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Maternidad centrada en la familia: avatares entre política y subjetividad
Por Luciana Chairo
lucianachairo@elpsicoanalitico.com.ar

 

Hace ya algunas décadas, se viene formalizando en nuestro país un modelo de política pública orientada a la mejora de la calidad de atención perinatal que se ha dado en llamar “Maternidad segura y atención centrada en la familia”. Esta modalidad pretende consagrarse como un nuevo paradigma en lo que respecta al tratamiento social de la maternidad y el nacimiento. Entre sus postulados se promueve el ingreso irrestricto de la familia en las salas neonatales (incluso en las terapias intensivas) considerando central su participación activa en el tratamiento del recién nacido. El proyecto apunta a configurar un pasaje de la ciencia médica, basada en la medicalización y la tecnología, a la asistencia “humanizada” que “…permite a nuestra especie recuperar derechos inalienables que nunca debió haber perdido con la institucionalización del parto”. La apuesta central en el área Perinatología es sumar, “…a los progresos de la medicina científica y tecnológica, los redescubrimientos de intervenciones y acciones solidarias, de contención afectiva y de comprensión de las necesidades de cada individuo...”. [1].

En la práctica concreta, los actores institucionales suman al proyecto cierta preocupación por “la cifra”, la estadística y la evaluación normativizada, valores que efectivamente se imponen en nuestra sociedad: optimizar los recursos para incrementar la eficacia técnica, disminuir los índices de mortalidad y de riesgo en el recién nacido, aumentar el giro cama de las terapias intensivas y concentrar exclusivamente la atención de alta complejidad en los hospitales.

Si bien el espíritu de este nuevo modelo, ciertamente, tiene la intención de devolverle la dimensión de lo subjetivo a un sistema médico degradado, en el que la tecnología parece autonomizase de la mano del hombre, considero pertinente elucidar algunas de sus ideas centrales para arribar al sentido en que realmente son utilizadas en este contexto.

Históricamente, el proceso de “humanización de la ciencia médica” surge como respuesta a la institucionalización y medicalización del parto que se constituyeron como esquemas dominantes en la medicina de los siglos XVIII y XIX, tras su logro al disminuir las muertes maternas y neonatales producto de partos patológicos. A lo largo de los años, el nacimiento se fue transformando en un acto médico cada vez más desprovisto de los aspectos relacionados con lo “natural” y “familiar” que hasta ese momento lo connotaban. El parto pasa de lo privado a lo público adaptando a la norma procedimientos y tecnologías que -en primera instancia- fueron creados para embarazos o partos de riesgo. El incremento de la tecnología ha llevado, paulatinamente, a un alejamiento del parto natural generando ciertas consecuencias visiblemente negativas. Esto ha dado lugar a un cambio en la planificación estatal, con el objetivo de paliar las deficiencias del sistema tradicional.

Como política pública, la Maternidad Centrada en la Familia (MCF) tiene carácter de universal y se asienta sobre ideales que, en muchos casos, contrastan duramente con la particularidad de cada realidad institucional a la que va dirigida. Podríamos pensar que todas las leyes están hechas, en alguna medida, de ideales. Apoyan sus enunciados en universales preconcebidos que, en la mayoría de los casos, distan mucho de la particularidad de cada contexto. Esta tensión producida entre lo ideal o universal y la particularidad, propia de la diversidad, requiere ajustes que en general se dan a posteriori y conllevan cierto costo. Por ejemplo, el modelo de MCF apunta principalmente a afianzar uno de los derechos más importantes que tendría un recién nacido de alto riesgo: “El recién nacido prematuro tiene derecho a ser acompañado por su familia todo el tiempo” [2] (la itálica es mía). ideales que, cuando intentan llevarse a la práctica concreta, producen malestar. Se exige, en muchLo que intento señalar es cómo, en este enunciado, la noción de “familia” y la cuestión temporal “todo el tiempo” operan al modo deos casos, a las “madres” la presencia constante junto a su hijo en la internación, apuntando a un “todo el tiempo” que no tiene en cuenta la dimensión de lo posible. Uno podría pensar, desde esa lógica, que en verdad “todo el tiempo” es “nunca” en el sentido en que pone en evidencia la imposibilidad estructural de todo aquello que se proponga como totalizador. Ante la exigencia de cumplir con dicha norma, cualquier vicisitud, matiz, falla, o incluso ausencia por parte de la “madre” redobla su culpa y consecuente angustia, la más de las veces enmudecida.

