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Volver a trabajar
Mujeres e inclusión social
Por el equipo de Salud Mental de APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), integrantes: Elina Aguiar (coord.), Ana María Di Martino, Rosa Gremes, Graciela Paulotsky, Martha Satne y Leonel Sicardi.
elinaag@fibertel.com.ar
suandimar@hotmail.com
rosagremes@fibertel.com.ar
g.paulotsky@gmail.com
martha_satne@hotmail.com
leonelsicardi@elpsicoanalitico.com.ar
 

Nuestra experiencia, desde el equipo de Salud Mental de la A.P.D.H. (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos), en el trabajo con personas desocupadas y sus familiares, así como con ”dis-ocupados” *, nos hace considerar a la desocupación y a la amenaza de desocupación como una violencia social que produce una angustia que conceptualizamos como traumática de origen social. [1]

La violencia social que implica la desocupación y su amenaza borra las fronteras entre lo público y lo privado, con lo cual las familias y parejas pasan de la vulnerabilidad social a la labilidad vincular [2], y refieren situaciones de descalificaciones, agresiones y desconocimientos mutuos.

Nos focalizaremos en las mujeres que han concurrido a nuestros talleres “de búsqueda de trabajo o de un mejor trabajar”, las cuales, en su mayoría, trabajaron durante un tiempo, dejaron de trabajar “en el afuera del hogar” y se les hace difícil reincorporarse al mundo laboral.

Consideramos que la mujer, que en los últimos veinte años ha conquistado un lugar en el mundo laboral;al quedarse sin trabajo, ve muchas veces tambalear su lugar de reconocimiento social y de consideración como par en la pareja. En el caso de que esta situación la lleve a depender económicamente de su pareja o de sus hijos, puede pasar a ser objeto de sometimiento y de desvalorización. [3]

La cultura patriarcal propició que las mujeres, tanto en la crianza de los hijos como en el cuidado de padres ancianos y nietos, tomen “naturalmente” los lugares de repliegue a lo privado. Desde la sociedad se naturaliza este repliegue hacia el interior, lo que puede generar nuevas fragilizaciones en cuanto a definir su lugar laboral, familiar y social bajo la solapada y monolítica lógica de la supremacía del varón. Es necesario que las mujeres adquieran y desarrollen una conciencia crítica de sí, de sus posicionamientos, al emprender una salida laboral.

En el grupo taller proponemos una de-construcción: búsqueda de los múltiples significados de sus maneras de ubicarse en el mundo. Una vez hecho este desglosamiento crítico, el grupo taller tiene una potencia transformadora: cada mujer puede verse en el espejo de la otra, dado que no le es ajeno algo de lo que ella plantea; sus vivencias, las seudo justificaciones de su inmovilidad laboral, el acatamiento -sin saberlo- a lo que el entorno social le propone implícita o explícitamente. Desde ese lugar comparte sus vivencias y se refuerza entre todas el pensamiento alerta, crítico, y las posibilidades de generar nuevas ideas.

La impronta aportada por las herramientas técnicas del Psicodrama, son de gran potencia para que cada uno, en grupo, pueda mirarse y re-crearse. [4] En el grupo, estamos atentos a las diferentes lógicas que puede utilizar cada integrante al proponerse volver al campo laboral; lógicas binarias, excluyentes: familia o trabajo; lógicas sometidas a lo socialmente consensuado: para qué trabajar si con lo que gano apenas pago a la empleada doméstica; lógicas familiares extrapoladas al área laboral: relaciones afectivo familiares en el trabajo que propician el abuso y el maltrato laboral; lógicas imitativas buscadoras de éxito rápido: ganancia instantánea desde la primera vez, lo que puede llevar a la frustración y a un mayor repliegue. Al registrar las diferentes modalidades de salir al externo laboral, contemplamos las singularidades de sus deseos, potencialidades, obstáculos internos y externos.

Por medio de la técnica psicodramática de ocupar las tres sillas vacías que están en el espacio escénico, se conectan con sus sentimientos, pensamientos y con la sorpresa de reencontrarse con sus fortalezas y habilidades no registradas como tales. Esto les permite pensar, con el grupo y con el equipo coordinador, su propia manera de emprender un trabajo, o sea, respetándose su singularidad, en su alteridad y en sus diferencias con lo esperado para ellas.

Algunas mujeres que se habían sometido, sin percatarse, a las expectativas para con ellas, en sus funciones de servicio a los otros, no parecen enojadas y al pensar sus reposicionamientos pueden reconocer las trampas de los mandatos sociales, la violencia impuesta intrusiva en la elección de su propia actividad laboral. Carlos Alberto Paz (1987) señala como una capacidad adulta el poder indignarse para poder dilucidar las violencias ajenas y propias a las que están expuestas [5].

Estamos atentos al “conformismo adaptativo” [6] por medio del que, con tal de ser aceptadas o reconocidas, pueden llegar a ser cualquier cosa a cualquier precio. Los indicadores son: la pasividad, la confusión, la ambigüedad, la queja y la paralización que puedan presentar.

