Retomamos aquí algunas de
las ideas que expusimos en la Segunda Jornada sobre
“Técnicas diagnósticas y el complejo
problema del abuso y maltrato de menores”, que
tuvo lugar en el Centro de Psicodiagnóstico
Psicoanalítico, el 12 de noviembre de 2005.
Dividiremos el trabajo en tres partes: 1)
Las
definiciones, sus obstáculos; 2)
El
Psicoanálisis, la dignidad del sujeto y
3) La pericia propiamente dicha
El encuentro con el niño
De entrada, lo importante es, con el niño,
abrir posibilidades de establecer un buen lazo transferencial,
que el niño se sienta contenido, escuchado
y respetado en su particularidad. Estas condiciones
forman parte del setting
necesario.
En caso que el niño se niegue a entrar solo
a la entrevista, es aconsejable permitir la presencia
de algún adulto significativo, con el que se
acuerda, previamente, su modo de conducta. Les pedimos
en todo caso, que su intervención se limite
a contener al niño y que se abstengan de sugerir
en ninguna dirección.
También será productivo grabar y/o
filmar las entrevistas, de modo de tenerlas a disposición
de la autoridad que así lo requiera, así
como para nuestro uso durante el análisis posterior
del material. En todos los casos, pediremos el consentimiento
tanto del niño como de sus padres.
Además, en el caso de la pericia, hay requisitos
admitidos por una especie de protocolo consensuado,
que tenemos que cumplir en la apertura de la primera
entrevista. En verdad, nosotros sabemos que la verificación
que nos interesa se dará a lo largo de toda
la pericia pero abrimos de acuerdo con este consenso
para acreditar nuestras conclusiones frente al Otro
de la justicia.
La competencia del niño para declarar
Según estos protocolos, se impone constatar,
y dejar constancia de ello, la competencia del niño
para declarar. En este sentido, es útil abrir
con preguntas acerca de la cotidianeidad del niño,
sobre qué hizo antes de llegar al consultorio,
por ejemplo, o de dónde viene o con quién.
Además de verificar la pertinencia de las respuestas,
este tipo de apertura favorece la comunicación
con el niño en temas que no lo angustian. Se
puede, también, pedir al niño que relate
alguna experiencia pasada, su último cumpleaños,
por ejemplo, o algún paseo, con el fin de testear
su memoria, su posibilidad de organizar un relato,
su disposición a colaborar, etc.
Asimismo, es aconsejable preguntar al niño
si conoce la diferencia entre verdad y mentira y probar
su credibilidad, o sea su capacidad para diferenciar
verdadero de falso, con preguntas en las que se pueda
poner en evidencia ese dato. Por ejemplo, pedirle
que nos diga si es cierto que tiene hermanos, o –también
– afirmar algo que sabemos que no es así
y preguntarle si nuestra afirmación es cierta
o falsa.
Asimismo, es necesario verificar que el menor distingue
fantasía de realidad, para lo cual debemos
apelar a toda su actividad lúdica así
como al resultado de algunas de las técnicas
que aplicaremos.
Para introducir la cuestión que lo convoca
a la entrevista, es necesario preguntar al niño
si sabe para qué está allí. Es
importante haber pedido con anterioridad a los adultos
intervinientes que informen al niño del por
qué de la consulta. Sobre ese fondo, registramos
su respuesta y, si no es capaz de darla, debemos repetir
a sus padres la consigna de volver a informar. El
punto importante es que el niño escuche y registre
que está para que podamos ayudarlo a llevar
adelante su testimonio y que pueda, según su
edad, comprender la importancia de su acto.
Sobre el fondo de esta consigna, le diremos entonces
que, si algo le ha sucedido, puede relatarlo de la
forma que prefiera, hablando, jugando, dibujando,
etc. También le avisaremos que puede, si lo
prefiere, no responder, interrumpir la entrevista
cuando así lo desee; que si no entiende alguna
pregunta puede hacerlo saber, que si volvemos a preguntarle
algo no es porque su primera respuesta haya sido incorrecta
sino porque no la hemos entendido bien. Todas estas
afirmaciones hay que hacerlas en lenguaje comprensible
para el niño y también avisarle que
puede preguntar lo que quiera, si no ha comprendido
algo, etc.
