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yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
 

Partiremos de la siguientes formulaciones:

a. los fines del psicoanálisis, la política, la educación, la comunicación de masas, se hacen presentes en los medios que utilizan;
b. los medios de dichas prácticas transmiten las significaciones imaginarias que hacen y orientan hacia sus fines (ejemplo de ellas son libertad, verdad, justicia, igualdad, o dominio del otro, velamiento de la verdad, desigualdad, injusticia, etc.).
c. estas significaciones pueden ser más o menos explícitas, y pueden enarbolarse de modo engañoso o incongruente. Ej.: un medio de comunicación puede decir que defiende la libertad de prensa pero censurará todo aquello que no se corresponda con su finalidad implícita. Un sujeto en análisis puede manifestar tal o cual fin referido a su vida, y sin embargo hacer algo que demuestra otra finalidad. O un psicoanalista hacer lo contrario de lo que brillantemente pregona en sus textos y disertaciones y seminarios. Una organización política puede tener como proyecto para la sociedad su emancipación de todo dominio, pero desarrollar prácticas de dominación hacia su interior;
d. las incoherencias pueden deberse a la mala fe, a la naturaleza incoherente de la psique humana (sus tendencias opuestas, su rechazo del otro a la vez que su convocatoria, su búsqueda permanente de fines narcisistas, su búsqueda de lo identitario, etc.), como también a defectos en la elucidación de los fines de cada disciplina y los medios que pueden llevar a ellos;
e. esto implica que los fines y los medios de una práctica (ya no hablamos solamente de los medios) deben ser revisitados con frecuencia, para establecer sus definiciones, parámetros, etc.

Lo que queremos decir es que no es sencillamente que los medios sean acordes con los fines propuestos. Sino que los fines están ya incluidos en los medios de las prácticas/disciplinas y aún más: los fines comienzan a cumplirse y a realizarse en los medios que hacen a determinada práctica. Esto es válido tanto para el psicoanálisis, la política, la educación, los medios de comunicación (televisión, Internet, radio, medios gráficos). Subrayemos: comienzan a cumplirse, a realizarse.

Partamos como ejemplo del psicoanálisis. Su regla fundamental, la de la asociación libre, es un medio que implica en cada encuentro analítico poner en juego la supresión de la censura y el sentido común que orienta y controla nuestro pensamiento y vida cotidiana; esto a su vez tiene como fin el permitir advenir otros sentidos, otra lógica (la del proceso primario, a través de la asociación, pero también del análisis de los lapsus, actos fallidos, sueños, síntomas) que a la vez permite sostener otra de las finalidades del análisis: que allí donde el yo era, el ello deba advenir y hacer consciente lo inconsciente. Pero también: volver sobre esos productos, trabajar sobre ello(s). Con lo que se cumple otra mira: donde ello era, el yo debe advenir, o mejor dicho: una subjetividad reflexiva y con capacidad de acción deliberada (Castoriadis). Que no es exactamente el yo, pero que necesita de éste. Vemos en este caso un encadenamiento de fines, pensable como fines intermedios y últimos. Y la realización de estos desde la primera sesión de un análisis.

La posición del psicoanalista no queda por fuera de estas elucidaciones. Eludiendo toda idealización (debiéramos decir: combatiéndola todo lo que sea posible de acuerdo a su saber hacer) evita una identificación alienante por parte del analizante. En este sentido, el silencio como baluarte, una actitud de intervención constante, la actividad de pseudo traducción del inconsciente, o el empleo del llamado tiempo libre de sesión (que ubica al analista en un lugar de saber inefable, incomprobable, en contraposición con el tiempo cronológico, que marca principios y finales más allá de los sujetos, aún tomándose con flexibilidad), son medios que entronizan al analista en el lugar de ideal. Alterando otro de los fines del análisis: la asunción de la castración. ¿Qué quiere esto decir? Que el psicoanálisis se propone arrinconar lo más posible la omnipotencia de la psique, inclusive cuando ésta sea alojada en el analista o en objetos de la vida del sujeto, para favorecer su transformación en juego, creación artística, trabajo, lazos menos marcados por la elección narcisista de objeto, proyectos, etc.

Dicha omnipotencia sigue los fines de la pulsión de muerte: cesar en el deseo, llegar a la completud.

La evitación de todo medio que lleve a la alienación del analizante en la figura del analista, implica la pertenencia del psicoanálisis al proyecto de la autonomía: es un trabajo de desalienación e implica también la renuncia a querer hallar en la escena de la realidad todo aquello que desmienta la existencia de la castración.

La psique y los medios

Ya por fuera de la práctica analítica, nos encontramos con los medios de comunicación de masas y sus efectos sobre el sujeto. Podemos decir que dichos medios están en la psique e intentan imponer sus fines.
Los medios masajean a la psique: la formatean. Esto ha sido ya anunciado hace cuatro décadas por Marshall McLuhan (ver en este número los textos de Héctor Freire y Eduardo Müller), y ha sido retomado en estos tiempos por Franco Berardi. Este señala el pasaje de la infosfera analógica a la digital, y los efectos que esto tiene para la psique. Resumidamente: la facultad crítica del sujeto se ve afectada al pasar de la escritura a la comunicación videoelectrónica, disminuyendo dramáticamente. Se vuelve muy difícil la discriminación entre verdad y falsedad de los enunciados. Los emisores transmiten a una velocidad sobrehumana, diferente a la pausa y lentitud de la lectura, no estando formateados de la misma manera los receptores humanos. Así, lo que se transmite a través de los medios videoelectrónicos se vuelve intraducible. Porque la psique no puede ir más rápido que la materia física sobre la que se sostiene. Para Berardi estamos ingresando en una época de aceleración maquinal, post-humana.

