el campo perceptivo externo, siendo la reflexión su fundamento imperceptible.
Estamos en el terreno de traumas tempranos que han anegado y desbordado las posibilidades del aparato, situación descripta con vigente actualidad en la Carta 52 (correspondencia Freud-Fliess). Cuando las barreras antiestímulo han sido arrasadas, queda dificultada una simbolización posterior que pueda “dar sentido” y transformar en experiencia.
El sujeto parece entonces disponer de la escisión y la desinvestidura como recursos disponibles. Muy lejos ya del síntoma conversivo y de la represión, y aún de la hipocondría, los fenómenos observables son la exclusión somática y la desintrincación pulsional. Quedan así promovidas la somatización y una cierta fascinación por la actuación expulsiva que da cuenta de la inelaboración (acting-out y acting-in o implosión somática). Se trata de “aquellos estados borderline en los que el funcionamiento preconsciente, lo discursivo, lo narrativo, se ve cortocircuitado por el vacío, los pasajes al acto, las somatizaciones”. [16]

La escisión podría pensarse como un recurso extremo de protección de la zona secreta, zona de no contacto (Balint); “donde el ser verdadero está protegido” (Winnicott).

“A diario trabajamos con pacientes que han padecido intrusiones desmesuradas acumuladas, que no logran ser reprimidas y no pueden convertirse en experiencia psíquica” [17].

Las primeras experiencias de ligadura las propicia la madre con el sostén, decodificación y devolución con distorsión limitada y dentro del marco empático de una "locura amorosa" es decir de una buena investidura y narcisización del hijo; reverie que no se apresura a dar sentido.
Cuando esto no sucede, los vínculos tempranos des-favorecen la integración y facilitan la vulnerabilidad somática. Las conceptualizaciones de trauma y trauma acumulativo aluden a la imposibilidad de metabolizar.

Si adscribimos al modelo freudiano de las series complementarias, podemos coincidir en que el psiquismo se estructura sobre la base de disposiciones biológicas generales, pero que es necesariamente transcripto a un contexto que es siempre humano e intersubjetivo, en el que “está presente constitutivamente el proyecto identificatorio de quienes asisten inicialmente al niño incluyendo las asignaciones de género al nacer, capaces de contrariar los datos anatómicos” [18].

Entramados y desencuentros

El afecto materno es el primer contenedor pulsional. Así se instalan los primeros lazos entre soma, cuerpo erógeno, actividad psíquica. Cada dominio, sin dejar de lado sus condiciones inmanentes, queda “vectorizado” hacia el siguiente y, asimismo “metaforizado” en él. “Por actividad de representación, entendemos el equivalente psíquico del trabajo de metabolización propio de la actividad orgánica” [19].

En la encrucijada de lo subjetivo y lo objetivo, del sueño y la percepción, del afecto y el pensamiento, el cuerpo propio, tomado de entrada en una relación singular con el otro, subyace a toda representación.
Así se va gestando paulatinamente la unidad psicosomática fundamental del ser humano siendo considerado el psiquismo un aparato de transformación.

Me parece pertinente tomar en cuenta la cuestión del cuerpo erógeno, cuerpo habitado por metáforas (neurosis), y la claudicación (al menos parcial, al menos en algún punto) de la función simbólica. En el terreno de la neurosis “el ser metáfora, ficción operante, pertenece a la naturaleza del cuerpo” [20]. Según esa condición, el cuerpo (y sus síntomas) podrían ser tomados como “el efecto de una elaboración secundaria en cuyo caso el psicoanálisis puede ocuparse de él pensándolo como el contenido manifiesto de un sueño”.

Podría considerarse la enfermedad somática como cierto fracaso en la constitución de una metáfora posible, al producirse una emergencia anárquica de lo real del cuerpo (soma). Habría, más bien, una degradación de sentido, una pérdida de poder semántico y simbólico, un movimiento de desinvestidura y desagregación pulsional. [21]

La pulsión está anclada en lo somático [22] pero Freud también dice que se trata de un “ya psíquico en una forma desconocida para nosotros”.
La pulsión se soporta en una zona limítrofe, sobre la línea de articulación, sobre la línea de conjunción, sobre el punto de convergencia entre dos series entramables, que podrán tornarse divergentes. ¿Cómo pensar los articuladores de las transformaciones, ensamblajes, intersecciones y resonancias?