Es preferible, luego, si el niño es pequeño,
o si se muestra reticente a hablar, ofrecer al niño
los materiales que hemos dispuesto para él
y abrir una entrevista libre. Una vez enunciada la
consigna, escucharemos y analizaremos sus juegos,
sus declaraciones y todo su comportamiento en la entrevista
como parte de la declaración que le hemos ofrecido
hacer. Su despliegue en la entrevista es la respuesta
a nuestro pedido de que dé testimonio.
Si el niño hace un relato, podemos intervenir
con preguntas no sugestivas, como sería por
ejemplo: ‘¿Te tocaron?’, sino más
bien de tipo abierto: ‘¿Alguien te hizo
algo que no te gustó?’, ‘Te pasó
algo?’ De todos modos, si hubiese de entrada
un relato acerca de los hechos denunciados, el proceso
psicodiagnóstico deberá servir para
validar todo lo dicho.
Si el niño, por su edad y/o por su modalidad,
está más dispuesto a hablar que a jugar
o a dibujar, se instrumentará una entrevista
semidirigida en la que pueda vertir su relato. Las
técnicas proyectivas, que tomaremos en todos
los casos, validarán su relato, al ofrecer
indicadores que lo refrenden o nos servirán
para determinar si miente, si fabula o si el relato
proviene de un grave trastorno psíquico independiente
del hecho.
Instrumentos diagnósticos.
Técnicas auxiliares. Los cuestionarios para
padres y para niños
Nuestros instrumentos diagnósticos serán:
la hora de juego, la producción gráfica
y las técnicas. Para la hora de juego dispondremos
de la caja tradicional de trabajo terapéutico,
animales domésticos y salvajes, personas, héroes
o personajes de ficción, personajes de lucha
tales como soldados o indios, muñecos que simbolicen
una familia, figuras adultas de ambos sexos vestidos,
bebés sexuados si fuera posible, ladrillos
o encastres para armar, rompecabezas, material de
seriación, hojas, lápices, marcadores,
pegamento, elementos domésticos, juego de doctor
y de policía. La particularidad del caso deberá
guiarnos para completar esta lista.
También incluimos material de arte, títeres
de animales o de personajes de cuentos, buenos y malos.
Los dibujos y las narraciones escritas pueden ser
muy útiles, tanto las que el niño hace
en la entrevista como las que hace fuera de ese espacio.
El dibujo libre es la técnica gráfica
por excelencia, dado que el niño deberá
escoger entre las fantasías de su repertorio
qué nos ofrecerá. Si el niño
habla espontáneamente durante su ejecución,
nos permitirá intervenir con preguntas de ampliación
acerca del sentido de lo que quiere expresar, procurando
en todo momento no obturar con los interrogantes,
sino por el contrario, dejar que sea él quien
nos guíe en el camino de la significación.
Si no habla, esperaremos un tiempo prudencial, y lo
interrogaremos yendo de lo más abarcativo a
lo particular, siempre evitando sugerir o anticipar
nada.
Según las circunstancias del caso, se podrá
incluir –como técnicas auxiliares- el
test de Bender, Familia Kinética, Familia Prospectiva,
HTP y Persona Bajo la Lluvia, procediendo en los cuatro
últimos del mismo modo que con el dibujo libre.
En cuanto a las demás técnicas proyectivas,
privilegiamos el Rorschach y el CAT A o (H); el Cuestionario
Desiderativo también constituye una herramienta
útil. Aunque el test de Rorschach no ha sido
suficientemente estudiado en relación a niños
muy pequeños, existe una normativa acerca de
la actuación posible de los preescolares, por
lo que resulta valioso para descartar trastornos estructurales
de la personalidad. Recordemos que el Rorschach es
una técnica muy respetada en todos los medios,
particularmente en las instancias judiciales civiles
y penales, y de este modo puede servirnos para poner
punto final a una posible discusión acerca
de si el niño en cuestión padece de
un trastorno psicótico por el cual hubiera
podido fabular alguna situación de abuso o
maltrato, incriminando a un “inocente”.