En otros lugares hemos analizado los efectos que la aceleración de la velocidad produce en la psique (ver Todos somos borderline, o en este número Perdidos en la traducción), aceleración propiciada por la tecnología digital, ligada a la aceleración del ritmo de producción y consumo capitalista. La destrucción del sentido y del afecto están entre sus consecuencias. Vemos así las penosas, innovadoras e impredecibles consecuencias para el sujeto humano de su inmersión en medios que masajean/formatean a la psique de un modo inédito. (ver de Franco Berardi: Infosfera social y patogénesis)

Sostiene Berardi: “Las grandes empresas, capaces de influir directamente sobre las formas de vida del lenguaje y de imaginación, suprimen las premisas del pensamiento crítico y las capacidades cognitivas mismas, que hacían posible el ejercicio del pensamiento libre”. “La aceleración produce un salto antropológico, psíquico y lingüístico. Las tecnologías de la mente no son propiedad común de todos los seres humanos, sino propiedad privada de unos pocos grupos económicos mundiales, extremadamente poderosos. Estos grupos se han vuelto capaces de canalizar la atención, el comportamiento, las expectativas, las elecciones de consumo y las elecciones políticas.” [1]

En la medida en que vivimos en sociedades de dominadores y dominados, la apropiación por parte de una minoría del poder conlleva la necesidad de imponer el magma de significaciones, para naturalizar su situación. Esto se realiza mediante ideologías (que gozan de buena salud, pese a los postulados posmodernos) que transmiten dicho magma a través de la instituciones de la sociedad, donde se realiza la socialización de la psique de los sujetos. Masajeados, formateados, hipnotizados por los medios (ver texto de María Cristina Oleaga en este número), éstos se han transformado junto con la economía en la institución central de nuestra sociedad. Deviniendo así un nuevo animal mediático: medios digitales, que digitan a los sujetos de modo más eficaz que antaño. Nunca hubo tanta información y desinformación al mismo tiempo.

Volvemos, antes de finalizar, sobre lo señalado oportunamente: los medios de comunicación de masas (ahora expandidos a múltiples soportes digitales: Internet, teléfonos celulares, masividad en los medios digitales televisivos) transmiten las significaciones imaginarias sociales de una sociedad. Pero como la sociedad es un magma heterogéneo de significaciones, esas mismas instituciones contienen significaciones contrapuestas, o entran en contradicción entre sí. Es observable como – por lo menos en Argentina – la institución educativa transmite significaciones que apuntan a la autonomía y que ello contradice lo transmitido por las instituciones religiosas. O que ella misma tiene significaciones contrapuestas.

Porque no todos los medios, ni la tecnología están condenados a transmitir las significaciones que denominaremos dominantes. La tecnología no es inocente, pero tampoco es fatal pensar que ella en-sí moldea. Berardi mismo propone que los medios de comunicación actuales y su tecnología, deben ser puestos al servicio de la transmisión de valores ligados a significaciones que pertenecen al proyecto de autonomía.

Entonces: ¿el medio es el mensaje? Podemos decir que, en los medios, también está el mensaje que contiene los fines de una sociedad, lo que no es igual a decir que sean ellos mismos el mensaje, aunque indudablemente, cada tecnología implica un cambio para el receptor. Al respecto, Alessandro Baricco, señala lúcidamente en su análisis de Google: “¿Tenéis idea de las toneladas de cultura oral, irracional, esotérica, que ningún libro impreso ha podido contener en su interior? ¿Sabéis todo lo que se ha perdido porque no entraba en los libros? (…) nos hemos acostumbrado a este principio: la imprenta, como la red, no es un inocente receptáculo que cobija el saber, sino una forma que modifica el saber a su propia imagen (y al sujeto también, agregaríamos). Es un embudo por donde pasan los líquidos … Nos guste o no eso ya sucedió con Gutenberg …” [2] Esto no evita nuestro estado de vigilancia sobre las tecnologías video-digitales-informáticas actuales y su utilización.

Finalmente, podría entenderse que sostenemos que los medios garantizan los fines. No es eso lo que pensamos. Por ejemplo, una asamblea puede ser puesta al servicio de fines de dominación: alcanza con el ejemplo de las autodenominadas asambleas de los productores agropecuarios que se llevaban a cabo en Argentina durante 2008. En ellas se apreciaba claramente el dominio que ejercían los mismos productores sobre los trabajadores rurales… ¡aliados a aquellos! O, en el campo psicoanalítico, proponer por un lado las reglas del análisis muy pulcramente, y al mismo tiempo ofrecerse como ideal a los analizantes. Los medios tampoco garantizan los fines. Ni los ”buenos” (autonomía) ni los “malos” fines (dominación, alienación). Pero sí es posible una reflexión sobre su modo de funcionamiento, y sobre si éste se corresponde con los fines explicitados, así como verificar si estos están ya realizándose.

 
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Notas
 

[1] Berardi, Franco. Mediamutación. http://www.archivos.entrelainfancia.com.ar/archivos/material/Franco-Berardi-Bifo-Mediamutacion.pdf
[2] Baricco, Alessandro. Los Bárbaros. Ed. Anagrama - Página/12, Buenos Aires, 2010. Págs. 92 y 93.

 
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