Al terminar
de leer la trilogía Millenium
de Larsson, la sensación que deja al
lector es de una temprana nostalgia al saber que ya
no va a seguir esta historia cruel, atrapante, descarnada,
como muchos de los aspectos del ser humano y del mundo
que nos muestra.
Cuesta aceptar que Larsson, quien falleció
al poco tiempo de entregar el material de su novela
a la editorial, no vaya a seguir escribiendo, ya que
interesó y conmocionó a tantas personas
en el mundo, con sus personajes y su compleja trama.
En “Los hombres que no
amaban a las mujeres” aparecen los reductos
enquistados del nazismo en Suecia, ocultos y no tanto,
bajo la prolija capa de un país progresista
y respetuoso de los derechos de las personas.
En “La chica que soñaba
con una cerilla y un bidón de gasolina”
se profundiza en abusos cometidos por las instituciones
de salud, legales y políticas hacia personas
en grave estado de indefensión.
En “La princesa en el
palacio de las corrientes de aire” se
indaga en la trama política que mueve los hilos
de las instituciones de salud y legales, para tapar
secretos, sostener determinados intereses y manipular
a las personas en pos de su objetivo, aunque esto
implique persecuciones, torturas y asesinatos.
Pasar a los personajes principales de la historia
es otra cuestión no menor, Lisbeth Salander
surge, en su enfrentamiento con todas las instituciones
en las que no confía, teniendo sobrados motivos
para ello, como exponente de la violencia social,
especialmente hacia las mujeres.
Podríamos decir que Lisbeth en si misma es
como un alarido que dice “miren los que hizo
esta sociedad conmigo”, tomando su lugar como
una víctima que no se calla.
Mikel Blomkvist aparece como un periodista comprometido
que investiga las causas más urticantes, sin
dudar en poner en riesgo su vida. Asimismo tiene una
actitud personal en la que muestra una postura de
trato igualitario entre varones y mujeres, libre de
prejuicios, que lo lleva, entre otras cosas, a proteger
y defender a la protagonista.
Finalmente, Lisbeth, transgresora, acusada injustamente
de asesinato y de ejercer la prostitución,
logra tener una red de personas que se juegan por
ella, con actitudes de una gran nobleza y que creen
en su inocencia hasta las últimas consecuencias.
Volviendo al tono nostálgico del inicio, da
pena despedirse del libro de Larsson y de esta heroína
atípica que muestra algunos de los horrores
de este mundo “que supimos conseguir”.
|