Los distintos autores coinciden en que no se han
encontrado indicadores específicos de abuso
sexual infantil en el Rorschach. Sin embargo, nos
pareció interesante destacar que la presencia
de respuestas m podrían
estar relacionadas con una situación abusiva.
Según Alcock (1963), las respuestas
m en niños son mucho menos frecuentes
que en adultos, pero les concede el mismo significado
de un poder más allá del propio control,
asociado con temores que surgen durante el período
de impotencia o desamparo infantil. A su vez Williams
(1968) coincide en su poca frecuencia además
de tomarlas como indicativas de angustia a raíz
de algún conflicto profundo que el niño
está tratando de reprimir sin éxito.
Según Exner, podrían también
referirse a una amenaza externa.
Obviamente, iremos adaptando la selección y
la administración de todas las técnicas
a la evolución del niño, a sus tiempos,
a sus intereses, a su malestar o evitación
de determinados disparadores, a la emergencia de la
angustia. Creemos que el aferramiento a un orden preestablecido
constituye una verdadera barrera que nos imposibilitará
la obtención del material buscado.
Con respecto a la determinación de la capacidad
intelectual, de la memoria y de la discriminación
entre realidad y fantasía, requerida para poder
afirmar si el niño está en condiciones
o no de producir un relato acorde con ‘la realidad’
según su edad cronológica, se podrán
ofrecer rompecabezas, seriaciones y demás material
de diagnóstico psicopedagógico. Esto
lo haremos si es necesario presentar “pruebas”
más “contundentes” a los ojos de
observadores legos en la materia, como podrían
ser abogados, fiscales o jueces. Para nosotros, es
evidente que estas cuestiones se desprenden de todas
las técnicas gráficas y verbales, del
juego y de la conducta del niño en general.
Si ha existido abuso, puede ser que en las técnicas
aparezcan indicadores de ansiedad, disociación,
inhibición, represión, negación,
irritabilidad, depresión y/o angustia, los
que, evidentemente, pueden acompañar a cualquier
otro estado emocional. Si no ha existido, también
podrán aparecer o no. Por lo tanto, las conclusiones
a las que arribaremos mediante la lectura clínica
en zig-zag, podrán ser refrendadas o no por
los indicadores obtenidos, pero nunca podrán
ser contradictorias.
En nuestro medio, tres autoras -Carolina Beigbeder
de Agosta, Rosa Inés Colombo y Zulema Barilari-
se han esforzado en aislar indicadores de abuso y/o
maltrato infantil mediante el estudio de casos comparativos
en el test de Persona Bajo la Lluvia. Estos son: dimensión
pequeña; borrado; lluvia sectorizada; ausencia
de piso; ojos vacíos; ausencia de detalles;
figura infantil o incompleta; rigidez corporal y en
el trazo; ausencia de manos; ausencia de paraguas;
uso del doble; ausencia de entorno; cabeza grande
o deteriorada. Los ítems son más o menos
significativos según el grupo etario.
Ellas han elaborado también un inventario
de frases a responder por niños de 7 a 16 años.
Consiste en una serie de frases que describen estados
de ánimo, conductas habituales, gustos, etc.,
a las que los niños deben responder por sí
o por no. Son 46 indicadores y 10 frases distractoras.
Según sus estudios estadísticos, este
inventario podría ofrecernos una prueba “objetiva”
de una sospecha fundada de abuso o maltrato: con una
coincidencia mayor al 50% se podría indagar
acerca de la posibilidad de que el niño esté
atravesando una situación de maltrato o abuso.
Este inventario es el único que debe ser respondido
por los niños mismos, por lo que tiene un valor
diferente frente a los cuestionarios respondidos por
adultos. Además, las frases reflejan el sentir
de los niños maltratados o abusados de una
manera que ellos mismos no podrían expresar,
cumpliendo de este modo una función elaborativa
mediante el poner palabras a su sufrimiento.
