“El ángel guardián del hombre,
es la mujer,
que aunque desagrade al sexo denominado fuerte,
desempeña un papel importante, muy importante,
en la humanidad”. [1]
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Eugenesia en Argentina: la
Liga Argentina de Profilaxis Social
La eugenesia (del griego ευ, bien
y γενεσις,
generación, origen) tuvo su puntapié
inicial en 1883 de la mano de Francis Galton, primo
de Charles Darwin, quien la presentó como la
ciencia destinada al perfeccionamiento/progreso de
la raza por medio de la reproducción de determinados
individuos o grupos humanos considerados “aptos”,
“superiores”, y la inhibición de
la reproducción de otros considerados “inferiores”,
“inadaptables”, como enfermos a nivel
físico, psíquico y moral. Esta doctrina
tuvo su impacto y desarrollo a lo largo del siglo
XX en varios países europeos (Estados Unidos,
Inglaterra, Alemania - donde el nazismo constituyó
su máxima expresión-, España
e Italia, entre otros), como así también
en Latinoamérica, especialmente en Argentina,
aunque el modo de implementación en cada uno
de ellos ha sido bastante heterogéneo.
[2]
Fuertemente influenciado por la teoría evolucionista
de su primo, Galton planteaba que en las zonas urbanas,
la acción de la selección natural sobre
las poblaciones humanas estaba muy debilitada. Esto
se debía a que la civilización hacía
posible que las estirpes que naturalmente no sobrevivirían
para dejar descendencia, no sólo se perpetuaran
sino que se reprodujeran en mayor número que
las razas mejor dotadas, degenerando así la
calidad biológica, intelectual y moral de la
humanidad (Betancor Gómez M. J., 2007:461).
Por este motivo, planteaba la posibilidad de perfeccionar
la especie humana promoviendo la descendencia y el
matrimonio de los “mejor dotados”, al
mismo tiempo que evitando la reproducción de
aquellos que encarnaban el peligro de la degeneración
de la raza (Talak, A. M., 2005:572). Es así
que la preocupación por identificar a estos
individuos perjudiciales llevó a producir,
desarrollar y utilizar conocimientos para la detección
de diversos tipos y grados de anormalidad.
[3]
Una de las ideas rectoras de la eugenesia galtoniana
era que todas las características físicas,
mentales y morales de los individuos se transmitían
por herencia, de manera que las diferencias entre
los seres humanos estaban determinadas hereditariamente
y sólo en una pequeña medida dependían
del medio, no adhiriendo así a la idea lamarckiana
de la herencia de los caracteres adquiridos. Sin embargo,
la corriente eugenésica que tuvo particular
incidencia en los países latinos sí
se articuló con la concepción de la
herencia de las modificaciones adquiridas, es decir,
con la idea de que el ambiente podía introducir
cambios que luego se transmitirían por herencia
biológica (De Souza, V.S., 2007:426). Por consiguiente,
las condiciones de vida y el medio podían producir
una degeneración en la constitución
física, psíquica y moral del individuo,
y por lo tanto, en las futuras generaciones, o bien,
por el contrario, podían contribuir al mejoramiento
de la especie siempre y cuando se interviniera en
el medio a través de reformas orientadas hacia
este fin eugénico. De este modo, se estaba
planteando que la herencia no marcaba un camino inexorable,
sino que el ambiente, y con éste, la educación,
tenían un poder correctivo y profiláctico
(Talak A.M., 2005:575).
Es así que los principales proyectos eugenésicos
en Argentina durante la década de 1920 y 1930
implementaron una eugenesia preventiva tendiente a
modificar componentes del medio (entorno familiar,
vivienda, trabajo, tiempo libre, etc.) considerados
degenerativos (Talak, A. M., 2005:575). De esta manera,
se buscaba ejercer un control sobre el ambiente del
individuo, sobre su crianza, educación y sexualidad
con el fin de mantener su constitución física,
psíquica y moral dentro de los cauces de la
normalidad y de lo deseable, evitando así la
generación de aspectos disgenésicos
y su propagación a las futuras generaciones.
Entre estos proyectos se encontraba la Liga
Argentina de Profilaxis Social, una de las
primeras instituciones eugenésicas en el país,
fundada en 1921 por el médico Alfredo Fernández
Verano y patrocinada por el Círculo Médico
Argentino y el Centro de Estudiantes de Medicina,
que continuó funcionando hasta fines de los
años 60. [4]
Esta institución se proponía fundamentalmente
combatir la propagación de las enfermedades
venéreas (en especial la sífilis por
sus secuelas) y a los agentes considerados responsables
de dicha propagación (la pornografía
“hablada, escrita o figurada” que incitaba
a la promiscuidad, el alcoholismo y la prostitución)
en pos de la salud de la raza
[5].