Entre cuerpo somático y cuerpo erógeno representacional, cabría pensar en términos de umbrales de potencialidad (inestabilidad) y de pasaje a nuevos regímenes dinámicos [23] , por ejemplo la transformación (indiscernible) de la carga energética endosomática en pulsión, camino que podría no llegar a “completarse”, en el caso que las excitaciones no logren “entender” el dispositivo según el cual podrían ser “admitidas” en la frontera de lo psíquico. Desde esta perspectiva, la indefensión estaría situada en la dependencia del sujeto respecto del montante biológico y somático.

En los movimientos progresivos de Eros, la pulsión metaforiza al instinto y lo inscribe en otra legalidad, en tanto que el objeto en su contingencia, despliega una función intrincante de lo pulsional.
Los significantes aportados por el otro de la seducción originaria logran implantarse y es sobre esos mensajes que el niño hermeneuta realiza las primeras tentativas de traducción. Los restos, que inevitablemente se forman a la sombra de la traducción, constituyen lo reprimido originario.[24] El inconsciente intermedia entonces entre lo somático y lo psíquico.

La pulsión es un concepto límite no solo entre lo psíquico y lo somático sino, y a la vez, de enlace entre sujeto y objeto. El objeto es el revelador de las pulsiones, es la “condición” de su advenimiento a la existencia. Así, el objeto percibido, hallado, será creado aún estando allí, dándose lugar al “encontrar-creado” (Winnicott).

La función objetalizante (Green, Winnicott) consiste no solo en ligarse a objetos sino en crearlos, en “exceder” su mera presentación, ya que la investidura pulsional es el parámetro esencial de dicha función. Los objetos y los fenómenos transicionales, y el espacio potencial, motorizan las condiciones de posibilidad de la simbolización por cuanto se supone que la transicionalidad acontece en el lugar de una reunión potencial, allí donde se produjo la separación. Se observa en los niños, que el logro del objeto transicional con su tendencia a la integración por un lado, y la enfermedad somática por otro, están en relación opuesta e inversa. Asimismo, en el adulto habría una correlación igualmente negativa entre presencia de lo imaginario (Sami Alí) y somatización.

La psicoanalista italiana Renata Gaddini, afín a este enfoque, estudió lo que ella designa como los precursores del objeto transicional.
En la metáfora se enlazan y anudan lo imaginario y lo simbólico.
Una metáfora que vectoriza hacia lo simbólico.
Cuerpo somático, cuerpo erógeno, cuerpo representacional plantean engramas y enlaces que complejizan la contigüidad entre biología y psiquismo. La “realidad biológica” alcanzaría a través de los senderos frondosos del sueño y el afecto, una transcripción en las tramas de diseño simbólico.[25]

La energía ligada se despliega de un modo arborescente, en red y sobre varios pentagramas (lo que aleja la idea de linealidad) y comunica entre sí sectores diferentes del psiquismo.
Winnicott muestra la relación entre el empuje biológico, la elaboración imaginativa y la ilusión.
Pierre Marty, (Escuela Psicosomática de París), propone un punto de vista que no excluye el misterio de los lazos entre psique y soma.

Una de las cuestiones que Marty plantea es la importancia del preconsciente como punto central de la economía psicosomática. Esta instancia determina las relaciones entre lo intrapsíquico y lo intersubjetivo, quedando ubicado el objeto en la intersección. Es censura, filtrado, vía de pasaje y territorio de transformaciones.

En el interior del funcionamiento del preconsciente los enlaces transversales entre representaciones de una misma época y los enlaces longitudinales entre representaciones de distintas épocas, configuran la fluidez de su circulación, quedando así establecido su dinamismo, espesor y hojaldrado, en definitiva su mayor riqueza, que habilita un campo propicio a la elaboración, un espacio psíquico apto para que el trabajo del sueño y el trabajo del duelo puedan desplegarse, lo que desinvolucra al soma.
Por el contrario, un efecto de aplanamiento, de adelgazamiento del preconsciente por indisponibilidad de las representaciones, dificulta la tramitación. Marty presupone fallas tempranas en el objeto que afectaron la inscripción representacional, pero la cuestión se definiría no tanto por la presencia o ausencia de representaciones, sino por su funcionalidad, riqueza (potencialidad simbólica), su endoconsistencia, es decir, su tallado, su facetado y su esencial modulación por el afecto, ya que representación y afecto son el derecho y el revés de una trama.