En cuanto a los muñecos anatómicos,
hay opiniones encontradas en la comunidad científica
respecto de su uso. [1]
Desde los que se oponen terminantemente a su introducción,
pues consideran que es un material sugestivo, que
puede provocar respuestas sexualizadas en niños
no abusados hasta los que indican la conveniencia
de su uso porque los consideran un material irreemplazable
para disparar el relato del menor, la descripción
de actos y zonas específicas sin comprometer
su cuerpo propio.
Otra posibilidad, que preferimos, es el uso de diagramas
anatómicos [2].
Consisten en el uso de dibujos de niños, de
la edad y grupo étnico del menor en cuestión,
de frente y de espaldas y desnudos. Se trata de utilizarlos
como disparadores de un posible relato allí
donde no es espontáneo. Asimismo, sirven para
verificar el conocimiento del niño de los nombres
de las diferentes partes del cuerpo, de los nombres
familiares para designar las zonas íntimas,
y para determinar si distingue la diferencia entre
los sexos. Además, el entrevistador podrá
pedir al niño que indique -en el diagrama-
dónde fue tocado, qué nombres le da
a ciertas partes del cuerpo y determinar su ubicación.
Conocer la terminología que usa el niño
para designar las partes del cuerpo, facilitará
la entrevista forense. Cuando el niño pueda
revelar el hecho ambos, el entrevistador y el niño,
dispondrán de términos comunes para
referirse a lo ocurrido, nombrando y/o señalando
las partes del cuerpo en que ha sido tocado u obligado
a tocar en el cuerpo del abusador.
Así como en algunos casos de maltrato no existen
evidencias físicas del mismo, en la mayoría
de los casos de abuso, tampoco es posible hallarlas.
Tampoco existe un sindrome de abuso sexual, pero las
estadísticas sugieren la presencia de uno o
más de los siguientes efectos: comportamiento
sexualizado inapropiado para la edad, trastornos por
stress postraumático
y depresión. Además, se podrá
encontrar trastornos de comportamiento diversos. Existen
cuestionarios, tanto para padres y cuidadores como
para niños, según su edad, que abarcan
las diferentes alteraciones que se encuentran en los
respectivos cuadros.
Este tipo de técnicas, de por sí nada
prueban. Es en el marco del proceso diagnóstico
donde cobrarán sentido y, luego de nuestras
conclusiones, obtendrán valor de prueba –que
es lo que nos interesa obtener- para el destinatario.
Las técnicas psicométricas y proyectivas
-que tampoco pueden de por sí, aisladamente-
probar algo consistente, son sin embargo de mayor
jerarquía para nuestra evaluación. No
se apoyan únicamente en las declaraciones voluntarias
de los sujetos, ponen en juego mecanismos que escapan
a su control consciente.
Criterios de validación
Investigadores [3]
sobre el tema del abuso de menores han elaborado criterios
de validación para aplicar sobre las declaraciones
de los niños. Luego de diferentes pruebas estadísticas
y estudios comparativos en los que se pusieron a prueba
infinidad de variables, se seleccionaron 19 criterios
que probaron ser los más confiables, y con
los que acordaron mayor consenso las investigaciones
de muchas partes del mundo.
El principio básico del análisis de
declaraciones basado en criterios es que aquellas
basadas en observaciones de sucesos reales (experimentados)
se diferencian, en cuanto a la calidad, de las declaraciones
que no están basadas en la experiencia directa
sino que son el producto de la fantasía y la
invención. Los criterios de realidad o de contenido
reflejan características específicas
que diferencian los testimonios verdaderos de los
inventados. Obviamente, se tendrá en cuenta
la edad del niño en cada caso.
Al analizar los criterios, tengamos en cuenta que
existe la posibilidad de aplicarlos aun cuando la
declaración como tal no haya tenido lugar.
Esto es, podemos analizar el cuerpo de todo el material
obtenido a la luz de la mayoría de estos criterios,
asegurándonos además por esa vía,
la credibilidad de nuestro diagnóstico, aunque
éste provenga de otras fuentes.
Criterio 1. Estructura lógica: Los testimonios
deben evaluarse teniendo en cuenta su consistencia
lógica y/o homogeneidad contextual.