Son varios los motivos por los cuales las mujeres que en algún momento trabajaron, lo han dejado de hacer y que luego de años desean y necesitan volver al campo laboral. Algunos de los motivos por los que dejaron de trabajar son: la crianza de sus hijos, el cuidado de padres mayores enfermos, el acuerdo de que fuera el esposo quien ingresara dinero al hogar; y luego, a la muerte o internación de esos padres que cuidaban, crecimiento de los hijos o separación de su pareja, desean volver al campo laboral.
Asimismo, la necesidad de que haya otro aporte económico más en la familia, suele surgir por diferentes causas: la desocupación o subocupación del marido, la separación matrimonial siendo el marido el proveedor, recibir una jubilación escasa, a lo que se suma la necesidad de no quedarse inactiva.

En una de las instancias de los talleres, cuando trabajamos sobre los deseos de hacer, está el ejemplo de María quien expresó que hubiera querido ser detective y termina estudiando administración de consorcios y ahora trabaja con una amiga, aumentando los ingresos que le da su magra jubilación.

Otra razón habitual para buscar trabajo está en el hecho de sentirse ya mayores, con hijos grandes, encontrarse con necesidad de salir afuera del hogar, de realizarse en otra área que no sea la hogareña y con el razonamiento de que ya no quedan tantos años para hacerlo.

También han concurrido a los talleres mujeres profesionales que se distanciaron de su práctica profesional por diversos motivos, jubiladas que quieren trabajar en áreas diferentes y de manera autónoma y que se sienten todavía con potencial suficiente para desarrollar alguna actividad.

Es importante, como motor de esta búsqueda, el deseo de ser reconocidas, y por lo tanto reconocerse, como valiosas en otros espacios y por otras personas que no sean familiares, conocidos o amigos. Si bien esta necesidad de reconocimiento es universal, en las mujeres se necesita una doble valoración por el mítico rol de la mujer en el hogar, no valorizado, y el que perdieron en el afuera, valorizado socialmente.

Se encuentran, muchas veces luego de la permanencia prolongada en el hogar, no sabiendo cuánto valen, quienes son para los otros extra familiares, qué posibilidades y potencialidades tienen, olvidan sus viejos anhelos o estudios. Sienten que, ante la urgencia, es absurdo conectarse con lo que les gusta; como por ejemplo Juana que se "olvidó" que había estudiado 3 años de Medicina…..y se ofrecía para trabajar de cualquier cosa. La angustia por estar pasando una emergencia habitacional, de salud, familiar o económica les hace sentir que tienen que trabajar de lo primero que aparezca, dejando de lado sus deseos, anhelos y expectativas, llegando a negar su experiencia anterior.
Trabajando con técnicas de dinámica de grupos y con técnicas psicodramáticas van pudiendo sentir y reflexionar aquello negado, asociándose con sus anhelos. Trabajo necesario porque, al no dar lugar a su deseo, se menoscaba su autoestima con consecuencias difícilmente evaluables, y se pueden invisibilizar sus potencialidades y capacidades personales y laborales.

Está el ejemplo de Flavia, que pensaba que sólo sabía sobre quehaceres domésticos y que sus estudios anteriores estaban en desuso; al desplegar su elocuencia y capacidad de convencer al otro, en el intercambio con los compañeros por medio de un role playing, se dio cuenta de que era una excelente promotora y vendedora. Esto hizo que le ofreciera a Mabel, una integrante tímida del grupo, la posibilidad de asociarse y vender la ropa que ella fabricaba… y finalmente formaron un buen equipo.

Algunas de las mujeres necesitan saber, por un lado, si tienen las habilidades necesarias para realizar lo que les gustaría hacer y, por otro lado, si su elección tendría posibilidades en el mercado y -en ese caso- cómo llevarla a cabo. Con este fin realizamos dos charlas de capacitación sobre micro-emprendimientos, con dos especialistas que las orientan, cuyos contenidos se continúan trabajando con el grupo.

A veces, la ocasión y posibilidad de tener su propio emprendimiento viene de la mano de un familiar que les ofrece "ayudar" en su propio emprendimiento; esta situación puede llevar, de no estar alertas, a ser “la que ayuda” realizando una tarea en la que no son reconocidas y remuneradas de manera acorde, ubicándose en un rol confuso, más ligado a lo familiar que a lo laboral, más reconocido y valorizado.

Esto se apoya en el hecho de que el trabajo realizado “al interior del hogar” que incluye el cuidado de familiares, la crianza de hijos, la organización diaria, es vivido como un tiempo inutilizado laboralmente, con una sensación de vacío, de algo no inscripto como valor durante esa etapa. Así, los recursos y habilidades, que pusieron en juego para hacerse cargo de la casa y de los hijos, no son capitalizados, encarnando la marca de nuestra cultura respecto de que las tareas realizadas en el interior del hogar no son valorizadas y ni siquiera registradas como trabajo. En ese sentido, la jubilación de ama de casa posee un efecto de valoración y reparación a nivel simbólico.

