CLINICA
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mcoleaga@elpsicoanalitico.com.ar
leonelsicardi@elpsicoanalitico.com.ar
 
 
Pacientes sanos, por favor…

La admisión debía interrogar detenidamente, acerca de sus antecedentes médicos y/o psiquiátricos, a los asociados recientes cuya solicitud estaba aún sin resolver y que podían ser rechazados por la empresa. Esa información se consignaba en la historia clínica y la auditora comparaba esos datos con los que había comunicado el sujeto en su declaración jurada inicial. [2]
Ante el problema ético así planteado, la profesional encargada de la admisión
resuelve abrir ese tipo de entrevistas comunicando al consultante que todo lo que relatara respecto de enfermedades previas y o consultas psi quedaba, por indicación de la empresa, fuera de su obligación de mantener el secreto profesional. Asimismo, comunicaba al paciente que podría corregir cualquier desfasaje entre la declaración jurada y su relato en la entrevista si agregaba los datos faltantes con posterioridad a la misma.

 

Para una histeria, 10 sesiones

La escena es en una reunión de supervisión semanal, de un sistema de
medicina prepaga, equipo de psiquiatría y psicología. En estas “supervisones”,
nunca se genera un espacio para pensar sobre los pacientes sino que se debate o más bien “se baja línea” sobre la situación administrativa de los pacientes. [3]
Somos un montón de psicólogos, psiquiatras, algunas psicopedagogas, una colega dice: “Tengo una paciente que vino angustiada, tiene problemas con su hijo adolescente y, a su vez, tiene una crisis de pareja. Esto la afecta en su vida laboral, es abogada, dice que está muy susceptible, irritable y con un continuo malestar físico”.
“¿Qué diagnóstico tiene?” pregunta el psiquiatra-coordinador. “Yo creo que según el DSMIV es un F 60.4, trastorno histérico”, dice la profesional.
El coordinador contesta: “Bueno…para ese tratamiento autorizamos 10 sesiones”.
Silencio general y cara de asombro de la profesional a cargo de la paciente,
Pero no dice nada…., las quejas circulan a la salida de la reunión y en un susurrado radio pasillo.

 

Los de los cinco pesos

En otro prepago en el que pagaban, en los años 90, 10 pesos la sesión, la coordinadora llama a una reunión a los profesionales y les dice que el honorario de diez pesos va a pasar a cinco pesos por dificultades que tiene la institución. En esa época una sesión en privado podía rondar los setenta pesos.
Hay malas caras, clima de malestar, pero no hay réplicas, la comunicación es unidireccional, más que comunicar se bajan directivas.
La coordinadora informa que en los primeros días de junio realizaría un congreso en el hotel Libertador Kempiski, que nosotros estábamos invitados a concurrir sin pagar la inscripción por ser integrantes del equipo organizador.
Mientras todos nos preguntábamos:¿tienen plata para participar en un congreso internacional y a los profesionales nos pagan cinco pesos? ¿no era que estaban con grandes dificultades económicas?, la coordinadora agrega, intentando una especie de sonrisa cómplice, “Pero vayan con buena onda, buena disposición al Congreso, no vayan con cara de decir: somos los que cobramos cinco pesos’”.
Sin palabras….

 

Con las facturas al día

En un prepago en el que se pudo trabajar razonablemente bien durante varios años, proponen que para que la situación contable de la institución estuviera al día y ordenada, se iba a implementar un nuevo sistema: el mismo consistía en que al entregar la planilla en la que constaban las prestaciones mensuales, los profesionales, íbamos a tener que entregar también la factura-recibo correspondiente a dicha liquidación. Hasta ese momento, entre la entrega de la planilla y el cobro pasaba alrededor de un mes.
“Nos van a pagar en el momento” fue la primera e ilusa reacción de los profesionales ante el cambio; pero no, el pago real de la misma se iba a realizar…sólo cuatro meses después.