Criterio 2. Elaboración inestructurada: Este
criterio tiene sentido, sólo cuando se trabaja
con declaraciones en las que el testigo ha ofrecido
un relato libre del suceso. Un estilo expresivo sin
barreras y que produce una presentación inestructurada
se considera signo de validez de un relato. Sin embargo,
este criterio se subordina al 1.
Criterio 3. Cantidad de detalles: Un gran número
de detalles en una declaración es una indicación
de credibilidad porque es imposible para la mayoría
de los testigos adornar un testimonio falso con numerosos
detalles.
Criterio 4. Engranaje contextual: Los sucesos reales
deben tener una base temporal y espacial.
Criterio 5. Descripción de interacciones: Aquí
se habla de una cadena de acciones mutuas y reacciones
del testigo y de la persona a quienes refiere el testimonio,
principalmente en aquellos actos y discusiones que
son mutuamente dependientes y que se relatan con fluidez.
Para cumplir este criterio es suficiente que el niño
describa las interacciones, incluso en forma torpe
o extraña.
Criterio 6. Reproducción de la conversación:
Se considera que este requisito se cumple especialmente
cuando el relato incluye el vocabulario y el lenguaje
del autor del delito, el cual generalmente es atípico
para la edad del testigo. El relato debe crear la
impresión de que el testigo volvió a
experimentar el contexto verbal de la situación
al hacer la declaración.
Criterio 7. Complicaciones inesperadas durante el
incidente: El ámbito de estas complicaciones
puede incluir, bien una interrupción imprevista,
o bien alguna dificultad para la finalización
espontánea del suceso antes de su terminación
lógica.
Criterio 8. Detalles inusuales: Los detalles inusuales
tienen baja probabilidad de ocurrencia, y no se espera
que aparezcan en acusaciones inventadas.
Criterio 9. Detalles superfluos: Los detalles que
no son esenciales para la acusación pero que
el testigo describe en conexión con las alegaciones,
pueden considerarse signos de la validez de una declaración.
Criterio 10. Incomprensión de detalles relatados
con precisión: Este criterio se cumple si el
niño relata acciones u ofrece detalles que
él no comprende pero el entrevistador sí.
Criterio 11. Asociaciones externas relacionadas: Una
asociación externa relacionada está
presente cuando el testigo relata conversaciones que
se refieren a otros sucesos.
Criterio 12. Relatos del estado mental subjetivo:
Este criterio incluye la descripción de sentimientos,
como miedo o asco, y de representaciones, como pensar
en escapar mientras el suceso ocurría. También
se destacan el valor de los relatos sobre la evaluación
de las emociones y sus cambios durante el curso de
los acontecimientos.
Criterio 13. Atribución del estado mental del
autor del delito: Los estados mentales y motivos que
el narrador atribuye al supuesto autor son signos
de credibilidad de un relato, así como las
descripciones de reacciones afectivas y estados fisiológicos
del autor del delito como criterio de realidad.
Criterio 14. Correcciones espontáneas: Corregirse
a uno mismo de forma espontánea durante una
entrevista u ofrecer recursos nuevos o aclaratorios,
se considera una característica a favor de
la credibilidad de una declaración o al menos
cuestionan un relato completamente ficticio o uno
influenciado por una tercera persona.
Criterio 15. Admitir falta de memoria: Se supone que
las personas que dan testimonios falsos de forma deliberada
responderán a las preguntas, antes que admitir
una falta de memoria de ciertos detalles. Admitirlo
se considera signo de credibilidad.
Criterio 16. Plantear dudas sobre el propio testimonio:
Plantear objeciones a la corrección del propio
testimonio es también un indicio de la credibilidad
de la declaración. Puede suponerse que una
persona que está intentando parecer creíble
cuando hace una declaración falsa, no se inclinará
a plantear dudas sobre la veracidad de su alegación.