Asimismo ocurre con la noción de familia. Existe en todo este paradigma un fuerte empuje a la idea de “familia”, pero sabemos que esta institución social ha sufrido grandes modificaciones a lo largo de la historia, y también sabemos que la significación de dicho término es, en ocasiones, radicalmente diferente según el lugar que se ocupe en la jerarquía social. ¿Con qué familias contamos en nuestros hospitales? ¿Familia es equivalente a madre? ¿La familia es en todos los casos un ámbito de afecto? ¿O acaso esto es parte de cierta idea perpetuada a los largo de los años que sigue operando con la eficacia de un mito? [3]

Es claro que una de las funciones más importantes de los ideales sociales dominantes es la de producir cierta universalización del sujeto. Como mecanismo de producción de saber, la ciencia en nuestra sociedad actual otorga al sujeto un tratamiento del “todos por igual”, acorde a dichos intereses. Cuando se produce cierta exigencia de adaptación a un modelo, sin tener en cuenta las particularidades y la necesidad de equiparación de aquellas condiciones que son punto de partida, lo múltiple estalla intempestivamente y, al alejarse de lo instituido, produce una y otra vez malestar.

El proyecto de MCF se apoya sobre dos ideas que me interesa abordar porque considero que es allí donde se reproduce aquello más normativo, la común medida que -en su pretensión de universalidad- exilia el posible advenimiento subjetivo. Por un lado, considero propicio para la reflexión interrogar cierta idea de “humanización de la técnica”. ¿Qué implica allí “humanizar”? ¿Tiene que ver con la noción de Hombre como centro y medida en la concepción del mundo, al modo en que lo pensaba la corriente humanista? Por otro lado, en sus postulados, puede leerse un empuje hacia lo “natural”, hacia el cuerpo perteneciente a la especie humana en su vertiente exclusivamente biológica. No puede soslayarse que ambas ideas (el humanismo y la biologización) han sostenido, a lo largo de la historia (y parecen reeditar en la actualidad), dispositivos de poder, tecnologías de control normativizador del sujeto.

La biopolítica, según Michel Foucault, es el modo en que en el siglo XIX, el poder dominante se hace cargo, en sus cálculos y estrategias, de la vida biológica del hombre. De este modo, hace entrar a la vida y su mecanismo en el dominio de los cálculos explícitos y convierte el poder-saber en un agente de transformación de la vida humana. Se toma al cuerpo- especie, en tanto soporte de procesos biológicos como la proliferación, los nacimientos, la mortalidad, la salud, la duración de la vida. El objeto de su intervención es la población, es decir que se ejerce al nivel de la vida pública, como gestión de estado. Esta estrategia de poder conlleva la instauración del “Hombre” (como medida de todo el mundo humano) en el campo del saber; es la episteme moderna la que lo produce, a la vez como sujeto y objeto específicos de conocimientos. La idea de una naturaleza humana, de una conciencia que es el sujeto originario de todo devenir y toda práctica, es entonces una construcción histórica contemporánea al surgimiento de la sociedad de normalización (efecto histórico de una tecnología del poder centrada en la vida) y del poder disciplinario. El humanismo se presenta así como la forma más progresista que encontró el poder para justificar su ejercicio.

Gracias a que la vida se transforma en objeto político, esencia concreta del Hombre, la estrategia del humanismo se extrema y radicaliza su función prescriptiva y justificatoria. Vemos entonces como esta corriente ha desempeñado un papel fundamental en el funcionamiento normalizador de las disciplinas y de los saberes del hombre en la modernidad. Determina lo que es ser Hombre, como sujeto universal y único, con una vida biológica absolutamente determinada y pasible de determinación. Aquí no hay lugar para lo subjetivo, que sin más se extravía en los bordes del “para todos igual”. ¿La MCF es acaso un modelo que se enmarca en dicha tecnología biopolítica humanista?, ¿o partiendo de otras premisas y otros intereses reproduce la misma lógica de funcionamiento? A pesar de sus fundamentos indiscutibles en pos de los derechos del niño ¿podemos abstraerlo de una estrategia de poder más general? Creo que no. Y es esto lo que quizá nos permitirá realizar una lectura más lúcida de sus posibles efectos.