Las principales formas de lucha contra estas enfermedades
propuestas por la Liga eran: la promoción del
matrimonio eugénico y su impedimento a aquellos
que sufrieran de enfermedades venéreas y mentales,
de alcoholismo y tuberculosis, por el peligro de transmisión
a las futuras generaciones, a pesar de que ya por
entonces la ciencia había descartado su heredabilidad
(Miranda, M., 2011:74); el certificado médico
prenupcial (como instrumento de control eugénico)
[6];
el control sanitario de los inmigrantes; la educación
profiláctica (nociones antivenéreas,
antituberculosas y antialcohólicas) en el ejército,
reparticiones públicas, talleres, fábricas,
etc., a través de folletos y volantes; y la
educación sexual y antivenérea a alumnos
de escuelas de enseñanza media y a educadores
de todo el país, obteniéndose en 1924
la autorización del Ministerio de Instrucción
Pública para implementarla
[7]
La Liga tenía particular preocupación
por generar una “conciencia eugénica”
que hiciera posible el autodisciplinamiento individual
para evitar la reproducción disgenésica,
y contribuir a la depuración y mejoramiento
de la raza. Para ello, era fundamental la educación
sexual que debía implementarse en escuelas
y hospitales, como así también las campañas
antivenéreas a través de la prensa,
conferencias, películas, folletos, volantes
y carteles (Talak, A. M., 2005:576). Pero sin lugar
a dudas, a la mujer-madre le correspondía el
rol principal de inculcar estas ideas eugénicas
al interior de la familia, y de tomar conocimiento
sobre las enfermedades venéreas y las medidas
de prevención “a fin de saber proteger
a sus hijos pequeños contra el contagio; a
los grandes, contra el libertinaje” (Leroy Allais,
J., 1924:63).
Una de las publicaciones de la Liga propuestas para
impartir la educación sexual, tanto en los
establecimientos educativos como al interior de las
familias, era el folleto De
cómo he instruido a mis hijas en las cosas
de la maternidad de Jeanne Leroy-Allais. En
él se presenta el relato de cómo una
madre educa a su hija adolescente sobre sexualidad
(orientada exclusivamente a la reproducción),
sobre las funciones propias de la maternidad, sus
obligaciones como esposa y ama de casa, y sobre prevención
de enfermedades venéreas. A continuación
se propone un breve análisis del folleto con
el fin de dar cuenta de la importancia de la educación
femenina en el marco del proyecto eugénico
de mejora de la raza.
Aprendiendo a ser una madre “eugénica”
“Es deplorable que las jóvenes que llegan
al matrimonio, no conozcan nada de sus obligaciones
futuras y, dispongan de su persona y de su vida entera,
sin saber a lo que se comprometen. Las explicaciones
dadas en la víspera de la ceremonia, a prisa
y en bloque, no sirven absolutamente para nada, sino
para asustarlas o sublevarlas, según su carácter;
siempre para perturbarlas”.
Es así como se inicia el folleto orientado
a instruir a las jóvenes mujeres sobre “las
cosas de la maternidad”, una maternidad entendida
como el destino natural y la principal función
femenina. Dentro de este marco, se consideraba necesario
que recibiesen una educación específica
que las formara física, psíquica y moralmente
para cumplir con la misión primordial a la
que “naturalmente” estaban destinadas:
ser madres y esposas. Por consiguiente, se desalentaba
toda educación que buscara instruirlas en disciplinas
consideradas inútiles para estos roles. “¡Con
las modernas pretensiones a la educación llamada
integral para las mujeres, se les mete en la cabeza
multitud de ciencias que para nada les servirán
y en cambio, se les deja ignorar a lo que las destina
la naturaleza, lo que constituirá la principal
función en su vida, es decir, la maternidad!”
(Leroy Allais, J., 1924:4).
La educación para la maternidad durante la
juventud contemplaba la preparación del cuerpo
para tal destino. Los órganos generadores eran
percibidos como “rodajes muy delicados”
que debían ser seriamente protegidos (p.29).
Por consiguiente, el uso del corsé estaba mal
visto, ya que se consideraba perjudicial porque deformaba
y atrofiaba los órganos esenciales de la feminidad,
ocasionando “ahogos, palpitaciones, falta de
apetito, enflaquecimiento alarmante” (p.26),
situación que ponía en peligro la posibilidad
futura de cursar un embarazo saludable y dar a luz
un niño “sano”. Asimismo el uso
de zapatos de tacos altos era visto como altamente
perjudicial, ya que desviaba el eje natural del cuerpo
ocasionando perturbaciones en todo el organismo, de
modo que “el aparato tan delicado de la maternidad”
no podía desarrollarse normalmente (p.26).
También el uso del escote era reprobable, ya
que además de causar “enfriamientos a
veces mortales”, era un elemento impúdico
que ponía al descubierto el pecho femenino,
considerado “recipiente de vida en que se abrevan
las generaciones. ¿Cómo pues, convertirlo
en objeto de curiosidad indecente?” (p.50).