Marty hace referencias a desbordamientos o insuficiencias pasajeras o profundas del funcionamiento mental. En algunos sujetos las cantidades de excitación "no están dispuestas" a metabolizarse porque son cantidades importantes descualificadas, (lo que pone en duda la presencia de un deseo en juego) o porque la disponibilidad representacional y fantasmática es pobre.
La poca permeabilidad del preconsciente hace pensar en reflujos de lo psíquico hacia lo somático, en tanto los objetos pierden su vitalidad e investidura.

Sabemos que las palabras son diques eficaces para contener y transformar la energía ya que cohesionan, ligan y ordenan los componentes de la representación-cosa. “Las palabras poseen un sabor, un olor, un tacto, una sonoridad, una visibilidad, un cuerpo. Los afectos se aprenden en lengua materna” [26] lo que asegura una relación carnal entre las palabras y las cosas, entre afecto y representación. “Baño melódico” de las palabras de la madre, sugiere Piera Aulagnier.

La ligadura de afectos y de representaciones es la función básica del aparato psíquico y es pulsión de vida; capacidad de evocación, permeabilidad a los retoños del inconsciente. En el pensamiento operatorio, las palabras copian (duplican) los hechos; falta el “índice de verdad” (Bion); los sueños están ausentes, o tienen poca elaboración.

La fantasía, que da cuenta de la libido invistiendo tanto el pasado como el futuro, sería garante del buen funcionamiento somático. Podemos considerarla un articulador de alta complejidad entre los sistemas, que expresa lo pulsional a través de las representaciones-palabra en una escenificación imaginaria.

La manifestación propia de la pulsión de muerte es el desinvestimiento que se pone de manifiesto en el pensamiento operatorio, la depresión esencial y la desorganización progresiva (Escuela Psicosomática de París).

Marty establece algo así como una continuidad del funcionamiento somático con el funcionamiento psíquico. Utiliza los conceptos de fijación y regresión acuñados para el psiquismo y los extiende al soma. Las fijaciones somáticas preceden en el curso del desarrollo a los puntos de fijación del psiquismo. Por el contrario, las regresiones mentales preceden a las somáticas.

El espesor psíquico frena, la elaboración también. Son palièrs que si tienen consistencia suficiente, pueden detener la regresión. Asimismo, los puntos de fijación del desarrollo son puntos de atracción para las desorganizaciones y a la vez, refugios, palièrs que pueden poner fin a esas desorganizaciones:

“…la desorganización progresiva, no ruidosa, es la pulsión de muerte actuando y está vinculada a la depresión llamada esencial…” [27]
Cuando el super yo es reemplazado por un yo ideal arcaico, ningún palier detiene la desorganización, lo que le confiere una marcha progresiva avanzando “hacia atrás”, por decirlo de algún modo. Se impone, entonces, una distinción entre regresión y desorganización: “un individuo en la desorganización está desarmándose y la manera como se desarma es muy diferente de una regresión”.

Se postula una cierta desintrincación o desagregación pulsional: las pulsiones parciales integradas, engarzadas y vectorizadas hacia la genitalidad recorren un camino regresivo.
La depresión llamada por Marty “esencial” y por Green “depresión primaria”, es una depresión sin objeto, sin autorreproches, ni sentimientos de culpabilidad consciente, a veces precedida por angustias difusas automáticas que traducen el desamparo profundo del sujeto. Es “correcta”, no “ruidosa” como en la melancolía. Conduce a la muerte. Expresa la disolución de los deseos y un estado arcaico de desbordamiento con marcada disminución de la libido objetal y narcisista, con pérdida de interés en el pasado y en el futuro.

Faltan las actividades fantasmáticas y oníricas que permiten integrar las pulsiones y su tramitación psíquica. Los procesos simbólicos implican una fuerte presencia de lo imaginario.
El soñar es el paradigma de lo imaginario [28] ; sus equivalentes en la vida de vigilia son la fantasía, ensoñación, ilusión, creencia, juego, transferencia, comportamiento mágico, delirio; fenómenos que se producen en lugar del sueño, a favor de un equilibrio diferente cada vez.