Como considera Foucault, un mismo discurso cuenta con la posibilidad de ser utilizado en función de objetivos de poder absolutamente enfrentados (polivalencia táctica). Considero, entonces, que es fundamental interrogar, política e históricamente, aquellos dispositivos que se presentan en respuesta o reacción a los modelos hegemónicos para dirimir si con dicho discurso no reproducen finalmente la misma lógica a la que se oponen. Es importante en este punto recuperar el valor de la micropolítica, es decir, el modo en que el “para todos” se implementa y ajusta a la realidad de cada institución y de los agentes que la hacen ser.

Desde el lugar que ocupa, en el entramado social, el Psicoanálisis está pensado para atender la singularidad del caso por caso; pero su pretensión no puede terminar allí. Considero que encuentra una función central de su praxis en el análisis de aquello que se instituye como síntoma en lo social, es decir en los restos que produce el propio discurso dominante. Si la política del “para todos” extravía la posibilidad de indagar en la subjetividad de aquellas personas implicadas en el asunto, pues entonces nuestra función como analistas, en cualquier ámbito donde despleguemos nuestra práctica, es estar a la espera de alguna ocasión para intervenir en favor del sujeto y para protestar contra aquellos ideales que no motoricen u obturen la reflexión. Es ya toda una apuesta transformar o solo cuestionar ciertos instituidos universales, introduciendo la dimensión de lo particular, siempre con un punto de mira: el deseo y el bienestar.

Concibo al Psicoanálisis como una respuesta posible al modo en que se presenta el malestar en un momento histórico puntual [4]. El sujeto del Psicoanálisis es el sujeto de la ciencia moderna. No solo de la ciencia moderna, sino también de los Estados y las instituciones Nacionales que, en su conjunto, profundizan aquello que podríamos denominar “penar de más”. La construcción del malestar como padecer de más, va a implicar asumir una posición ética ¿cómo respondemos? ¿Sosteniendo la misma dirección o retomando una proposición que se instituya subversiva?

 

 
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Notas
 

[1] Larguía, M; Lomuto, C y González, A. Guía para transformar las maternidades tradicionales en Maternidades Centradas en la Familia. Ministerio de Salud. Presidencia de la Nación. Agosto de 2007
[2] Extraído del “Decálogo del bebé prematuro”. http://www.bebesymas.com/recien-nacido/decalogo-de-los-derechos-del-bebe-prematuro
[3] Para ampliar ver Parirse madre, por Luciana Chairo en el Número 7 de El psicoanalítico.
[4] Seminario de Postgrado-UNLP “Nuevas perspectivas sobre el psicoanálisis-por-venir”. Prof. Dr. Alfredo Eidelsztein. 2009, Bs. As.

 
Bibliografía
 

Castro, E. Una historia conceptual de la biopolítica, Inédito.
Freud, S. Introducción del narcisismo, Obras Completas. Tomo XIV. Amorrortu, Bs. As, 1975, Pp. 87-88.
Laurent, E. La Familia Moderna en Registros Año 4- Tomo amarillo.
Mainetti, José Alberto. Medicina y humanismo: la transformación de la medicina, Quirón, La Plata, 1992.
Real Academia Española: Diccionario de la lengua española. Vigésima primera edición. Espasa Calpe, Madrid, 1992.
Sánchez, B. La familia en las paradojas de la civilización, pp 64 en Psicoanálisis con niños y adolescentes 2. Políticas, prácticas y saberes sobre el niño. Dto del Pequeño Hans. Ed. Grama, Bs. As, 2009.
Una conversación con Philippe Aries, en http//xoroi.com/ariesdolto.htm
Weis, S. Familia, neurosis y psicoanálisis, en El rey está desnudo. Revista para el psicoanálisis por venir. Año 1, N°1 noviembre 2008. Ed. Letra.

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