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Gustav Klimt
Trilogía Millenium
De Stieg Larsson
Editorial Destino. Barcelona. 2010
Por Leonel Sicardi
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Al terminar de leer la trilogía Millenium de Larsson, la sensación que deja al lector es de una temprana nostalgia al saber que ya no va a seguir esta historia cruel, atrapante, descarnada, como muchos de los aspectos del ser humano y del mundo que nos muestra.
Cuesta aceptar que Larsson, quien falleció al poco tiempo de entregar el material de su novela a la editorial, no vaya a seguir escribiendo, ya que interesó y conmocionó a tantas personas en el mundo, con sus personajes y su compleja trama.
En “Los hombres que no amaban a las mujeres” aparecen los reductos enquistados del nazismo en Suecia, ocultos y no tanto, bajo la prolija capa de un país progresista y respetuoso de los derechos de las personas.
En “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” se profundiza en abusos cometidos por las instituciones de salud, legales y políticas hacia personas en grave estado de indefensión.
En “La princesa en el palacio de las corrientes de aire” se indaga en la trama política que mueve los hilos de las instituciones de salud y legales, para tapar secretos, sostener determinados intereses y manipular a las personas en pos de su objetivo, aunque esto implique persecuciones, torturas y asesinatos.
Pasar a los personajes principales de la historia es otra cuestión no menor, Lisbeth Salander surge, en su enfrentamiento con todas las instituciones en las que no confía, teniendo sobrados motivos para ello, como exponente de la violencia social, especialmente hacia las mujeres.
Podríamos decir que Lisbeth en si misma es como un alarido que dice “miren los que hizo esta sociedad conmigo”, tomando su lugar como una víctima que no se calla.
Mikel Blomkvist aparece como un periodista comprometido que investiga las causas más urticantes, sin dudar en poner en riesgo su vida. Asimismo tiene una actitud personal en la que muestra una postura de trato igualitario entre varones y mujeres, libre de prejuicios, que lo lleva, entre otras cosas, a proteger y defender a la protagonista.


Finalmente, Lisbeth, transgresora, acusada injustamente de asesinato y de ejercer la prostitución, logra tener una red de personas que se juegan por ella, con actitudes de una gran nobleza y que creen en su inocencia hasta las últimas consecuencias.
Volviendo al tono nostálgico del inicio, da pena despedirse del libro de Larsson y de esta heroína atípica que muestra algunos de los horrores de este mundo “que supimos conseguir”.

 
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