 

Mediquen al chico

En una consulta una mamá relata que fue a un psiquiatra del prepago para que medique a Pablo, su hijo de 12 años que es muy inquieto y tiene problemas de conducta en el colegio y que no obedece en la casa.
El terapeuta indaga más en la consulta y resulta que el padre de Pablo murió hace poco, que es un chico muy creativo, pinta y dibuja muy bien y en la clase que mejor anda en la escuela es en la de dibujo y pintura, en las otras materias habla mucho y se distrae pero su comprensión es muy buena.
La madre dice: “Me tranquiliza que lo mediquen y saber que es un ADD porque es muy difícil manejarlo, está muy inquieto o enojado, no obedece en nada, así va a estar más tranquilo y yo también porque poner límites al chico de una, es muy desagradable”.

 

Los niños primero

Durante muchos años las entrevistas de admisión de niños, se habían hecho con los padres, en algunos casos exclusivamente. Se los invitaba a participar, se favorecía la concurrencia de ambos, acomodando horarios a sus necesidades y se los recibía en una o varias entrevistas no pautadas. El módulo de la admisión se armaba de acuerdo al caso. Luego se podía citar a la familia: ‘Vengan todos los que quieran’; al niño solo; otra vez a la pareja parental. Las variaciones surgían de la necesidad interna de cada caso.
La punta de lanza de la “teoría/ideología” cognitivista operó sobre el área ‘Niños’. Los cambios apuntaron a estandardizar las preguntas, desde las que hacía la secretaria al atender el teléfono. Si el padre no podía dejar sus ocupaciones… mala suerte. De todos modos, los cuestionarios que proponen los puede responder cualquiera.
La historia clínica tenía ítems a completar por el profesional, el caso singular no era ya el que comandaba su hechura.
Renunciar al área antes de que el promedio de niños medicados aumentara muy significativamente, los psiquiatras infantiles se multiplicaran en la cartilla y los psicoanalistas que venían trabajando con niños dejaran de tener derivación, fue la adecuada respuesta de la admisora.

 

Todos parejos, todos iguales

La empresa de medicina prepaga decide centralizar Salud Mental en un sanatorio de su propiedad y cobrar un porcentaje de sus ingresos a los prestadores que allí debían atender.
Los consultorios eran boxes, los profesionales atendían con guardapolvo blanco. Todo estaba en su lugar, a tono con el espíritu de la ciencia neuropsiquiátrica y de los protocolos cognitivistas.
La admisora no acepta trabajar en esas condiciones y permanece en el consultorio. La empresa retira, entonces, 10 años de historias clínicas del mismo. La admisión sostiene la tarea con gran dificultad, copiando historias clínicas que retiraba y devolvía cada día. Esta situación se prolonga hasta que, sin dar aviso a la profesional, las admisiones comienzan a realizarse en ese sanatorio y su nombre es retirado de la cartilla. Darse por despedida es la única respuesta que le dejan.

 
 
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Notas
 

[1] Sistema prepago de salud: sistema de salud privado, al que se accede mediante el pago de una cuota mensual. En Argentina según lo que rige el Plan Médico Obligatorio, la empresa privada que brinda el servicio debe atender las demandas de salud en general, incluyendo la salud mental. Generalmente organizan, para ello, un servicio que consta de una Admisión, para recibir, evaluar y, en caso de ser pertinente, derivar al afiliado a tratamiento. Asimismo, hay un equipo compuesto por profesionales varios quienes se hacen cargo de dichos tratamientos.

[2] Las empresas se reservan el derecho de admisión. No quieren población ‘enferma’ que eleve sus gastos en demasía. En este caso, pretendía utilizar la entrevista de Admisión para detectar ocultamientos en la declaración jurada en la que el aspirante confiesa sus dolencias previas, llamadas preexistentes.

[3] Las reuniones de los equipos son de supervisión y seguimiento de casos. No hay que olvidar que los profesionales están muy mal pagos como para poder hacerlo de manera privada, eligiendo un colega por fuera del equipo y pagando de su bolsillo la supervisión. La empresa, a través de algún funcionario, asegura que en esas reuniones se ejerza, también, control sobre el ‘gasto’. A veces, terminan siendo sólo para eso.

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