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Psicoanalista
edumul@sinectis.com.ar
 

La mujer no existe. Ya no hay más hombres.
Se trata de dos proposiciones fuertes, ontológicas, pero asimétricas.
La primera, afirmada por Lacan, es universal.
La segunda, aunque pronunciada por muchas mujeres que sí existen, es particular.

En los consultorios psicoanalíticos no se escucha la primera frase, pero se la comprueba. En cambio, sí se escucha, y mucho, la segunda frase. Como queja particular pero repetida. Un buen análisis permite comprobar que esa frase no se puede comprobar. Y sí se puede refutar. Una (frase por mujer) por una.

Freud, varón vienés, inventó una curiosa disciplina que se ocupa no tanto de lo que el hombre es sino más bien de lo que le falta. “Eso” que le falta constituye al sujeto humano, y el Psicoanálisis muestra cómo cada prójimo y cada prójima se las arregla con ese “eso” que les falta.

La negación es una de las maneras, astuta y sofisticada, que Freud señaló como procedimiento económico para no saber lo que se sabe: “Soñé con una mujer, no era mi mamá” dirá un soñante. Freud, austero, tachará el “no”. La negación es el modo de presentar lo que se es en el modo de no serlo: soñó con la mamá.

Mujeres que se quejan más de lo que sueñan, apelan a un procedimiento similar: “No hay más hombres”. Pero aquí el dispositivo se complejiza, se trata de una negación que oculta otra negación. Se dice “No hay más hombres” en vez de “Hay más hombres, ¡ay!, pero no para mí”. Una catástrofe demográfica es utilizada para tapar una excepción personal.

Los agrupamientos de solos y solas distribuyen de modo inequitativo la soledad. Las mujeres que dicen que no hay hombres piensan que los hombres están solos y que las mujeres son solas. Dependen entonces de un hombre para ser una no sola. La histerización actual de muchos hombres se transforma en evitación o fuga fóbica cuando comprueban que son requeridos más que re queridos, que son imprescindibles para que una mujer tramite un drama ontológico. Entonces le piden un taxi. Y entonces ellas vuelven a comprobar que, para ellas, no hay más hombres.

Sola es el nombre que conjuga sucesiva y simultáneamente a la castración, la privación y la frustración. Hombre es lo que le falta, lo que le quitan, lo que no hay, lo que ya (no) les va a crecer. Y cuando aparece uno, aparece como oportunidad única. Como soga para un ahogado. Y se aferran a esa soga con la desesperación de la que ya no puede esperar. No buscan una experiencia amorosa sino un salvataje existencial.

Hombre
es entonces el nombre de lo que le falta. Si una mujer logra correr al hombre de ese lugar, advertirá extrañada que ese hombre deja de correr.

Jon Maynard Keynes, quien advirtió sobre el riesgo de dejar todo librado al arbitrio de ofertas y demandas, dijo: “Lo inevitable nunca ocurre, lo inesperado, siempre”.

 
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