El estrechamiento de lo imaginario, es decir, su represión global en cuanto función, coexiste con una hipertrofia de la sobreadaptación, un afán de “rendimiento” e hiperactividad vertiginosa, quedando sobreinvestido lo fáctico.
La lesión somática sobrevendría cuando los conflictos no logran constituirse como tales, y no podrían ser “tratados” por las defensas neuróticas que quedan puestas fuera de juego.

“A mayores niveles de sofisticación de los procesos simbólicos, menor incidencia de la biología” (Silvia Bleichmar).

Hemos estado recorriendo teorizaciones que intentan balizar los vectores de pasaje del soma al cuerpo erógeno y que plantean la emergencia de lo “psicosomático” como patología de carencia, no de conflicto.
Concepciones que pivotean sobre los movimientos progresivos y regresivos, en un continuum donde son posibles los pasajes, superposiciones o mezclas, porque dado un punto de vista somato-psíquico, postulamos un puente de doble recorrido.
El respaldo teórico de Marty parece ser un marco que presupone una estructura no neurótica de un modo similar a como aparece en las postulaciones de Tustin, Bion, Winnicott, Green, Sami Alí y otros.
Quedaría así sugerido un corte entre enfermedad y símbolo, un eclipsamiento de la posibilidad de atribución de sentido. La lesión somática, supondría un atolladero que no ha podido atravesarse, una caída, una dificultad en las posibilidades de elaboración simbólica de las vicisitudes de la existencia.


* Texto presentado en el Colegio de Psicoanalistas, 2009.

 
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Notas
 
[1] Espósito, R. Immunitas.
[2] Zukerfeld, Rubén, articula la calidad de vida; la presencia o no de una red vincular y la mayor o menor vulnerabilidad somática.
[3] Deleuze y Guattari: Qué es Filosofía?
[4] Deleuze, Lógica del sentido.
[5] …Las hipótesis deben ser continuamente replanteadas, pues una estructura en rizoma cambia constantemente. (U.Ecco)
[6] Green, A., Locuras privadas.
[7] De M´Uzan, M., La boca del inconsciente.
[8] Sami-Alí: El sueño y el afecto. Una teoría de lo somático: “Podría pensarse que es una relación que precede a la relación de objeto y que engloba tanto lo psíquico como lo somático”.
[9] Rodulfo, R. Estudios Clínicos.
[10] Tustin, F. Barreras autistas en pacientes neuróticos.
[11] Sami-Alí, M. El sueño y el afecto. “La madre no se desempeña sólo como un para-excitación, ella es sobre todo un sincronizador de los ritmos biológicos, en especial de la regulación térmica y del ciclo reposo-vigilia”.
[12] Maldavsky, David, Teoría y clínica de los procesos tóxicos.
[13] Green A., El tiempo fragmentado.
[14] Green, A., La metapsicología revisitada.
[15] M. Sami-Alí, El sueño y el afecto.
[16] J. Kristeva, La revuelta íntima
[17] M. Khan, Locura y soledad.
[18] Meler, Irene, El estatuto teórico del cuerpo en los estudios psicoanalíticos de género.
Trabajo presentado en APdeBA 2003.
[19] Aulagnier, Piera, La violencia de la interpretación. “Freud hablaba de una fuente somática del
afecto; yo sugeriría fuente somática de la representación psíquica del mundo”.
[20] Le Breton, David, Antropología del cuerpo y modernidad.
[21] Marty, P., Psicosomática del adulto.
[22] Laplanche y Pontalis: …un aparato, al principio calificado de neuronal… cuya función sería mantener en un nivel lo más bajo posible, la energía que por él circula.
[23] “Por pulsión no podemos designar en primer lugar más que la representación psíquica de una fuente endosomática de estimulaciones que fluyen de manera continua. Freud, S, Tres ensayos de una teoría sexual. 1905.
[24] Laplanche, J. Nuevos fundamentos para el psicoanálisis: La “intromisión” está en relación principal con la analidad y la oralidad.
[25] Evoco el trabajo de Heidegger “Senderos del bosque”.
[26] Sami Alí M., El sueño y el afecto.
[27] Marty,P. La psicosomática del adulto.
[28] Sami-Alí, Pensar lo somático. Reconoce dos conceptos básicos: por un lado la función de lo imaginario; por el otro la represión de la función de lo imaginario. Ambos conceptos definen la doble pertenencia de la patología humana: a lo psíquico, a lo somático. Menciona a Piera Aulagnier.

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