En el grupo taller trabajamos la falta de reconocimiento y, al ser reconocidas, reconocen a los otros y se reconocen en sus potencialidades como un capital adecuado para la vida laboral, pudiendo emprender un nuevo camino que les permita crecer espiritual y económicamente, valorarse y ocupar un lugar en el espacio social.

Algunos comentarios de las participantes:
CELINA: "Me incomoda cobrar porque desmerezco lo que hago”. Se le señala que ella no se valora, siente que “el reconocimiento tiene que venir de afuera”.

RAQUEL: dice que se siente “cada vez más chiquita y aterrada”. Comenta que se quedó pensando en la palabra "deseo" que trabajamos en el grupo la semana pasada y que ante "el yo no puedo" recurre, como justificativo, a las enfermedades como mareos, contracturas, etc., que – entendemos - aparecen como defensa frente al cambio de posición subjetiva.

PATRICIA: Quiere "...trabajar en un comercio, o cuidar chicos....quiero ayudar... estoy pasando por una situación económica difícil...", Sin embargo es ella la que necesita ayuda en estos momentos, entonces, invierte la situación, no registra "lo que ella necesita".

M. DEL PILAR: “Mi límite es la edad” (tiene 55 años y lo dice muy convencida) pensando solamente en trabajos en relación de dependencia.

INES: Receta flores de Bach, "Acá me di cuenta que mí inconveniente es darme a conocer", hasta ahora trabajaba con familiares y amigas, "me cuesta salir y enfrentar el mundo", o pasar de lo primario-familiar a lo secundario-el afuera social.
ALINA: Es profesora de historia, jubilada, viuda, siente que "se margina y la marginan" si no trabaja, no tiene nada para aportar, ni siquiera en una conversación de amigos. Se siente estigmatizada.

SUSANA: Se siente “señalada" cuando le preguntan en que trabaja porque no está trabajando. Tiene 41 años, título universitario, tuvo una beca en el exterior, trabajó en empresas y agencias de publicidad, dice "No logro insertarme, como yo quisiera". Sus expectativas le impiden adaptarse a la realidad.

Por otro lado podemos pensar, pero esto quizá merece ser tratado en otra nota, que los efectos de la desocupación y la amenaza de la desocupación sobre familias y parejas, permite ver que los estereotipos de género se han mantenido a lo largo de estos años o reaparecen en las crisis.

Algunas de estas mujeres, en cuyas vidas de pareja los roles no estaban regidos por los modelos tradicionales, al quedarse sin trabajo uno de ellos, especialmente si es el varón, regresionan al viejo modelo patriarcal [7] y el varón desocupado es descalificado y denigrado por el entorno y por sí mismo por no ser el proveedor.

Los mandatos sociales de género sobre la significación del trabajo para el hombre y la mujer refuerzan las imposiciones ejercidas sobre el vínculo de pareja. Hemos notado cómo muchas mujeres están excesivamente pendientes de las respuestas de su entorno inmediato al pensar en volver al mundo del trabajo, siendo habitual que en el grupo comenten estas reacciones de sus allegados para con ellas. “La encuesta sobre sí mismo se hace en los múltiples espejos de los otros, que son el único y difícil camino del estilo personal de ser en el mundo”. [8]

 

 

 
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Notas
 

[*] Dis-trabajar: condiciones precarias y enfermantes del trabajar

 
Bibliografía
 

[1] Aguiar, E. Exclusión Social y género. Panel Foro de Psicoanálisis y Género, A.P.B.A, Buenos Aires, 2007.
[2]
Aguiar, E. y Vinitsky M. De la vulnerabilidad social a la labilidad vincular. Página 12, sección Psicología, Buenos Aires, 2008.
[3]
Aguiar, E. Exclusión Social y género. Panel Foro de Psicoanálisis y Género, A.P.B.A, Buenos Aires, 2007.
[4]
Gremes R. y Sicardi, L. Contexto social y subjetividad. Una mirada sociodramática, Revista virtual El Psicoanalítico Nº 1.
http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num1/subjetividad-gremes-sicardi-mirada-sociodramatica.php
[5]
Paz C.A., citado en Pelento M. Intervenciones con adolescentes en tiempos de cólera. Ausencia de indignación y de cólera en algunos grupos de adolescentes. Congreso de FLAPAG, Buenos Aires, Julio 2011.
[6]
Amati, S. “Recuperar la vergüenza” en Puget, J. y Kaes R. y col., Violencia de Estado y Psicoanálisis, Ed. Centro Ed. América Latina, Bs. As, 1990.
[7]
Aguiar, E. y Vinitsky, M. De la vulnerabilidad social a la labilidad vincular, Página 12, sección Psicología, Buenos Aires 2008.
[8]
Ledoux, M. (1992), citado por Viñar M. (comp.) ¿Semejante o Enemigo? Entre la tolerancia y la exclusión. Ed. Trilce. Montevideo, 1998.

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