Todo esto sumado al trasnochar, las fiestas, los bailes,
los vinos espumantes y los manjares “complicados
y condimentados”, eran considerados dañinos
para la salud de la futura madre, y “las causas
más ciertas de la degeneración de las
razas” (p.38). En consecuencia, se buscaba desestimar
estas prácticas advirtiendo que toda mujer
que hiciera oídos sordos a los deberes y obligaciones
con respecto al cuidado de su cuerpo para el rol de
futura madre, estaba condenada a sufrir “severos
castigos” cuando diera a luz, como fuertes dolores,
necesidad de intervención quirúrgica
o uso de fórceps, imposibilidad de amamantar,
bebés enclenques, con debilidades físicas
y/o mentales, etc. (p.26).
Si bien el ser madre era presentado como el verdadero
papel de todas las mujeres y el que les otorgaba mayor
felicidad, se insistía en remarcar las obligaciones
y cargas que éste conllevaba. “Desde
el momento que tiene la certidumbre de que va a dar
a luz un niño, la mujer no se pertenece ya.
Para ella no deben existir ni coqueterías,
ni fiestas mundanas, ni nada que ocasione fatigas
o molestias, nada que pueda perjudicar al nuevo ser
cuya vida depende enteramente de la suya” (p.18).
En efecto, la mujer embarazada debía tomar
todos los recaudos necesarios para cursar un embarazo
saludable, y evitar ciertas actividades y lugares
(fiestas y reuniones populosas en lugares cerrados
por el aire viciado; ir al teatro debido a las emociones
que podría ocasionarle; el trabajo cansador
de la fábrica, etc.) que podrían tener
efectos nocivos sobre el futuro hijo, generándole
características disgenésicas tanto a
nivel físico como mental, o inclusive la muerte
(p.19). “Aquellas que, por no perder un minuto
de placer, o para conservar su elegancia en los límites
de lo posible, se exponen a dar a luz una criatura
en estado de inferioridad, son muy culpables. Los
ligeros sacrificios que ocasiona la maternidad, valientemente
aceptados, son compensados y con creces por la intensa
alegría de dar nacimiento a un bello niño,
robusto y sano” (p.20). La madre llevaba entonces
la principal responsabilidad en evitar un nacimiento
disgenésico, y si éste llegaba a producirse,
la culpa caía no sólo sobre la que había
dado a luz a ese niño –en tanto no había
tomado las medidas necesarias para garantizar una
progenie sana- sino también sobre la madre
de ésta, por no haberla instruido de manera
apropiada sobre los deberes, las obligaciones y las
responsabilidades que les imponía su papel
futuro de madres (p.27).
En este proyecto de depuración y mejora de
la raza, también era absolutamente indispensable
la educación sexual de los jóvenes de
ambos sexos, con el fin de erradicar la ignorancia
y la “curiosidad malsana” que podían
llevar a la “depravación” (p.4).
De fuerte corte biologicista y médico, la educación
sexual eugénica estaba así orientada
hacia la reproducción, la responsabilidad con
respecto a la raza y la lucha contra las enfermedades
venéreas, el alcoholismo y la tuberculosis
(Palma, H. y Palma, D., 2007:531). Aquella impartida
especialmente a las mujeres, abordaba temáticas
que iban desde el funcionamiento del aparato reproductivo
femenino y la menstruación, hasta la concepción
y la importancia de que las relaciones sexuales se
dieran únicamente dentro del matrimonio (eugenésico,
claro está) y tuvieran fines reproductivos,
con el fin de cimentar una familia sana física,
psíquica y moralmente, y garantizar así
una óptima descendencia para el enriquecimiento
de la raza. Asimismo, se percibía como un punto
fundamental que las mujeres adquirieran también
conocimientos sobre las enfermedades venéreas,
en particular sobre la sífilis, sus modos de
transmisión y las medidas para evitar su contagio
y propagación a las futuras generaciones.
En conclusión, la educación femenina
eugénica albergaba la promesa del futuro enriquecimiento
de la nación y de la estirpe, porque en su
seno se formarían madres conscientes de la
crianza y educación de sus hijos en pos de
“la salud y el vigor de la raza”. Una
mujer educada bajo estos principios elegiría
a su marido no por fortuna o posición social,
sino en base a aquellas cualidades físicas
y morales que les garantizarían una descendencia
sana, robusta e inteligente (p.38). Asimismo, prepararía
su cuerpo y espíritu a lo largo de sus años
de juventud, para cursar un futuro embarazo saludable
y dar a luz a niños fuertes y sanos, a los
que criaría alejados de las tentaciones y la
mala vida, protegiéndolos así de las
enfermedades venéreas. Estos niños educados
bajo la doctrina eugenésica se convertirían
en consecuencia en hombres y mujeres de gran fortaleza
física, psíquica y moral, que engendrarían
igual descendencia. Por consiguiente, la maternidad
llevada adelante bajo los principios eugénicos
constituía así la pieza clave para la
puesta en marcha de los engranajes de este proyecto
de depuración y mejora de la raza y la sociedad.
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