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Pacientes
sanos, por favor…
La admisión debía interrogar
detenidamente, acerca de sus antecedentes médicos
y/o psiquiátricos, a los asociados recientes
cuya solicitud estaba aún sin resolver
y que podían ser rechazados por la empresa.
Esa información se consignaba en la historia
clínica y la auditora comparaba esos
datos con los que había comunicado el
sujeto en su declaración jurada inicial.
[2]
Ante el problema ético así planteado,
la profesional encargada de la admisión
resuelve abrir ese tipo de entrevistas comunicando
al consultante que todo lo que relatara respecto
de enfermedades previas y o consultas psi quedaba,
por indicación de la empresa, fuera de
su obligación de mantener el secreto
profesional. Asimismo, comunicaba al paciente
que podría corregir cualquier desfasaje
entre la declaración jurada y su relato
en la entrevista si agregaba los datos faltantes
con posterioridad a la misma. |
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Para
una histeria, 10 sesiones
La escena es en una reunión de supervisión
semanal, de un sistema de
medicina prepaga, equipo de psiquiatría
y psicología. En estas “supervisones”,
nunca se genera un espacio para pensar sobre
los pacientes sino que se debate o más
bien “se baja línea” sobre
la situación administrativa de los pacientes.
[3]
Somos un montón de psicólogos,
psiquiatras, algunas psicopedagogas, una colega
dice: “Tengo una paciente que vino angustiada,
tiene problemas con su hijo adolescente y, a
su vez, tiene una crisis de pareja. Esto la
afecta en su vida laboral, es abogada, dice
que está muy susceptible, irritable y
con un continuo malestar físico”.
“¿Qué diagnóstico
tiene?” pregunta el psiquiatra-coordinador.
“Yo creo que según el DSMIV es
un F 60.4, trastorno histérico”,
dice la profesional.
El coordinador contesta: “Bueno…para
ese tratamiento autorizamos 10 sesiones”.
Silencio general y cara de asombro de la profesional
a cargo de la paciente,
Pero no dice nada…., las quejas circulan
a la salida de la reunión y en un susurrado
radio pasillo. |
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Los
de los cinco pesos
En otro prepago en el que pagaban, en los años
90, 10 pesos la sesión, la coordinadora
llama a una reunión a los profesionales
y les dice que el honorario de diez pesos va
a pasar a cinco pesos por dificultades que tiene
la institución. En esa época una
sesión en privado podía rondar
los setenta pesos.
Hay malas caras, clima de malestar, pero no
hay réplicas, la comunicación
es unidireccional, más que comunicar
se bajan directivas.
La coordinadora informa que en los primeros
días de junio realizaría un congreso
en el hotel Libertador Kempiski, que nosotros
estábamos invitados a concurrir sin pagar
la inscripción por ser integrantes del
equipo organizador.
Mientras todos nos preguntábamos:¿tienen
plata para participar en un congreso internacional
y a los profesionales nos pagan cinco pesos?
¿no era que estaban con grandes dificultades
económicas?, la coordinadora agrega,
intentando una especie de sonrisa cómplice,
“Pero vayan con buena onda, buena disposición
al Congreso, no vayan con cara de decir: somos
los que cobramos cinco pesos’”.
Sin palabras…. |
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Con
las facturas al día
En un prepago en el que se pudo trabajar razonablemente
bien durante varios años, proponen que
para que la situación contable de la
institución estuviera al día y
ordenada, se iba a implementar un nuevo sistema:
el mismo consistía en que al entregar
la planilla en la que constaban las prestaciones
mensuales, los profesionales, íbamos
a tener que entregar también la factura-recibo
correspondiente a dicha liquidación.
Hasta ese momento, entre la entrega de la planilla
y el cobro pasaba alrededor de un mes.
“Nos van a pagar en el momento”
fue la primera e ilusa reacción de los
profesionales ante el cambio; pero no, el pago
real de la misma se iba a realizar…sólo
cuatro meses después. |
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Mediquen
al chico
En una consulta una mamá relata que
fue a un psiquiatra del prepago para que medique
a Pablo, su hijo de 12 años que es muy
inquieto y tiene problemas de conducta en el
colegio y que no obedece en la casa.
