En
Una nueva epidemia de
nombres impropios el autor nos propone revisar
el paradigma de subjetividad que se desprende del
DSM – V (Manual diagnóstico y estadístico
de los trastornos mentales, en su quinta versión)
y, con ese fin, recorre los nuevos nombres (impropios)
que el Manual propone para abordar las patologías
infantiles. En él se amplía el horizonte
de lo patológico (que incluye lecturas de excesos,
desadaptaciones, funcionamientos discordantes con
lo esperado por adultos que rodean al niño),
creando nuevas “etiquetas”, así
como se alienta la medicación psicofarmacológica
para abordar dichos cuadros.
El autor plantea una clara posición ideológica,
ética y clínica frente a estos fenómenos.
Propone el abordaje del sufrimiento psíquico
y la subjetividad en su complejidad corporal, histórica
y representacional, en contraposición a la
propuesta clasificatoria de enfermedades según
signos y entidades psicológicas, enfoque que
desubjetiviza y patologiza la infancia misma; asimismo,
alerta sobre el peligro de aplanar los síntomas
del niño con la medicación y desentenderse,
así, de la estructura fantasmática que
los determina.
Juan Vasen profundiza, con mirada crítica,
los diversos cuadros descriptos en el DSM-V y dirá,
por ejemplo, que “la tendencia a una expansión
dimensional patologizante que se desarrollará
será la de una incorporación de nuevos
‘diagnósticos’,
cuya vaguedad y amplitud ampliarán las
tasas de trastorno mental y un descenso del ‘umbral’
que ubica como trastorno a conductas antes ‘dudosas’”
(Cap 1: La Biblia y el Calefón). También
plantea cómo la tecnociencia toma el control
de la problemática de la subjetividad: el sujeto
es convertido, de este modo, en un objeto mensurable
bajo “la supremacía de una ideología
disciplinaria por sobre una ética de la libertad”,
tomando las palabras de E. Roudinesco. Esto último
es desarrollado por el autor en el Cap. 2, El
asesinato del Alma, tomando cinco atajos –así
los llama- : la descontextualización de la
niñez actual, las clasificaciones “neutralmente”
tecnocráticas, las construcciones de entidades
bio-genéticas, la medicalización de
la infancia y la masificación de la discapacidad.
En los siguientes capítulos, recorrerá
los diversos nombres impropios que el Manual propone:
El ADD (La “epidemia”
del “mal” llamado ADD) , la Bipolaridad
(Una bi-polaridad que
no es bipolar), los Trastornos Generalizados
del Desarrollo (Un trastorno
demasiado generalizado del concepto de desarrollo),
el Autismo (Autismos),
el Síndrome de Asperger (Síndrome
de Asperger: la expansión impropia de un nombre
propio), las Psicosis Infantiles (Psicosis
Infantiles: ¿síntoma o formación
clínica?), el Trastorno límite
de la personalidad o Borderlines (Borders:
la frontera como territorio y la ansiedad como síntoma),
Los Trastornos oposicionistas, desafiantes y de conducta
(Trastornos y oposiciones
evidenciados en las conductas) y los diversos
Trastornos de ansiedad (Trastornos
por ansiedad: la neurosis desmentida). Nombres
impropios por ser categorías, por objetalizar
el sufrimiento, ampliando el horizonte de lo patológico
y creando el campo propicio para su medicalización.
En el Epílogo (La
infancia entre la molécula, la ficción
y lo que no tiene nombre) el autor plantea:
“Esa vulnerabilidad del cuerpo, el hecho de
que existan las enfermedades, el sufrimiento, los
duelos y la propia muerte, es la condición
del sabor del mundo. Superar por cuenta propia o con
la ayuda y escucha de otros nuestras limitaciones
y temores, nuestros síntomas y dificultades,
asumir el hecho de no ser inmortales, nos hace vivir
con el fervor. En cambio, si perdemos nuestro cuerpo,
si lo perdemos al
convertirlo en un conjunto de engramas y moléculas,
perdemos toda la sensorialidad del mundo, todo el
sabor del mundo”.
Resulta necesario advertir acerca del riesgo de simplificar
fenómenos complejos en una sociedad que tiende
a simplificarlos, empujando al sujeto a adecuarse
a ciertos moldes predeterminados, sin detenerse a
veces en la escucha del sufrimiento, del conflicto,
desconociendo o, si de niños hablamos, invalidando
la subjetividad.
Este libro es un aporte fundamental para crear alternativas
que eleven la voz frente a la cosificación
que propone la clasificación, a través
de nombres impropios o
fármacos excesivos. Algo que el libro de Juan
Vasen deja claro es que pensar los procesos de subjetivación,
pensar categorías diagnósticas sin obviar
una mirada meticulosa sobre la singularidad, dando
cuenta de la complejidad y dinamismo en juego (en
sus aspectos provisorios, en transformación
o estructuración) y teniendo presente las formas
en que el sujeto se posiciona en el mundo para amar,
pensar, gozar, sufrir, sigue siendo el gran paradigma
que caracteriza nuestra clínica con niños.
Recomendamos la lectura del Número
2 de El psicoanalítico, número dedicado
precisamente al DSM-V, en el que puede hallarse un
trabajo del autor.
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