En “La
palabra amenazada” la autora nos propone un
rescate del lenguaje como placer, Eros, en contraposición
a la propuesta del lenguaje como uso, consumo y poder
que promueve la cultura mercantilista actual en clave
de vertiginosidad e invasión tecnológica.
Revisar la etimología de las palabras es una
aventura que seduce e inquieta, sobre todo a los que
trabajamos con la palabra cuando descubrimos, por
ejemplo, que ‘memoria’ viene de ‘re-member’
que significa ‘reunir miembros’ y que
‘recordar’ significa ‘despertar’
y se conecta su vez con lo cardíaco. Ligado
al ámbito laboral, los términos ‘jefe’,
‘capataz’ o ‘capitán’,
tienen su raíz común en
‘caput’, cabeza en latín,
“la zona que gobierna y se encuentra en lo más
prominente de nuestro cuerpo” al decir de la
autora.
Desde una lectura de género, ‘patrimonio’
viene asociado con padre, con lo patriarcal, ya que
antiguamente la propiedad era - desde lo legal -,
privilegio del padre o del primogénito varón.
La palabra ‘matrimonio’ se conecta con
la maternidad, con la madre, ya que el mismo “legaliza
la maternidad”.
Bordelois resalta la colisión entre lengua
y cultura, ya que la vertiginosidad, el bombardeo
de estímulos y la contaminación sonora
- imperantes en la cultura actual - destruyen los
silencios, lesionando “la condición primera
y fundamental de la palabra genuina”.
Finalmente, la autora considera la palabra como un
“tejido relacional que es fuerte y subsistente”
y la poesía como la más alta expresión
de la lengua, y cita a Mallarmé quien dice:
“Pero los versos, oh Degas, no se hacen con
ideas, sino con palabras”.
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