Criterio 17. Auto – desaprobación: La
auto-acusación del testigo debido a una actitud
autocrítica sobre su propia conducta frente
al delito y/o agresor favorece la credibilidad de
éste. Esta confesión de conducta inapropiada
o errónea no se espera en el testimonio engañoso
que pretende incriminar falsamente al acusado.
Criterio 18. Perdón al autor del delito: Si
una declaración tiende a favorecer al acusado,
o si el testigo no hace uso de posibilidades para
otras incriminaciones, se considera una indicación
de la veracidad del relato.
Criterio 19. Detalles característicos de la
ofensa: Este criterio está basado en hallazgos
empíricos criminológicos sobre el curso
típico y características de crímenes
sexuales específicos. El acuerdo entre el testimonio
y las características conocidas de las ofensas
se toma como indicador de la veracidad del relato.
Es necesario aclarar que los criterios pueden analizarse
como presentes o ausentes, o puntuarse en cuanto a
fuerza o grado en que aparecen en la declaración.
El relato del o de los niños.
Armado de un ‘relato’, sobre todo cuando
no lo hay. La caída de las contrahipótesis
y la desestimación de lo que no es relevante
y/o conveniente para la conclusión.
Aun cuando las técnicas no arrojaran datos
significativos en relación con el diagnóstico
de maltrato o abuso, el relato del niño bastará
por sí mismo, una vez validado, para confirmar
la presencia de tal diagnóstico. En algunos
casos, y sobre todo cuando se trata de niños
muy pequeños, el relato falta. Sin embargo,
podemos llegar a verificar, en función de toda
la evaluación, que el hecho existió.
El trabajo consistirá, entonces, en armar un
‘relato’ a partir de todo el material
obtenido, luego de haber puesto en juego nuestras
contrahipótesis a lo largo de todo el proceso.
El desarrollo de la transferencia, así como
la lectura de la secuencia de las entrevistas puede,
en sí mismo, conformar un ‘relato’,
al que se irán integrando otros elementos.
Tomaremos, así, las entrevistas con los adultos,
significativos o no, y también con los posibles
agresores, las entrevistas con otros profesionales
intervinientes, las rupturas que el presunto suceso
operó en la continuidad de la cotidianeidad
de los participantes, y cualquier otro dato que pueda
resultarnos de interés para la investigación.
De este modo, estaremos aplicando los criterios de
validación establecidos para los relatos de
los niños, a este relato construido. Finalmente,
todos los datos obtenidos deberán formar parte
de un relato coherente, en el que se verifique la
concurrencia y la recurrencia de los mismos, lo cual
nos permitirá arribar a una conclusión.
Por último, deberemos desechar aquellos datos
que, no siendo ni significativos en sí mismos,
ni contradictorios con el relato así armado,
pudieran ser tomados como punta para la contraofensiva
por el posible imputado. Por ejemplo, una madre, que
denunciaba un caso de abuso sexual, había tenido
en su infancia experiencias de negligencia por parte
de su madre y, también, experiencias de abuso
por parte de un amigo de la familia. Este dato, la
existencia de historias de abuso en la infancia de
los padres, es siempre ponderado como significativo,
en el sentido de que puede dar lugar a convertir a
una víctima en victimario, el abusado se convierte
en sospechoso de ser abusador en la edad adulta. Por
otro lado, su relato mismo pierde credibilidad, créase
o no, por el hecho de haber tenido esa experiencia
en la infancia. Cuando llegamos a concluir que el
abuso que se denunciaba había sido extrafamiliar,
decidimos omitir este dato en el informe. Consideramos
que no agregaba nada y que, por otro lado, podía
ser contraproducente para el sostén de la verdad
que queríamos defender.
Posibles efectos de la operación
pericial
¿Qué sucede con muchas denuncias por
maltrato y/o abuso cuando los jueces no avalan las
pruebas o cuando éstas no resultan suficientes
siquiera para que se inicie un juicio? Podríamos
pensar que todo ha sido inútil, que el niño
ha pasado por la evaluación, con el costo subjetivo
que implica, sin que su queja pueda ser alojada en
el lugar adecuado, sin que pudiera prosperar.