El terapeuta indaga más en la consulta
y resulta que el padre de Pablo murió
hace poco, que es un chico muy creativo, pinta
y dibuja muy bien y en la clase que mejor anda
en la escuela es en la de dibujo y pintura,
en las otras materias habla mucho y se distrae
pero su comprensión es muy buena.
La madre dice: “Me tranquiliza que lo
mediquen y saber que es un ADD porque es muy
difícil manejarlo, está muy inquieto
o enojado, no obedece en nada, así va
a estar más tranquilo y yo también
porque poner límites al chico de una,
es muy desagradable”. |
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Los
niños primero
Durante muchos años las entrevistas
de admisión de niños, se habían
hecho con los padres, en algunos casos exclusivamente.
Se los invitaba a participar, se favorecía
la concurrencia de ambos, acomodando horarios
a sus necesidades y se los recibía en
una o varias entrevistas no pautadas. El módulo
de la admisión se armaba de acuerdo al
caso. Luego se podía citar a la familia:
‘Vengan todos los que quieran’;
al niño solo; otra vez a la pareja parental.
Las variaciones surgían de la necesidad
interna de cada caso.
La punta de lanza de la “teoría/ideología”
cognitivista operó sobre el área
‘Niños’. Los cambios apuntaron
a estandardizar las preguntas, desde las que
hacía la secretaria al atender el teléfono.
Si el padre no podía dejar sus ocupaciones…
mala suerte. De todos modos, los cuestionarios
que proponen los puede responder cualquiera.
La historia clínica tenía ítems
a completar por el profesional, el caso singular
no era ya el que comandaba su hechura.
Renunciar al área antes de que el promedio
de niños medicados aumentara muy significativamente,
los psiquiatras infantiles se multiplicaran
en la cartilla y los psicoanalistas que venían
trabajando con niños dejaran de tener
derivación, fue la adecuada respuesta
de la admisora. |
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Todos
parejos, todos iguales
La empresa de medicina prepaga decide centralizar
Salud Mental en un sanatorio de su propiedad
y cobrar un porcentaje de sus ingresos a los
prestadores que allí debían atender.
Los consultorios eran boxes, los profesionales
atendían con guardapolvo blanco. Todo
estaba en su lugar, a tono con el espíritu
de la ciencia neuropsiquiátrica y de
los protocolos cognitivistas.
La admisora no acepta trabajar en esas condiciones
y permanece en el consultorio. La empresa retira,
entonces, 10 años de historias clínicas
del mismo. La admisión sostiene la tarea
con gran dificultad, copiando historias clínicas
que retiraba y devolvía cada día.
Esta situación se prolonga hasta que,
sin dar aviso a la profesional, las admisiones
comienzan a realizarse en ese sanatorio y su
nombre es retirado de la cartilla. Darse por
despedida es la única respuesta que le
dejan. |
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Notas |
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[1]
Sistema prepago de salud: sistema de salud privado,
al que se accede mediante el pago de una cuota
mensual. En Argentina según lo que rige
el Plan Médico Obligatorio, la empresa
privada que brinda el servicio debe atender
las demandas de salud en general, incluyendo
la salud mental. Generalmente organizan, para
ello, un servicio que consta de una Admisión,
para recibir, evaluar y, en caso de ser pertinente,
derivar al afiliado a tratamiento. Asimismo,
hay un equipo compuesto por profesionales varios
quienes se hacen cargo de dichos tratamientos.
[2] Las empresas se
reservan el derecho de admisión. No quieren
población ‘enferma’ que eleve
sus gastos en demasía. En este caso,
pretendía utilizar la entrevista de Admisión
para detectar ocultamientos en la declaración
jurada en la que el aspirante confiesa sus dolencias
previas, llamadas preexistentes.
[3] Las reuniones de
los equipos son de supervisión y seguimiento
de casos. No hay que olvidar que los profesionales
están muy mal pagos como para poder hacerlo
de manera privada, eligiendo un colega por fuera
del equipo y pagando de su bolsillo la supervisión.
La empresa, a través de algún
funcionario, asegura que en esas reuniones se
ejerza, también, control sobre el ‘gasto’.
A veces, terminan siendo sólo para eso.
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