Pero, también, tenemos que tener en cuenta
que hay un efecto anterior a la sanción del
otro de la legalidad. Es el efecto de la sanción
por parte del adulto significativo, cualquiera sea,
o la del adulto interviniente, maestro, vecino o quien
sea -el que vio y/o escuchó el sufrimiento
de ese niño- lo que también cuenta.
Así, podemos pensar, más allá
de que organizar el relato pueda ser un primer paso
de la elaboración, que esa legalización
que se produce porque alguien toma en serio su sufrimiento
ya es una respuesta para el niño. Al menos
es una respuesta preferible a la de la indiferencia,
que es un modo de legitimar el maltrato. El niño
podrá constatar que la justicia es muy imperfecta,
pero ha pasado, a la vez, por la experiencia de ser
tomado en serio en algún ámbito.
Confección del informe.
Un modelo posible.
En cuanto al modelo de Informe, el que nos parece
más abarcador es el que tomamos de la Academia
Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente
[4].
Lo hemos modificado para adaptarlo a prácticas
locales. Asimismo, cada caso en su particularidad
podría requerir la inclusión de otros
items. Vamos a ver de qué manera este formato
incluye las variables que hemos tenido en cuenta hasta
aquí y el modo en que nuestra presentación
pueda ser comprendida por aquellos a quienes les toca
evaluar su coherencia y verosimilitud.
Informe escrito
I) Datos de filiación:
nombres, fechas de nacimiento, etc.
II) Motivo de la evaluación
III) Rol del evaluador pericial
IV) Técnicas administradas
a) Instrumentos clínicos
b) Instrumentos técnicos
c) Instrumentos auxiliares
V) Análisis del material obtenido
1)
Antecedentes familiares y psicosociales
b) Padres, abuelos y bisabuelos
b) Pareja de padres
c) Antecedentes del niño
d) Características del niño anteriores
a la fecha del hecho que se denuncia
2)
Cronología de los hechos denunciados
a) Circunstancias inmediatamente anteriores al hecho
b) Cambios significativos en la conducta del niño
c) Datos esenciales para circunscribir el lugar del
abuso y/o sus circunstancias (quién, qué,
dónde, cuándo y cómo)
d) Cómo se produjo la revelación del
abuso
e) Consultas con otros profesionales anteriores a
la pericia
f) Exámenes médicos
g) Circunstancias y reacciones del entorno posteriores
a la revelación
h) Declaraciones de otros sujetos intervinientes
i) Evolución de los vínculos luego de
la revelación del hecho por parte del niño
3) Instrumentos
Clínicos administrados a los adultos intervinientes
a) Fundamentación de la elección de
los listados
b) Listado...
c) Listado...
d) Listado...
e) Comparación de los resultados comparados
de estas técnicas entre sí
4) Hora
de juego diagnóstica
a) Materiales
b) Primera entrevista
c) Segunda entrevista
d) ..............................
f) Conclusiones sobre la hora de juego diagnóstica
5)
CAT
a) Análisis de las respuestas
b) Conclusiones
6) Rorschach
a) Análisis
b) Conclusiones
VI) Conclusiones
Algunas recomendaciones: es necesario incluir si hay
posibilidad de falsa denuncia y cuáles serían
los motivos de su realización. Sólo
haremos afirmaciones sostenidas en los datos del informe,
pero tenemos que dar opinión sobre si el hecho
denunciado ocurrió y el grado de certeza que
se nos impone al respecto. Asimismo, explicitar, si
fuera el caso, los motivos por los que no es posible
llegar a conclusión útil para la corte.
En cualquier caso, evitaremos utilizar jerga profesional
y traduciremos nuestros conceptos en un lenguaje comprensible.
VI) Recomendaciones
Podemos hacerlas pensando en el interés del
sujeto infantil que ha dado su testimonio. Así,
por ejemplo, podemos aconsejar un cambio de escuela,
la separación, de algún miembro de la
familia o del niño mismo, del hogar así
como cualquier conducta pertinente de acuerdo al caso.
Desde luego, consideraremos detenidamente las indicaciones
que puedan ser realistas y que se desprendan de los
datos del informe.
VIII) Bibliografía
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